‘Trouble in Tahiti’, la trampa escapista del sueño americano
El Palau de Les Arts de Valencia recupera la ópera ‘Trouble in Tahiti’, de Leonard Bernstein, con una magnífica puesta en escena de Ted Huffman, y la pone a disposición de los alumnos del centro de perfeccionamiento para que la interpreten. Una obra anticapitalista que pone en cuestión el sueño americano y que estará en cartel en Valencia, en el Teatro Martín i Soler, hasta el próximo día 13.
Resulta paradójico que Leonard Bernstein estuviera de luna de miel, tras casarse el 9 de septiembre de 1951, justo cuando empezó a componer esta ópera en un acto. Desde luego, el de recién casado no parece el momento ideal para idear y construir una obra que narra la desintegración de la típica pareja de clase media alta con casa en un coqueto complejo residencial de alguna de las grandes ciudades de Estados Unidos. Lo lógico hubiera sido cantar las bondades de la vida conyugal, pero no, el compositor prefirió situar el foco en la tristeza y la profunda sensación de fracaso que se había instalado en el día a día de Dinah y Sam –protagonistas de Trouble in Tahiti– tras algo más de diez años de vida en común.
Trouble in Tahiti es algo más que la radiografía de un día en la vida de una pareja que agoniza. También es una crítica al estilo de vida americano de posguerra. Una puesta en cuestión del sistema capitalista y, sobre todo, un juicio sumarísimo a una serie de convenciones sociales que se asocian con la consecución del sueño americano y, por extensión, con el manual occidental para conseguir la felicidad: trabajo fijo por cuenta ajena, matrimonio, descendencia y una bonita casa en algún suburbio alejada –pero lo suficientemente cercana– del bullicio de la gran ciudad.
En esta obra, Bernstein observa con mordacidad el mundo que le rodea, pero en el fondo, se esconde también una exploración dentro de su propia alma. La de un hombre judío, de izquierdas y que luchó casi toda su vida contra una homosexualidad con la que no terminó de sentirse cómodo. Tanto que su mujer, la actriz y pianista chilena Felicia Montealegre, le escribió en cierta ocasión una carta en la que, entre otras cosas, le decía: “Eres homosexual y nunca vas a poder cambiar. No admites la posibilidad de una doble vida, pero ¿qué puedes hacer si tu tranquilidad, tu salud, tu sistema nervioso, todo, depende de un cierto patrón sexual? ¿Qué puedes hacer? Estoy dispuesta a aceptarte como eres, sin ser una mártir. Probemos, veamos qué sucede si eres libre de hacer lo que quieras pero, por favor, sin culpas ni confesión. Nuestro matrimonio se basa en la pasión. Se basa en la ternura y el respeto mutuo”.
Esa lucha interna está presente metafóricamente en la quinta escena de Trouble in Tahiti en la que Sam canta reflexionando sobre la naturaleza de los hombres. Sobre cómo hay hombres predestinados al triunfo y otros al fracaso, independientemente de su esfuerzo o su empeño. Se nace ganador –como se nace homosexual- y por más adverso que sea el camino, tratar de cambiar esa naturaleza resulta algo imposible.
En noviembre de 1952, cuando Trouble in Tahiti fue emitida por primera vez en el programa Televisión Opera Theatre de la cadena NBC –cinco meses después de su estreno en la Universidad de Brandeis en Waltham, Massachusetts–, el crítico Ross Parmenter escribió que la obra “es más un boceto musical melancólico que una ópera”. 31 años más tarde, el propio Bernstein decidió incluir gran parte de esta partitura como un flashback y segundo de los tres actos de otra ópera mayor titulada A Quiet Place, una secuela de Trouble in Tahiti. Les Arts decidió incluir el prólogo y el post-ludio del primer acto de A Quiet Place e interpretarlos previamente a Trouble in Tahiti, de tal forma que se convirtieran en una premonición de lo que ocurrirá a los personajes tres décadas después tras la guerra de Vietnam.
Para subir a escena esta ópera en un acto y siete escenas, el director Ted Huffman (la producción, de 2018, procede de la Dutch National Opera) inventa un inteligente artefacto escénico. ¿Tener una casa con piscina no es uno de los epítomes del éxito en la civilización occidental? Qué mejor lugar entonces para situar la escena que en el fondo de esa pija, negra y brillante piscina que en la mente del espectador unas veces se antojará vacía y otras llena, ahogando literalmente los sueños de felicidad de la pareja protagonista.
Huffman además apuesta por el tan de moda teatro híbrido para su puesta en escena. Trouble in Tahiti es el título de una ñoña película de amor que la protagonista de la ópera va a ver a un cine en la sexta escena de la ópera. Tras criticarla duramente por “racista” y cursi, Dinah terminará sucumbiendo a la trampa escapista que se esconde tras esa fantasía de amor y exotismo. O lo que es lo mismo, toda su vida resumida en un instante en la oscuridad de una sala de proyección. Huffman hace que algunos de los personajes en escena manipulen una cámara de vídeo que se proyecta en la gigantesca pared del patio de la piscina. Vemos la realidad y el deseo al mismo tiempo. La verdad y la apariencia.
Tanto la pareja protagonista como el trío que la acompaña –haciendo casi las funciones de coro– fue interpretada por alumnos del Centro de Perfeccionamiento de Les Arts. Es de alabar que a estos jóvenes cantantes se les ofrezca la posibilidad de subir al escenario en esas condiciones absolutamente profesionales. El papel de Sam fue interpretado con mucha solvencia por el barítono Alejandro Sánchez. La mezzo Laura Orueta dio vida a la sufrida Dinah. En general, ambos cantantes estuvieron muy acertados tanto en lo vocal como en lo actoral.
El contrapunto al drama de la pareja lo ofrece un trío que Bernstein describía como “un coro a la griega de la radio comercial”, que canta con un paródico soniquete de jingle publicitario las loas del matrimonio, de los muebles de diseño y las virtudes domésticas de la vida en la urbanización residencial construida para albergar los sueños de los ganadores (y sus miserias). Mariana Sofía García, Xavier Hetherington y Carlos Fernando Reynoso interpretaron a los tres miembros del trío empastando perfectamente sus voces al tiempo que bailaban, se ocupaban de cambiar la escenografía y de filmar a sus compañeros para proyectar el resultado en la pared del fondo.
La dirección musical corrió a cargo de Jordi Francés para esta versión de orquestación reducida que data de 2009. Supo interpretar a la perfección una partitura que transita entre la música contemporánea, el jazz, el musical de Broadway y la música tradicional. En Trouble in Tahiti se escuchan levemente ecos de lo que un lustro después sería el gran éxito comercial de Leonard Bernstein, West Side Story.
Puedes consultar aquí las funciones de Trouble in Tahiti, aquí.
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