¿Quién es más icono gay, Lola Flores o La Pantoja?

La inigualable Lola Flores.

Se cumplen 100 años del nacimiento de Lola Flores (aunque ella hizo todo lo que estuvo en sus manos para quitarse cinco años). Con motivo de un centenario tan sin igual, las editoriales Dos Bigotes y Egales se han unido por primera vez para una edición conjunta. Resultado: ‘Flores para Lola, una mirada queer y feminista sobre la faraona’. Nueve autores repasan por qué se la ha considerado y sigue considerando un inagotable icono LGTBI. Con el permiso, eso sí, de otras grandes, como Rocío Jurado e Isabel Pantoja. Para celebrarlo, seleccionamos tres textos que diseccionan a la jerezana y el coordinador del libro, Carlos Barea, ‘fan fan fan’ de Lola Flores, elige para ‘El Asombrario’ sus tres vídeos favoritos sobre la artista.

Antes que Madonna, y de una manera muy distinta, la folclórica jerezana se las maravilló para convertirse en inspiración de gays, trans, mujeres liberadas. En icono pop y LGTBI. Y en icono de la contradicción: Asociada con el régimen franquista, pero defensora del aborto, las mujeres empoderadas, la transexualidad, la etnia gitana y los matrimonios poco convencionales. Urdidora de mentiras y mentirijillas de toda índole sobre su vida y su trayectoria profesional, y, sin embargo, ha pasado a la historia como máxima expresión de lo auténtico. Venerada como representante de las raíces y la pena, penita, pena, pero precursora del rap con aquello de ¿cómo me las maravillaría yo? Más patriota que nadie pero defraudadora de Hacienda. Más del cocido familiar que nadie, pero, a la vez, enganchada al bingo.

Los mitos son así. Pesa más la fuerza que proyectan desde lo más hondo de elles hacia el exterior que sus incoherencias. Como sucedió con Marilyn Monroe o la Callas o, mucho más cerca, y a la que se cita, por justicia, en varias ocasiones en el libro, con Rocío Jurado. Una, la faraona; otra, la más grande.

Además, en el caso de Lola Flores, y como explicó Carlos Barea en la presentación del libro, su figura como icono LGTBI se ha ido agrandando con el paso de los años. Si durante muchas décadas representó la imagen más visceral de España, en el siglo XXI ha sido reivindicada por las nuevas generaciones, que la han descubierto a través de los vídeos de YouTube, como Santa Libérate y Sé Tú Misma. Caben pocas dudas de que si Lola viviera ahora sería un fenómeno de redes y, especialmente, de TikTok. De hecho, todos los autores de Flores para Lola tienen menos de 40 años. También es verdad que ha ayudado a mantener su llama viva contar con una descendencia extraordinaria y artística, Lolita y Rosario, más el malogrado Antonio, que compuso temas musicales imperecederos. En esto, hay que reconocer que ha tenido mucha más suerte que otra gran folclórica, Isabel Pantoja.

Le hemos pedido a Carlos Barea –que en la presentación confesó que, cuando tiene un mal día o se viene un poco abajo, se enchufa vídeos de la folclórica para decir: aquí no pasa na, p’alante– que nos elija sus tres grabaciones favoritas. Esta es su selección:

“El primer vídeo lo he escogido porque me encanta esa faceta product placement de Lola. Lo anunciaba todo y, justo en este caso, relacionando el tabaco con ‘estar lleno de vida’. Una locura”.

 

“El segundo, el más famoso de los tres, es una filosofía de vida para muchos”:

“Y el último es una actuación de Casa Flora, donde Lola canta una loa a su gusto por los hombres. Otro himno marica-folclórico”.

Ahora leemos extractos del libro.

Comenzamos con Carlos Barea, escritor y crítico de cine y literatura LGTBIQ+:

“Sobre ella se puede hablar con la nieta o con la abuela, con el señor que vota a la ultraderecha o con el activista queer antisistema, porque todos la conocen y todos la quieren. Es más, hay algo en su esencia que nos hace sentirla nuestra, absolutamente nuestra. El brillo de sus ojos, ese que no se opera, nos ha hechizado de tal forma que ha conseguido que, incluso décadas después de su muerte, la tengamos más presente que a muchos de los que aún siguen vivos. Gracias a su talento, a su gracia y a su carisma mediático, la invocamos, una y otra vez, en nuestra vida diaria. Por tanto, Lola es a España, con permiso de Rocío Jurado, lo que Raffaella Carrà fue a Italia. Es el símbolo de la idiosincrasia de un país que en su propia naturaleza encuentra, precisamente, sus contradicciones. Al igual que ella misma. Acusada de franquista, fue una de tantas folclóricas que acudía anualmente a actuar al palacio de La Granja con motivo de la celebración del 18 de julio, día del denominado “alzamiento militar”. (…) “Pero, al mismo tiempo que era alzada como símbolo de la dictadura, Lola también se convertía en una de las mujeres más libres e indomables de aquella época. Entre sus tantos desafíos al sistema franquista se encuentra el sonado y escandaloso romance con su pareja artística Manolo Caracol, un hombre casado que le sacaba casi 15 años. También resultó ser poco ortodoxo su matrimonio con Antonio González, quien ya tenía dos hijos ilegítimos y que era perseguido por la familia Amaya para que se hiciera cargo tanto de la madre como del retoño”. (…)

