Goya en Suiza: sigue el idilio de Basilea con el arte español

El edificio de la Fundación Beyeler, diseñado por Renzo Piano, acoge la gran exposición de Goya, con 70 pinturas y un centenar de dibujos y estampas. Foto: Mark Niedermann.

Con motivo del 275 aniversario del nacimiento de Goya, uno de los grandes eventos en torno al genio se ha organizado fuera de España: en Basilea (Suiza), en la Fundación Beyeler, en colaboración con el Museo del Prado. Una gran exposición con 70 pinturas (algunas de ellas muy poco vistas, por pertenecer a colecciones privadas) y más de 100 dibujos y estampas, que da continuidad al idilio que mantiene esta ciudad –una de las capitales europeas de la cultura: 40 museos, 200.000 habitantes– con el arte español.

El idilio –también podemos llamarlo colaboración- comenzó en 2015, cuando, por las obras de ampliación del Kunstmuseum de Basilea, esta magnífica pinacoteca prestó al Museo del Prado diez obras maestras de Picasso para exponerse en Madrid durante seis meses; atrajeron la friolera de millón y medio de visitantes. A los picassos se unió una amplia selección de obras modernas y contemporáneas procedentes del museo suizo para ser contempladas en el Reina Sofía. El Museo de Arte de Basilea cuenta con una extraordinaria colección que va desde Holbein El Joven y Cranach El Joven a Gauguin, Giacometti, Klee, Rodin, Monet, Van Gogh, Dalí o Miró.

En retorno, dos años después, en la primavera/verano de 2017, El Prado le prestó al Kunstmuseum 26 de sus obras maestras –Velázquez, Zurbarán, Goya, Murillo, Tiziano…– para dialogar con otras tantas obras icónicas de la colección del Kunstmuseum en una exitosa exposición que simpáticamente se llamó ¡Hola Prado! 

‘Hospital de apestados’, de Francisco de Goya. Colección del Marqués de la Romana.

Mientras, la Fundación Beyeler llevaba tramando durante una década una gran exposición en torno a Goya, por considerarlo uno de los precursores más relevantes del arte moderno, pionero en movimientos como el expresionismo, el impresionismo y el surrealismo; grandes pintores como Francis Bacon beben claramente de él. El resultado es el fin del camino de un fuerte empeño y admiración hacia el de Fuendetodos por parte de Sam Keller, director de la fundación, y del comisario, Martin Schwander. La muestra fue inaugurada el 9 de octubre por la reina Letizia y ha impregnado esta ciudad de un fuerte aroma español, desde el gran cartel con la Maja vestida en la estación de ferrocarril que une Basilea con Zúrich a las tabletas de turrón –del duro y del blando– que se venden en la tienda de la Beyeler, centro que, por cierto, también cuenta con impresionantes picassos.

Para acabar de entender este idilio de Basilea con el arte español hemos de remontarnos a una curiosa historia de los años 60, cuando la ciudad organizó una especie de crowdfunding de la época para recaudar fondos para evitar que dos extraordinarios picassos pertenecientes a la familia Staechelin en vez de ser vendidos y exportados, por problemas financieros de sus propietarios, acabaran en la colección permanente del Kunstmuseum. La campaña se lanzó con el lema “All you need is Pablo”. Y Pablo Picasso, conmovido con la iniciativa popular para que dos de sus lienzos no salieran de Basilea, decidió regalar otras cuatro obras a esta ciudad-cantón.

Así que podemos hablar de enamoramiento de los ciudadanos de Basilea con la fuerza expresiva de Picasso y ahora de Goya. Ahí tenemos los magistrales brochazos del aragonés, llenos de sorna e ironía, crudeza, crítica e innovación, en la plácida ciudad de Basilea, en el edificio que construyó a finales del siglo XX Renzo Piano para la Fundación Beyeler, que lo hace muy especial por su armonía, su conexión con la naturaleza que le rodea –desde el cuidado jardín a los viñedos en la montaña que pertenece ya a Alemania–, y por su extraordinario aprovechamiento de la luz natural, que lo convierte en uno de los pocos museos de pintura del mundo iluminado principalmente por luz natural, que llega a las salas de forma difuminada.

