Necesitamos debatir de verdad la renovación de la izquierda, de España y Madrid
Este sábado tendrá lugar en el Ateneo madrileño ‘Pensar Madrid’, “encuentro abierto a las distintas sensibilidades y realidades sociopolíticas de Madrid, con el único fin de volver a pensar juntxs el pasado, el presente y el futuro de nuestro territorio” . Días antes, en otro espacio de la ciudad, antiguos dirigentes de organizaciones políticas de la izquierda convocaron una asamblea “ante la inquietud sobre el futuro de Madrid tras las últimas elecciones”, cita coincidente con el Congreso del PSOE, que reivindica explícitamente la socialdemocracia. El Día de la Fiesta Nacional conocimos que Díaz, Colau y Oltra dialogan para intentar la implicación de diferentes referencias políticas en un proyecto común; con anterioridad se han celebrado la Universidad de Otoño de Podemos y la Fiesta del PCE, con debates e ideas, intentando reconducir con mejor ventura la llamada batalla cultural, que según determinados analistas, va siendo ganada por la derecha más extrema. Así que Rafa Ruiz, coordinador de ‘El Asombrario’, me propuso abrir el debate sobre la izquierda, la diversidad, el ecofeminismo, la cultura, España y Madrid, dando voz a quienes a menudo no tienen voz en los medios ‘mainstream’.
Puedes seguir al autor en Twitter aquí: @rubencaravaca
Solemos hablar sobre cultura mainstream, popular e independiente. A los que intervienen en política podríamos encuadrarlos de manera similar; los que forman parte de la política-espectáculo donde lo relevante son tuits, fotos en Instagram, salidas de tono: políticos-mainstream. En un segundo nivel, representantes menos mediáticos, responsables de organizaciones diversas requeridos para afrontar temas sectoriales con los que se relacionan, presentes en encuentros que intentan reflejar la sociedad civil. En tercer lugar, militantes, activistas y agitadores prestos, protagonistas de mutaciones cotidianas a los que escasamente se da voz, que cuando se hace es para “hablar de lo suyo”. Un político profesional opina de lo divino y lo humano; los que no lo son solo parecen expresarse sobre lo que les atañe directamente.
Sobre batallas culturales, poder y derrotas, tenemos excelentes ensayos. Literatura y trabajos a cargo de Marina Garcés, Alberto Santamaría, César Rendueles, Marta Sanz, Santiago Alba-Rico, Clara Ramas, Fernando Broncano, Amador Fernández-Savater, Pablo Batalla, Yayo Herrero, Clara Sierra, Ernesto Castro, Layla Martínez, Víctor Lenore, Antonio Orihuela, Elizabeth Duval, Daniel Bernabé, Ana Iris Simón… entre otros. Recomendado leerles para intentar entender nuestra diversa realidad. Hay otras voces comprometidas, aunque no las conozcamos. Con carreras exitosas y precarias. Jubilados laborales, militantes activos. Participantes en instituciones, en organizaciones diversas. Trabajadores de todo signo, sociales, culturales, autónomos, periodistas, intentando salir adelante año tras año. Ciudadanos reflejo de nuestros entornos. Palabras que cuesta escuchar, con ganas de expresarse. Lo platicado es complejo de resumir. Por espacio quedan fueran sus opiniones sobre posibles convergencias, lo sentido cuando el cuerpo te pide arrojar la toalla, rendirse. Quizá se puedan narrar en una segunda entrega.
“El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace” (Tolstoi)
Fernando Fresno trata de hacer lo menos posible. Se jubiló como militante de la CGT, hizo antropología social y cultural. Abogado laboralista sin ejercer, piensa que cuando hablamos de batalla cultural no podemos tomar como referencia a Gramsci: “No lo es en esta época de absoluta hegemonía de la comunicación, la educación, etc… por parte de los que todos sabemos. Sirva de botón las últimas decisiones de RTVE (Cintora, el Sáhara…); no queda otro modo de contrarrestar la batalla cultural: la movilización”. Juanfer Puebla, orgulloso vallecano, investiga la parte desconocida de la ciudad editando Pongamos que hablo de Madrid, “hay que superar el concepto decimonónico de izquierdas y derechas, hablar de políticas progresistas y de políticas conservadoras”.
