“La epidemia de miedo y ansiedad no ha sido atendida por los Gobiernos”
La pandemia nos ha cambiado a todos, ha puesto nuestro mundo del revés y somos conscientes de que nada volverá a ser como antes. Analizar este proceso no es fácil, pero es lo que propone el neurocientífico argentino Facundo Manes a través de un libro delicioso, ‘Ser Humanos. Todo lo que necesitas saber sobre el cerebro’ (Ed. Paidós). Un auténtico cuaderno de bitácora que nos ayuda a saber de dónde venimos y hacia dónde van las aguas turbulentas en las que navegamos.
‘Todo lo que necesitas saber sobre el cerebro’ es un título poco humilde. ¿Este libro es todo lo que necesitas saber sobre el ser humano?
Exacto, buen punto. ¿Por qué escribimos este libro? En la peste negra murió un tercio de la población. Fue entre 1347 y 1353. Y luego surge el Renacimiento, un movimiento que buscaba la respuesta en el interior, la cultura y demás. Nosotros, cuando vivimos esta cuarentena en la que estuvimos todos sincronizados en el mundo, con ese miedo y esa ansiedad generalizada, vimos que la salida era buscando el interior. Pero ahora, a diferencia de 1347, hay datos de la ciencia sobre cómo funciona nuestro cerebro, cómo se logra la resiliencia, la empatía…, cómo cooperamos. Hay muchos datos que nos permiten acceder a lo que llamamos el interior con más evidencia científica. Entonces, el título refleja esa idea de que de esta crisis multidimensional que fue la pandemia y que todavía vamos a tener efectos por mucho tiempo (los impactos económicos y de salud mental van a ser largos) se sale buscando el interior, volviendo a lo humano. ¿Y qué es lo humano? Hoy lo que nos hace humanos es lo que la inteligencia artificial y la máquina más sofisticada no van a poder nunca reemplazar: la empatía, la resiliencia, el altruismo, la compasión, la creatividad. Y ahí está la apuesta, esa es la salida de todo esto.
¿Cómo nos va a cambiar la pandemia?
Lo que sabemos es que las pandemias cambian la mentalidad de la época y a mí me da un poquito de escepticismo cuando viajo a Estados Unidos o vengo a Europa y acá mucha gente siente que está viendo el final. En términos del virus, quizás; pero no del impacto cultural, económico, psicológico… Esto va para largo. Uno, estudiando epidemias anteriores, ve que siempre cambia la mentalidad de la época. Podemos salir mejores como pasó con la peste negra, o podemos salir peores como pasó con la peste bubónica, donde hubo comunidades erradicadas. Depende de nosotros, de la acción humana. Y creo que en el mundo vamos a ver más desigualdad entre países ricos y pobres; y dentro de los países ricos, los ricos van a ser más ricos y los pobres van a ser más pobres. Vamos a un mundo híbrido, con parte digital y parte humana. A un mundo bipolar, entre China y Estados Unidos. Vamos a entender que somos seres sociales, vamos a valorar mucho esto en el futuro. Sí va a haber impacto de la pandemia en la salud mental, ya lo hay y ese impacto va a durar más que la propia pandemia.
Cuentas en el libro que los trastornos de ansiedad son muy comunes en la sociedad moderna. Entiendo que la pandemia esto lo ha agudizado.
Sí. Hay gente que tenía potencial para desarrollar síntomas de salud mental y la pandemia ha sido el disparador de los síntomas. ¿Y qué es la ansiedad? Es un mecanismo normal que tenemos los seres humanos para anticipar el futuro. Para sobrevivir es bueno tener escenarios posibles en el futuro y tener un poco de ansiedad. El problema es cuando afecta a tu vida personal, tu vida laboral o tu vida social y te inmoviliza. Esa es la ansiedad patológica. Déjame definir miedo y ansiedad. Si alguien entra acá con un arma y nos apunta ahora, vamos a tener cambios corporales: taquicardia, redistribución de la sangre a los músculos, dilatación de la pupila… Eso es miedo, porque la amenaza está ahí. Si por el contrario, imaginamos que por el ascensor está subiendo alguien con un arma, vamos a tener los mismos síntomas, pero no hay amenaza y eso es ansiedad. Es un miedo anticipatorio y es la principal consulta hoy de los que nos dedicamos a las enfermedades del cerebro. Hubo una epidemia de miedo y ansiedad, como nunca antes en la Historia, generalizada a nivel global; sobre todo el año pasado. Y lamentablemente no hubo una respuesta de los gobiernos en salud mental apropiada. Porque la salud es una sola, es el bienestar físico, mental y social. Y hubo una respuesta mucho mayor de la salud física, del tratamiento, de la vacuna, que está muy bien. Pero la respuesta en salud mental debió haber sido y debe ser algo tan importante en la pandemia como la vacunación. Sigue siendo necesario, estamos a tiempo.
