Manuel Rivas: Lo que hay que defender
Manuel Rivas está de paso por Madrid para ver a su nieta. “Cuidarla y disfrutar de ella sí que es importante para mí, más que escribir una obra maestra”, me dice en la cafetería del Círculo de Bellas Artes, donde hemos quedado para conversar en torno a su último libro, ‘Zona a defender’ (Alfaguara), una recopilación de algunos de sus artículos publicados en ‘El País Semanal’. Si en el libro anterior, ‘Contra todo esto’, Rivas ponía el foco en lo que había que combatir, ahora lo pone en lo que hay que defender.
Sus lectores le echamos de menos, le confieso.
Su columna era la primera que leía cuando compraba el periódico. No sé si al escritor gallego le ocurrirá lo mismo, si echa de menos esa cita periódica, esa Navegación al desvío. “Sí, aunque sigo expresándome en otros medios. Hacemos una revista en Galicia, que creo que es la segunda mejor del mundo, que se llama Luzes. Esa necesidad de intervención de alguna forma la empleo, la cultivo en esa revista. De todas formas para mí es un paréntesis, necesitaba bajarme de la columna, digamos que andar un poco campo a través, reposar un poco más la mirada”.
Una mirada periférica que se ha ido sedimentando con los años, aunque conserva su fulgor juvenil, como el pelo revuelto, ahora casi blanco. “No es una retirada”, matiza, “porque el periodismo es un activismo democrático”. Una idea que recorre su vida y también este nuevo libro luminoso. “El activismo es una palabra que está corroída a veces, que se esconde porque está estigmatizada. Se identifica con una posición de compromiso. Pero para mí es recuperar una economía de la atención, contra las banalidades que dominan el escenario”, dice con una voz pausada, en un tono bajo que se abre camino a duras penas entre el ruido de La Pecera, como se conoce a esta mítica cafetería madrileña.
Manuel Rivas ha compaginado desde muy joven su trabajo como periodista con la literatura, las dos caras de una misma moneda. Ya nos enseñó hace tiempo que el periodismo es un cuento y que la ficción solo se diferencia del buen ejercicio del periodismo porque en este último los personajes tienen un dni, un pasaporte. “Sí hay una conexión entre el periodismo y la literatura, incluyendo a la poesía. En su etimología está la suma de acción y verdad. El propio hecho de escribir es una pulsión del deseo, es una excitación creativa. Aunque soy consciente de que también existe un periodismo que responde a una excitación destructiva. Tanto la literatura como el periodismo nacen de una insatisfacción, de la relación entre la presencia y lo que está ausente”.
“Llevar un periódico bajo el brazo se ha convertido en un gesto vanguardista”, escribe en uno de los artículos incluidos en Zona a defender, una nueva oportunidad para estos textos pensados en la inmediatez del periodismo y que ahora amplían de nuevo el sentido al formar parte de un libro. “Sí, es una excentricidad ver a alguien con un periódico bajo el brazo. Sigue habiendo una diferencia y/o matiz que creo que es fundamental entre el papel y lo digital”. Y esa diferencia, asegura Rivas, no tiene solo que ver con el gesto romántico de leer en papel, sino con algo mucho más profundo, que enlaza con el mundo que se ha ido creando, dominado por el tecnopoder. “Leí el otro día algo relacionado con esto, que una de las mayores distribuidoras de papel había cambiado las cadenas de producción para hacer embalajes para Amazon. Detrás de eso hay unos árboles talados, ¿Cuál es destino de esa materia prima? Pasar de un destino de lectura de todo tipo a ese embalaje. El paso al tecnopoder. El mundo está cambiando y no se hace énfasis en ello, vemos que mutamos en nuestras vidas, que hay un abaratamiento humano, una precarización, cada vez más autónomos sin autonomía. En cambio se está produciendo una concentración extraordinaria de poder en manos de estos gigantes tecnológicos y nos vamos adaptando a ello sin tener una conciencia de usuarios. Pagamos a alguien que además nos explota”.
“El capitalismo lo está abarcando todo, incluso el contrapoder”
Si en el libro anterior, Contra todo esto, Rivas ponía el foco en lo que había que combatir, ahora lo pone en lo que hay que defender. Como explica el propio Rivas en el texto introductorio, que viene a ser casi un panfleto que anima a la revuelta, Zona a defender (Zone A Défendre) es una denominación que se extendió en Francia para “definir los espacios que no deberían ser profanados por megaproyectos urbanísticos o por intervenciones de alta violencia catastral”. Una zona que en su libro está atravesada desde todos los ángulos por el ecologismo, la empatía hacia los otros animales y el feminismo. “El capitalismo lo está abarcando todo, incluso el contrapoder que era la lucha proletaria. Los gurús afirman que el capitalismo es un sistema que produce desigualdad, injusticias, pero que es eficiente, que es el sistema más eficaz. Lo escuchamos continuamente. Sin embargo, no sabe responder a la crisis planetaria, a la naturaleza. No sabe qué hacer con ella, con la naturaleza, salvo explotarla con instinto depredador. Y eso nos ha llevado a un mundo insostenible que produce cada vez más injusticia y desigualdad. De modo que el capitalismo es un sistema que además de ser injusto produce inseguridad y es ineficaz. Creo que eso explica también los coletazos de derecha rabiosa. No sabe qué hacer con la naturaleza”.
