El manifiesto pacifista de Martha Graham llega al Teatro Real
La compañía que lleva el nombre de esta figura clave de la danza contemporánea, La Martha Graham Dance Company, cumple esta temporada 90 años y hace su debut en el Teatro Real de Madrid con un programa doble de diez coreografías, que podrán verse esta semana, los próximos jueves y domingo. Nos lo cuenta Janet Eilber, directora artística de la agrupación.
Nació a finales del siglo XIX –en Pittsburgh, Pensilvania, en 1894- y murió casi un siglo después, a la edad de 97 años, a finales del XX en la ciudad de Nueva York el 1 de abril de 1991. Pronunciar el nombre de Martha Graham es, para la danza, casi como decir Picasso para las artes plásticas o Frank Lloyd Wright en el caso de la arquitectura. Hablamos de una pionera. De una mujer que abrió brecha, que inventó un lenguaje propio, que se impuso a su propio tiempo, al convulso siglo que le tocó vivir.
La compañía que lleva el nombre de esta figura clave de la danza contemporánea, La Martha Graham Dance Company, cumple esta temporada 90 años -26 tras el fallecimiento de la que fuera su motor y su estrella- y hace su debut en el Teatro Real cumpliendo así, según el director artístico del teatro, Joan Matabosch, “una asignatura pendiente” del Real, pues es “básico conocer el trabajo de Martha Graham”.
Desde 2005, Janet Eilber es la directora artística de la compañía que estuvo a punto de desaparecer tras la muerte de su carismática e icónica fundadora. Los herederos de la bailarina y coreógrafa prohibieron a la compañía bailar las piezas de Graham. Algunos miembros resistentes no tiraron la toalla y comenzaron un pleito por los derechos de autor. La batalla en los tribunales casi acaba con la compañía, que entre 2000 y 2004 tuvo que suspender todas sus actuaciones y quedó al borde de la bancarrota. Finalmente los tribunales dieron la razón a la compañía y desde 2005 no han parado de esparcir el legado de Graham por todos los rincones del mundo.
Una herencia forjada durante 90 años que ahora llega al Teatro Real resumida en diez coreografías divididas en dos programas diferentes. Siete trabajos son de la propia Graham y tres de otros coreógrafos contemporáneos invitados por la Compañía a aumentar su repertorio.
“Quise comenzar no con personajes o ideas, sino con movimientos… Quise movimientos significativos. No quise que fueran bellos o fluidos. Quise que estuvieran repletos de significado interior, de entusiasmo y de fuerza”. Con estas palabras resumía Martha Graham, en cierta forma, su lenguaje dancístico. “El cuerpo ha de decir lo que las palabras no pueden”, solía repetir en las entrevistas. La danza clásica y neoclásica había tratado sistemáticamente de esconder el esfuerzo y el dolor que sufría el bailarín en escena. Había tratado de suprimir toda emoción dejando al intérprete como un mero objeto cargado de técnica en manos de los músicos y coreógrafos. Y en eso llegó Martha Graham para imponer su método que más tarde seguirían, de una manera u otra, creadores contemporáneos de todo el planeta. El método de contracción y relajación que inventó la creadora estadounidense vino a ser a la danza lo que el cubismo a la pintura, salvando -queridos trolls– todas las distancias posibles. De pronto subían al escenario el odio, la amargura, el éxtasis, la furia, el amor, el miedo transmitidos en un solo gesto. El cuerpo de los bailarines serían un instrumento para la emoción pura a la que se llega a través de la brusquedad, la torsión y el movimiento directo.
De esta forma, podríamos decir que el primer programa que presenta en el Teatro Real la compañía con base en Nueva York es todo un manifiesto pacifista de Martha Graham. La bailarina y coreógrafa tenía 42 años cuando Pablo Picasso pintaba en París el Guernica a petición del gobierno republicano. Cuando lo terminó faltaban pocos días para que se cumpliera el primer año de la encarnizada Guerra Civil española. El 19 de diciembre de 1937, casi medio año después de presentada la gran obra de Picasso en la exposición Universal de París, Martha Graham estrenaba en el Guild Theatre de Nueva York Deep Song, un dramático solo directo y desgarrado que quería mostrar toda la desesperación y la angustia de una guerra que enfrentó a hermanos con hermanos y a padres con hijos… “No es España lo que vemos en su movimiento limpio y apasionado; es la constatación de que la tragedia de España es la nuestra, es la tragedia del mundo entero“, afirmó Graham entonces. “ Es como si esa bailarina hubiera salido directamente del cuadro de Picasso”, asegura Eilber durante la presentación en Madrid.
