La ecología política española ante 2023, un año electoral
2023 será un año electoral en España. En mayo se han previsto comicios municipales en todo el país. Además, serán elegidos los miembros de las asambleas de Ceuta y Melilla, y se renovarán al completo los parlamentos de las comunidades autónomas, exceptuando Andalucía, Cataluña, Galicia, País Vasco y Castilla y León, que ya han ido a las urnas. Ante esta sucesión de comicios, los partidos han comenzado a preparar sus estrategias y algunos ya han seleccionado a sus candidatos. Entre ellos, las agrupaciones que han hecho del discurso verde su leitmotiv. Unas formaciones que, si bien no tienen la fuerza de sus homólogos alemanes, cuentan con cierto espacio en España. Eso sí, presentan algunos problemas estructurales, como “su profunda división interna”, que ha afectado a su representación política, explica Ángel Valencia, catedrático de la Universidad de Málaga (UMA).
“Los partidos verdes en Europa occidental son los únicos que se crearon, con cierto éxito, después del afianzamiento de las formaciones clásicas, que surgieron al finalizar la II Guerra Mundial”, destaca la investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Monserrat Baras, en su trabajo Los partidos verdes en Cataluña. Sin embargo, en España “es patente que existe un cierto retraso en su desarrollo, que puede explicarse desde el propio sistema político en el que se inserta”.
Entre las denominaciones partidarias españolas más conocidas se encuentran Equo (ahora Verdes Equo), Pacma y Alianza Verde, fundada en 2021 y capitaneada por Juantxo López de Uralde. Pero la historia de este movimiento en el país es anterior. “La presencia de una izquierda verde es algo más que un fenómeno estratégico, sino que responde a una mayor importancia de lo medioambiental en nuestra concepción de la política”, explica Ángel Valencia en La izquierda verde: Aproximación a un modelo de izquierda radical en las sociedades democráticas.
El avance de estas formaciones en el centro y norte de Europa se produjo desde finales de la década los 80 y, sobre todo, a partir de los 90, cuando se observó su consolidación. Sin embargo, en España el proceso ha ido mucho más lento. A pesar de ello, en nuestro país se distinguen dos grandes tipos de formaciones verdes: las ecologistas en sentido clásico y las ecosocialistas, que –como ocurrió con Iniciativa per Cataluña (ICV)– “han sido fruto de una transformación de sus orígenes dentro de la tradición de los partidos comunistas”.
No obstante, en la actualidad, toda la izquierda verde formaría parte del “nuevo espacio político del ecologismo”. “La ideología de estas agrupaciones [por regla general] no es sectorial, sino que es una propuesta global sobre el desarrollo económico y el modelo social”, narra Baras. Además, “la defensa de la idea de igualdad como un principio ecológico converge con los valores fundamentales de la democracia y elimina la confluencia con soluciones autoritarias dentro de la política verde”, añade Valencia en Democracia, ciudadanía y ecologismo político.
Una perspectiva que, en el resto de Europa, se ha ido comprendiendo y consolidando electoralmente desde hace más de 35 años. Sobre todo, en Alemania. Se trata de un proceso marcado por diferentes fases. En primer lugar, la etapa fundacional, en el decenio de 1980, cuando “se produjo una sobreestimación de su potencialidad política, que coincidía con un discurso político radical, antisistémico y de sustitución de la vieja izquierda”.
El segundo periodo se encuadró con la década siguiente, la de 1990, cuando se produjo una suerte de “estabilización electoral” y un crecimiento estable en términos de representación en muchos países europeos –no fue el caso de España–. Y como resultado de esta evolución natural, el tercer ciclo estuvo definido por la entrada de los verdes en diferentes niveles gubernativos de Alemania, Bélgica, Finlandia o Francia. Una tendencia que, con diferentes grados de intensidad, se ha mantenido hasta la actualidad.
