Bernardo Fuster recupera sus canciones protesta antifranquistas

Portadas de dos de los discos de Bernardo Fuster bajo el seudónimo de Pedro Faura.

En el Día de la Constitución, ‘El Asombrario’ recupera a Bernardo Fuster, el cantautor que compuso en la clandestinidad algunos de los temas antifranquistas que más sonaron bajo el pseudónimo Pedro Faura, como ‘Rosario Dinamitera’, sobre un poema de Miguel Hernández. Luego logró fama con el grupo Suburbano. Ahora Fuster ha vuelto a grabar en ‘Que el tiempo no borre’ aquellas canciones que la Transición dejó en la cuneta. “Las canciones son testigos y hay que recuperarlas para conocer de dónde venimos, para no perder la identidad…”, nos dice, “y además, ahora que hay un resurgimiento del fascismo, ¿por qué no recuperar las canciones que entonces les denunciaban? Ellos son los mismos…”.

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La historia de nuestra música popular es bastante parcial y desconocida, nos solemos quedar en éxitos de temporada que se diluyen como azucarillos, o en artistas aupados por una industria musical sincronizada en muchas ocasiones con grandes medios de comunicación. El último estudio El Índice Global de Influencia Musical (The Global Influential Music Index) revela los países más influyentes en el campo de la música. Uno de los indicadores es la diversidad; nuestro país ocupa el puesto número 11 en un ranking global encabezado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Nos aventajan Brasil, Colombia, Irlanda, Reino Unido y Japón en diversidad. Ignorándola, dejamos también de reconocernos, de aceptarnos, de comprendernos. Omitiendo parte de nuestra historia musical renunciamos a nuestra memoria individual y colectiva, al hilo divergente que nos enriquece e identifica en un mundo en el que parece que estamos condenados a escuchar las mismas músicas y artistas.

Cualquiera que investigue un poco, navegue o simplemente tenga curiosidad, comprobará que existen lagunas y un desconocimiento que nos hace asumir relatos como rigurosos, sin cuestionamiento ni dudas. Podemos encontrarlo en todos los géneros: rock, copla, canción, flamenco, variedades, tradición, música de autor…

Uno de los géneros más maltratados es nuestra música de autor. Siguiendo las huellas de lo que acaecía en Estados Unidos, el neofolk de Joan Baez y Bob Dylan, la nueva canción latinoamericana o la chanson francesa, surgieron artistas y propuestas en momentos nada fáciles, que tuvieron un papel esencial en el desarrollo de nuestra cultura desde mediados de los 60 hasta los primeros años de la Transición. Muchos grabaron con GONG, sello discográfico cuyos propietarios eran integrantes del Opus Dei, invirtiendo en un proyecto tan relevante los beneficios obtenidos por las ventas millonarias generadas por Los Payasos de la Tele, aquellos que nos saludaban al grito de “¡¿cómo están ustedes?!”.

La llegada al gobierno de Felipe González supuso un antes y un después, comenzó a cobrar fuerza la desmemoria de la que hablaba Gregorio Morán. Fatuos acontecimientos, apuesta nihilista y frívola, olvido hacia muchos artistas que contribuyeron al cambio político, a los que se olvida en pos de una supuesta modernidad. Algunos lamieron los beneficios del poder, otros fueron dejados de lado incluso por compañeros de militancia política y/o cultural, también castigados por la peor de las censuras: el impedimento al trabajo. El partido ordenaba qué artistas se podían contratar y cuáles no, prácticas que aún hoy siguen vigentes, no hay más que echar un ojo y comprobar el comportamiento ideológico o partidista de las contrataciones culturales de las diferentes administraciones, de las que no se libra nadie. Ante esa realidad muchos tuvieron que reinventarse –no solo reciclarse–, otros tuvieron menos fortuna.

Hoy en El Asombrario queremos reivindicar a Bernardo Fuster, un artista que seguramente la mayoría desconozcamos por su nombre, aunque casi todos hayamos escuchado, cantando o tarareado algunas de sus canciones que forman parte de series televisivas muy populares y de bandas sonoras de películas muy taquilleras. Canciones como Arde París o La Puerta de Alcalá –una de las más famosas de nuestra música popular–, compuesta junto a Luis Mendo, Miguel Ángel Campos y Francisco Villar, con ciertas similitudes con Mírala, mírala, de Juan Gabriel Escobar, interpretada en los 60 por su hermano Manolo Escobar.

