El ‘feísmo gallego’, devorador de fantásticos paisajes

La ermita de San Cosme y San Damián en Ourense, rodeada de altos edificios. Foto: Iria Cortizo.

Seguimos nuestra serie de ‘Lecturas de Verano’ a partir de exitosos libros publicados en los últimos meses con un fragmento de España fea. El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia’, ensayo de Andrés Rubio publicado por la editorial Debate. Tan crítico como necesario, un libro que por fin dice muchas verdades sobre nuestro país y se aleja de la estéril condescendencia. Hemos elegido esa parte que habla del ´feísmo gallego’.

Para denunciar el feísmo, el arquitecto Carlos Henrique Fernández Coto creó en las redes sociales a partir de 2011 las páginas Maltrato da paisaxe y Canibalismo urbanístico, a las que los usuarios han enviado para ser publicadas más de doscientas mil imágenes, según sus cálculos. Por su parte, el periódico La Voz de Galicia publica desde 2007 una sección bizarra titulada «Chapuzas Gallegas». Las fotos que aparecen (con una temática que incluye el reciclaje de bañeras, tambores de lavadoras, tazas de váter, puertas de ascensores, neumáticos, colchones…) son testimonios de la mirada tan escrutadora como paródica y despectiva de los lectores, y reflejan a veces soluciones mucho más imaginativas de lo que a primera vista pudiera parecer. Como esos doce somieres inclinados que sirven de valla de un sembrado y recuerdan las obras seriadas de grandes artistas españoles como la madrileña Elena Asins o el murciano Isidoro Valcárcel Medina. Los somieres aparecieron en la portada del periódico en 2017 para celebrar los primeros diez años de “aquella sección infame”, como la ha calificado la investigadora en temas gallegos Helena Miguélez-Carballeira. Un escaparate de los excesos simbólicos que sirven para tratar de entender el fenómeno del feísmo. Pero, sobre todo, el fenómeno político donde en detrimento del bien de todos se toleran las fantasías del osado individualismo de los diletantes, sin que se aporten alternativas desde la cultura para convertir en hallazgos las —en algunos casos— grandes habilidades de los artesanos secretos. Ejemplos que sobre todo reflejan la devastadora desvalorización ideológica del mundo agrícola y sus aportaciones culturales simbióticas, imprescindibles para entender la realidad, abocados sus protagonistas a una cada vez más injusta marginación.

Con una admirable herencia ilustrada, de Ramón María del Valle-Inclán a Rosalía de Castro, una gran paradoja se pone de manifiesto. Recorriendo la geografía gallega y la de las comarcas aledañas hasta Portugal por el sur, y el occidente de Asturias y El Bierzo leonés por el este, el feísmo es una marea gigante en expansión descontrolada, un tsunami que aplasta un valiosísimo legado y cuyo coronamiento piramidal tiene un nombre: caciquismo. O desregulación. O corrupción. O incultura. O autolesión. O, coloquialmente, sálvese quien pueda. La frase de Ruskin “un solo hotelito dañará con frecuencia todo un paisaje” adquiere en Galicia dimensiones aterradoras. Una tradición de artimañas y componendas, el terrible legado del que serán víctimas las generaciones venideras y que hace más difícil todavía la posibilidad del retorno.

A pesar de todo, algunos especialistas muestran cierto optimismo respecto al feísmo gallego, buscando poner en valor las alteraciones a los modelos constructivos canónicos que los paisanos han ido inventando para resolver los problemas prácticos que les iban surgiendo. Sin atender a normativas, sin necesidad de instituciones encargadas de supervisar, fomentar, mantener y preservar la calidad de la arquitectura y el paisaje. Todo se fue haciendo sobre la marcha, y se trataría de reivindicar este planteamiento en lo que pueda tener de resolutivo en la escasez, imaginativo y hasta sentimental. El arquitecto Iago Carro, miembro del colectivo de investigación urbana Ergosfera, ha reivindicado esa reutilización con otros fines de los elementos desechables.

