Desclasificada la verdadera historia de ‘la gallina de los huevos de oro’

Foto: Pixabay.

Soy Juan, el joven que se hizo con las famosas habichuelas mágicas y la gallina de los huevos de oro. Os sonará la historia, al menos la comercial que ha llegado hasta nuestros días. Ahora que se ha desclasificado el archivo de la verdadera historia (¡que ya era hora!), podéis conocerla.

Cierto es que yo vivía con mi madre viuda, y que vivíamos de la huerta y ganadería extensiva. Pero no eran solo actividades de subsistencia, teníamos una pequeña comercializadora de productos. Nunca conseguimos muchas ganancias, pero gracias a las redes sociales vendíamos directamente al consumidor final y, como proporcionábamos productos de temporada, fidelizábamos a muchos clientes.

Sin embargo, debido al cambio climático, las constantes sequías habían mermado la producción y cada vez nos costaba más mantenernos. Con el tiempo, las sequías cada vez más largas acabaron incluso con el  pasto para las vacas. Ante esta situación, un día mi madre, desesperada, me envió a vender al mercado la última vaca que nos quedaba.

Cuando estaba en el mercado, un extraño hombre me llamó por mi nombre; pensé que quizá había visto nuestros productos ecológicos en Instagram y por eso conocía mi nombre. La cuestión es que me propuso cambiar la vaca por unas habichuelas mágicas. Al principio, desconfié, conocía el caso de la estafa que había sufrido la Ratita Presumida: ella había empleado la moneda que encontró en su patio en una inversora de criptomonedas, y todo había resultado un fraude; así que entenderéis que mi actitud ante el hombre de las habichuelas  fuese reticente. Sin embargo, el hombre no paraba de decirme: “Juan, coge las habichuelas y plántalas, no te arrepentirás”. Así que, tras comprobar su identidad en Internet, que además contaba con varias valoraciones positivas, accedí al cambio.

Como ya os imaginaréis, al llegar a casa mi madre se enfureció al ver el trueque que había hecho; tanto que tiró por la ventana las habichuelas. Yo recuerdo que esa noche me dormí sin cenar y que con el hambre me desperté temprano. Como ya sabréis por el cuento, en el lugar en el que habían caído las habichuelas ahora había una planta frondosa que subía vertical y cuyo final no se alcanzaba a ver.

Comencé a trepar por ella, y al llegar arriba, es decir, a la cima de la planta trepadora, me encontré una gallina. Una gallina normal y corriente que, de pronto, puso un huevo. El hambre no me dejaba casi ni ver, así que cogí el  huevo y decidí comérmelo. Tenía una yema amarilla como el oro, y estaba riquísimo.

Decidí coger a la gallina y bajar por la planta hasta casa. En definitiva, y para no alargarme, mi madre y yo montamos un corral y comenzamos a vender los huevos ecológicos bajo la marca HUEVOS DE ORO, por su yema amarilla. Rápidamente lograron mucho éxito, porque las gallinas eran criadas en suelo y en libertad, y los huevos sabían de maravilla.

Esta gallina fue conocida como “la gallina de los huevos de oro”, pero para nada era así, pues evidentemente esos huevos no habrían servido como alimento.

Mi madre y yo vivimos felices durante un tiempo, pero una empresa nos propuso montar una macrogranja avícola. Nos ofrecían comprar los huevos y deshacerse de los pollos macho que daban pérdidas; a mí no me gustaba la idea, pero  decidimos abandonar la práctica ecológica y montar la macrogranja, ya que no era yo solo quien decidía. Pocos meses duró la riqueza, puesto que un virus de gripe aviar acabó con todos los ejemplares de gallinas y volvimos a encontrarnos en una muy mala situación.

Tras semanas de miseria, recordé al hombre del mercado que me había vendido las habichuelas, lo busqué por Internet y, tras mucho esfuerzo, lo localicé. Le contacté por mensaje privado para volver a comprarle habichuelas mágicas y el accedió. Me pareció un poco extraño que en esta ocasión me las dejase tan baratas, apenas unas monedas, pero fui a por ellas igualmente.

Planté las habichuelas con mucho mimo y esperanza, pero esta vez no brotó nada. Traté de contactarle de nuevo para reclamarle, pero había borrado su perfil en redes sociales. Tras mucho indagar, encontré en Internet un foro de afectados, y allí se explicaba todo.

Lo que había pasado es que las habichuelas de las últimas ventas eran transgénicas, modificadas genéticamente por un laboratorio llamado Monsgenta; por eso esas habichuelas solo valían para comer, pero no para brotar.

Ahora tengo una cuenta en Twitch y hago vídeos sobre agricultura ecológica, los transgénicos y la ganadería extensiva. En mis ratos libres canto flamenco, que ha sido siempre mi hobby secreto. Todavía no tengo muchos seguidores, pero si queréis animaros, soy Juan Habichuela y ahora mismo estoy trabajando en un nuevo tema que será el villancico hit de esta Navidad. ¡Nos vemos!

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Comentarios

  • MANUEL Sieiro Taboada

    Por MANUEL Sieiro Taboada, el 24 diciembre 2022

    Me entusiasma lo que escribe Miriam Leirós porque le pone sentido y sensibilidad!! La sigo siempre porque es una persona de luz . La adoro!!

  • Refrescospepito

    Por Refrescospepito, el 24 diciembre 2022

    Muy buen cuento, Miriam; en tu línea de reinvención de las narraciones clásicas.
    Mis felicitaciones.

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