“El aumento actual de la desigualdad no tiene parangón en la historia”
Para el investigador Carles Lalueza-Fox, la paleogenética permite “comprender” la desigualdad y cómo esta se ha transmitido a lo largo de la historia de la Humanidad hasta conformar nuestra sociedad, donde apreciamos que no solo no ha desaparecido, sino que está aumentando. En ‘Desigualdad’ (Crítica) aborda este tema no exento de polémica. Con un subtítulo, ‘Una historia genética’, el actual director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona se ha servido de la información del ADN para analizar cómo se transmite la desigualdad a través de los genes. Cómo han dominado los ricos sobre los pobres, los poderosos sobre los indefensos, hombres sobre mujeres, poblaciones tecnológicas sobre otras más tradicionales. Hemos hablado con él, y cada respuesta podría ser un titular. “Al ritmo que está sucediendo actualmente la desigualdad, que, según los economistas, no tiene parangón en la historia de la humanidad, puede dar origen a una gran inestabilidad del sistema”.
Además de un libro científico, estas discriminaciones, que dejaron marcas genéticas, son vistas también a través de disciplinas como la economía, la filosofía o la historia. El pasado nos permite conocer nuestro posible futuro y, como avisa el autor, “la máxima de que las sociedades tecnológicas serán principalmente meritocráticas es probablemente falsa; la economía estará dominada por la riqueza heredada”. Toda una declaración que parece un túnel sin salida sino se dan cataclismos sociales o medioambientales. Lalueza afirma que escribió el libro para hablar de todos aquellos que sufrieron las consecuencias de la desigualdad. “El filósofo Walter Benjamin tenía razón cuando dijo: ‘Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las persona célebres”.
Vivimos en una época de creciente desigualdad. Es consciente que toca un tema sensible.
Lo que intento demostrar en el libro es que la desigualdad no es un fenómeno reciente, sino que es también parte del pasado, prevalece y que la llevamos inscrita en nuestro genoma. La biología es una perspectiva distinta a la de la economía. Por ejemplo, Piketty trabaja en la desigualdad económica de las últimas décadas, cómo se sigue concentrando la riqueza en pocas manos, yo propongo una visión más profunda y desde otro punto de vista sobre lo acontecido para entender qué sucede ahora. Hay que relacionarlo también con otras disciplinas, pero la paleogénetica nos permite una visión más amplia.
¿Entonces, la secuenciación de los genomas nos enseña cómo se ha moldeado la desigualdad?
Sí, la desigualdad ha modelado los genomas actuales a través de distintos eventos y la encontramos en diversos periodos y de diversas maneras: sociedades avanzadas tecnológicamente frente a las que no lo eran tanto, hombres sobre mujeres, agricultores sobre cazadores recolectores. Estas variantes han diseñado a la Humanidad y, sobre todo, los sucesivos procesos migratorios. Somos descendientes de los que practicaron esta desigualdad en el pasado. De gente que tenía muchos hijos y estos heredaban su riqueza. A través de las generaciones la mantuvieron, ya que disponían de recursos, así que estas descendencias han disfrutado de más facilidades que otras personas. La desigualdad era prevalente en el pasado y nosotros somos sus descendientes.
Por lo explicado en el libro, no parece que la Humanidad haya avanzado mucho en corregir esta situación.
No lo sé. Hay expresiones distintas, hay situaciones de desigualdad en el pasado que ahora no se dan. Como esos hombres superdominantes con centenares de hijos. Ahora la desigualdad se manifiesta de otras maneras. El hecho de poder estudiar cierta evolución –hace una década no podíamos acceder a toda la información que tenemos actualmente– es un progreso y, por tanto, se pueden obtener mecanismos sociales de corrección. En ese sentido, hay un mensaje positivo, ya que creo que puede haber progreso sin tanta desigualdad.
En el contexto de su libro, ¿dónde quedan las luchas sociales y de clase de los últimos siglos?
La pregunta es interesante. Hay algunos estudios recientes, que explico en el libro, como el de los apellidos que en países que aparentemente son meritocracias, como Suecia y Dinamarca. Pero si se miran los apellidos de la nobleza de hace tres siglos y los que los han heredado, como Eriksson, se comprueba que cobran más, aunque ya no sean nobles. Así que la desigualdad tiene una extraña persistencia, aunque no seamos conscientes de ello y ahora es más sutil. Los mecanismos sociales protegen estas redes de privilegio, generando nuevamente un determinado patrón socioeconómico, listo para reproducirse.
