Isabel Garzo: la lucha de lo que eres y lo que dicen que eres

La escritora Isabel Garzo. Foto: Víctor Seco.

La periodista, comunicadora y escritora Isabel Garzo ha publicado con la editorial Demipage su tercera novela, ‘La habitación de Dafne’. Sobrina de Gustavo Martín Garzo, la autora practica un tipo de escritura de la experiencia, con un marcado sentir humano donde la soledad está presente, y en la que los personajes crecen. En esta novela, una familia se muda a un país, la isla Átona, en el que todo tiene que registrarse en el Sistema, y siempre tiene que contar con la presencia de otra persona para corroborarlo. Una especie de distopía lingüística. Garzo consigue plasmar una literatura que cuestiona, que nos hace reflexionar sobre lo que somos. Y eso la convierte en una autora a tener muy en cuenta.

‘La Habitación de Dafne’ es una novela que trata muchas cosas, tiene muchas capas y abarca muchos niveles. Pero es una novela muy de la familia. Las hermanas (Cora y Dafne) constituyen un núcleo. ¿Es una obra muy nuclear?

Creo que plantea una conversación que todos tenemos con nosotros, más que con la familia, más que con una hermana. Aunque ahora esté representada así, con una hermana, en esta novela. Pero es una conversación que tenemos con nosotros, sobre quiénes somos. Normalmente nos intentamos definir con una etiqueta, con una palabra, o con muy pocas, porque creemos que se nos pide que seamos una cosa. Y tenemos continuamente esa conversación con nosotros mismos, sobre todo aquello que no somos y queremos ser, y que nos resulta mucho más atractivo que lo que uno es, o lo que nos han dicho que somos. Entonces creo que el núcleo, como tú decías, es ese tira y afloja, entre lo que tú quieres ser, esa persona que tú quieres ser, y la persona que los demás te dicen que eres. Que a veces es la misma, y a veces no.

Garzo nos explica que su novela “habla todo el rato de la intimidad de Cora”. “Es una novela muy intimista, que habla de sus sentimientos en cada paso del camino. Pero ella está en un sitio en el que no existe la intimidad, todo eso que ella piensa, o siente, ni importa, ni vale, ni lo puede compartir con nadie”. Y nos cuenta que “como decía Murakami, escribir una novela es como abrir un grifo. El tiempo que tú estás escribiendo, el grifo está abierto y allí incluyes tus experiencias, emociones que pasan por tu camino. Si lo tienes abierto seis meses vas a vivir unas cosas, si lo tienes abierto dos años vas a vivir otras. Y tú mismo eres otro. Entonces, creo que es enriquecedor para la novela, porque puedes incluir muchas más perspectivas diferentes, porque estás hablando sobre ese mismo tema desde distintas facetas de tu vida. No es una foto de tu reflexión en un momento puntual, sino que es un grifo”. Una curiosa e interesante teoría narrativa. Quizás naif, pero con toda esa carga de la experiencia.

“Aquí el tema no es el amor. Lo que me interesaba era saber cómo Cora cambiaba su percepción sobre sí misma en esos episodios. Y en ese sentido, a mí me habría dado igual que se hubiera enamorado de un hombre, de una mujer, o de dos… La idea era cómo le van influyendo las cosas a nivel personal, y cómo Cora se siente cuando de repente alguien la acepta como es. Cora tenía todas las papeletas para ser muy fan del Sistema, porque era una persona muy organizada. La teoría le gustaba mucho”, señala Garzo.

¿Y por qué el nombre de Átona?  ¿Por una sociedad que no tiene tono, no tiene matices?

Pues precisamente por eso. Hay sílabas tónicas y sílabas átonas. Las que tienen el acento y la fuerza son las tónicas, y las átonas no, son planas. Entonces, un mundo en el que no se puede imprimir sentimientos, ni ningún tipo de matiz a tus palabras, es un mundo más plano. Lo que pretendía montar Átona era muy artificial. Lo que le faltaba a Átona, y lo que hacía que fuera imperfecta, es aquello que sólo podemos poner los seres humanos.

¿Te ha servido esta novela de reflexión para ordenarte sobre las relaciones, la familia…?

Es uno de mis libros más personales en cuanto a eso. Todos los libros tienen ese punto de ordenar; a muchos autores le sirven. Y aunque el libro no hable de mí, sí aparecen muchos temas que me interesan: el lenguaje y cómo el lenguaje puede influir en nuestra realidad y modificarla, y esa lucha con tu identidad, con lo que eres y con lo que dicen que eres. Sí hay muchas cosas mías en muchos personajes. Y era algo que necesitaba escribir. Siempre escribo porque lo necesito, nunca he escrito forzándolo, por suerte o por desgracia tengo otros trabajos.

Vas a las raíces. Porque al final la humanidad sin memoria no es nada. Perder la memoria es como perder una parte de ti.

Al final, si tuviera que elegir un tema transversal, sería: ¿Qué es lo que nos construye? ¿Las palabras que nosotros nos decimos a nosotros mismos? ¿Lo que nos dicen los demás? En mi primera novela, Las reglas del olvido, hay una chica que se despierta sin memoria. Es la misma, pero lo que yo soy está muy condicionado por lo que he vivido. Si olvido todo lo que he vivido, ¿me gustarían las mismas cosas, las mismas personas?

¿Qué supone ser sobrina de Gustavo Martín Garzo? Que te haga un prólogo…

Fue muy generoso escribiendo el prólogo de Los seres infrecuentes. No tenemos una relación muy cercana, porque él vive en Valladolid. Es tío segundo. No es hermano de mi padre, es primo de mi padre. Nos conocemos de eventos familiares, de cuando presenta sus novelas… Pero no tenemos una relación cercana, sí profesional de cuando empecé a hacer mis pinitos con la escritura, siempre fue muy generoso. De hecho, recuerdo que, cuando escribí mi primer cuento, se lo envié y me respondió con multitud de sugerencias y apreciaciones, que me fueron súper útiles. No tenía necesidad de dedicarme ese tiempo y fue muy generoso.

Cuando publiqué Los seres infrecuentes se lanzó a leerlo y escribirme ese prólogo, que es precioso. Y dio una visión de mi novela que no se me había ocurrido, muy poética. De Gustavo admiro mucho su valentía. Recuerdo cuando empecé de pequeña a leer sus primeras obras, cuando era mucho más joven, como La princesa manca, y recuerdo que pensaba: “¡Ah, que se puede escribir sobre eso!”. Pensaba que había unas reglas en una novela, y que tú no podías dejar llevarte así, por la poesía y la imaginación. Y recuerdo que pensé: ¡qué bien que se pueda escribir así! Es una persona admirada y me encanta leer cada nueva obra suya.

¿Te ves escribiendo no ficción?

Me veo escribiendo algo sobre lenguaje. He escrito muchos artículos sobre eso, comunicación clara, lenguaje. Sí me veo escribiendo sobre ello. No me gusta encorsetarme, pero hay géneros en los que me veo menos. A lo mejor hay una novela mía que sea policíaca. Lo dudo un poco. Pero sí que hay un hilo común en las tres: novela contemporánea, intimista, con una parte neorrealista. Eso lo tienen las tres. En Las reglas del olvido son los sueños; en Los seres infrecuentes hay un cuento que le contaba el abuelo al nieto, y que es transversal en toda la historia, los capítulos se alternan con ese cuento a lo largo de toda la novela. Y en La habitación de Dafne es el tema de Átona, esa distopía. Todas ellas son realistas, pero con un toque poético, onírico o como lo quieras llamar. Y son contemporáneas. Y creo que esa es la línea que marcan. Sí que hay un género predominante.

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