‘Vacíos del Pasado’, las sombras de los pueblos vaciados de Castilla y León
Por mucho que algunos lo llamen “gobierno de estabilidad”, tiempos convulsos se han abierto paso en Castilla y León, donde lo reaccionario ha tomado asiento en las instituciones para venir a agravar los problemas de un territorio vaciado y abandonado. En estas reflexiones ando porque me duelen especialmente; nací en esa comunidad, aunque ya en las mismas lindes con Cantabria. Como pequeño bálsamo decido recuperar para ‘El Asombrario’ –que pretende no dejar de asombrar ni un solo día– un proyecto con el que me topé hace años y me interesó especialmente por sus múltiples significados, tan llenos de poesía como de contenido social. Quiero hablar de ‘Vacíos del Pasado’, intervenciones artísticas y obras de la soriana Gloria Rubio Largo.
Empezó a darle forma en 2010, inspirada por el libro El río del olvido, de Julio Llamazares. “Siempre tuve ahí esa cosa del vacío”. Pero hasta 2013 no comenzó a plasmar la idea.
Del vacío, de la soledad. Melancolía que no sería mala si se quedara ahí, en melancolía –es también seña de identidad y atractivo de la España interior–; el problema es que tan aguda se hace que se transforma en tristeza, decadencia, falta de salidas, de futuro. Madurez que se vuelve solo vejez.
En junio de 2013 comenzó a plasmarse Vacíos del Pasado en Fuentelfresno, un pueblo que estuvo a punto de desaparecer, que se quedó con una sola familia, dentro de una convocatoria abierta a proyectos artísticos. Gloria presentó con sumo cuidado el proyecto que con tanto cariño había ido trabajando. Y salió. Y las siluetas negras de una señora mayor, confeccionadas con fieltro, de tamaño natural, comenzaron a poblar las calles, las paredes de este pequeño pueblo soriano de solo 39 habitantes (empadronados, porque viviendo, Gloria no cuenta más de una veintena). Diez siluetas negras. “Vi que la gente mayor entendía perfectamente el proyecto, y eso me animó”.
Y de Fuentelfresno pasó al pueblo de su madre, Fuentestrún, ese mismo año, en agosto. También Soria, también pequeñísimo, 42 habitantes, cuando en los años 30 y 40 del siglo pasado llegó a los 400. Tasas de densidad de población de 4,35 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando la media de España es 94, la del País Vasco (Gloria estudió Bellas Artes en Bilbao), de 301; la de Madrid, 808. En Fuentestrún, Gloria añadió a las siluetas negras de mujeres mayores, otras 10 siluetas de hombres mayores. Una reflexión, una intervención tan austera como impactante –tan castellana– sobre el éxodo rural, el envejecimiento de la población, el vaciamiento de tan amplias zonas de la España interior. Quedan testimonios fotográficos de estas intervenciones efímeras, y la verdad es que impresiona contemplar esas sombras en la pared de una casa medio derruida, en la tapia de una iglesia, junto al portalón de una cuadra sin animales desde hace mucho tiempo ya.
Gloria aborda así su proyecto, para sí: “Me siento extrañamente identificada con este tipo de lugares. La soledad y la reflexión que aportan en sus entrañas no las dan los lugares más habitados, llenos de ruido y de gente”. “Trabajar en un pueblo en vías de deshabitación es trabajar sobre las sombras de la sociedad de consumo, de la sombra de nuestro pasado no podemos deshacernos. Lo abandonado, lo desechado, lo descartado, lo usado es nuestra sombra”.
Nunca las sombras pueden transformarse en sobras.
Aparte de ese despliegue de figuras negras, Gloria amplía el proyecto artístico excavando esa silueta en cada pueblo, y con esa tierra recogida realiza obras pictóricas y plásticas. “La tierra se trata cual pigmento, el color identificará el lugar de donde se ha extraído”. Sombras, pasado, memoria asociados con el color de la tierra de su tierra.
“La presencia de la silueta nos hace reflexionar sobre la no presencia de las personas, nos hace pensar, incluso imaginar, en las que estuvieron, pero ya no están. Es un no querer olvidar ciertos momentos pasados. Momentos pasados que, según una tendencia de pensamiento propia de los nostálgicos y algo melancólicos, entre los que me incluyo, son momentos mejores o más felices, más puros y vinculados a cierto equilibrio en lo natural y lo personal. Sin que necesariamente sea realidad. La inocencia perdida por el progreso está presente en la poesía de la sombra, el vacío del pasado, que se incorpora a lo ya abandonado sin marcha atrás, a la destrucción de las cosas y lugares que ya no usamos”.
Es la economía del usar y tirar en una nueva expresión, incluso mucho más dura que la que aplicamos al consumo de productos: el usar y tirar de lugares, de la memoria, de la historia. ¿No deberíamos aplicar aquí también, e incluso con más ahínco, algo del pensamiento circular del que últimamente tanto hablamos?
Ese mismo año, 2013, llevó sus Vacíos a Urex, un pequeño pueblo también soriano, junto a Medinaceli, en ese momento solo habitado permanentemente por una familia. Aquí Gloria, para no caer en la desesperanza total y aportar un destello de futuro, ya que Urex se dinamizaba gracias a unos Encuentros artísticos, añadió la silueta de una niña pequeña a las de la señora mayor y el señor mayor.
Tras cuatro años de parón, replanteamiento y reflexión, Vacíos del Pasado dio el salto a otras provincias de Castilla y León. En 2017, gracias a una beca de la Fundación Villalar, sus sombras poblaron por unos días estos otros pueblos: Tabanera de Cerrato (Palencia, 137 habitantes); añadió la silueta de un hombre mayor con boina. Encina de San Silvestre (Salamanca, 110 habitantes); añadió la silueta de una mujer de mediana edad; aquí es donde más sombras ha llegado a colocar, más de medio centenar. Por fin, Ambasguas de Curueño (León, 67 habitantes), y decimos por fin porque este es el pueblo de El río del olvido, de Llamazares, manantial de todo el proyecto, y Gloria sentía que se lo debía; aquí añadió la silueta de una mujer embarazada. Más los pueblos de La Ruta del Color (Segovia), sobre todo en Martín Muñoz de Ayllón (6 habitantes censados en 2020) (se presentó el proyecto en la interesante galería AP abierta en esta localidad) y en Serracín (12 habitantes); aquí la novedad fue la silueta de un chico joven.
Y el recorrido termina prácticamente ahí, porque en marzo de 2020 estaba prevista la intervención en Barruelo de Santullán (Palencia), un salto importante, porque esta localidad ya pasa de los 1.000 habitantes; pero ya sabemos todos lo que sucedió en marzo de 2020. Y estos Vacíos del Pasado por el momento ahí se han quedado, congelados, fundidos en negro, como la comunidad. El Asombrario no quería dejar de recoger estas sombras y darles un poco de sol.
Eso sí, entusiasta como es, la cabeza y las manos de Gloria –que vive en el pueblo de Fuentecantos, 54 habitantes, cerquita de Soria ciudad– siguen trajinando, cómo no, en torno a lo rural y a lo efímero, como la instalación que montó en Presura (Feria Nacional para la Repoblación de la España Rural) recogiendo palabras en torno al hashtag #soyruralpositivo o los paisajes collage que crea a partir de viejas arpilleras.
Tierras, sombras, palabras, ilusiones que cuesta sacar adelante, pero ilusiones sólidas, nada líquidas, pueblos que se van vaciando, melancolías de una Castilla en suspense, en sombra, el cielo gira detenido.
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