‘Amor’: “No soy guapa, se acostaban conmigo”

La escritora Maayan Eitan, autora de la novela ‘Amor’.

Una joven prostituta recorre de noche una ciudad que podría ser Tel Aviv. Se hace llamar Libby, que quiere decir “corazón mío” en hebreo. La miran tanto los hombres como las mujeres. “No soy guapa, se acostaban conmigo”, repite como un salmo o una confesión. Esta novela, estreno literario de la israelí Maayan Eitan, causó gran revuelo en su país cuando se publicó. Su testimonio ‘Amor’ lo ha titulado como una provocación– es uno de los más salvajes que he leído. Un libro lleno de palabras soeces, heridas que supuran, un laberinto emocional turbio e hiriente.

Hay ensoñaciones literarias que cavan un profundo túnel en la memoria del lector. Que provocan desasosiego, ira, susceptibilidad, tristeza e indefensión. Páginas de libros que vuelan sobre él como buitres hasta hacerle caer en una muerte súbita que le haga posible soportar lo que lee. Confieso que he debido leer dos veces Amor, de Maayan Eitan para llegar a esta conclusión.

Confieso que en una primera lectura me pareció un engorro caprichoso fabricado por las manos de una muchacha con demasiados masters y con la crítica muy de cara. Sin embargo, también confieso que, tras esa segunda oportunidad, me ha parecido un libro que hay que leer, porque su testimonio, a veces embargado por un hálito de desconexión que invita ciertamente a dejar de leer, es uno de los más salvajes que he leído.

Nada es verdad y nada es mentira en este libro de complexión delgada. Todo es creíble y todo es increíble, a priori parece una rabieta en la que la protagonista desata su lengua para colmarla de exabruptos, de palabras soeces, en una salmodia que a ratos cansa y cuyo único objetivo parece ser el de liberar a la escritora de su buen estatus. Suena a trasgresión estilística y a poco más, al juego aventajado de quien habita sobre la blanda espalda del privilegio. Pero pensar o quedarse solo con esa impresión sería cometer un error gravísimo, porque Amor es un grito afilado, la herida que se provoca dentro de la parte más viva y más verde de un árbol genealógico. De esa parte que jamás se pensó que pudiera pudrirse. Hay padres que se olvidan de lo que son y no consiguen dejar de ser los hombres que eran antes de que la obligación y el respeto hacia sus hijas sea su nueva vida, su nuevo modus operandi. Y de eso habla Amor, un libro mayúsculo que en cada página habilita un manual de supervivencia, a pesar de que no contiene palabras al uso, sino heridas que supuran:

“Había una familia, o la hubo en tiempos y la olvidé. Un padre, una madre y un bebé, una niña tan callada que cualquiera podría creerla muerta, en la cama a la luz de la mañana”.

“Crecer fue un error, lo comprendí después, error que jamás podría reparar, aunque lo intente”.

Amor es un laberinto emocional tan turbio como esos estanques de los que siempre acaba por desentenderse el verano por miedo a que afeen su perfección. Es un testamento de esclavitud extrema, pese a la multitud de episodios, de viajes y de noches de larga mirada que habita Libby, su doliente protagonista. A ratos una mujer y a ratos una caricatura que se escuda en ese lenguaje sórdido y soez en el que siempre incurre quien ya no puede contar más heridas.

Eitan alterna mentiras y verdades y las hace balancearse sobre la mirada de quien lee en una alternancia aterradora y subyugante. Su protagonista es una Sherezade sangrienta y al mismo tiempo inocente, que hace las delicias del espectador. A ratos es niña quieta y a ratos mujer desaforada. A ratos inquilina de la lucidez y a ratos maestra de la locura más activa y atractiva. Eitan no acepta ese término medio en el que suelen deambular los personajes de las novelas. Su personaje es extremista por antonomasia, lo es en el lenguaje, lo es en los hábitos, lo es en las dudas y en las certezas. Y crea para ella un circunloquio agónico e hiriente, pero también ávido de compasión.

Amor es un libro desconcertante, pero al mismo tiempo centrífugo. Presenta esa forma de arrogante impostura con que el doliente decide contar su tragedia. Esa provocación sobre la que subyace lo más impúdico y al mismo tiempo la herida totalitaria que inflige el abuso por parte del padre. Ese hombre que hace de la niñez una trampa mortal y de la madurez una cárcel inhóspita e infectada de demonios.

