‘Poder migrante’, un debate necesario sin demagogias ni populismos
Ha pasado una campaña electoral muy áspera en Madrid, en la que el tema de los migrantes ha salido de forma manipulada y exagerada por parte de la ultraderecha: para, metiendo miedo, recoger votos. Pero el drama de la migración no debe dejarse de lado, o solo afrontarlo con demagogia y populismo; debe ponerse encima de la mesa, analizarlo, comprenderlo y convertirlo en una oportunidad de cambio. A fin de cuentas, ¿no son la mejor muestra de la globalización? Y si llevamos décadas desplegando un discurso que ensalza la superación, el esfuerzo, la movilidad y la flexibilidad, ¿quiénes se ajustan mejor a ese canon que los migrantes? A ese debate serio contribuye ‘Poder migrante’, (Ariel), de Violeta Serrano.
En las campañas electorales, algunos temas entran para luego desaparecer. O alcanzan un protagonismo inusitado que después, pasada la jornada de votación, se reducen a su expresión habitual. Muchos quizá piensen que algo similar ocurrirá con la inmigración en estos días, y que tras el bochornoso cartel electoral de Vox en una estación de metro, en el que criminalizaban de forma indisimulada a los menores no acompañados y los enfrentaban a otros colectivos vulnerables, las aguas volverán a cauces menos estridentes una vez haya gobierno en la Comunidad de Madrid.
Sin embargo, el reto de la gestión migratoria no solo parece permanente, sino que habrá de ir necesariamente a más tras los destrozos de la covid-19 y de otros viejos males, tales como la desigualdad económica o los efectos del cambio climático. Esto es: si el debate sobre la gestión de las migraciones baja algunos decibelios, no será por mucho tiempo, pues es un reto creciente y complejo, pero es desde luego una oportunidad para llevarlo a terrenos menos demagógicos y más racionales.
A ello nos sirve Poder migrante, de la escritora y filóloga Violeta Serrano (León, 1988), libro publicado el año pasado pero que gana enteros con el paso de los meses: precisamente cuando el asunto que aborda, las migraciones, van ganando protagonismo en los medios al calor de mensajes xenófobos –como el mencionado de la campaña– o dramas humanos como los que se conocen casi cada día –como el de los tres migrantes supervivientes de un cayuco en el que ya estaban muertos todos sus compañeros de travesía–.
No se trata de un ensayo puro, o al menos formalmente, pues aborda el asunto preferentemente desde la crónica y el perfil biográfico, aunque contiene capítulos de reflexiones en los que la autora se pregunta por las debilidades intrínsecas de la democracia para contrarrestar el discurso del odio. Y menciona las tácticas de campaña de Vox, las mismas que muchos meses después de la publicación de este libro hemos visto aplicarse en Madrid. Además, Poder migrante no esconde su posición, su simpatía de origen hacia la figura del migrante, algo que queda claro desde el propio subtítulo: por qué necesitas aliarte con lo que temes. Es, en este sentido, un libro de parte que contiene una llamada a la acción, al modo del Camus de Combat –más que estar con quienes hacen la historia, hay que ponerse junto a los que la padecen–, aunque con toques estilísticos –y líricos, en ocasiones– propios de un Galeano o un Eloy Martínez, y otros cronistas latinoamericanos. No en vano, la autora vive en Buenos Aires, y esa influencia sureña está presente en su visión política y en su estilo literario.
Aunque no sea formalmente un ensayo, este libro sí contiene una idea fuerza sobre la que gira su tesis de aliarse con aquello que temes, y es una idea irónica muy bien traída a la conversación pública: si llevamos décadas desplegando un discurso que ensalza la superación, el esfuerzo, la movilidad y la flexibilidad, ¿quiénes se ajustan mejor a ese canon que los migrantes? Si de veras creemos que vamos hacia ese mundo, no hay mejores aliados que los migrantes de los que ahora recelamos. Al fin y al cabo, dejan familia atrás, se arriesgan en travesías potencialmente mortales, están dispuestos a trabajar más, en peores condiciones, en sectores más duros y por menos salario en pos de una supervivencia inmediata y de una promesa de prosperidad a largo plazo. Los migrantes serían una versión extrema de ese ciudadano que se ha potenciado desde muchas instancias de poder, económico y político.
En cambio, lo que se ve es una contradicción insalvable entre quienes han desplegado esa retórica y medidas para que se hicieran realidad –pensemos en Trump y todo el aparataje teórico económico que sustentaba su política de bajada de impuestos y de escasos servicios públicos– y quienes mejor se amoldan a ella, que solo son bienvenidos a ese esquema con el pasaporte correcto. Y en esas estamos, al menos en parte de la derecha más dura de nuestras democracias, como la que representa la formación del cartel electoral en el metro de Madrid: una mezcla de neoliberalismo económico, nacionalismo cultural, xenofobia social y autoritarismo político. Y esa, la de desnudar esas contradicciones, es una de las virtudes de un libro que alberga bastantes.
Sin duda es un tema complejo –que es una forma bastante tópica de salir del paso, aunque sea cierta–, pero hay algunas certezas: el fenómeno migratorio irá a más en todo el mundo que nos viene, pues ya no se trata solo de que las desigualdades socioeconómicas la impulsen. A todo ello se ha unido desde hace unos años el cambio climático, contra cuyos efectos nuestra capacidad de gestión es menor, aunque exista y se esté poniendo en marcha. Si eso lo unimos a sociedades atemorizadas y frágiles, presa en muchos casos de demagogos que explotan ese miedo y de redes sociales que se desentienden de los efectos de su funcionamiento, el cóctel puede ser explosivo. De ahí que sea importante abordar la migración con previsión y realismo, pero también siendo conscientes de la realidad humana que se esconde bajo etiquetas como mena o incluso de la palabra migrante. Este libro contribuye a ello y por eso su lectura seguirá siendo recomendable en los años por venir.
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