Mage Allegue trabaja en programas educativos en el ámbito de la cooperación internacional, asume “los términos izquierda y derecha –para no liarla–“, pero “habría que determinar de qué estamos hablando cuando los utilizamos, también su vigencia al menos en el sistema político español”. “Para contrarrestar la ola conservadora hay que complementar el trabajo que se puede hacer desde la sociedad civil, construyendo otros modelos de convivencia, de organización social, basados en la redistribución de la riqueza, la justicia social, priorizando el bien común a los intereses individuales, fuera de la esfera política de los partidos tradicionales, incluyente, ecologista, feminista, que defiendan los derechos y las libertadas individuales y sociales, así como la diversidad cultural”.
Ana Varela, inspectora de trabajo cesada como CEO de Madrid Destino por Manuela Carmena por elevar a la fiscalía presuntas irregularidades en los contratos con la empresa organizadora del Madrid Open, señala: “Entrar en sus términos, coger el testigo y la provocación no sirven. La batalla cultural desde la parte conservadora sirve solo para tapar la desposesión en curso –la liquidación de los restos del estado del bienestar– allá donde se pueda. Es preciso poner en marcha políticas públicas que incidan en aspectos clave e incidan en las condiciones materiales desde una perspectiva de valorización de lo público: sanidad, servicios sociales, educación, vivienda, trabajo…”. Y añade: “La intervención en la esfera pública ha de ser exquisita, pedagógica y apaciguadora”.
Enrique del Olmo, sociólogo, militante político histórico, piensa que la ola conservadora se debe contrarrestar en todos los ámbitos, “respondiendo a las carencias sociales que son caldo de cultivo de la indignación de los sectores más vulnerables y que en su inseguridad pueden escuchar la demagogia derechista”. Pepe Errejón, funcionario jubilado, bregado en las del PTE, no está seguro “de que estemos en plena batalla cultural, estamos en un período de hegemonía ideológica y moral conservadora, cuando no reaccionaria, asentada tras cuatro décadas de neoliberalismo y de renuncia de las llamadas izquierdas políticas a pergeñar un esquema de valores alternativo”.
Elena Frutos Zamarrón trabajó durante años en instituciones comunitarias: “No me parece que estemos en un enfrentamiento ideológico sin precedentes; es la vieja dialéctica marxista que nos enseña a abordar científicamente los asuntos de la sociedad, frente a la imposición de los dogmas”, comenta. Emilio Mahugo, cinco años de baja –su último trabajo fue mozo de almacén–, subdirector de la revista Reinas del Balón, dedicada a poner en valor el fútbol femenino, afirma que la mejor manera de contrarrestar el rumbo conservador es “con buenas propuestas sociales”. Ante estas aseveraciones cabe preguntarse si cuando hablamos de batalla cultural estamos en el fondo hablando de lucha de clases, si eludimos el término para sortear la falta de propuestas, de transformaciones estructurales de apoyo a clases medias y trabajadoras.
“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” (Rosa Luxemburgo)
La diversidad es conflictiva. En estos tiempos de representación de colectivos en detrimento de las reivindicaciones del mundo del trabajo, autónomos, clases medias. Jacobo Rivero, periodista, escritor y documentalista, escribe lo mismo sobre Fernando Romay, Pablo Iglesias, el Estudiantes o la música New Orleans: “La diversidad es un valor. Su identidad histórica está muy cuestionada por el relato de lo ocurrido en los últimos 40 años, tiene límites. El problema es cuando una identidad o una idea se convierte en vanguardia por encima del resto. Esto siempre fue un problema; por eso es clave que la izquierda social sea transversal y abierta, que reclame las identidades diversas y difusas, que plantee sus cuestiones en términos de liberación colectiva, no solo de una parte, pero teniendo en cuenta las particularidades”.