Eitan sabe que el lenguaje es todo y por eso lo convierte en una gota que horada el estómago del lector, que lo zarandea como zarandea la piedad a quien no la busca:

“Mentíamos. Las mentiras se nos borraban de los labios como la sombra de ojos azul se borraba de los párpados de las muñecas de porcelana en la cadena de montaje”.

Eitan sobredimensiona los plurales para que la singularidad de su personaje principal sea esa serpiente capaz de alcanzar los rincones más recónditos de la memoria. Eitan nos aprisiona con ese falso equilibrio entre suicidio y prostitución que mantiene en pie a demasiadas mujeres.

Amor es un monstruo construido con el dolor de muchas mujeres. Mujeres que caen en las redes de la desesperación, aunque se piense que se mueven con total libertad. Su protagonista parece una mujer desinhibida capaz de los peores vicios, pero tan solo es la niña que no entiende la heráldica de su piel:

“Las blusas de seda se me pegaban, húmedas, a las muñecas y se me estropearon por completo. Regresé al cabo de tres días. Los hombres me miraban. Me compraban regalos, me daban dinero. Me reía a carcajadas cuando me soltaban piropos. No soy guapa. Se acostaban conmigo; se quejaban con un mohín cuando me corría. Llevaba medias de encaje”.

Estilísticamente es brutal, una sima que exhala el aliento agrio y dolorido de muchas mujeres y que sin saber el porqué, y contradictoriamente, es un punto magnético para algunas de ellas  y, por consiguiente, el maná para un inagotable desfile de hombres:

“Habían estudiado en las mejores universidades del mundo, escribían libros, poemarios. Se corrían en mi boca, en mis nalgas, en mi vientre o en mis pechos. Su semen era espeso, maloliente y casi oscuro. Recogía mi ropa lentamente a pesar de que a ellos se les cerraban los párpados y ya no me miraban”.

Eitan habla de los abusos infantiles y de la nociva revolución/ involución sexual que conllevan, y de que cada vez hieren más y de cómo convierten en un agujero negro la identidad de quienes los sufren. Cada una de sus frases posee una belleza malintencionada que interacciona con el dolor de la protagonista,  que lo completa a la perfección y que no deja de retroalimentarlo hasta convertirlo en un discurso habitado por un ejército de sombras que se comportan con una entidad e identidad deslumbrantes:

“Durante un momento pude imaginar que las lágrimas y el dolor se materializarían en algo verdadero entre nosotros. Error. La verdad era otra mercancía que no me interesaba, un espacio vacío en el que al final sólo cambian el semen y la ira”.

No es Amor un libro cómodo, sino un artefacto que te solivianta. Un artefacto para ser manipulado con tanta precaución como ímpetu. Es un rayo lento del que no imaginas su poder hasta que lo tienes ya metido en la carne. Es posible que los maledicentes piensen en este libro como en una suerte de autobiografía, creo que se equivocan, hay demasiado ruido, demasiada contaminación emocional como para pertenecer a una sola vida.

Quizás Amor también sea una oración, pero ¿quién podría creer en Dios y en las huecas palabras de su testamento después de haber leído este libro? Yo, desde luego, no.

‘Amor’. Maayan Eitan. Traducción de Gerardo Lewin. Periférica. 106 páginas.

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Comentarios

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 29 junio 2022

    La familia, el lenguaje, el olvido y el silencio

    “Había una familia, o la hubo en tiempos y la olvidé. Un padre, una madre y un bebé, una niña tan callada que cualquiera podría creerla muerta, en la cama a la luz de la mañana”.

    El lenguaje zarandea como zarandea la piedad a quien no la busca, a esa niña tan callada que cualquiera podría creerla muerta, en la cama a la luz de la mañana.

    Busquémosla. Lo intentaremos. Bastaría con eso. ¿Bastaría con eso? Bastaría con eso.

  • koldomogosalce@gmail.com

    Por koldomogosalce@gmail.com, el 30 junio 2022

    Estooooo, no he leído ese libro, pero por tucomentario me parece muy prescindible. Es un cacao mental, parecido a una diarrea. Buen día o noche o tarde.

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