“La naturaleza está gritando”
Ecología o barbarie, defiende en otro de sus artículos. Y eso pasa por una austeridad fértil contra el “austericidio”, por vivir mejor con menos. “Claro, con lo que necesitamos. Plantearse realmente lo que es imprescindible. Creo que nos necesitamos todos y todas, incluso a los brutos. El decrecimiento nada tiene que ver con los recortes. Necesitamos recuperar el sentido de las palabras que nos han sido sustraídas, secuestradas. Necesitamos también gustar, hacer un trabajo poético, convertir lo ausente en una presencia que sea atractiva. Si decimos decrecimiento tenemos que explicarlo o buscar otra palabra que exprese bien otra forma de crecer, otra forma de vivir, un crecimiento de la diversidad, nuevas formas de ser ricos: en afecto, en compartir, en bienestar, en realidad. La naturaleza está gritando, lo que sucede es que hay que saber escucharla”.
El capitalismo lo devora todo, sí, y una parte de su maquinaria se está envolviendo en lo verde, en el ecologismo. ¿Son compatibles?, le pregunto. “Puede que algunos tengan planteamientos honestos, pero lo cierto es que la práctica real nos muestra su tremenda hipocresía. Estamos todos dentro del Titanic y algunos están luchando por ocupar los mejores camarotes. La degradación es alarmante, parece que el mundo se ha detenido por la pandemia y no es así. Por ejemplo, los proyectos de explotaciones petrolíferas en los parques naturales de África. Los tres grandes negocios actuales son los tecnológicos, los farmacéuticos y los alimentarios. ¿Por qué Bill Gates compra tierra? Te hace pensar que es el nuevo neofeudalismo. Los alimentos siempre van a ser una necesidad. En Etiopía se crean latifundios para la producción de cereales en uno de los países donde existen más hambrunas. Me ponen enfermo las naves que van a Marte, cuando no vemos lo que sucede en Etiopía o Tinduz”.
“Hay que defender los libros largos y las películas lentas”.
Rivas apuesta por un nuevo humanismo que inevitablemente pasa por la lentitud. Me encanta cómo lo expresa en uno de sus artículos: Hay que defender los libros largos y las películas lentas. Lo que mejor define la destrucción, explica en un tono de confidencia el autor de El lápiz del carpintero, “es la suma de velocidad y codicia. Los procesos de toma de conciencia de las zonas a defender son más lentos”. Y añade: “Cuando hablamos de lentitud no estoy hablando de dejar hacer, hablo de aquello que realmente es duradero, aquello que hace que el bosque sea más diverso, esos procesos de crecimiento colaborativo. Para los abrazos necesitamos tiempo, también donde hay memoria hay más fertilidad. La memoria existe como rescate. Lo primero que hace la sociedad del espectáculo es organizar el olvido. Tenemos a la diosa de la memoria, para los griegos era Mnemósine, que no es una tarada solo preocupada por lo que pasó, sino un presente que recuerda. Además es la madre de las musas, de la poesía, de la historia de la danza”. Leer se convierte así casi en un acto de resistencia: “Yo me siendo bien cuando pienso que la lentitud es un viaje a la profundidad. Como cuando llevas una hora leyendo un libro y dices: hostias, llevo una hora leyendo un libro. Leí que nuestro foco de atención ya es menor que el que tienen los peces de acuario. Los peces andan por los ocho segundos y nosotros andamos ya por los siete segundos. De ahí la importancia del trabajo educativo”.
“El papel de las voces bajas en la historia”
El feminismo, la lucha de las mujeres, es otra de las zonas a defender. “Recuerdo un libro de un historiador hindú que habla del papel de las voces bajas en la historia. Le da una importancia vital al papel de las mujeres en las movilizaciones históricas en la India, junto con Gandhi. Incluso eran las que iban en primera fila, para proteger a los líderes o también pensando que contra las mujeres no iban a ser tan violentos. En las luchas se les solía decir a las mujeres: tenéis razón, pero ahora tenemos problemas más grandes. Me parece que eso ya no funciona, no puede ser así, todo es importante. Es tan importante aquello por lo que se lucha como la forma en que se lucha”.
Zona a defender es un libro que te abre el pensamiento, que te incita a ese activismo democrático al que apela Rivas. Uno sale reforzado después de su lectura, dispuesto a proteger lo que nos hace humanos. El autor comienza el libro con una especie de manifiesto defensivo de lo verdaderamente importante y lo termina con una selección de aforismos. “El aforismo es una luz de niebla que queda ahí, que no busca adhesión. Te quedas pensando. El aforismo te ayuda a pensar. No termina sino que es un principio”. Como este, por ejemplo: “Más allá de la desconfianza y el miedo, es curioso el poco interés que despiertan los humanos al resto de los animales”.
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