Pero en estos momentos sí se da el debate entre herencia y meritocracia. Como siempre, ¿es una cuestión entre ricos y pobres?
Cierto, a lo largo de la historia, la clase dominante ha sido reemplazada por otra, pero hay pocos periodos de la historia en los que podamos decir que la desigualdad ha disminuido. Cuando esto ha pasado, ha sido por cuestiones de tipo catastrófico, grandes guerras, grandes pandemias, caída de imperios. Lógicamente, para corregir la desigualdad actual habría que buscar mecanismos que no fuera el colapso de la sociedad.
¿Dónde quedan las utopías sociales? ¿Estamos en un callejón sin salida, con estructuras de miles daños funcionando silenciosamente en los genes?
Podemos pensar: vamos a generar una sociedad más racional e igualitaria; sin embargo, hay estudios psicológícos que indican que la gente no está a favor de soluciones igualitarias, no quieren eso de café para todos. El aumento de sociedades racionales igualitarias es problemático y complejo. Los experimentos no siempre han funcionado. Pero al ritmo que está sucediendo actualmente la desigualdad, que, según los economistas, no tiene parangón en la historia de la humanidad, puede dar origen a una gran inestabilidad del sistema.
Hombres y mujeres, el poder lo han tenido los primeros. También la posibilidad de una mayor transmisión genética. Las mujeres están limitadas en el número de embarazos.
Sí, es así, incluso está documentado, como es el caso de todos los Kanes descendientes de Gengis Kan que tenían numerosas concubinas, pero sus hijos también, sus nietos, sus biznietos. Esto sucede también en la Prehistoria; los hombres eran más altos, robustos y fuertes, y esto probablemente lleva a una dominancia que luego se sanciona socialmente.
¿La baja natalidad actual puede provocar cambios?
Ahora la desigualdad se está rediseñando, no es la misma que cuando los sultanes tenían cientos de hijos. Ahora los multimillonarios tienen dos o tres. Pero también se da la paradoja de que las parejas se siguen buscando dentro de un mismo estatus social, lo que implica que los ascensores sociales se desdibujen.
¿Qué sociedad ha tenido una mayor combinación genética?
Sin lugar a dudas, en los últimos siglos esto se ha dado en el continente americano. Colonizado por los europeos, pero implicó movimientos poblacionales masivos de tres continentes que conllevaron unas desigualdades tremendas en la formación de las nuevas poblaciones. Hay un gran sesgo en la herencia, no está hecha a partes iguales. Encontramos hombres europeos que han tenido descendencia con mujeres nativas americanas o africanas.
¿Las tecnologías, como la edición genética Crispr, permitirán nuevas desigualdades?
Sí, puede ser así. Ahora hay programas de edición genética que socialmente están aceptados para enfermedades hereditarias graves que conllevan la muerte. A todo el mundo le parece lícito modificar el genoma de estas personas. Pero podemos estar a un paso de que un personaje ultra-rico quiera modificar algunos genes que están asociados, por ejemplo, a una mayor longevidad, o que les asegure una descendencia con una mayor belleza. No hay fronteras insalvables, sino graduación de las posibilidades que deberemos permitir o no.
¿El estudio de las genéticas antiguas también pueden explicar los cambios culturales en la población humana como la lingüística?
Las migraciones fueron un suceso prevalente en el pasado. Las ancestralidades diferentes se van superponiendo en capas, también culturalmente. Cuando miramos las sociedades, encontramos estos sesgos con cada migración, así que algunas prácticamente desaparecen o quedan residuales y otras dominan. Hemos tenido que redefinir la antigüedad de las lenguas indoeuropeas, que se pensaba que debían provenir del Neolítico ya que se asociaba al gran cambio que fue la agricultura. Pero hace diez años, los estudios genéticos descubrieron otro gran cambio cultural que hubo hace 5.000 años, cuando llegaron los nómadas de las estepas desde el Este de Europa. Los estudios paleogenéticos documentan este cambio cultural y también el de las lenguas.
La pérdida de biodiversidad en el planeta es preocupante. Usted es director de un museo de Ciencias Naturales. ¿También se ocupa de ello?
Sí, los estudios sobre la biodiversidad son muy importantes para instituciones como la mía, ya que tenemos incluso la oportunidad de conocer el genoma de especies que se han extinguido o están en peligro de extinción. Los museos de Ciencias Naturales desarrollan herramientas de estudio y de posibles soluciones.
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