Haoua Touré, dar nueva vida a los plásticos en la mítica Tombuctú
Desde el corazón del desierto, Tombuctú, en Mali, un proyecto impulsado por la energía de una mujer infatigable, Haoua Touré, ha llegado recientemente hasta el primer premio Tierra de Mujeres, convocado un año más por Yves Rocher. La empresa francesa, en la edición de este año, ha reconocido su inmensa labor por el empoderamiento de la mujeres saharianas a través de una iniciativa ambiental cuyo objetivo es el reciclaje de los envases plásticos que inundan las orillas de la curva del río Níger.
“Estoy muy feliz y muy agradecida por este premio, que permitirá a la asociación Gouna Tiere mejorar nuestro trabajo. Allí no tenemos casi recursos y tampoco ayuda externa para ponerlos en marcha, pero vamos a seguir adelante hasta que logremos que sea sostenible vendiendo los productos que hacemos de esa basura. La vida no es fácil en Mali y este trabajo nos une y nos da fuerza”, contaba Haoua unos días más tarde de recibir el reconocimiento en Madrid. Apenas horas después regresaba a la legendaria ciudad imperial que León el Africano descubrió al resto del mundo allá por 1520, un lugar deseado por los exploradores a lo largo de los siglos que hoy, de nuevo, sucumbe en el olvido.
Desde que en El Asombrario contamos hace año y medio el empeño de Touré y sus vecinas por recoger los plásticos de todo pelaje que en los últimos años les llegan con los productos más variopintos tras cruzar el desierto, algunas cosas han mejorado desde entonces para la asociación Gouna Tiere, pese al difícil contexto político y social en el que nació, tras los ataques islamistas, en 2018. Tras recaudar fondos con dos exposiciones de la pintora española Irene López de Castro, su amiga y valedora más allá de Mali, y gracias a algunas donaciones privadas enviadas al país con la colaboración de la ONG Alianza por la Solidaridad, Touré adquirió una máquina que hoy les permite triturar el plástico en condiciones más seguras que antes. Un gran paso en su camino al reciclaje total.
Como todo en esa zona del mundo, fue complejo llevar el equipo hasta Tombuctú, navegando río arriba en un cauce en el que es fácil ver hipopótamos y cocodrilos, cruzando una zona asediada por la violencia extremista y con una pobreza que aumenta al mismo ritmo que las continuas sequías. Pero se logró. Haua también consiguió tres moto-carros, donadas por los cascos azules de la Minusma –la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí–, que ahora utilizan en la recogida de la basura por las calles de la ciudad, que antes realizaban con carretillas manuales y animales de carga. Así han recogido ya en estos cuatro años unas 25 toneladas de plásticos, que ya tienen una nueva vida muy distinta a la que les encaminaba hacia el océano.
Tal fue su empeño en movilizar voluntades, que finalmente la municipalidad de Tombuctú, que poco o nada hace por recoger los desperdicios reciclables de sus 55.000 habitantes, les cedió un lugar donde poder realizar su actividad, un lugar a cuatro kilómetros de la ciudad, que aún no tiene electricidad ni agua y que ahora están acondicionando. “Estaba en malas condiciones, pero hemos levantado un muro utilizando las propias botellas y neumáticos que hemos recogido. Un problema añadido es que está sobre las dunas, y no es fácil acceder con la carga, pero queremos mejorar ese acceso. Esperamos que los 5.000 euros de este premio nos sirvan para hacer un pozo y tener agua y en el futuro ojalá consigamos más recursos para poder instalar las 20 placas fotovoltaicas y tener electricidad que necesitamos”, va enumerando Haua.
En la actualidad, en Gouna Tiere trabajan ya ocho animadoras, dos supervisoras, un administrador y 36 recolectoras, que cada día salen a recoger los plásticos, organizadas por zonas. En cada jornada, asegura Haua, sacan de las calles cientos de kilos de esta basura perenne que entró en sus vidas sin pedir permiso y entre la que reinan las botellas de plástico, bidones de aceite para las motos y vehículos, envases de cosmética, materiales de trabajo, embalajes… “Hoy todo nos viene en plástico y las cosas se rompen con facilidad y todo eso llevaba años acumulándose. Toda África la tenemos inundada de pequeñas bolsitas de plástico negras en las que nos venden raciones de alimentos o cualquier otra cosa. Son una plaga”, nos dice sobre un asunto sobre el que no es fácil encontrar cifras porque, en todo el continente, casi nadie se ocupa de recogerlas. Sirva de pista que Lagos, la megaciudad de Nigeria de casi 16 millones de habitantes, produce 2.250 toneladas de plástico al día, según una empresa de reciclaje local. Extrapolado a la población de Tombuctú, unas 7,5 toneladas cada jornada.
Nos muestra en el móvil las fotos del resultado. Lo inservible y contaminante, convertido en estatuillas que recuerdan los tiempos de las caravanas de camellos y también decenas de baldosas que evitan los barros en caso de lluvias. Algunas instituciones, como la Asamblea Regional de Tombuctú, se han comprometido con el proyecto y ya les han comprado 8.000 baldosas de reciclaje. También han hecho papeleras, de forma que cierran el círculo: se promueve la recolección que luego se reconvierte en nuevos objetos. “El objetivo es que nos dé para vivir a las mujeres implicadas. Para que esto se mantenga, hay que pagarlas”, subraya.
El jurado, del que formaba parte María Jesús Rodríguez, directora general de Biodiversidad, Bosques y Desertificación, y Pilar Tena, directora del Instituto Cervantes en los Países Bajos, entre otras representantes de Ecoembes, North Sails, la Asociación Women Action Sustainability, la actriz María Adánez y Omar Chtayna, director general de Yves Rocher España, entre otras, ha reconocido ese valor ambiental y social, pasando a formar parte de las 500 mujeres premiadas en todo el mundo por esta dedicación en los últimos 20 años.
Huertas en Valencia y Árboles en Granada, también con premio
Hubo, además, otras dos premiadas. El segundo premio fue para Lucy Polo, al frente de la asociación a favor de la igualdad Por ti Mujer. Su proyecto Huertas urbanas en clave de género recupera la huerta valenciana y su paisaje natural a través de la agricultura tradicional y ecológica, favoreciendo la inserción socio-laboral de mujeres en riesgo de exclusión y promoviendo la convivencia intercultural y el trabajo en equipo.
El tercero se lo llevó Lola Ortega, de la Fundación Árboles contra el Cambio Climático, de Granada, una provincia con gran déficit de arbolado. Su proyecto de reforestación comenzó tras el incendio que afectó al paraje de la Alhambra y, desde entonces, han realizado más de 6.800 plantaciones. Además, disponen de un vivero forestal donde han cultivado más de 4.000 plantas a partir de semillas recogidas por voluntarios.
Mujeres Valiosas, Anónimas y Sin Fronteras. Así, con mayúsculas.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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