“Como vemos, Lola no se caracterizó por ser, precisamente, una ciudadana ejemplar que se sometiera sin rechistar a la férrea moral del nacionalcatolicismo franquista. Muy al contrario, se rebeló contra lo establecido e intentó ser libre a toda costa, antes y después de la dictadura. Quizá por eso en ella hemos encontrado , tantos años después, a un referente involuntario de la lucha feminista y del activismo LGBTBIQ+. Y es que Lola se convirtió en una aliada de aquellos mariquitas que buscaban desesperadamente consuelo en un momento en el que ser disidente era perseguido y penado por la Justicia a través de la Ley de Vagos y Maleantes, sustituida en 1970 por la de Peligrosidad Social, con similares intenciones”. (…)

“De todo esto, estoy seguro, ella era plenamente consciente; como bien dijo en un programa: ‘Cada siglo sale una artista y en este siglo he salido yo”.

Daniel María, escritor, crítico y gestor cultural:

“El paso del tiempo es un medidor clave en la trascendencia de un mito. En el caso de Lola Flores, su fallecimiento el 16 de mayo de 1995 originó la sobredimensión de su coraje de vivir. Todo ello gracias al boca a boca de su público, sobre todo de abuelas a nietas y de maricas viejas a maricas incipientes luego, a su sempiterna presencia televisiva a través del clan familiar y los especiales dedicados a su devenir existencial, pasando por el papel cuché, que la continuaba reclamando en múltiples efemérides, hasta toparse con un invento sensacional, una piedra dura de la nostalgia camp: el sitio web YouTube, donde la Faraona, al igual que inmensidades como Sara, Rocío, Marisol o la Dúrcal, han hallado un espacio de mitificación definitivo y universal. Justamente la accesibilidad de YouTube ha sido un factor impepinable para que la figura de la gaditana extendiera su bata de cola en el imaginario de un público que apenas pudo conocerla en vida, pero que la abrazaba como un referente fascinante, conmovedor e inspirador. (…)

“La comunidad marica se lee en Lola, como en otras estrellas, mitos e iconos, porque nos enseñan a construirnos desde la autenticidad: ahí nos metarrepresentamos, tal y como teatralizaron su propia leyenda al tiempo que nosotras las imitábamos. Una victoria del estilo. Nos leemos en ellas porque desafiaron la censura impuesta sobre sus libertades, gestos, cuerpos y expresiones. ¿Una puta, una fulana, una golfa? Pues la más puta, la más fulana y la más golfa”. (…)

“En esta línea, Lola era leída como mujer farandulera, y su origen humilde, su espontaneidad desinhibida y desprejuiciada, atravesaba su figura, que era asumida por la comunidad marica como una aliada, un reflejo de su disidencia, una proyección de lo abyecto, lo infame, lo indigno y lo degenerado durante todo el tiempo que pisó la tierra”.

Pepa Blanes, periodista especializada en cine:

“El cuerpo de Lola Flores fue influencia para travestis y también un modo de tensar la represión del deseo de aquellos cuerpos que no estaban permitidos en el franquismo. La influencia de Lola Flores en una parte significativa del colectivo trans de aquellos incipientes años de la democracia fue más importante de lo que parece. Las zarzamoras, como se hacían llamar quienes transgredían las rígidas normas del género, se lanzaban a demostrar que los roles de género son una performance, lo que años más tarde detallaría en su corpus teórico la académica Judith Butler. Por tanto, podemos decir que su figura sirvió para mostrar que el género es un constructo y dio una vida algo más feliz a quienes tuvieron vidas precarias en sus cuerpos disidentes. Fue consciente de ello la propia artista, que muchos años después durante su programa Ay, Lola , Lolita, Lola, presentó a cuatro mujeres trans por las que mostró un gran respeto de forma pública: “Quiero que tengan un respeto imponente por estas personas, porque han sufrido muchísimo”.

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