La trastienda musical de los movidos 80 a través de los fanzines
Hace poco vio la luz ‘Papeles subterráneos: fanzines musicales en España desde la transición hasta el siglo XXI’, de alguna manera continuación de ‘Todo era posible: Revistas underground y de contracultura en España: 1968-1983’, también editado por Libros Walden a principios de la reciente pandemia. Si este último nos acercaba a revistas y publicaciones culturales del tardofranquismo, ‘Papeles subterráneos’ repasa fanzines musicales que marcaron una época y a más de una generación. Trescientas páginas profusamente ilustradas con comentarios a cargo de César Prieto, que comenzó su labor musical en el fanzine ‘Le Touriste’, acompañado de Abel Cuevas, que, tras dar vida a ‘Recuerdos’, descubrió que le gustaba maquetar, tras coger papel, Letraset, tijera y pegamento, y Manuel Moreno, que tras lanzar ‘Bang!’, prosiguió su labor fanzinera en ‘Dead City Radio’ y ‘Vuélvete Underground’. Repasamos sustanciosas anécdotas de la trastienda musical de aquellos años a través de estos fanzines.
Puedes seguir al autor en Twitter en @rubencaravaca
Aunque siempre han existido en todos los ámbitos (sindicales, autonomistas, comunitarios, sociales, culturales, políticos…) los fanzines fueron fuente de difusión imprescindible en los años 80. Para Álex, de Aviador Dro y sus Obreros Especializados, son “los podcasts de hoy en día, información de primera mano, afición en estado puro”.
Papeles subterráneos es una publicación cuidadosamente editada y dividida en capítulos, desde La Cochu (Laboratorios Colectivos Chueca) a los comentarios finales de algunos que los impulsaron y desarrollaron. Recuerdo de artistas que emergieron en sus páginas, dejando de aparecer cuando pasaron a formar parte de la industria multinacional y las listas de éxitos. Fanzines guitarreros, reflejo de lo que se escuchaba en salas como el Agapo madrileño, que ya habían mostrado publicaciones de otras ciudades, y Bizarros, carne de cañón y despiece para propuestas absolutamente contrarias a lo que proponían. Renovación, muerte al papel, alianza con máquinas y ordenadores, indicando como señala la contraportada: “Un fanzine es, por definición, una revista hecha de modo amateur y con el amor y la pasión de un fan. Han servido para que mucha gente se subiese a un estrado –uno pequeñito y mal armado– y gritase las bondades de algo que amaban con locura, ya fuese un grupo musical, un autor de cómic, un director de cine o lo que fuese. Es algo creado por unos pocos y destinado a unos cuantos más. Mensajes en una botella que sueñan con alcanzar destinatario”.
Si querías estar al tanto de lo que se cocía
Yeyé G. Roy, habitual en aquellas noches en salas y bares de la capital, comenta: “A principios de los 80, los medios de comunicación tradicionales no estaban al tanto de lo que estaba pasando en la vanguardia de la escena musical y cultural. Las únicas noticias de lo que pasaba en la calle en prensa escrita las publicaban los fanzines, que tenían información de primera mano, ya que los editaban los propios integrantes de esa movida. Si querías estar al tanto de lo que se cocía, eran de obligada lectura. Además de dar noticias musicales y de otros eventos relacionados con la emergente cultura nueva olera, estaban trufados de cotilleos que nos encantaban, puesto que nos conocíamos todos, los que los editaban, los que aparecían en ellos y los lectores. Era un poco onanista; si se te escapaba alguien o algo, ahí estaba el fanzine de turno para informarte con tu propio lenguaje”.
Chema López intentaba acudir al mayor número de conciertos posible, posee una colección de entradas increíble: “En Malasaña y en el Rastro circulaban algunos fanzines punk, en blanco y negro y a fotocopias, pero no recuerdo los nombres”. Accedía a la música gracias a un familiar cercano y a lo que observaba en las calles: “En su casa”, comenta, “siempre había cómics; de música, la revista Vibraciones es la que más recuerdo. En la tele, Musical Express, aunque mi mayor influencia fueron los pubs de Malasaña como Nueva Visión y Malandro –los primeros– y por supuesto Rock-Ola; sus carteles convertían a los artistas en grupos de culto; también tiendas de discos como Discoplay y Escridiscos”. Para Álex, los fanzines “eran una variable de inmediatez y libertad total… Para Aviador Dro (grupo) y Dro (discográfica), fueron muy importantes, como para los grupos de la época de finales de los 70 y primeros 80, era una forma de dar a conocer a formaciones locales la cultura y modos de vida localmente”.