Al igual que otros, Fuster también tiene su propio alter ego. Mientras algunos echan cierre y portazo a su pasado, él ha querido saldar una deuda con el suyo, re-actualizando temas de dos grabaciones, parte también de la historia de nuestra música popular, por lo que supusieron, las condiciones y el contexto en el que se realizaron, buena excusa para hablar con él. Fuster / Faura, parte de nuestra música popular. Tiempos y lugares a veces olvidados y silenciados, ahora rescatados y recuperados en Que el tiempo no borre .

Que el tiempo no borre (Karonte) recupera canciones grabadas en Colonia (Alemania) y Milán (Italia), editadas en el extranjero a finales del franquismo, incorporando algún tema nuevo y cuatro poemas de la periodista Laura Casielles llevados a la música, contrapunto por edad y experiencias. ¿Qué ha pretendido, Bernardo Fuster. “Cerrar el círculo; no es una reedición, es una grabación nueva con arreglos diferentes de algunas de aquellas canciones. En concreto, con las que más me identifico ahora. No puedo olvidar que todo lo que me ha ocurrido, todo lo que he sido y espero seguir siendo, nace de aquellas canciones que grabé clandestinamente. Les debía una recuperación, actualización, difusión, ahora que pueden editarse sin censura. También hay una clara y necesaria intención de apoyar la recuperación de la memoria histórica. A través de ellas se puede ver cómo pensábamos, vivíamos, sufríamos, cómo luchábamos las personas que formamos parte de la resistencia antifranquista”.

Música testigo de la historia

El primero de los discos Manifiesto (Neue Welt, 1975) incluía temas del propio Fuster poniendo música a tres poemas de Miguel Hernández: Rosario dinamitera, Jornaleros y Canción del esposo soldado con una portada impactante, unas manos rompiendo una fotografía del general Franco. “La portada es muy buena, la hizo un gran diseñador alemán llamado Paul Kalkbrenner. Se difundió casi más que las canciones que iban dentro…”, comenta.

Poco después, Fuster grabó Volver no es volver atrás (Neue Welt), tomando el título de un poema de José Bergamín e incluyendo poemas de Jesús López Pacheco, Rafael Alberti, Nazim Hikmet y del propio Bergamín. Canciones testigo de un tiempo, de un país: “La música, el arte en general es siempre testigo. En este caso, las canciones son testigos y hay que recuperarlas para conocer de dónde venimos, para no perder la identidad… y además, ahora que hay un resurgimiento del fascismo, ¿por qué no recuperar las canciones que entonces les denunciaban? Ellos son los mismos…”, añade.

No me resisto a interrogarle: ¿Qué tal funcionaron esos discos que salieron interpretados por Pedro Faura? “Cumplieron su papel. Eran discos de agitación y propaganda, de denuncia. Se vendieron mucho en el extranjero, algunas copias entraron clandestinamente”.

Hacemos un paréntesis en la entrevista con Fuster para comentar con Laura Casielles sus poemas musicados:

¿Cómo os conocisteis?

En el podcast que trabajaba, De eso no se habla, que dirigía Isabel Cadenas Cañón, se contaban historias de silencio, cosas que habían sido calladas durante mucho tempo. Una de ellas fue la de Bernardo. Trabajando para hacer uno de los episodios nos conocimos, nos pareció una persona encantadora, mantuvimos el contacto. A raíz del proceso que estaba haciendo para recuperar su propia historia, comenzó este proyecto. Se le ocurrió la posibilidad de incorporar una voz más joven, de otra generación, acompañar sus canciones con textos de ahora. Me propuso colaborar y, encantada, nos pusimos a mirar los poemas que podrían encajar, además de alguno ad hoc.

¿Qué supone participar en un disco memoria de país que, por edad, poco tiene que ver contigo?

¡En absoluto! Pese a la edad, tiene que ver mucho conmigo. El legado que nos pueden transmitir personas como Bernardo está absolutamente relacionado con el presente, con el futuro que deseamos construir… Siempre me siento involucrada en temas de memoria, tirar hilos, entender de dónde venimos, tratar de entender qué podemos hacer con ello es algo fundamental. Qué mejor herramienta que el diálogo entre diferentes generaciones. Encontrarnos para ver cómo leemos los que nos dejasteis, cómo leéis lo que nosotras estamos haciendo, encontrar puntos para construir en común dentro de esa comprensión mutua de todos los contextos. Tener ocasión de participar de algo así es fantástico. Una oportunidad maravillosa de trabajar en algo que considero una herramienta, admirando muchísimo el trabajo de Bernardo, su trayectoria, auténtico honor poder honrar su camino, toda su lucha, colaborando con él.

Hablamos mucho de memoria histórica, muy poco de desmemoria cultural.