Chronicle, la segunda obra que se presenta en El Real, fue creada por Graham en 1936 y en principio era un ballet dividido en cinco partes que duraba 45 minutos. Graham lo redujo a tres y en ella se reflexiona sobre la amenaza del fascismo en Europa. Habla de la Primera Guerra Mundial, de Wall Street, del crack del 29, de la devastación, de la pérdida de las viviendas, del exilio… Sí, se escribió en el 36, pero parece que estuviera de rabiosa actualidad. En esta obra se incluye uno de los grandes clásicos de Graham titulado Steps in the streets y que la crítica especializada ha señalado como uno de los puntos de inflexión en la carrera de la bailarina y coreógrafa.
También parece escrita para acontecimientos ocurridos la semana pasada o el mes pasado la coreografía de Nacho Duato que incluye el primer programa. Eilber explicó que es una constante de la compañía pedir trabajos a grandes coreógrafos internacionales “que tengan voces distintas a Martha Graham. Buscamos más conexiones espirituales que otra cosa”. Rust es el título de este quinteto masculino del coreógrafo valenciano que se incluye dentro de este programa político dedicado a la paz. Se estrenó en 2013 y trata, según dice el programa de mano, de “despertar la conciencia de un público aparentemente indiferente al horror de la tortura que equipara con las plagas del terrorismo y la violencia actual».
Mosaic, del coreógrafo belga Sidi Larbi Cherkaoui, es la última pieza solicitada por la Martha Graham Dance Company. Se estrenó el pasado febrero en el Joyce Theater de Nueva York. Es una pieza que habla sobre patrones, sobre religión, sobre Oriente Medio, la energía y la sensualidad.
Ekstasis es un solo de Martha Graham de 1933 que se perdió y ha sido reinterpretado por Virginie Mécène a base de fotografías icónicas de la coreógrafa y de entrevistas en las que habló de este trabajo. Este solo está basado en el método de Graham para la danza. “Los brazos y las piernas pueden ser usados para manipulaciones y traslados, la cabeza para decisiones y juicios. Pero todo, cada emoción, se hace visible primero en el torso. El corazón late y el pulmón se llena, allí está el aire y con él, la vida”, decía Martha Graham.
La maravillosa Diversion of Angels de 1948, inspirada por pintores como Kandinsky y Chagall, cierra este manifiesto sobre la paz que es el primer programa. Se trata de un trabajo que investiga sobre las infinitas apariencias del amor. No hay nada más importante que el amor. Solo con amor se puede llegar a la paz.
Para el segundo programa, Janet Eilber ha elegido dos de las obras del periodo griego de Graham. Se trata de Clytemnestra Act 2 de 1958, el único ballet completo creado por Martha Graham y que se inspira en la Orestiada de Esquilo. Y Cave of the heart, basado en el personaje de Medea y que supone un estudio psicológico de los poderes destructivos del amor. Eilber asegura que esta fascinación de Graham por el mundo griego se debe al carácter minimalista que quería imponer a su trabajo. “Probablemente en la tragedia griega es donde ella pudo encontrar las emociones humanas básicas expresadas de una forma desprovista de anécdota”.
Para este segundo programa la aportación externa será del coreógrafo sueco Pontus Lidberg que traza en Woodland, de 2016, una especie de alegato casi ecológico repleto de bosques y luz en el que el individuo es un contrapunto al grupo. Algo aislado que busca la manera de conectarse con el resto sin perder su idiosincrasia.
El programa se cerrará con Maple Leaf Rag de 1990, la última coreografía que puso en pie la propia Martha Graham antes de morir y en la que se burla de sí misma al poner su punto de fuga en las fobias que asaltan a un coreógrafo contemporáneo; «hace chanza de los difíciles momentos que atraviesa un artista cuando se encuentra en un proceso creativo”. “Es su obra final, en la que pasa revista a su carrera y en la que hay una interpretación del ballet dentro del ballet. Una obra en la que también escuchamos la voz de Martha Graham”, asegura Eilber. Una voz que ya es parte de la historia de la cultura contemporánea. Una voz audaz, vanguardista y voluntariamente moderna que se detuvo en los derechos civiles y en los movimientos sociales de la misma manera que en los sentimientos básicos y puros. La escucharemos y la veremos contarnos cientos de cosas en el Teatro Real porque, como ella decía: “La danza es comunicación, y por lo tanto el gran reto es hablar claramente, hermosamente, y con certeza”.
Martha Graham Dance Company en el Teatro Real de Madrid los días 8, 10 y 11 de junio.
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