Vida más allá de la capital
Los fanzines también fueron relevantes fuera de la capital. El periodista gallego David Saavedra comenta: “El primero en el que colaboré fue Feedback, escribiendo textos entre 1992 y 1994; lo editaba en A Coruña Javier Becerra, ahora periodista en La Voz de Galicia y autor de varios libros. En 1993 participé colectivamente en el que hacíamos un grupo de estudiantes en la Facultad de Sociología en A Coruña, también creo que entre el 93 y el 95 no era estrictamente musical, trataba todo tipo de temas. En el 95 edité mi primer fanzine propio, El Vómito de las Ninfas, que duró hasta el 96, entre 1998 y 1999 el segundo y último, Tingugi. Entre medias, alrededor de 1997, publiqué algún texto en El Jardín de Octopus de Vigo, no recuerdo bien si también en Marca Acme de Barcelona”.
Rafa Cervera, otra firma relevante de nuestra prensa musical, editaba en Valencia Estricnina. “Salieron tres números. Del primero imprimimos 100 copias, del segundo puede que 200, con periodicidad aleatoria, salía cuando estaba acabado. El primero a finales de 1982, el tercero y último en 1983, estando en la mili. De los contenidos me ocupaba yo. De la maquetación y el diseño mi amigo Esteban Leivas, que por aquel entonces producía a grupos como Glamour”. Y añade: “Mis primeras entrevistas las hice para el fanzine, fusilaba y traducía textos de revistas extranjeras; si había alguien que quería colaborar, era bienvenido. Tuve el privilegio de contar con aportaciones de Diego A. Manrique, Ignacio Julià y Jaime Gonzalo. Santiago Auserón nos dio un relato estrechamente ligado a la letra de La estatua del jardín botánico. Los fanzines los llevaba yo mismo a las tiendas de discos de Valencia, haciendo algún envío a tiendas de otras ciudades, vendíamos bastante por correo. Los compradores nos enviaban el dinero en un ¡sobre!”.
Syntorama es una empresa de management y promotora de artistas internacionales muy reconocida de Euskadi. Cruz Gorostegui, uno de sus responsables, editaba un fanzine del mismo nombre: “Desde mi más tierna infancia he sido fan de la música electrónica, me introdujo el álbum Phaedra de Tangerine Dream, que por cierto tuve la suerte de ver en directo el 31 de enero de 1976 en Bilbao. Quería transmitir mis conocimientos a los aficionados, de ahí el fanzine. Sacamos 20 números, la tirada variaba desde 300 ejemplares en los primeros números hasta 650 los últimos”. Como promotora, organizaron 13 ediciones del Festival de Nuevas Músicas de Donostia: “Nos vino muy bien. Buena parte de los artistas que vinieron tenían relación directa con la filosofía del fanzine”. En el mismo colaboró Andrés Noarbe, responsable de Rotor y del sello Geometrik, “con una entrevista al gran Asmus Tietchens, músico electrónico alemán de culto. Con Cruz Gorostegui, buen amigo, nos intercambiamos información sobre sellos y grupos”.
Noarbe editaba un catálogo que perfectamente se podría definir como fanzine. “Nos ayudó a conocer a muchos artistas, tanto nacionales como internacionales”. ¿Era ese el objetivo o la venta sin más?, pregunto. “El objetivo era descubrir a posibles interesados en la música que me apasionaba. Con los boletines informaba de artistas y discos, además de ofrecerlos a la venta. Estos discos eran por entonces muy difíciles de conseguir, el boletín de Rotor era muchas veces el único medio. Conozco a personas que los coleccionan desde hace muchos años, los tienen incluso ¡encuadernados!, una buena forma de ver cómo ha ido evolucionando la electrónica en las últimas décadas”.
Noarbe formó parte además de las primeras formaciones de Aviador Dro junto a Álex; este último recuerda que sus primeros fanzines eran artísticos. “Expresión, Ki-Osh… Hablábamos de música, movimientos como el punk, Star Wars. Reflejaban nuestras inquietudes y deseos como teenagers del momento. También opiniones políticas en el fanzine No jodas, que tuvo gran repercusión mediática. Llegaron a amenazar con cerrar el Instituto Santamarca, incoaron un expediente a la dirección desde el Ministerio de Educación, se generaron huelgas por aquellas portadas y contenidos, con motivos adicionales como las quejas de profesores autoritarios, contrarios a la dirección, junto a actividades culturales que realizábamos los alumnos: ¡No jodas Ministerio!”.