El caso de Bernardo es el de muchos artistas que quedaron en los márgenes de un canon cultural marcado por parámetros muy claros. En cualquier sociedad, contexto cultural, se establece quién es quién, los nombres célebres del ecosistema cultural y todas las personas que, por distintas situaciones están en las periferias de ese sistema por su condición de género, clase, origen, modos de vida o que no se ajustan a ese canon, quedan relegadas. Sucede en todas las sociedades, en todos los contextos. En el caso de España, en el caso de Bernardo, pesan una serie de particularidades. La mejor manera de explicarlas es a través de ese término que acuñaron algunos comunicadores culturales hace unos años, CT, la Cultura de la Transición. De qué manera se ha ido construyendo un ecosistema cultural que tiene que ver con los pactos que constituyeron en lo político y en lo social la transición a la democracia, donde las representaciones culturales tuvieron un correlato muy claro. Todo aquello que salía de esa idea del consenso, la cultura de lo no conflictivo, no querer remover los asuntos problemáticos, no ha tenido éxito. Autores como Guillem Martínez lo han explicado maravillosamente: “seguimos viviendo las consecuencias”. Aparentemente hay una cierta memoria en los productos culturales, “muy concreta para apuntalar la versión oficial”. Las producciones que contestan, complejizan o matizan esa versión han quedado relegada a los márgenes.

¿Qué suponen las canciones de Bernardo?

Suponen uno de esos elementos que nos recuerdan qué es lo que se ha vivido en este país, qué consecuencias ha tenido. Muy bonito y llamativo al escuchar su trayectoria ver pasar medio siglo. Esas canciones, las siguientes, las de Suburbano, más tarde lo que hace ahora, escuchar a través de su música cómo cambió el país, la lucha, los lenguajes de la lucha en cada tiempo, sus temas, posiciones. El hecho de que esas canciones solo se hayan escuchado de forma clandestina, desconocidas por el gran público, nos da una pista muy grande de las tantas tareas pendientes para recuperar la memoria de lo que ha ocurrido en este país. Es muy importante tener un disco como este ahora. No solo los que lo hacen desde la nostalgia –los que lo vivieron entonces–, también los que no estábamos sobre este mundo. Escuchándolo por primera vez para conocer historias que nos han sido hurtadas. Como bien sabemos, muchas veces a través del arte se puede llegar mejor al latido de un tiempo que no hemos vivido, un modo de habitar que seguro tenemos que conocer.

Volvemos con Fuster para indagar sobre Pedro Faura. “Bueno, Faura era y es de nuevo, el alter ego de Bernardo Fuster, obligado por la represión franquista a cambiar de identidad para poder cantar y seguir luchando”. Nombre tomado de la localidad de Faura, cercana a Sagunto, donde en 1974 se produce una movilización de recolectores de naranjas; “tomé el nombre del pueblo por solidaridad; lo de Pedro no tengo ni idea, no me acuerdo…”.

En aquellos momentos era militante del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota); algunas investigaciones estiman que sus militantes pudieron ser alrededor de 12.000, de la que también formó parte Patxi Andión y de su referente político, el PCE (m-l), uno de los artistas más reconocidos de nuestro pop ochentero, Germán Coppini –llegó a presentarse en las elecciones generales de 2011 por Madrid en tercer lugar en la lista del partido Republicanos–, integrante de Siniestro Total y Golpes Bajos, fallecido en 2013 y que nos ha dejado canciones emblemáticas como Malos tiempos para la lírica.

¿Cómo se lleva la militancia con la actividad artística?

Al principio era más militante que artista; por lo tanto, al estar dentro de la organización, consideraba mi trabajo como una parte más de lo que podíamos llamar agitación y propaganda. De todas formas, es difícil compaginar militancia con creación artística; siempre hay roces y enfrentamientos. Militancia, disciplina y centralismo democrático muchas veces no cuadran con libertad de expresión.

Compromiso político que te hizo huir del país, te pedían 12 años de cárcel por actividades prohibidas.

Estaba buscado por la policía, se consideró que mi trabajo en el extranjero, apoyando con mis canciones la lucha de la resistencia antifranquista, era mucho más eficaz.

Y huiste en una de las líneas de autobús que unían Barcelona con Perpiñán para poder ver películas eróticas que estaban prohibidas aquí, como ‘Historia de O’, ‘Emmanuelle’ o ‘El último tango en París’.

Ruta con varios autobuses diarios, que no solían estar controlados por la policía, momentos nada fáciles, siempre muy duro, sobre todo al principio. En mi caso fue más leve porque estuve solo poco más de un año y no paré de actuar por toda Europa; convivía con exiliados de mucho tiempo y conocí lo que es perder tu ubicación, parte de tu identidad y la esperanza al ver que el sueño de la caída del franquismo se iba alargando… A veces tengo que mirar la agenda que tenía y me doy cuenta de que aparecen cosas que nunca pensé que habría hecho… No paraba de actuar, de tener encuentros con gente a la que admiraba, exiliados históricos, resistentes, maquis… Viajaba, lo llevaba muy bien, ¡tenía 22 años!

