Sempere Siempre, 100 años del genial paisajista geométrico

Dos obras de Sempere. A la izquierda, ‘Atardecer en verano’; a la derecha, ‘Composición’.

La celebración de los 50 años del fallecimiento de Picasso ‘amenaza’ con eclipsar otras efemérides artísticas de este año, pero hay otro artista español fundamental de la segunda mitad del siglo XX, Eusebio Sempere, que se ha hecho ya un hueco por derecho propio en este arranque de 2023. Se cumplen 100 años de su nacimiento y, aunque lo mayor de la programación quedará acogido en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA), en Madrid se acaba de presentar una interesante exposición de su obra entre 1950 y 1965, a caballo entre París y Madrid. En la galería Guillermo de Osma. Hasta el 21 de abril.

Una cuarentena de obras de Sempere (Onil, Alicante, 1923-1985), incluidas dos hipnóticas esculturas que expresan bien su apuesta por el arte cinético, nos hablan de la geometría lírica y paisajística del artista. Gouache y lápiz sobre papel en su mayoría, aunque también podemos ver algún óleo sobre lienzo. Hay que subrayar un conjunto extraordinario (20 gouaches, 17 sobre cartulina y 3 sobre tabla) que por primera vez se muestra al completo: la colección Edward Helig, un neoyorquino que las adquirió directamente al propio Eusebio Sempere, “en una de las ventas más voluminosas que realizara el artista a un particular y que conformó uno de sus mayores éxitos económicos, para sorpresa incluso del propio Sempere, instalado hasta entonces en la precariedad”, tal como se cuenta en el catálogo de la muestra.

Como señaló en la presentación de la exposición Rosa María Castells, directora del MACA (a ver cuándo empezamos a prescindir de acrónimos en la denominación de museos, que cansa y confunde bastante, y optamos por términos más rotundos y figurativos), centro que precisamente partió de la donación de la colección de arte de Sempere: “Es una buena nueva oportunidad para volver a mirar su extraordinaria obra, imprescindible. No solo por su obra, sino que fue una de las personalidades artísticas más interesantes de nuestra segunda mitad del siglo XX”. Por poner dos ejemplos: Fue impulsor del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca junto a su amigo Zóbel, y del Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, en Madrid, que tras muchos años de abandono y maltrato, ha sido dignificado últimamente.

Eusebio Sempere. ‘Órgano’.

La exposición en Guillermo de Osma, Sempere, de París a Madrid 1950/1965, es realmente una buena nueva oportunidad para fijarse en el detalle y armonía, en la perfección técnica, en el empeño por captar la luz a través de la geometría, de este hombre que creció como artista en el París de las vanguardias, a mediados del siglo pasado. En una carta de 1954 al sacerdote Alfons Roig, profesor y amigo suyo, confiesa: “Estoy un poco asustado de ver cómo me gasto el dinero. En 15 días que estoy aquí he gastado más de la mitad, pero confío en que dentro de unos días empezaré a trabajar y así podré cubrir mis necesidades. Todavía no he empezado a pintar, porque conviene serenarse. Ya sabe que este ambiente aturde los primeros días y son demasiado caros los materiales para emplearlos mal. (…) París me parece una selva en la que el hombre vive en estado primitivo. Todo se presenta con absoluta desnudez y a mí me hiere, porque soy incapaz de comprender y aceptar las cosas materiales”.

Como cuenta Alfonso de la Torre en el catálogo, él sintió “una permanente desazón, entre el ir y venir, París u Onil, la necesidad de un futuro conectado con el mundo moderno que representaba Europa o la nostalgia del sentir, casi telúrico, la tierra levantina”. Sempere, como Palazuelo, amigo suyo, y del que en unos días llega también una exposición a Madrid, en el Museo ICO, “caballeros de la soledad”.

En París absorbió inspiraciones y técnicas, como la serigrafía, de la que luego fue gran impulsor en la atrasada España. Pero no llevó una vida fácil. Trabajaba de día en las más diversas ocupaciones, desde iluminar postales a envolver naranjas, y por la noche se concentraba con sus cartulinas negras, tiralíneas y compás, a la luz de un flexo y bajo la influencia de artistas que le iban fascinando en la capital francesa como Klee, Delaunay, Kandinsky (“pienso que hasta 1953, cuando me sumergí en la obra de Kandinsky, no descubrí mi verdadero camino”) o Mondrian: “Cuando descubrí a Mondrian, me sentí realmente mal. ¿Qué puedo hacer yo a partir de ahora? (…) agotó todas las posibilidades, hasta el punto de dejar el cuadro en una simple horizontal y una vertical (…) Mondrian, un genio, había llegado a la desnudez absoluta del cuadro, ¿qué hacer?”.

Eusebio Sempere. ‘Composición’.

En 1959 escribe, inmerso en un gran cansancio, como recoge Alfonso de la Torre en el catálogo: “No me gusta este exilio voluntario”. “Me paso la mayor parte del día haciendo estas odiosas tarjetas y por la noche, cansado ya, empiezo mis cuadritos que, en definitiva, me parecen insustanciales”.

De noche, pintando “sus cuadritos”, dudando de su valía, envuelto en cansancio, inseguridades y desánimo, como tan a menudo le sucede a los artistas que van abriéndose un camino. Concentrado en esas composiciones que, luego, impresas en póster, tantos estudiantes compramos en los años 80 en la tienda de la Fundación Juan March en Madrid para decorar nuestras habitaciones. Ahora yo soy un periodista que escribe aquí sobre el hombre que me acompañó dignificando las paredes de nuestros baratos pisos compartidos, y él cumple 100 años y, con acierto, se le reivindica.

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