El paso del tiempo marca ‘Era’, el nuevo disco de León Benavente
El cuarteto León Benavente cumple su década de muy trabajada y bien acogida existencia y edita ‘Era’, su cuarto disco largo, nueva entrega de su característico rock y pop que integra electrónica de raíz analógica para dar alas a las eficaces melodías gobernadas por los ácidos e incisivos textos y la peculiar voz de Abraham Boba, balanceándose con naturalidad entre pasajes ora intensa y ensoñadoramente delicados, ora aviesamente industriales. Hablamos de su nueva entrega con el propio Boba, a la sazón vocalista, compositor de las letras y encargado de teclear el farfisa.
En otoño de 2020 empezabais a dar forma a este trabajo, ¿cómo ha cambiado la sucesión de los acontecimientos (esencialmente la irrupción del “sistema en pandemia”) el concepto y el acabado del disco?
Sería imposible mantenerse ajeno a los acontecimientos que te rodean cuando compones canciones. Desde este punto de vista, algo ha tenido que influir, aunque no de forma consciente. Es posible que existiese un nuevo disco de León Benavente si no hubiese habido pandemia, pero desde luego no sería el mismo disco que hemos publicado. Quiero decir que no es directamente un disco fruto del confinamiento; de hecho, compusimos la música juntándonos en períodos de diez días a lo largo de varios meses. Para movernos a hacer esta música necesitábamos permisos de trabajo, porque no estaba permitido viajar entre comunidades.
El título del disco, ‘Era’, aporta varias lecturas: del pasado del verbo ser, al punto de partida de una determinada cronología. ¿Cuál de ellos aúna mejor el concepto general del disco?
El hilo conductor del disco es el paso del tiempo. Buscaba una palabra corta y sonora que, de alguna manera, englobase ese concepto tan amplio de lo que deja de ser, de lo que se transforma y de todo lo que ello implica. En ese sentido la palabra ERA y su carácter polisémico me pareció muy adecuada para definir esta temática sin ambigüedad, pero con cierto tono poético.
La fusión que hacéis del rock con elementos electrónicos parece encerrar mucho trabajo de investigación detrás, ¿es así? ¿Habéis trabajado mucho en el laboratorio?
Sí, hubo un trabajo previo a la composición, sobre todo por parte de Edu, que dedicó mucho tiempo a investigar en las máquinas que suenan en este disco. Programaciones, cajas de ritmo, sintes y efectos que dan carácter a buena parte del álbum. Cuando nos juntamos para componer, él se centró en esta parte, dejando su instrumento habitual, el bajo, que pasó a tocar Luis. Eso hizo que desapareciese de la ecuación la guitarra, y buscásemos a través de otros instrumentos como el piano llenar ese hueco. Algunas canciones pasaron por tres versiones distintas. Las que más cambiaron desde la primera demo fueron Persona y Di no a la nostalgia. La última que grabamos en las sesiones del disco fue Mítico. Aquí cambiamos completamente las estrofas y parecía otra canción.
Comentadnos sobre las destacadas colaboraciones del disco: Tulsa en ‘Todas las letras’, Isa y Rodrigo de Triángulo de Amor Bizarro en ‘Te comes mi corazón’ y Philip Peterson en ‘La cámara de ecos’.
Siempre buscamos colaboraciones de artistas a los que admiramos y que pensamos que pueden aportar su punto de vista sobre la canción. En el caso de Miren Tulsa, es una gran amiga nuestra, ya había colaborado en el disco anterior, en un registro totalmente distinto. Vino al estudio sin saber qué canción iba a cantar. Al llegar se la pusimos y le sorprendió que la hubiésemos llamado para una canción así. Ella utilizó ese fraseo entre cantado y hablado que tan bien le sienta a esta canción tensa. Con Isa y Rodrigo, de Triángulo, trabajamos a distancia. Le enviamos una premezcla de la canción y algunas indicaciones, pero ellos prefirieron respondernos con unas pistas que daban una visión diferente sobre lo que teníamos en mente, establecieron un diálogo, con Isa reescribiendo sus partes del texto y Rodrigo intercambiando guitarra acústica y eléctrica. A Phillip le conocemos gracias a Fino Oyonarte (Los Enemigos), que había colaborado con él en su último disco en solitario. Es un violonchelista y arreglista muy cotizado en Estados Unidos, ha trabajado con gente muy potente. Le pedimos un arreglo de cuarteto de cuerda que grabó prácticamente él solo y también una coda que diese cierre al disco.