“En las dos últimas fases, nos encontramos con una evolución hacia el pragmatismo ideológico, que implica una línea de participación plena dentro de los sistemas políticos democráticos”, asegura Ángel Valencia, de la UMA. “Desde mediados de los años 90 del siglo XX, los partidos ecologistas han dejado de ser pequeñas formaciones movilizadoras y se han transformado en agrupaciones que, desde dentro del sistema, están cambiado la agenda pública de las sociedades occidentales, desplazando su interés hacia las cuestiones medioambientales”.
La excepción ibérica
Pero, entonces, ¿por qué en España nunca ha terminado de cuajar esta tendencia en las instituciones? “La atipicidad del ecologismo en nuestro sistema político es un fenómeno complejo, pero en el que se pueden destacar varias razones”, explica Ángel Valencia. En primer lugar, se ha de mencionar “el desarrollo peculiar de los nuevos movimientos sociales durante la transición a la democracia, debido a la necesidad de consolidar un modelo partidario sólido tras la dictadura”. Además, “en aquel momento, existían otro tipo de prioridades. Había que consolidar el marco político y constitucional, el sistema de partidos… Por ello, la izquierda del momento se olvidó del elemento verde”.
Asimismo, tras la muerte de Franco en 1975, el contexto de nuestro país era diferente al del resto de territorios europeos. Si nos comparamos con otras naciones del continente cuando comenzaron su proceso democratizador en 1945, “nos encontramos ante una sociedad [la hispana] en la que había un cierto nivel de industrialización, tecnificación y desarrollo económico, pero que –por el contrario– presentaba un bajo nivel de politización, así como un alto grado de desinformación y una escasa identificación partidista”, indica Monserrat Baras.
La dictadura había hecho mella en la cultura política de la ciudadanía. Esta realidad generó “formaciones débiles y de frágiles estructuras, que se intentaban reforzar desde las instituciones a través de distintos mecanismos, como las listas cerradas y bloqueadas”. Al mismo tiempo, en los primeros años de la andadura democrática, “todavía no existían las formaciones que provinieran de corrientes alternativas, verdes y minoritarias”. En Alemania, en cambio, “el sistema de partidos se articuló 30 años antes y los temas de estructuración del Estado ya estaban medianamente solventados, y, así, se pudieron centrar en problemáticas suscitadas por las exigencias de la sociedad, como el ecologismo o el feminismo”, explica Manuel Alcántara, catedrático emérito de la Universidad de Salamanca.
También hay que señalar “la fragmentación del propio movimiento ecologista español, que no ha dado pasos sólidos en la formación de un partido similar a los del resto de Europa”. De hecho, “no todos sus miembros estaban de acuerdo con la vertebración de un partido para la consecución de los objetivos verdes”. Estas circunstancias dificultaron que el mensaje ambientalista se colara en la discusión del momento.
Pero, además, y desde una perspectiva estratégica, “en el sur de Europa, la implantación de Los Verdes fue más difícil por la existencia de una izquierda alternativa muy arraigada –como IU–, que competía en el mismo espacio electoral”, explica el activista y periodista y escritor Esteban Cabal. Sin embargo, este militante también explica dicha situación en “el veto mediático y en la injusta Ley Electoral, que favorece la endogamia política y dificulta la emergencia de nuevas ofertas electorales”. Incluso, habla de “las rancias ideologías identitarias”, que, como el nacionalismo, “han sido un factor disgregador y desmovilizador del movimiento ambientalista”.
En último lugar, se ha de referir “el fracaso de los intentos de incorporación de la corriente conservacionista en el seno de otras formaciones”. Y, para muestra, el caso de Equo, que estando bajo la batuta de Juantxo López de Uralde se integró en Unidas Podemos (UP), aunque tres años después –en 2019–, sus bases decidieron irse a Más País, partido creado ad hoc por Íñigo Errejón. Sin embargo, una parte de la militancia de Equo –disconforme con esta decisión– decidió fundar Alianza Verde, para poder continuar en UP.