Para Cloti Jiménez Guzzo, escritora, poeta y psicóloga, “la diversidad, los débiles, la libertad, el respeto, es la base de la izquierda y completa el derecho a ser y a estar. No se pierde ninguna identidad sino todo lo contrario”. Rosa M. Tristán, premio nacional de Periodismo al Desarrollo Sostenible, argumenta: “La izquierda debe defender la diversidad en apoyo de los más vulnerables, defender la diversidad cultural, pero desde luego hay defensas hoy apoyadas en otro tipo de diversidad que poco tienen que ver con la solidaridad progresista y mucho con movimientos que no benefician en nada a los más débiles”. Para Jorge Fernández de León, antiguo responsable de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón y de la Televisión Autonómica del Principado de Asturias, “hemos confundido la diversidad con el poder y la visibilidad de las minorías mejor representadas”. “Hay demasiados lobbies de algunas minorías muy presentes en los media, en administraciones y centros de pensamiento. La mayoría de los millones de personas y de familias débiles no se sienten parte activa o militante de ninguna de las grandes minorías en las que sociológicamente están incluidos y que a diario habitan”.
Maysoun Douas Maadi, doctora en Física, experta en innovación, autora junto a María Caso de El libro de los Estados 4.0, opina: “Abrazar la diversidad es la única forma de trabajar por el bien común. Vivimos tiempos en los que se ha diversificado la debilidad y transformado en su manifestación y en ese contexto la izquierda está buscando ejercer esa defensa histórica. Un ejemplo en materia económica: los obreros del siglo XXI, entre los que caben nuevas convenciones sociales como los autónomos o los emprendedores incluso, también enfrentan hoy diversas formas de precariedad en diferentes escalas y entornos laborales”. Douas, granadina, es la primera concejala musulmana en el Ayuntamiento de Madrid; militantes significados de izquierdas se refieren a ella como “la concejala marroquí”, estereotipo evidente del concepto de diversidad que a veces se maneja.
“La diversidad es una realidad que avanza rápido, en un mundo donde cabemos todos”, comenta Ikram Khalia Laakel, madrileña hija de migrantes procedentes de Anjra, pequeña localidad ubicada entre Tetuán y Tánger. Ana Franco forma parte de Coffee & Wine, veterana banda de nuestra escena indie-folk, creadora de algunas de las mejores melodías de nuestro pop reciente, argumenta: “La diversidad siempre ha sido el antídoto contra el pensamiento único y los considerados histórica y socialmente como débiles son precisamente esa diversidad que nunca ha sido escuchada y tiene mucho que decir”, mientras que para la actriz y productora Arantxa de Juan, “la izquierda debe abrazar la diversidad, que es el progreso”.
Productora también es Tatiana Carei: “La izquierda debe reconsiderar la clase media/obrera –o los nuevos obreros, personas que trabajan en los call center, limpiadorxs, administrativxs, auxiliares de salud…– apoyándoles para conseguir un salario significativo, acceso a la vivienda, luchar cuando se proponen subidas de la luz, derechos sociales. Hacer una política de proximidad”. Quizás “las izquierdas tienen que ver con alguien llorando. Son, básicamente, una respuesta efectivamente o torpe ante un fenómeno cotidiano, planetario, eterno. El sufrimiento. Alguien que llora”, palabras de Guillem Martínez en Los domingos (Anagrama Ed., 2021).
“Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas” (Víctor Hugo)
Las palabras de Tatiana, actriz francesa, sirven para recabar la escasa escucha y preocupación que tenemos por nuestros nuevos vecinos; pudimos observarlo con motivo de las movilizaciones contra la represión en Colombia la pasada primavera, donde la presencia de nuestra izquierda política fue nula. Jimena González Restrepo trabajó durante años como gestora cultural; la crisis económica la obligó a volver a su país de origen: “La izquierda, si no apoya la diversidad, no sirve para nada. Tiene que ser lugar donde quepamos todos”; de regreso a España, hoy ocupa cargos de responsabilidad en una de nuestras ONGs más conocidas.
Menos suerte tiene Estefanía Hernández Ceballos, economista y jurista mexicana que tuvo que regresar recientemente a su país al no encontrar en nuestro país salida laboral; piensa que la izquierda española debe renovarse, “hacerlo contextualizando los nuevos problemas en el orden mundial”. Para el también mexicano Alejandro Sacristán, miembro de Aviador Dro y sus Obreros Especializados, “pensar en verde y feminista no es suficiente, ya que en realidad debería ser asumido por todos los partidos democráticos”. “La identidad histórica en defensa de los más débiles no debe perderse sino enmarcarse y actualizarse a los procesos de transformación profunda que vivimos, si bien algunos van a ser rápidos, casi de impacto o colapso, otros procesos se alargarán por años y décadas. Priorizando las necesidades de los colectivos en situación de vulnerabilidad, pobreza y opresión (neocolonialismo, extractivismo y ecocidio)… Construir una cogobernanza ciudadana de emergencia. Nuevas instituciones y nuevas leyes, para garantizar la vida y revertir la desigualdad. Si no es ahora, ¿cuándo? Ahora o nunca”, comenta.