¿Crees que habrá un cambio en este sentido? ¿Que los responsables de salud de los gobiernos tendrán en cuenta que hay un vacío en el terreno de la salud mental y hay que prestarle más atención?
Debería ser, pero creo que los políticos no entienden la importancia de la salud mental en estos momentos y también veo que, aunque no lo vean por el aspecto humano o médico, lo deberían entender por el aspecto económico. Porque los países no van a poder salir si los ciudadanos están con altos niveles de estrés, de ansiedad y angustia. La economía del siglo XXI y la riqueza de los países tienen que ver con el cerebro de los ciudadanos.
Me gustaría que nos comentaras el impacto que está teniendo la neurociencia en el comportamiento del ser humano.
La neurociencia es el estudio científico del cerebro y de la mente, y no solo intenta comprender cómo funciona, sino también intenta dar aportes a temas que desde siempre la civilización occidental se ha preguntado: la conciencia, el libre albedrío, la memoria, la inteligencia. Estos temas antes estaban siendo abordados (que estaba muy bien) por filósofos, por líderes religiosos o incluso por científicos como Freud, aislados en sus despachos. Hoy la ventaja que tenemos es que hay miles de científicos conectados, con mucha inversión económica, sobre todo en los países desarrollados, con tecnología, y se ha avanzado muchísimo. Pero la neurociencia no viene a reemplazar nada ni a competir. Viene a aportar más datos sobre cómo decidimos y cómo todo lo hacemos con el cerebro.
Es lógico que los avances en comprender el cerebro impacten en diferentes áreas; por ejemplo, en la educación. Conocer el órgano con el que enseñamos y con el que aprendemos, que es el cerebro, es lógico que dé información a los que hacen los planes educativos. Eso no quiere decir para nada que los neurocientíficos tengamos que hacer los planes educativos. No. Solamente nos parece una picardía que no se usen los datos que hay sobre cómo aprendemos y cómo enseñamos en la educación. Porque hoy sabemos que el cerebro básicamente aprende cuando algo nos motiva, nos inspira o nos parece un ejemplo. Hoy sabemos del cerebro que aprender cosas de golpe y todo junto no es tan efectivo como tener intervalos entre los aprendizajes…
¿En qué otras materias la neurociencia puede ser de ayuda?
En la justicia. Hoy sabemos que la memoria en realidad no es una foto. García Márquez decía: “La vida no es la que vivimos, sino cómo la recordamos para contarla”. Cada vez que evocamos, la memoria puede ser modificada. La neurociencia tiene para aportarle a la justicia y decirle: ojo con la memoria de los testigos, porque no es una foto. Incluso cómo se aborda una pregunta a un testigo puede moldear o influir en su repuesta. Y también puede ser útil en la filosofía. Hay dilemas filosóficos que no tenían respuesta y ahora sí la tienen. Otro punto es la economía. Hoy sabemos que en las decisiones económicas influye lo emocional. La neurociencia viene a dar un aporte desde un ángulo nuevo para muchos problemas que desde siempre los seres humanos intentamos resolver.
¿La emoción prevalece sobre la razón o depende de la persona?
Somos seres emocionales. Las emociones dan color a nuestro estado mental. Por ejemplo, en la memoria. Si te pregunto dónde estabas cuando cayeron las Torres Gemelas, seguro que lo recuerdas. Pero ¿y si te pregunto qué hacías el día anterior a la misma hora? La emoción consolida la memoria. Básicamente uno olvida todo en la vida y recuerda lo que nos emociona. Un sistema no es mejor que el otro, tanto el emocional como el racional son necesarios, pero claramente gran parte de nuestras decisiones están influidas por la emoción.
El capítulo del libro sobre la memoria es muy bonito. Y me hace dudar de cuánto hay de realidad en nuestros recuerdos. ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de lo que recordamos?
Si una pareja se va de viaje y disfruta un mes recorriendo Europa y uno de ellos lo pasa muy mal, regresa a casa y no cuenta nada del viaje. Y el otro lo pasa bien, quiere seguir en pareja y a todo el mundo le cuenta el viaje. ¿Quién está más cerca de la verdad? El que no lo contó nunca. Porque a medida que uno evoca memorias, en cierta manera las va reconstruyendo, las va moldeando. Cuando la memoria se evoca, es vulnerable a ser modificada.
Comentarios
Por Silvia, el 16 octubre 2021
Buenas preguntas que tornsn interesante la entrevista