‘400 días sin luz’, el drama de la Cañada Real
En Cañada Real, la ausencia de luz se ha convertido en un faro que guía a casi 8.000 personas, entre ellas 2.800 menores de edad, a luchar por una misma causa: que les devuelvan el suministro eléctrico. De momento, llevan más de 730 días a oscuras. Sus condiciones de vida son infrahumanas. El tercer mundo está en la capital de España, a escasos 14 kilómetros de la Puerta del Sol, y ahora ha sido convertido en la obra ‘400 días sin luz’. Hasta el 13 de noviembre en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Hablamos con su directora, Raquel Alarcón.
La Cañada Real es catalogada como “el mayor asentamiento ilegal de Europa”; sin embargo, la realidad es que a lo largo de sus 16 kilómetros de extensión, cada día sobreviven familias de 17 nacionalidades distintas que llevan décadas reclamando sus derechos y reivindicando su identidad. Allí encontramos historias como la de Wafa, una joven marroquí que sueña con estudiar Medicina, aunque sus esfuerzos diarios por alcanzar su sueño se ven frustrados por la situación en la que vive.
“Muy poca gente conoce la realidad de Cañada Real, por eso hemos decidido traer Cañada al teatro”, dice Raquel Alarcón, la directora de 400 días sin luz, un proyecto teatral que cuenta las vidas y el alma de las personas que habitan en el barrio y que luchan por tener un futuro mejor. “Queremos que el público conozca estas historias de gente que lucha por sobrevivir”, explica en una entrevista con El Asombrario.
Sobre el escenario, vecinas reales se mezclan con los actores y actrices para acercarnos, a través de un relato coral ficcionado, la más cruda realidad: “La luz sigue sin llegar a la mesa de la cocina de sus casas, al flexo donde estudian sus hijos y a la máquina de oxígeno de los abuelos, pero algo hemos conseguido: que sus voces estén en el teatro cada tarde removiendo nuestras conciencias”, comenta Alarcón.
El proyecto nació de una propuesta del Centro Dramático Nacional enmarcada dentro de Dramawalker, una iniciativa artística que tiene como objetivo sumergir a unos autores en un lugar en concreto para contar su historia, dando lugar a unas ficciones sonoras que se pueden escuchar a través de la web del CDN y que, en esta ocasión, han tomado la Cañada Real como protagonista.
Debido al gran interés que generó en el público oyente, lo que en un primer momento sería una ficción sonora sobre Cañada tomó forma de obra teatral, que ahora se puede ver sobre las tablas del Teatro Valle-Inclán. “Me interesa mucho aportar una mirada artística sobre una cuestión social que nos afecta a todos. El teatro debe ser también un reflejo de la realidad, de lo que se vive en la calle”, explica Alarcón, una directora comprometida con lo social, como ya demostró con Sueños y Visiones de Rodrigo Rato, un montaje que narraba la historia de corrupción del ex ministro de Economía durante el gobierno de Jose María Aznar.
Al igual que en su anterior obra, 400 días sin luz es una crónica teatral sobre la realidad que muchos no quieren ver. Una realidad que incomoda, que está cargada de intereses políticos y económicos, y que por ello es más necesaria contarla que nunca. “La realidad de lo que se vive en Cañada Real está condicionada o sesgada por distintos intereses; muy poca gente conoce la verdadera realidad y menos todavía se paran a pensar cómo es vivir sin luz durante más de 730 días”, dice la directora.
Lo que no podía imaginar la directora es que, dos años después de comenzar a poner en pie el proyecto, el barrio seguiría sumido en la misma situación: vivir sin electricidad. “Decidí contar los primeros 400 días sin luz, y pensé que cuando estrenáramos esta obra el problema habría acabado y que los vecinos tendrían luz, imaginé que haríamos una obra que fuese memoria de esos días y no un amargo goteo de este día a día que se alarga en el tiempo”.