“Creo que la decisión de separarnos ha sido un error, pero respeto la decisión de las bases. Tras diez años de militancia y de duro trabajo para construir Equo, con tristeza digo adiós. Allí donde esté, cavaré una trinchera desde la que seguir luchando en defensa del planeta. ¡Suerte, compas!”, indicaba en septiembre de 2019 el histórico activista López de Uralde, hasta ese momento cabeza visible de la formación, y que pensó que era más acertado continuar labrando lazos con Podemos. Bajo este enfoque, en 2021 impulsó –junto a otros compañeros– Alianza Verde, una entidad que continúa integrada en UP.
Como resultado, en la actual legislatura existen dos representantes en el Congreso encuadrados en la ecología política, sobre un total de 350 diputados. Por un lado, Juantxo López de Uralde, de Alianza Verde e integrado en el grupo de UP. Y, por otro, Inés Sabanés, perteneciente a Equo y componente del grupo Plural, a través de Más País, coalición en la que se encuentra incorporada su formación. Nada que ver con Alemania, donde hay 118 representantes de los verdes, sobre los 739 miembros que componen el Bundestag.
Afinar la estrategia
Ante este contexto, los politólogos han determinado dos tipos de elecciones que son relevantes para las listas ecologistas en nuestro país. Se trata de las municipales y de las europeas, en las que se pueden condensar con éxito los anhelos de representación política de estas agrupaciones. “Si los partidos verdes responden a movimientos sociales de base y a los problemas de desarrollo tecnológico e industrial, es el más bajo nivel [el local] donde pueden encontrar mayor eco a su programa político”, explica Monserrat Baras.
Sin embargo, si se trata de una organización diseñada “de arriba abajo”, nos encontramos ante “creaciones de una élite concienciada que intenta una movilización social”, por lo que su ámbito de acción es diferente. “Su electorado se amplificará en el segundo tipo de votaciones –las europeas–, ya que se podrán beneficiar de la fuerza electoral de sus homónimos continentales”, subraya Baras. De hecho, en las elecciones de 2014 al Parlamento de Bruselas, Equo consiguió un eurodiputado –Florent Marcellesi, dentro de la coalición Primavera Europea–, el mejor resultado jamás obtenido por una entidad española de estas características.
Marcellesi continúa siendo, hoy en día, uno de los principales nombres vinculados a Equo. “El partido nació en 2011 de la confluencia de casi todas las formaciones verdes en España y de personas con renombre del ecologismo social”, relata el ex eurodiputado. Tras las elecciones de diciembre de 2015 llegó a contar con tres representantes en la Carrera de San Jerónimo, encarnados en Juantxo López de Uralde, Rosa Martínez y Jorge Luis, gracias al pacto alcanzado con Podemos. Jamás han existido tantos procuradores ecologistas en el Congreso.
Sin embargo, la alegría nunca dura un siglo, y en 2019 ganó la propuesta de concurrir electoralmente con Más País, lo que propició la salida de parte de la militancia de Equo. Unos afiliados que, en junio de 2021, fundaron Alianza Verde. Juantxo López de Uralde es el coordinador federal de la nueva agrupación. “Gracias a nuestra coalición con UP, alcanzamos los mejores resultados del ecologismo político en España, obteniendo representación en el Congreso, en muchísimos ayuntamientos y en parlamentos autonómicos”. De hecho, “sigo pensando que continuar en Unidas Podemos es la mejor opción para que el ecologismo continúe incidiendo en la política”.
“Nuestra experiencia demuestra que, gracias a las confluencias, hemos conseguido una incidencia muy grande”, explica López de Uralde. Sólo hay que consultar los resultados de 2015 para comprobarlo. “Estos acuerdos han tenido un efecto multiplicador sobre nuestros mensajes y capacidad de acción”. Por tanto, “a corto plazo, nuestro futuro pasa por impregnar el espacio de la izquierda”. “No podemos esperar 30 años a contar con un partido verde asimilable al alemán”, ya que “es ahora, en este momento, cuando hace falta medidas concretas de reducción de las emisiones de CO2, de transformación energética y de transición ecológica”.