Y sí, resulta tentador contraponer toda el alma negra que desprenden magníficos lienzos como Vuelo de Brujas (Prado), El Aquelarre (Museo Lázaro Galdiano), Hospital de Apestados (colección del Marqués de la Romana), más los aguafuertes de las series de los Desastres de la Guerra y de los Caprichos, frente a la dulce sensación de que todo está bien que desprende esta ciudad del Rhin (llamarlo Rin se me queda demasiado corto), en la esquina de Suiza con Alemania y Francia, pura civilización y cultura desde muchos siglos atrás. Para ilustrarlo, dos detalles: es la ciudad donde vivió el último tramo de su vida el icono del humanismo, Erasmo de Róterdam, y aquí está enterrado (por cierto, un católico enterrado en una catedral protestante); y aquí es donde Herman Hesse trabajó como librero durante cuatro años de juventud y donde sus largos paseos fueron moldeando su espíritu de lobo estepario que tanta influencia ha tenido en adolescentes de tantas generaciones.

Un gran cartel en la estación ferroviaria que une Basilea con Zúrich anuncia la exposición de Goya. Foto: R. Ruiz.

El Rhin a su paso por Basilea, con la catedral al fondo. Foto: R. Ruiz.

De la extraordinaria exposición de la Beyeler, aparte de la evidencia de la Maja vestida, que se ha convertido en santa y seña y cartel de la exposición, y el Retrato de la Duquesa de Alba de 1795, esa duquesa con lacitos rojos y perrito con lacito rojo al que se parece (perteneciente a la colección del Ducado de Alba en el Palacio de Liria), hay que destacar dos pinturas de colecciones privadas europeas mostradas públicamente en escasas ocasiones: Majas al balcón y Maja con celestina en el balcón (colección de Alicia Koplowitz), en las que Goya proyecta de manera magistral ese espíritu español de fisgar, cuchichear y criticar, de tramar, enredar y venderse al mejor postor.

Más paradas obligatorias en la muestra: La Cucaña (colección Abelló) y El pelele (El Prado), en el que Goya, tan visionario, tan adelantado en tantos parámetros vitales, ya avanzaba una especie de empoderamiento femenino, con ese juego, escarnio y vapuleo a un muñeco que representa lo masculino. Y no podemos pasar por alto la serie completa de las ocho violentas escenas de género –que aun hoy consiguen removernos por dentro; ¿Goya como precursor de El juego del calamar?– de la colección madrileña del Marqués de la Romana, así como una impactante, y mucho menos conocida, serie de bodegones. Estas naturalezas muertas son una decena de cuadros pintados durante la guerra de ocupación napoleónica, en los que los alimentos –rodajas de salmón, una perdiz, un costillar de cerdo…– preparados para ser cocinados producen una inmensa tristeza; tanta que en la cabeza desollada de cordero podemos apreciar un lloroso ojo muerto. Impactante. Hasta Picasso se obsesionó con este cuadro y lo homenajeó en una de sus pinturas cubistas.

Tal acumulación de joyas/goyas se ha podido llevar a cabo gracias a los préstamos de –aparte del Museo del Prado y las colecciones privadas– centros artísticos tan importantes como el Thyssen-Bornemisza, la Fundación Lázaro Galdiano, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Louvre, el Metropolitan de Nueva York y la National Gallery de Londres.

Eso sí, como en la exposición faltan las Pinturas Negras, apoteosis de modernidad y oscuridad de Goya, ya que son demasiado frágiles y no salen del Museo del Prado, donde se exhiben desde finales del siglo XIX, la Fundación Beyeler ha llenado ese vacío con el estreno de la película La Quinta del Sordo, del artista contemporáneo francés Philippe Parreno, dedicada a la desaparecida finca madrileña que acogía estas 14 estremecedoras pinturas murales al óleo.

‘El Aquelarre’ de Goya, obra prestada por el Museo Lázaro Galdiano de Madrid a la gran exposición en Basilea.

Entrañas, en fin, de original creatividad, fuerza, incluso furia, del alma española en esa limpia ciudad de las farmacéuticas –aquí tienen el cuartel general los laboratorios Roche y Novartis (los del anticoagulante sintrom, que casi da nombre a la Tercera Edad: Edad del Sintrom), el diseño exquisito y respetuoso con la memoria –en la gran Basilea está el Campus Vitra, realmente otro mundo–, la limpieza arquitectónica –de aquí son y aquí tienen su estudio los ahora archifamosos Herzog & De Meuron- y el éxito –de aquí es Roger Federer, al que, por cierto, le acaban de dedicar un tranvía, el Federer Express.

‘Goya’. Fundación Beyeler. Hasta el 23 de enero de 2022.

Este artículo se ha elaborado gracias a la colaboración de Turismo de Suiza y la aerolínea Swiss.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

Comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.