Es una aproximación posible, en la que una vez reconocida y asumida su ubicuidad, de lo que se trata es de empatizar, ya que no queda más remedio. En 1960, Robin Boyd, en su obra The Australian Ugliness (La fealdad australiana), lo formuló de una manera irónica y precisa que puede ser aplicable a Galicia: “Cuanto más grandioso y salvaje el escenario natural, más mezquino y pretencioso el escenario artificial: así no hay posibilidad de comparaciones odiosas”. Con una violencia insólita, esa mezquindad de los escenarios no naturales de la que habla Boyd asola Galicia.

La magnificencia paisajística de los bosques autóctonos, castaños, nogales, cerezos y otros árboles, rima a escala admirable con los ejemplos que aún quedan, cada vez menos, de la casa tradicional gallega, con su precisa gramática de materiales, clima y geografía. Estos entornos de grandes cualidades ambientales, plegados a los ritmos de la naturaleza, tienen una continuidad y alcanzan su cénit en los jardines de algunos conjuntos monumentales, con el despliegue de especies botánicas como los magnolios de hoja caduca o los rododendros de Nepal, o de caprichos como los laberintos de árboles de camelias, o de macizos de boj en forma de concha de vieira como los del claustro del pazo de San Lorenzo de Trasouto, a las afueras de Santiago de Compostela. Para disfrutar de una atmósfera absorbente en un microcosmos verde, vale la pena conocer los jardines, setos, huerto y estanque del pazo de Oca, en La Estrada, Pontevedra.

Paisajes fantásticos todos ellos que, a lo largo del territorio, se ven interrumpidos aquí y allá por plantaciones de eucalipto, símbolo de la codicia y el dinero fácil (árboles de crecimiento rápido que destruyen rápidamente los nutrientes del suelo y van destinados principalmente a la industria papelera), roturaciones indeseables y cambios inmotivados en la vegetación que vulneran el cromatismo. A lo que se une la continua aparición de casas que resultan incongruentes, resultado de una construcción a la vez ávida e ignorante que se da de bruces con lo existente, y, en los núcleos urbanos, edificios de pisos horriblemente proyectados, sin relación con un trazado, levantados con materiales de baja calidad, mal elegidos y peor combinados, que no respetan los principios básicos de equilibrio volumétrico, la unidad de actuaciones y parámetros edificatorios. Elementos que hablan de corrupción, de política clientelar, de permisos municipales entregados con prevaricación o totalmente a la ligera, de inexistencia de inspectores urbanísticos, de falta de debate político y social en una región de persistente voto conservador, de desprecio hacia la arquitectura y el paisaje, de desconocimiento de alcaldes y secretarios de las mínimas nociones de gestión urbana, de vecinos iracundos que se salen con la suya amenazando. Son los promotores y sus abogados expertos en transgredir la maraña de normativas, en un proceso de urbanización monstruoso y carente de garantías correctoras, los principales responsables; ellos y, una vez más, los agentes de la Administración, los políticos municipales y de la comunidad autónoma, los arquitectos mercenarios sin ideas y ni siquiera iniciativa a la hora de aplicar modelos tipológicos con los que lograr al menos una arquitectura con un mínimo de jerarquía compositiva, todos cómplices de un proceso que solo puede generar impotencia.

 

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Comentarios

  • luis

    Por luis, el 02 agosto 2022

    Otro con vision colonizadora tipica de españolito sobre Galicia, los paisanos acusados del feismo por usted, son los que han construido el paisaje, que no es natural, no hay un solo metro cuandarado no tocado por la mano del hombre y tambien las magnificas y bellisimas construciones tradicionales, habiendo una variedad en Galicia de este tipo de construciones que pocos lugares del mundo tienen. Lo que mayormente destroza nuestro paisaje, son postes de la luz y de telefonia, con multitud de cables por todos lados en medio de conjuntos monumentales, o cuando vamos por un rio las moles de hormigon de los embalses, por no hablar de molinos eolicos y las co struciones especulativas promovidas por los gobiernos españoles. En fin que los colonizadores españoles que destrozaron nuestro paisaje, ademas de atacar nuestra lengua y cultura, ahora culpan a los campesinos gallegos de esta destrucion

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