Emma Suárez, el poder del silencio en los Goya 2022
Sí, sí, ya sabemos que Penélope Cruz y Blanca Portillo captan esta noche todas las miradas como aspirantes al Goya 2022 a mejor actriz protagonista. Pero ‘El Asombrario’ se quiere detener en otra mujer, Emma Suárez (nominada por su trabajo en ‘Josefina’, la delicada y silenciosa película de Javier Marco Rico, también nominado en la categoría de mejor dirección novel), con la séptima candidatura de su carrera. Porque es la eterna veterana de la emoción, la que engulle los sueños de otros, sus pérdidas, sus alegrías, sus silencios y sus abismos.
Buscar tiempo para dedicarle a lo mínimo acaba siendo siempre un oficio ingrato, esa pequeña oración de la que aún no se conoce el destino cuando se comienza a silabear, un paseo en el que el cuerpo se llena de heridas que nadie se parará a recontar porque son tan pequeñas que creen que no serán importantes para su biografía. Y, sin embargo, se equivocan rechazando esa arriesgada acrobacia, porque lo mínimo es un idioma hablado por muy pocos y que también sirve para hablar de muy pocos seres humanos. Todos queremos estar bajo la luz y huimos cuando creemos que el invisible aliento de la oscuridad va a lamernos el cuerpo así como lamió el diablo el de Beatriz mientras Dante escribía La Divina Comedia.
Es evidente que la grandilocuencia y la vulgaridad aplastan el mundo, quizá sea por eso por lo que hace tiempo sueño con que llegue ese instante en que se premie la pulcritud de un gesto, por ejemplo, la caricia que una mujer moribunda, la excelsa María de la película Una ventana al mar, es capaz de entregarle a una roca aun sabiendo que está condenada a la agonía que implica la erosión. Sueño con que por una vez pierdan la partida los intereses creados, los hogares prefabricados en los que habitan los falsos dioses y se ice la bandera de la sencillez.
Madrid sigue ofreciendo un totalitario baile de máscaras, es ya la longeva cautiva de una fiera invisible y visible a partes iguales, mientras hago convivir al sueño y a la realidad, cuando comienzo a escribir estas líneas, este pequeño e insuficiente homenaje a la carrera vital y artística de una mujer que no le teme a los laberintos por muy estrechas que sean sus alamedas, que no le teme a la indiscreción de los límpidos cristales en los que quedarán para siempre expuestas las verdades propias, y las que otros le han confiado y le confiarán. Una mujer cuyos movimientos llevan décadas nutriendo la memoria de innumerables generaciones.
Porque Emma Suárez es, sin duda, la estrella que venció a la juventud y a sus veleidades, aquella que ha sido capaz de abrir en canal la densa mortaja que los calendarios cosen con firmeza alrededor del porvenir de demasiadas mujeres al interpretar papeles como el de Julieta, el de la ya mencionada María o el de Berta, esa mujer que nos enseña con una magistral delicadeza que a veces no vence quien gana, sino aquel a quien no le importa perder, en la maravillosa película Josefina.
Porque es la eterna veterana de la emoción, la que engulle los sueños de otros, sus pérdidas, sus alegrías, sus silencios e incluso esos abismos que absorben sus nombres, y que sin su intervención no formarían un cuerpo capaz de resucitar y de inducir a la resurrección. Emma define y señala el porvenir de muchos cada vez que entra en escena. Los señala y los coloca dentro de un círculo que antes de su voz y de su mirada era tan solo un espacio muerto. Tan muerto como ese mar sobre el que todos, en un rapto de infantilismo atroz, deseamos flotar como si todo pudiese comenzar de nuevo.
Porque Emma Suárez es mucho más que una actriz, es la melodía profunda, exacta, lenta, arriesgada, reflexiva y fructífera que Dios aún le debe a la mágica trompeta de Chet Baker.
Hay que dominar la naturalidad de la forma en que ella la domina para convertir en extraordinario el sibilino caos con que la desidia zarandea a quienes les presta el alma. Son muchas los personajes que ha construido, muchos ángulos los que ha habitado, muchos peligros emocionales los que ha corrido. No hay carrera de fondo como la suya en la historia del cine español, porque jamás se ha cansado de correr, porque jamás ha exhalado un mal suspiro mientras recorría el incierto camino hacía una meta que disfrutaba desapareciendo cada vez que ella la vislumbra.
Y es que la eternidad no depende nunca de nuestra voluntad, a veces la eternidad se alcanza por persona interpuesta, gracias a la acertada elección de un padre que lee el periódico y alarga sin miedo los juegos de su hija adolescente para modificar su porvenir y convertirla para siempre en un amanecer que sirve de continuo alimento a quien no teme mirar con fijeza, y sin protección a su luminosa y enriquecedora lengua.
Comienza a anochecer y aunque todavía queda muy lejos la posibilidad de hacer cualquier trato con Morfeo, remuevo el café como si ya estuviese dormida, como si sobre su superficie se hubiese construido un infalible espejo en el que veo reflejada la briosa silueta del número cuatro. Soñar es muy sencillo cuando es un coloso quien refrenda tu sueño. Por eso ya oigo el nombre de Emma resonando en mitad de la noche, por eso ya puedo contar sus pasos hasta el escenario, sentir cómo el bronce al tocarlo le recuerda a sus dedos que, a pesar del triunfo, quien manda en el mundo es el invierno, aplaudir las palabras de su coherente y enriquecedor discurso y certificar que será la sincronía de los números pares quien vendrá a besarnos cuando acabe la noche de este 12 de febrero.
Comentarios
Por Israel, el 12 febrero 2022
Muchísimas gracias Sonia por permitirme disfrutar de tu reflexión hacia una actriz que absolutamente es brillante.
Como geólogo, permíteme quedarme con este párrafo,
“la caricia que una mujer moribunda capaz de entregarle a una roca aun sabiendo que está condenada a la agonía que implica la erosión”
La erosión es uno se los fenómenos geológicos más importante, nemesis de la formación.
Sencillamente atemporal
Gracias!
Israel