Desde mucho cotilleo y mala leche a discos de regalo
Como buenos fanzineros, los Dro comentan algunos de ellos: “Los de Moulinsart o los que hacía La Liviandad del Imperdible me parecían totalmente necesarios. No solo testeabas y adquirías información sobre tus grupos y aficiones, sino que el sesgo era desde un punto de vista fan, lo que ahora ocurre en Instagram o Twich… En el caso de Aviador había fanzines de fans o ediciones especiales como Protex”.
Para Yeyé: “96 Lágrimas y La Pluma Eléctrica me encantaban porque eran corrosivos y cañeros, llenos de cotilleos y mala leche. Ediciones Moulinsart era elegante, bien escrito, con contenidos de calidad. También iba por esa línea Banana Split, con disco de regalo, igual que Lollipop en alguna de sus entregas y Rockocó de Miguel Trillo, documento histórico de la calle en aquellos días”. “Me reía muchísimo con La Pluma Eléctrica, me gustaba mucho su planteamiento”, opina Cervera.
De ‘Soy tan feliz que me cortaría las venas’ a ‘El club del ruido’
Saavedra anota los primeros en los que se fijó: ”Soy tan feliz que me cortaría las venas y El origen que se hacían desde Ourense y A Coruña, me dieron a conocer a muchos grupos indie británicos de los 80. The Field Mice, Close Lobsters, Felt, el sello Sarah Records… En coordenadas parecidas me gustaba mucho en los 90 April Eyes de Mallorca. Me llamaba la atención uno llamado Amano, que me dio a conocer movimientos contraculturales muy interesantes. Flanzine, que hacía Rafa Rodríguez Gimeno en Valencia, y Jurelandia, que creo que era cántabro y que tenía mucho humor. Ellos me dieron la idea de que se podía reseñar una actuación de Faemino y Cansado entre los conciertos, eran capaces de hacer una lista de las mejores películas españolas de la historia y que apareciesen tanto El sol del membrillo como Los bingueros. Tadzio, de Yago García –a quien conocí muchos años después–, tenía una sensibilidad muy especial, duró poco, al igual que Spoiled, muy fresco y divertido. A finales de los 90 y principios de los 2000 disfruté mucho con ¡Miau!, que hacían las hermanas Damunt de Hello Cuca, era muy riot grrrl, y Klementjev, que tenían la misma elegancia y buen gusto que Soy tan feliz que me cortaría las venas. El Planeta Amarillo, de Rafa Skam, no ha dejado de impresionarme por sus números gordísimos y frecuentes, incluyendo mapas musicales en plan ‘todos los grupos indies de Escocia colocados en la localidad de la que proceden’ y por sus casetes, en uno de los cuales escuché por primera vez a Klaus & Kinski. El último que he seguido, ya en los 2000 bien entrados, fue Dead City Radio de Madrid”.
Noarbe sugiere los siguientes: “Dentro de la música en la que me movía –electrónica, experimental, noise, industrial…– y centrándome en España, recuerdo sobre todo Syntorama (Rentería), Necronomicon (Puertollano) que se acompañaba de una casete, Cloruro Sónico, Mental, Sindicato de Trabajos Imaginarios (Zaragoza), El Club del Ruido, de José Miguel López (Radio 3). Me dejo alguno seguro”.
La industria mató la ingenuidad
Los tiempos cambian. “Con el tiempo me di cuenta de que la inmediatez y la espontaneidad a la hora de hacer fanzines incluía toda la parte del proceso”, comenta Saavedra. Y añade: “Por ejemplo, la gestión de entrevistas, que, en realidad, no se gestionaban en sentido estricto. Tú contactabas directamente con los grupos, lo hablabas con ellos, pero lo que nosotros hacíamos en Coruña era que, cuando un grupo iba a tocar en la ciudad, nos pasábamos por la prueba de sonido grabadora y libreta en mano y les entrábamos directamente. Ninguno de los grupos a los que abordamos se negó, así entrevistamos a Los Planetas, Surfin’ Bichos, 091, y gente de ese calado. Cuando llegué a Madrid, ya trabajando para Diario 16, abordé a Nosoträsh al final de un concierto en la Sala El Sol, les hice otra entrevista así en plan ‘aquí te pillo, aquí te mato’, pero pronto me di cuenta –o alguien me lo hizo ver– que las cosas, en realidad, no funcionan así, que hay unos canales que no te puedes saltar (sellos, agencias de promoción) y que todas esas cosas había que negociarlas previamente. Parece una tontería, pero creo que fue la primera pérdida de la inocencia en cuanto me pasé al periodismo profesional”.