Sopa de siglas
Sin embargo, el panorama ambientalista español no se ciñe exclusivamente a Equo y Alianza Verde. Existe una sucesión de formaciones similares. Entre ellas, Els Verds–Alternativa Verda o P.E.C.–V.E.R.D.E, impulsadas en Cataluña. Asimismo, se han de mencionar Los Verdes Ecologistas, que funcionaron entre mediados de la década de 1980 y 1994, vinculados al Partido Humanista; o Iniciativa per Catalunya (ICV), caracterizada por su ecosocialismo, que se mantuvo en funcionamiento entre 1987 y 2019, y que llegó a tener un gran impacto institucional. Tampoco se puede obviar Los Verdes–Grupo Verde (LV–GV), una formación que sigue concurriendo a los comicios y cuyo máximo exponente es Esteban Cabal.
“Fundamos Los Verdes en los años 80 porque habíamos dejado de confiar en los partidos tradicionales y en sus políticas depredadoras, productivistas, insostenibles, patriarcales y militaristas”, explica Cabal. “Nos constituimos como agrupación en 1984, pero diez años más tarde, en 1994, algunas federaciones autonómicas disolvieron la organización para crear una red de entidades de ámbito regional. Otras federaciones, como la de Los Verdes de Madrid –en la que yo militaba–, nos mantuvimos fieles a la idea de una única entidad estatal, a semejanza de nuestros homólogos franceses o alemanes, y creamos Los Verdes–Grupo Verde”. De hecho, en la primera cita electoral a la que se presentaron –las votaciones europeas de 1994– obtuvieron un resultado muy relevante, alcanzando los 109.567 sufragios a nivel nacional. Pero, desde entonces, el apoyo popular a LV–GV no ha sido significativo.
Una falta de representatividad que también ha sufrido PACMA, una alternativa creada en 2003 en el País Vasco, bajo el nombre de Partido Antitaurino Contra el Maltrato Animal. Yolanda Morales, responsable de prensa de la formación, indica que, en España, la ecología política no ha conseguido el mismo nivel de representación parlamentaria que en otros lugares de Europa, porque “no se nos educa para ser conscientes de lo importante que es la conservación del planeta, de los recursos naturales y de la flora y la fauna”.
Unas razones a las que Santi Vilanova, de Els Verdes–Alternativa Verda, una agrupación creada en 1983, añade “las dificultades que muchas de estas entidades tienen para financiar campañas electorales y, por tanto, para poder llegar a los potenciales votantes”. Además, también culpabiliza a “la apropiación del genérico verde por parte de otras formaciones de izquierdas”, así como “los palos en la rueda del PSOE para que no existiese, desde hace años, una confederación política del ecologismo, prefiriendo potenciar la alternativa de Podemos”.
El poder de las coaliciones
En cualquier caso, y a pesar de estos recelos entre las diferentes agrupaciones, los investigadores insisten en la necesidad de establecer acuerdos y coaliciones, con el fin de maximizar los resultados electorales. “En los últimos años, la ecología política ha tenido más éxito gracias a las alianzas”, confirma Ángel Valencia. “Para ampliar y consolidar el espacio verde, desde Equo hemos tejido una relación potente y duradera con muchas formaciones, como Más País, Más Madrid, Compromís o MES”, explica Florent Marcellesi. Una filosofía que también han practicado desde Alianza Verde –con UP– o desde LV–GV, con IU y PSOE, a los que consideran “socialdemócratas”.
Sin embargo, esta cooperación también tiene una contrapartida, y es que la voz de las entidades verdes “puede quedar difuminada entre la de los socios mayores”. De todos modos, se trata de la única manera que, de acuerdo al sistema partidario español, la representatividad pueda ir creciendo progresivamente. Un reto que se ha de tener en cuenta de cara a las urnas en 2023. Al fin y al cabo, como indica el dicho popular, la unión hace la fuerza.
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