Para Lidia Blanco, experta en cooperación al desarrollo y gestión cultural con amplia experiencia en Centroamérica y América del Sur, siente a la izquierda “anquilosada, dogmática, a la defensiva, sin entender el futuro y repitiendo fórmulas sabidas en lugar de arriesgarse, provocar, generar nuevos horizontes, nuevas utopías, nuevos sueños; me da miedo decir esto, pero parece acorralada y más preocupada por guardar las formas que por liberar y romper límites”.
Andrés Castaño, periodista freelance, responde adormilado después de una sesión de DJ que le ha tenido ocupado hasta las cinco de la mañana: “La izquierda debería estar en otra dinámica, no pensando en batallas del pasado, sino en los retos del ahora y del futuro, pensando en los problemas de la vida real. Me gustaría que se renovara más, que no se anclase en fórmulas caducas o anticuadas”. Gloria Berrocal, referencia de nuestra radio cultural, piensa que “se renueva perdiendo identidad. Ya no piensa en el pasado”. Para Rafa García Rico, uno de los diputados más jóvenes en los años ochenta y hoy responsable de Iris Press periódico audiovisual para redes sociales: “Estamos ante retos que exigen una visión moderna, audaz y valiente para asumir cambios que en ningún caso deben reducir derechos ni libertades”.
El escritor y poeta Isaak Begoña piensa que la renovación “tiene mucho recorrido todavía: el decrecimiento, la sostenibilidad. La renta básica o el Ingreso Mínimo Vital como herramientas y conceptos para reforzar la libertad de cada individuo –en un mundo donde el trabajo empieza a ser un bien escaso– deberían tener un mayor peso en su agenda”.
Mónica Rodríguez Fuente, desarrolladora de proyectos medioambientales y portavoz del PSOE en el distrito Centro de Madrid, comenta: “Habría que renovar más el cómo”. Cass Rivilla, estadística trabajadora en una ONG, ferviente defensora de la democracia por sorteo, conocedora del poco desarrollo que tiene su apuesta, procura que la democracia representativa sea lo más participativa: “Falta dar respuesta a los problemas actuales, responder a un camarero y a una dependienta qué propuesta le ofrece para mejorar su vida, para su presente, para su futuro. Un proyecto económico y social real para una economía desindustrializada y precarizada, donde los servicios y los contratos temporales son la realidad que vivimos”.
Para Ana Varela: “No podemos obviar la memoria. Solo haciendo memoria podremos encarar el futuro. Ante una oleada de la derecha como la que está en curso, y también un deseo y una necesidad social de respuestas de izquierda, tenemos dos hitos importantes desde la izquierda local para reexaminar y sacar buenas lecciones: la Guerra Civil y la Transición. Tenemos ante nosotras una nueva oportunidad histórica…, tenemos dos experiencias muy recientes de las que aprender, y mucho. Sí, se renueva ideológicamente. Pienso que, en este sentido, el feminismo ha sido una aportación radical, si bien hay quien intenta situarlo como una anécdota, ha alterado la política y en primer término la izquierda; no volverá a ser ni a funcionar como antes. El feminismo ha crecido, internamente, autocuestionándose todo el rato, por el sujeto del feminismo, por los privilegios en la representación de las mujeres, abriéndose en canal constantemente… Sigue avanzando constantemente, cruzando y descruzando sus propios límites. En ese camino es una referencia para toda la izquierda. Una referencia imposible de ignorar, sus preguntas sobre la organización, los sujetos de la política, el poder… son ya insoslayables en cualquier movimiento”.
