Clara Campoamor, una lección de integridad (tan escasa hoy día)

Toma de posesión de Clara Campoamor como directora general de Beneficiencia y Asistencia Social.

Puedes seguir al autor, Guillermo Martínez, en Twitter aquí: @Guille8Martinez

Hablar o escribir sobre Clara Campoamor es fácil y difícil a la vez. Lo primero, por todo lo que ya se sabe sobre ella, y lo segundo, si se pretende hacerlo de forma novedosa. Ni fácil ni difícil, sino concreta, adecuada y completa es la exposición que ahora acoge la Biblioteca Nacional de España centrada en esa “mujer y ciudadana” y que repasa la biografía de este personaje tan relevante. Quizá sea la muestra que, por primera vez, ponga al mismo nivel su primer apellido con el segundo, el de su madre: Rodríguez. Se puede visitar hasta el 16 de octubre. Aquí, Rosa María Capel Martínez, catedrática de Historia en la Universidad Complutense de Madrid y comisaria de la muestra, repasa algunos puntos de su vida más determinantes.

La exposición comienza con el título ‘Hacia una nueva mujer’. También se afirma que la mujer empieza a estar reconocida igual al hombre en capacidades, pero con diferentes funciones. ¿Se alcanza en algún momento la plena igualdad?

La respuesta está en que ni siquiera hoy hemos alcanzado la plena igualdad real, a nivel de vida cotidiana. Está legalmente aceptada, pero no es una realidad en la vida social. En la época en la que nace Clara, en otros países ya se había comenzado a andar el camino hacia la igualdad, y así aparece en esa primera sección de la exposición. En esos años, en España apenas se dan los primeros pasos, porque la configuración social y económica del país dista mucho de la de otros como Inglaterra, Estados Unidos o Francia.

Las mujeres, cuando empiezan la lucha por sus derechos, no luchan por alcanzar ser como el hombre, sino que se les reconozca como iguales. Las sufragistas y feministas están convencidas de que ellas, como los hombres, tienen unos derechos naturales e inalienables. Así, parten de la igualdad natural como seres humanos para reivindicar la igualdad social. No es que esa igualdad social las vaya a equiparar, sino que ya son iguales por naturaleza, y ese es el objetivo de su lucha.

Como dice, el incipiente movimiento feminista primero pasa por el sufragismo, sobre todo en Inglaterra, Francia y Estados Unidos. ¿En España hubo algún tipo de movilización similar por parte de las mujeres?

El primer movimiento feminista como tal surge en esos países, los primeros en los que existen movimientos organizados en defensa de las reivindicaciones de las mujeres. La consecución del voto se convierte en un elemento central, porque entienden que les dará la calidad de ciudadanos de pleno derecho y les permitirá acceder a las esferas de poder. No solo elegir a los gobiernos, sino poder ser elegidas ellas mismas para hacer las leyes. De ahí que reciba el nombre de sufragismo.

A España llega el movimiento con cierto retraso, casi medio siglo después, aunque se consolida en el primer tercio del XX. Aquí no se le llamó propiamente sufragismo porque no tuvo el logro del voto femenino como eje central de la lucha ni fue visto como algo clave para conseguir otros derechos, sino que se reivindicó al mismo nivel que las otras demandas.

¿Qué demandas eran?

Tener derecho a un trabajo remunerado y que ese trabajo se ejerciese en las mismas condiciones que el hombre y sin las discriminaciones que sufrían; poder acceder a una enseñanza igual en grado y contenidos; tener reconocida la personalidad jurídica, que por entonces para la mujer tan solo estaba reconocida en el caso de ser mayores de edad y estar solteras o viudas; poder administrar sus propios bienes sin el beneplácito del marido; tener el justo reconocimiento de su papel dentro de la familia y no ser una persona pendiente del marido en todo momento sin capacidad para recibir la patria potestad…

Otro de los temas que se tratan es la modernidad y la independencia de la mujer. ¿En qué aspectos se expresaron estas características?

La cuestión es ver a la figura de Clara Campoamor en su mundo, en la España y el mundo en el que le tocó vivir para ver de qué modo o hasta qué punto responde a esos rasgos y/o rompe con ellos. Ella formó parte de esa avanzadilla de mujeres que a finales del siglo XIX comenzó a luchar por un nuevo modelo de mujer libre que pudiera decidir sobre su propia vida. Esto Clara lo encarna muy bien, pues cuando nace en 1888 el modelo vigente femenino es el de esposa y madre, una mujer dedicada al hogar cuyas virtudes se definen en términos domésticos y familiares.

Junto con otras coetáneas van a romper con ese ideal, sin que deje de existir, y hacen que aparezca un nuevo tipo de mujer más activa, capaz de desempeñar un trabajo remunerado que le permita la subsistencia material sin tener que depender de los hombres y que reciba una educación que le permita pensar sobre sí misma y abordar el análisis racional de hasta dónde ella quiere responder a ese modelo tradicional que la sociedad le impone o si quiere ser algo más.