Hasta que dejas la militancia.

En el día a día van surgiendo divergencias, pequeños desencuentros que, poco a poco, por el propio funcionamiento de las organizaciones basadas en el centralismo democrático, se van enquistando. A partir de los atentados de 1975 hubo alguna discrepancia que motivó que a los divergentes se nos considerase casi como traidores; me fui. La clandestinidad, la represión y el dogmatismo oficial de los partidos magnificaban algunas divergencias hasta convertirlas en insalvables.

Franco muere en la cama, ¿cómo fue el regreso?

Sin problemas. Se había concedido la amnistía, yo no había sido juzgado y, por lo tanto, no tenía condena pendiente, consideré que podría volver sin problema. Al principio estuve un poco acojonado, pero luego me fui calmando y empecé a buscarme la vida iniciando una nueva vida personal y artística.

En la vecina Portugal, la Revolución de los Claveles supuso la vuelta al país de artistas que tuvieron que exiliarse convirtiéndose en figuras muy populares, aquí se pensaba que podría producirse una realidad similar.

Grabé una maqueta para CBS, nos contrataron a Imanol y a mí…, pero nada, la cosa no salió y acabé en el grupo de teatro Tábano. Allí conocí a Luis Mendo; decidimos desarrollar la idea de un grupo que uniese el folclore con música urbana. Instrumentos eléctricos con formas tradicionales. Empezamos con esa línea y a lo largo de 45 años hemos pasado por todo…, jazz-rock, rock, canción de autor…

Debutáis con Suburbano en El Gallo Vallecano, grabáis vuestro primer disco para el sello Guimbarda, dirigido por Manuel Domínguez (posiblemente el mejor sello que ha habido en el país de música folk, con más de 300 ediciones en pocos años). Guimbarda dependía de la discográfica Zafiro, donde editaban a Marisol y los primeros discos en castellano de Joan Manuel Serrat; sus propietarios también eran del Opus, “gente de iglesia y muy de derechas que supo ver una línea de negocio”, en palabras de Vicente Mariskal Romero, atreviéndose no solo con folk, sino también con el rock alternativo y canalla que surgía por todo el país. Fuster y Mendo, además de grabar y actuar con Suburbano, colaboran con bastantes artistas.

Casi con todos los que se movían dentro de la canción de autor en esos años. Por el tiempo compartido y las emociones, con Luis Eduardo Aute, también con Luis Pastor, Vainica Doble, Jaume Sisa, Joaquín Sabina, Chicho Sánchez Ferlosio…, incluso toqué con Pepa Flores en un buen número de bandas sonoras, 20 o 22. Fue algo muy importante, nos permitió desarrollar una faceta nueva muy enriquecedora, formas musicales que con el grupo no habríamos podido.

Volvamos a la faceta más personal, la literaria.

Fue algo accidental…, al menos en principio. Estuve trabajando un tiempo sobre el mundo de la piratería libertaria caribeña en los siglos XVI y XVII para preparar un disco del grupo que se llamó Los delirios del pirata; al final, por recomendación de algunos amigos, decidí publicar todos los estudios e investigaciones que hice. A partir de ahí me animé y escribí El contador de abejas muertas, una especie de autobiografía de mis años clandestinos; tres años más tarde, una novela, Si me ves no se lo digas a nadie. Me encanta escribir; de hecho, estoy terminando otra novela…

Materiales que se pueden conseguir en tu propia tienda virtual Para terminar, no me olvido de preguntarte sobre la situación actual de la música de autor.

La canción como testimonio de una época va a existir siempre, el problema está en si esa canción está comprometida con los problemas y vivencias de la ciudadanía o no. Creo que estamos en un momento crítico… Bueno, tan crítico como antes… Hay buenos cantautores que asumen la rebeldía y la resistencia como forma de vida, pero desgraciadamente no tienen apenas apoyo.

En septiembre estuviste en Portugal, en un encuentro internacional de Canción Protesta.

Fue pura emoción. Para mí, cantar en Grandola, homenajear a José Afonso, a José Mario Branco, al GAC…, personas que han significado tanto, ha sido muy emocionante… Viví en Portugal momentos importantes de su historia; poder volver a revivir todo aquello es algo que no pensé que podría realizar y se ha hecho realidad. También lo fue compartir escenario con Paco Ibáñez. De alguna manera yo me hice cantante cuando le conocí allá por el año 1970. Fue otro reencuentro en el lugar perfecto.

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