Fulu Miziki: Punk eco-afrofuturista que llega del Congo
Punk eco-afrofuturista. Así se define la explosiva música del grupo congoleño Fulu Miziki, que hace unos días visitó España por primera vez, con conciertos en Madrid y Barcelona. Iniciaba así una gira por Europa en la que faltan dos de sus ocho miembros, aunque son más que suficientes para no poder dejar de bailar a un ritmo teñido de ‘soukous’ , esa rumba africana que ‘sacude’ el cuerpo. En Madrid, el grupo abrió la novena edición del festival ÍDEM en La Casa Encendida, un festival internacional de artes escénicas celebrado en la segunda mitad de septiembre. Fulu Miziki es “la música de la basura”, en lingala, y, como tal, ‘recicla’ influencias musicales del pasado y del presente para dar paso a una creatividad que no conoce límites.
Esa capacidad de Fulu Miziki de aprovechar lo que hay para construir algo nuevo va mucho más allá de sus composiciones musicales y alcanza también a su sorprendente vestuario, a las máscaras entre faunísticas y futuristas que ocultan sus rostros, a los instrumentos que utilizan. Todo ha salido, explican, de basureros para transmutarse en creaciones con las que quieren, y consiguen, transmitir alegría, optimismo y esperanza. Es visibilizar esa segunda vida de objetos que ya no saben cómo reciclar en un continente acuciado por los residuos donde hasta hace poco todo tuvo varias vidas hasta desintegrarse…
Los seis jóvenes de Kinshasa recordaban para El Asombrario –poco antes de actuar en La Casa Encendida– sus orígenes en un barrio marginal de un país donde el 70% de la población vive en la pobreza, según datos de la ONU. “Somos del mismo lugar y desde siempre crecimos y tocamos juntos con lo que teníamos a mano. Copiábamos a nuestros hermanos mayores, que hacían música con cualquier cosa. Luego evolucionamos hasta encontrar nuestro propio estilo”, explica DeBoul, cuyo rostro se oculta tras una máscara que recuerda a una cabra. En los ojos, dos latas de conserva.
Fue en 2003 cuando el fundador del grupo, y uno de sus miembros, Piscko Crane, apostó por crear con sus amigos una formación que tuviera como eje los nuevos instrumentos diseñados a partir de residuos. Resortes, maderas, latas, bidones plásticos, tuberías, cuerdas, clavos o pegamento, cualquier material les era y les es hoy útil para lograr fusionar sonidos inusuales e improbables con una coherencia expresiva de timbres múltiples. Igual utilizan tubos de PVC y metal, que golpean con correas que guitarras fabricadas con una caja de madera o con una carcasa de un ordenador o sonajeros que les cuelgan de los trajes y van tejiendo la sonora tela de las canciones al vaivén de sus danzas.
Tshetshe Yenge, que lleva tantas puntas en la cabeza como un puerco-espín, indica el mensaje que, mezclando su lengua lingala con francés, quieren hacer llegar al público europeo: “Nuestro lema siempre fue no poner límites a nuestras ideas, explorar desde el reciclaje para que se entiendan vidas que tienen diferentes realidades. Todos tenemos experiencias vitales tristes de pobreza, de casas que se quemaron, de familias con dificultades, pero lo que queremos es convertirlas en alegría a través de la música, cómo transformamos la basura en algo positivo. En momentos de desesperación hay que actuar y encauzar la fuerza que da la rabia para crear algo que transmita ese mensaje de resistencia al mundo, hablando de paz y de la situación ecológica”.
Fulu Miziki, que en su descripción dicen venir de un futuro donde los seres humanos se han reconciliado con la Madre Tierra, recuerdan juntos sobre el escenario a una pandilla de extraños seres entre zoomorfos y superhéroes. Entre sus fuentes artísticas, a los músicos de las calles de Kinshasa suman estilos tan dispersos como la sudafricana Miriam Makeba y el norteamericano Michael Jackson. “En el grupo todo lo componemos juntos. A base de mucho ensayo, prueba y error. Tenemos muchos instrumentos y siempre incorporamos novedades. Los tubos que usamos en Madrid, por ejemplo, los creamos para este show, no los traíamos desde el Congo. Y lo mismo pasa con las máscaras; tenemos muchos modelos y sacamos unas u otras según el espectáculo”, añade Sekelembele, el búfalo-percusionista.
La diseñadora de sus trajes, una de las ausentes de la gira, es la cantante del grupo, Lady Aïcha, que combina retales o trozos de algodón, cuero, plásticos y metales con bordados en los que igual incrusta un spray que un CD, una lata que un pedazo de chatarra. El resultado también evoca a la figuras del poder tradicionales africanas, hechiceros y curanderos vestidos con todo tipo de amuletos, entre los que incorporan el más puro consumismo occidental. Aicha se unió al grupo en 2016; antes lo formaban Le Meilleur, DeBoul, La Roche, Padou, Sekelembele, Tche Tche y Vieux Pisko Crane. “No debe ser impactante vestir lo que se recolecta de la basura cuando la ropa que hacemos es que use la Madre Naturaleza”, defienden.
El próximo 12 de noviembre, Fulu Miziki tiene previsto lanzar un nuevo álbum con el título Ngbaka EP. La primera canción se llama OK Seke Bien, una pieza en la que se fusionan una miríada de polirritmos , desde el pop a la música electrónica pasando por el hip-hop, para crear un todo vertiginoso que invita a levantar los brazos cuando así lo indican desde el escenario y a mover las caderas con frenesí hasta que ponen fin a su “música de la basura”.
Dicen algunos antropólogos que en África surgió la primera composición musical humana, cuando un primitivo homo chocó con ritmo dos piedras mientras hacía una herramienta. ¿Ya buscaba un segundo uso?
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