Gloria Parra Muñoz, trabajadora social y directora desde hace tres décadas de una empresa de servicios culturales, añade para la realidad concreta de Madrid: “Son necesarios además líderes jóvenes que estén dispuestos a pasar una travesía en el desierto, convencidos del trabajo de futuro, trabajando en el día a día, convenciendo a sus bases, a otros posibles votantes, a los jóvenes”.
“¡Ay España de mi vida, ay España de mi muerte!” (Miguel Hernández)
Para parte de la izquierda, la palabra España suena a tabú, como su identidad. José Félix Álvarez Prieto, arquitecto, intenta ser el mismo, pero sólo lo consigue algún sábado por la noche y los días de luna llena: “España es un gran país al que me siento orgulloso de pertenecer, es un país inculto, profundamente inculto y eso juega en contra de la izquierda”. Isaak Begoña, desde Olmeda de las Fuentes, la localidad madrileña con más creadores por metro cuadrado: “España tiene que ser un país federal y solidario, donde las autonomías ricas paguen más”. Para Berrocal, “un país que disfruta de distintas nacionalidades y culturas, lo ideal sería gozar de una república federal que abarcara y defendiera a los distintos pueblos”. Frutos Zamarrón aspira también a “una república, laica e integradora”. “Múltiple, diversa y rica, también federal”, para Castaño. “Inclusiva” para Hernández Ceballos.
Mahugo piensa “en un país donde la educación y el respeto por todos imperase, donde hubiera oportunidades para cualquier ciudadano, donde nadie se quedara atrás”. Puebla se considera un accidente geográfico: “Soy internacionalista, a favor de una Unión Europea que supere los arcaicos nacionalismos regionalistas”. “No me interesan las patrias, así que España como concepto no me interesa, pero adoro a muchos españoles y muchas cosas que pasan aquí”, manifiesta González Restrepo. Para Del Olmo, “país fantástico, lleno de riqueza y diversidad al que las clases dominantes han impedido desarrollarse desde el siglo XIX. Hay una parte cultural que nos une, independientemente de los roles nacionalistas”.
“No sabría definir qué es España, pero los que nacimos fuera siempre la tuvimos idealizada”, Jiménez Guzzo. Rivero no tiene ni idea, “pero seguro que una sin banderas de ningún tipo, o, como decía Bernardo Atxaga, una en la que suenen miles de lenguas diferentes y todas ellas enriquezcan la atmósfera”. La televisiva De Juan: “España debe ser parte del mundo”. Para Douas Maadi, “un Estado de Estados, nación de naciones, pero sobre todo una bisagra para los escenarios que tendremos que resolver en lo inmediato”.
“Realidad plurinacional y pluricultural con un gran potencial de imaginación, creatividad y capacidad de acción y compromiso, echado al traste por el guerracivilismo”, para la gallega Allegue. “Ejemplo palmario de un pasado inacabado que no tiene presente”, comenta Fresno. “Un país de gran riqueza histórica, cultural y social que algunos se empeñan en señalar como un territorio homogéneo y cerrado”, señala Ana Franco.
“Hay dos Españas”, concluye Tatiana, “la de la diversidad de las regiones con sus idiomas, culturas. El Madrid friendly con el mundo gay, trans… El feminismo. La que se cuestiona su cultura violenta frente a los animales. El perdón con la cuestión vasca… y la otra España: un fascismo que me llamó la atención desde mi llegada, el olvido de la juventud a ciertas cuestiones fundamentales de la historia, la falta de solidaridad… o el desprecio que a veces se pueden tener entre ellos mismos”.
Argumentamos sobre batallas culturales, renovación del pensamiento… Pero ¿de qué hablamos?
¿Continuará?
Comentarios
Por David, el 22 octubre 2021
Va ganando la derecha a pasos agigantados porque la izquierda se a aburguesado nuevos ricos llamados falsa izquierda porque la gente ya directamente va a votar ala derecha más radical o pasan ya de hacerlo porque ya no creen en la falsa democracia y artos de que nos gobiernen siempre los mismo hijos de papá de derechas o de izquierdas llamado pijos o señoritos de la alta sociedad española un poeta español tenía razón de su dicho cuanta puta y cuánto hijo de puta ay …. Yo por ejemplo ya no voy a votar nunca más porque ya no creo en la democracia española
Soy de izquierdas pero ya no creo en la democracia