Decía que en Clara se ve muy bien todo esto, porque ella consigue romper con las limitaciones que su sexo y el origen de su clase social le imponían al inicio. Consigue desempeñar trabajos que se estaban abriendo a las mujeres, estudiar de forma autónoma y aprobar el bachillerato en dos convocatorias del mismo año, incluso se saca la carrera de Derecho, de cinco años, en solo dos. También empezó a practicar profesionalmente la abogacía, pues en aquellos años la ley prohibía a las mujeres desempeñar otras profesionales como juez, notario o fiscal. Incluso ella va mucho más lejos que Victoria Kent al crear su propio despacho de abogados.

‘Defensoras de la paz’ es otro título de una sección de la muestra. Ahora que no dejamos de ver los efectos devastadores de la guerra, ¿qué podríamos aprender de la posición que tomaron las mujeres a principios del siglo XX?

Podríamos adoptar exactamente su postura cuando ella la Primera Guerra Mundial para defender la paz. Cuando estalló esta guerra, el movimiento feminista dejó aparcada un poco la reivindicación del voto femenino para vincularse a la defensa de sus países, los que estaban siendo atacados, y también a la defensa de la paz. De hecho, en un año tan temprano como 1915 hay una reunión en La Haya de mujeres por la paz en la que trataron acciones que podían adoptar contra la guerra que asolaba Europa.

En los años 20 también se dio cierta transferencia de la lucha feminista a otros retos que también estaban orientados a mejorar la sociedad, como el de la paz. Ahora que vivimos otra guerra y que empieza a no estar en la primera línea de noticias, es momento de replantearnos, afirmar y acelerar esa lucha por la paz de hombres y mujeres.

Clara Campoamor. Abogada.

“Clara Campoamor Rodríguez creyó que la República terminaría con las desigualdades de clase y de género existentes”, se afirma en la exposición. ¿En algún momento dejó de pensar eso?

Ella siempre pensó que la República como sistema traería la igualdad de clase y de género, una sociedad igualitaria; lo que ocurre es que con el transcurso y la evolución política de España, ella pierde la fe de que en ese momento se pueda llegar a la igualdad. Acaba un poco desilusionada y en su libro La revolución española vista por una republicana lo hace patente.

Campoamor se exilió al comienzo de la Guerra, en 1936.  ¿Por qué lo hizo tan pronto?

Ella cuenta que se va pronto de España, porque teme que puedan matarla o atentar contra su vida. Yo no dudo que pudiera tener ese sentimiento, pero sí es verdad que estaba profundamente desilusionada por no haber conseguido renovar el acta de diputada en 1933 y no la incluyeran en las listas del Frente Popular en 1936. Se siente sola, sin el respaldo de ninguna corriente política, y en cierto modo hasta aislada, dolida con los ataques que se le han dirigido.

Cuando estalla la guerra, yo creo que ve que no tiene nada que hacer, y eso es un elemento más que le lleva al exilio. No dudo que pudiera sentir ese miedo, repito, pero creo que realmente eso es también un argumento autojustificativo y que detrás de él hay muchas más cosas que le provocan huir del país.

Pero ella intentó retornar a España.

Sí, lo hizo clandestinamente en dos ocasiones. A los que hemos vivido el franquismo y hemos conocido la policía franquista nos cuesta aceptar que la Policía dijera que no podía dar con su paradero, sobre todo la primera vez que Campoamor entra con un visado que le da el consulado de Buenos Aires. A mí, al menos, me sorprende.

Sobre ella pesaba una orden de busca y captura de 1941. Tras su primer regreso, años después, se abrió una orden policial que decía que habían tenido conocimiento de que había estado en España, y se renovó la orden de búsqueda y captura. La querían detener por haber pertenecido a la masonería, pero era mentira porque solo estuvo ahí dos años, rápidamente se salió. Además de librarse de esa orden, Campoamor quería que se revocara su expulsión del cuerpo de maestras especiales de adultas para poder retomar su puesto dentro del Ministerio de Educación como profesora y funcionaria. Así lo intentó en 1948.

Lo vuelve a intentar en los años 50 y cuando preguntan por su situación concreta en España, hay un escrito de la Dirección General de Seguridad, expuesto en la muestra, que refleja la vigencia de la orden de búsqueda y captura de 1941.

Su sobrino nieto, Eduardo Campoamor, cuenta que estando ya bastante enferma le dio una nota a su hermano Ignacio para que la entregara en España y le permitieran pasar sus últimos años aquí. A Ignacio le detuvieron en la frontera y le encarcelaron, aunque pudo salir pronto por intermediación de la embajada de Francia, ya que estaba casado con una francesa. De la carta que llevaba nunca más se supo, y ese fue el último intento de regresar a su país.

¿Cuál diría, de forma resumida, que ha sido el legado de Clara Campoamor?

Para mí su legado se puede resumir en tres conceptos: democracia, igualdad y feminismo. Y otro cuarto, que sería integridad, una fidelidad absoluta a los principios en los que cree y defiende por encima de sus intereses personales. Eso me parece una lección enorme de su vida, sobre todo para el mundo actual, donde la gente se vende por menos de un plato de lentejas.

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