El mejor retratista de dinosaurios y otros animales prehistóricos
Entrar en el Museo Arqueológico de Madrid, en Alcalá de Henares, es sumergirte en el paleo-arte del siglo XXI. Y hacerlo de la mano de Mauricio Antón, uno de los grandes ilustradores de mamíferos prehistóricos a nivel mundial, es una invitación a sentir la salvaje biodiversidad que hubo en este planeta durante millones de años antes de que apareciera nuestra especie. También es acercarse a cómo eran, se movían, vivían y compartían algunos de nuestros ancestros humanos más emblemáticos.
La exposición Mauricio Antón. Arte y Paleontología, gratuita y visitable hasta el 22 de enero, es más que un exhaustivo recorrido por la obra de este artista, que ha trabajado con los más importantes equipos de investigación a nivel internacional. Nos invita a conocer cómo detrás de esas imágenes y secuencias que nos muestran cómo era la vida en la Tierra antes de nosotros, están los únicos residuos que aquellos seres nos dejaron, en forma de fósiles o de coprolitos –vamos, fosilizadas–, o huellas marcadas en fangos y barros. “Sí, no es lo mismo ver un cajón en un museo lleno de huesos que verlos así”, reconoce Antón, que un lejano día dejó el arte surrealista para echar la vista muy atrás.
“Desde niño me atrajo mucho la fauna prehistórica, pero no pensé que eso pudiera ser una profesión. De hecho, me matriculé en Bellas Artes, en Venezuela, donde viví muchos años, y no fue hasta venir a España que se me cruzó la posibilidad de aunar mis sueños prehistóricos con el arte”, explica. Desde una de las paredes de la exposición nos mira inquisitivo un homo Georgicus de 1,8 millones de años, que se asoma en una portada de la revista americana National Geographic. Antón es su autor. Para ese año, 2002, ya llevaba mucho tiempo dedicado a resucitar mamíferos del Pleistoceno y más allá.
“Fue en una exposición mía de arte surrealista cuando conocí a unas personas que me presentaron al paleontólogo José Luis Sanz, Pepelu para los amigos, de la Universidad Autónoma de Madrid. Comencé a hacer para él ilustraciones de dinosaurios y otra fauna que encontraban en sus yacimientos en los años 80. El propio Pepelu me presentó luego a Jorge Morales, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el puente que me llevó a lo que más me atraía: los grandes mamíferos del pasado, sobre todo carnívoros. Desde entonces el eje de mi trabajo ha sido su reconstrucción desde los fósiles”, va contando mientras avanzamos entre un iguanodon y un feroz tigre dientes de sable.
En la muestra están, en vitrinas, los moldes tridimensionales que hacía en sus inicios con lo que encontraban los paleontólogos, para luego poder representar en sus óleos, que también están expuestos, a aquellos seres en tres dimensiones con los ángulos y la iluminación correctos. Es una tarea que hace ya tiempo que realiza digitalmente. “El cambio fue en 2004, cuando hice las obras para la exposición permanente del Museo Nacional sobre la historia de la vida y la Tierra. El óleo colisionaba con los plazos que requiere la ilustración, así que lo abandoné. Sí que he mantenido el lápiz como herramienta de partida, pero ahora utilizo el pincel digital, lo que me permite cambiar cosas de sitio o modificarla luz sin esperar a que seque la pintura. Lo echo de menos, pero los plazos mandan”, reconoce.
Su paso de los dinosaurios a los mamíferos recuerda al mismo evento que ocurrió en el planeta tras la caída de un meteorito. “Hubo un momento de boom absoluto de los dinosaurios por el impacto de la película Parque Jurásico. Pocos años antes, a Pepelu y a mí nos rechazaron un libro sobre ellos porque, nos dijeron, ‘su divulgación no tenía futuro en España’. Tres años después, te quitaban los dinosaurios de las manos, aunque la mías estaban ya llenas de mamíferos”.
Entramos en la sala de la disección. Para este artista-científico, la anatomía de los animales actuales es fundamental para colocar todo lo que hay además de los huesos en un cuerpo. “Fue Juan Luis Arsuaga, con quien trabajaba en los dibujos del libro La especie elegida, quien me presentó al anatomista Juan Francisco Pastor, mi colaborador durante décadas. Él conseguía los carnívoros y simios que diseccionábamos en los zoológicos, de los que mueren. Es una herramienta fundamental para la reconstrucción”, señala.
En su proceso de creación, Mauricio Antón ha logrado su prestigio sumando su faceta artística con el afán por ser lo más fidedigno posible a lo que fue la realidad de animales como los extintos grandes felinos. Y para que quede constancia de lo poco que deja a la imaginación, muestra en láminas el proceso por el cual un pedazo del cráneo de una pantera del Plioceno, de hace cinco millones de años, se convierte en lo que era su auténtica cabeza. Para las escenas con movimiento, lleva muchos viajes por el mundo para ver cómo caza y se mueve la fauna salvaje.
Antón ya ha perdido la cuenta de cuantos artículos científicos o medios han salido publicados con sus ilustraciones. Sabe que le imitan, le copian y le piratean, pero señala que ahora mucho menos que hace unos años. “Cuando son piraterías menores, no es grave, pero cuando hay editoriales que se lucran, es otra cosa”, apunta.
Un hipopótamo de gran ojo nos observa. Estamos en una sala que nos lleva de safari por el Terciario. En años recientes, los paleontológos cada vez le reclaman más ilustraciones. A veces nuevos hallazgos cambian los antiguos dibujos. “Mientras más animales actuales se extinguen, más fósiles aparecen; se añaden al listado de especies otras nuevas porque, por acumulación, son muchas más. Para mí, la vida es una película y la diversidad actual es un fotograma. Para ver la película entera hay que poner la moviola en movimiento, que es lo que nos permite ver los procesos. El riesgo es que cortemos esa película y nos quedemos solo con fotos, porque estamos quitando demasiados fotogramas”, denuncia.
Y nos habla de que en el Pleistoceno convivían dos faunas de grandes mamíferos –lobos prehistóricos y los actuales, los tigres diente de sable y los leones–, que se solapaban por la gran riqueza de recursos que había, hasta que llegaron las extinciones del Cuaternario, en la que está convencido participamos los humanos.
La última parte de la exposición se dedica a Cosas de familia, es decir, a sus retratos de nuestros antepasados. Él puso y pone aún rostro a los grandes descubrimientos tanto en lejanos lugares del mundo (China, Sudáfrica, Olduvai en Tanzania…) como en España, caso de Atapuerca: el homo Antecessor tiene la cara y el cuerpo que Antón dibujó gracias a los fósiles encontrados en la Gran Dolina de esa trinchera del ferrocarril burgalesa. “Cuando hay nuevos hallazgos, los cambios, en general, son sutiles. Uno importante sí ha sido que, tras hacer análisis exhaustivos de cómo eran los tigres diente de sable, hemos visto que el canino superior no se le veía al cerrar la boca, mientras que en mis reconstrucciones clásicas se ve por fuera”.
En total, más de 80 obras originales, reproducciones digitales a gran escala, modelos escultóricos, vídeos y publicaciones nos llevan a ese mundo que se esconde bajo nuestros pies y que la ciencia nos saca a la luz de nuevo. Con las ilustraciones de Mauricio Antón vuelven a la vida.
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