A día de hoy, la población que habita en Cañada Real tiene que seguir haciendo frente al estigma social. Por eso, esta ficción teñida de realidad aporta una visión realista que ayuda a esa desestigmatización. Para ello, “fue muy necesario contar con vecinas reales de Cañada que, aparte de formar parte del proceso de creación de la obra, reivindican su lucha convirtiéndose en actrices, en intérpretes de ellas mismas”, dice Raquel. Ellas forman parte de su propia historia, una historia coral contada por diez intérpretes de distintas edades, procedencias y culturas que dan voz y cuerpo a más de una veintena de personajes.
“Esta es la historia de un barrio que sobrevive a pesar de las grietas, que defiende un futuro posible y que lucha por mantener su dignidad, como tantos otros barrios de cualquier otra gran ciudad”, cuenta Alarcón, quien explica que todo el proceso de creación ha sido “muy transformador” y hace justicia no sólo a la gente que allí habita, sino “que sirve para dar a conocer la identidad de un barrio donde el sentimiento de arraigo es muy importante”.
“Nos cortan la luz para que nos vayamos de nuestras casas”
El 24 de diciembre de 2019, el día de Nochebuena, comenzaron los primeros cortes de luz. La Comunidad de Madrid, dueña del terreno de Cañada Real, alegó que había muchas plantaciones de marihuana. La solución: que los propios afectados hablasen con los vecinos para que quitasen las plantaciones ilegales, así les devolverían la luz. “Imagina que en un edificio de cualquier otro lugar, un vecino tenga plantaciones de marihuana y cortan la luz a todo el edificio”, dice Houda Akrikrez, fundadora y presidenta de la Asociación Tabadol de Cañada Real, vecina de Cañada y una de las actrices de la obra.
Después de dos años sin luz, ya no existe ninguna plantación que pueda seguir viva. Pero el problema persiste. El objetivo, según Houda, es obligar a la población a marcharse, ya que su terreno es bastante jugoso para las grandes inmobiliarias. “Tenemos que desalojar nuestra casas para que allí construyan urbanizaciones, tenemos que desaparecer porque molestamos, y para que desaparezcamos nos cortan la luz de forma forzosa; pero se han encontrado con una población que no se rinde, y que durante 50 años de vida que lleva Cañada Real ha luchado por sus derechos y lo seguirá haciendo”, expresó esta vecina en la rueda de prensa de presentación de la obra.
Las sirenas de las ambulancias suenan incesantemente en las más frías noches de invierno. Sanitarios que acuden a socorrer las constantes intoxicaciones por gas butano de muchos vecinos que han encontrado en estas estufas la única manera de combatir el frío. “O te mueres de frío o te mueres intoxicada. Las ambulancias tardan mucho en llegar… La vida de nuestros hijos está en riesgo y tenemos que salir a luchar por ello”, denuncia Akrikez.
Sólo les queda aferrarse a la esperanza de que las presiones de distintos organismos internacionales terminen por dar solución al problema. Por el momento, hasta seis relatores de la ONU han denunciado la situación en la que se encuentran los niños y las niñas de Cañada. Mientras, desde la Plataforma Cívica han solicitado distintas reuniones con la presidenta de la Comunidad de Madrid “sin recibir respuesta alguna”, dice Houda.
“Hacer visible lo invisible”
La imagen que se nos traslada sobre Cañada Real, en muchas ocasiones, está mediatizada por el partidismo de distintos medios de comunicación que culpabilizan a los vecinos de su propia situación. Esta obra nace para combatir esa desinformación. “Tenemos muchos canales de información y a veces se nos da una imagen que no corresponde con la realidad. Los medios tienen la responsabilidad de reflejar la otra cara de la moneda. Con este montaje intentamos dar voz a los que no la tienen y hacer visible lo invisible”, explica Alarcón.
En ese sentido, la participación de las vecinas de Cañada Real ha sido primordial para alumbrar el camino y contar las historias reales que ahora quedan reflejadas en el texto escrito por Vanessa Espín, la autora de la obra. “Muchas veces tenemos la sensación de que nos hemos quedado cortas contando estas historias, porque cada día siguen ocurriendo dramas que superan a la obra. Para nosotras era importante que el tamiz de la ficción no enturbiara el rigor de reflejar la realidad”, explica Alarcón.
Por último, hace un llamamiento a la clase política, a la cual invita a “que vaya a ver la función”.
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