Rafa Cervera recuerda “las visitas a Tablada 25, local de ensayo en el madrileño barrio de Tetuán, para entrevistar a Derribos Arias y Dinarama. Los dibujitos que Carlos Berlanga me hacía, mientras hablábamos con Nacho Canut en el bar, en la portadilla de la segunda maqueta de Dinarama. Las fotos que le hice a Ana Curra en su casa –yo no era más que un aficionado con una cámara normalita– en marzo de 1983. Conocer a Pedro Almodóvar en otoño de 1982 y alucinar con la gracia y la soltura de su discurso. Tener los teléfonos de gente como Berlanga, Almodóvar o Paloma Chamorro, llamarles a su casa sin ningún problema. Entrevistar en el Bar El Avión a Gabinete Caligari sin Jaime, porque en el último momento lo habían arrestado en el cuartel, otro más que pringó en la mili. Entrevistar a Glutamato Ye-Yé en casa de Patacho en la Torre de Madrid, conocer a Diego Manrique en Rock-Ola. Todo ocurrió cuando tenía 19 años, era un chico de provincias fascinado por toda manifestación musical o creativa que tuviese lugar fuera de Valencia”.
Pasar por el Rastro, oler carne fresca en Matadero
Álex recuerda la siguiente anécdota sobre Liviandad y Kaka de Luxe: “Arturo Lanz (Esplendor Geométrico, ex Aviador Dro) y Servando Carballar (Aviador Dro) están totalmente entregados buscando fanzines, en esto que algo les distrae de la búsqueda, o alguien, es una chica menuda vestida con un mono estampado de leopardo. ¿Quién es esa chica? Va acompañada de un chico unos siete años mayor, delgado, de nariz grande, gafas de sol y gorra en la cabeza. ¿Quiénes son esos chicos?, se paran en un puesto que parece de ellos, el chico vende ejemplares de MMMUA! Dicen que son un colectivo y que se llaman La Liviandad del Imperdible, que tienen un boletín que está a punto de salir de imprenta pero que, a decir verdad, están a punto de disolverse. Ella se hace llamar Alaska, pseudónimo con el que decidió firmar sus traducciones de los cómics de Robert Crumb para la revista Bazofia, a él le llaman El Zurdo porque dibuja con la izquierda. En realidad, lo que quieren es montar un grupo de punk. Ya tienen una canción, Pero qué público más tonto tengo”.
Para acabar lances de aquellos tiempos, Noarbe recuerda alguna exposición de fanzines de aquellos años: “Recuerdo especialmente una muy buena y original dirigida por Francisco Felipe –artista y músico bajo el nombre de La Otra Cara de un Jardín–. Fue en una sala del Matadero de Madrid, apenas había dejado de serlo y olía mucho a carne. Coincidió justo con el primer espectáculo de La Fura dels Baus que se hacía en una sala, al lado de la exposición. Dieron varias actuaciones que terminaban cada día destrozando una pared y un coche: era perfecto para después ver la exposición”.
Recuerdos a los que Papeles subterráneos nos acerca, parte de la cultura de este país en ocasiones olvidada, poco reconocida, que marcó a muchas y muchos.
Comentarios
Por Carlos Del Castillo, el 08 noviembre 2021
Muy interesante el articuló. Me gustaría comentar que Paz de Las Pelvis Túrmix y su compañero de viaje editaban Penetración, dedicado al ruido punk. Memorable fue la portada de uno de sus números en la que aparecía una delación e ilustraba un reportaje con el título: “Alaska y Rubi se comen el mercado”. También no nos olvidemos de Otero y su Castillo de las Lágrimas.
Salud y amor para todos, tasas, y todes. Abascal te jodes.
Por Rubén, el 10 noviembre 2021
Gracias Carlos por tu comentario.