Entre las inspiraciones musicales para este disco se menta en el texto promocional a Dylan, The Beatles, Gainsbourg, T-Rex, Talking Heads, Pink Floyd y Einstürzende Neubauten… De alguna manera, todos ellos ‘viejos roqueros’ (título de una de las canciones del disco), pertenecientes a una generación de inspiradísimos creadores ¿Fue la suya la ‘era’ dorada de la que beber? ¿Permanecéis atentos a la actualidad musical a la hora de dejarse permear?
Somos personas que escuchamos en la misma proporción música de otras décadas y música de nuestros contemporáneos. Quizá todas esas influencias que citas están ya muy asimiladas por nosotros, por eso es más fácil que aparezcan de un modo u otro en nuestra música. Es una tontería pensar que en otra época se hacía mejor música, ha de haber una evolución y eso es lo interesante. Lo que no es tan interesante es el modo que tenemos hoy en día de consumir música. Todo es demasiado fugaz y no se presta la atención suficiente a las propuestas, ni tiempo a profundizar en los discos.
Una constante son las referencias a otras formas de arte. Películas, libros o performances artísticas pueden servir de inspiración. ¿Qué han de tener estas vertientes artísticas para terminar formando parte de vuestro universo creativo?
Para mí escribir canciones siempre ha tenido algo de collage. Siempre me ha gustado como oyente escuchar referencias a otras formas de arte en las canciones, gracias a eso he descubierto muchas cosas. Para mí todo forma parte de lo mismo, hace tiempo que no puedo ver una película o leer un libro sin pensar en que, en algún momento, algo me va a servir como idea para una canción. Estoy continuamente buscando estos referentes. Me ayudan a crear imágenes y a explicar temas apareciendo en otro contexto. Supongo que el único criterio por el que me guío es la emoción.
Con este trabajo vuestro y el nuevo de Nacho Vegas se escenifica la separación de caminos de ambas bandas. ¿Cómo se valora haber estado al servicio de las canciones del asturiano y cómo ha sido la separación?
Llevábamos hablándolo un tiempo, nuestras agendas empezaban a ser incompatibles y creo, además, que está bien que Nacho comparta sus canciones con otros músicos. Lo veo natural e incluso positivo dentro de las carreras de artistas en solitario. A mí su nuevo disco me parece una maravilla; además, por fin puedo escucharlo sin estar directamente involucrado en su elaboración. Nacho es uno de los mejores escritores de canciones que ha dado este país, ha sido una suerte poder compartir algunas de ellas con él tan de cerca.
Es sabido que, como banda, entre vosotros, Abraham Boba, Eduardo Baos, Luis Rodríguez y César Verdú os lleváis bien, que hay mucha complicidad. ¿Cuál es el secreto de esa relación? ¿Funciona más como hermandad o como un equipo profesional bien engrasado?
Supongo que el secreto es que el grupo sigue siendo el centro de nuestras vidas para los cuatro y eso, a esta edad, es difícil de conseguir. Nos conocimos trabajando en la música, pero cuando montamos el proyecto ya éramos muy buenos amigos. Ahora esa relación se ha convertido casi en familiar, pasamos mucho tiempo juntos y conocemos bien nuestras personalidades. Intentamos tratarnos con respeto y no perder las ganas de investigar, sorprendernos y hacer cosas nuevas. Eso nos mantiene vivos, en todos los sentidos.
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