“Sabemos enviar un cohete a Marte, pero no gestionar un enfado”
Nazareth Castellanos: Autora de los libros ’Neurociencia del Cuerpo’ y ’El Espejo del Cerebro’, ha escrito también cuentos para explicarles a los más peques cómo funcionan el cerebro y el estómago. Nazareth Castellanos es física, doctora en Medicina (Neurociencia) y directora de investigación del laboratorio Nirakara y la cátedra extraordinaria de Mindfulness y ciencias cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid. Apasionada por la divulgación, la meditación y, sobre todo, por el conocimiento que nos sirva realmente para entender cómo funciona nuestro organismo y que nos permita aprender a vivir mejor. Hemos hablado con ella –y el encuentro no puede haber sido más fructífero– en esta semana del 8M que ‘El Asombrario’ la dedica a entrevistar a mujeres con mucho que aportar.
¿De dónde te viene este interés por la ciencia, por la investigación?
Yo creo que desde pequeña era muy curiosa, me apasionaba el cuerpo, me parecía muy misterioso… Tenía obsesión con abrir todos los muñecos para ver qué había dentro y no encontraba nada, para mi gran frustación, pero me gustaba mucho conocer cómo funcionaba la naturaleza. Estudié Física y, cuando estaba en 3º, mi madre me trajo un recorte de una entrevista a un investigador neurocientífico, Javier de Felipe, que decía que necesitarían físicos dentro de la biología para investigar el cerebro. En aquel momento me pareció perfecto, lo busqué y encontré a este hombre en la universidad y estaban ofreciendo una beca de colaboración como estudiante. Para ayudar en el laboratorio necesitaban a alguien que supiese de campos eléctricos. Y ahí llegué yo. Mi primer artículo fue con él; Javier de Felipe es el neurocientífico más importante que hay en España. Por eso siempre le he dado tanta importancia a la divulgación. Si él no hubiese hecho esa entrevista en esa revista (mi madre lo cogió de la consulta de un dentista), yo no hubiera leído cómo hablaba del cerebro, y eso me fascinó.
En tu caso, también junto a la pasión por la investigación está la pasión con la que lo transmites y la habilidad de comunicación para conseguir que muchas personas se interesen por temas que a priori pueden parecer distantes o complejos.
Llevaba ya muchos años trabajando en investigación y estamos acostumbrados a estudiar cosas muy complicadas, difíciles, frías, muy matemáticas, anatómicas, y me planteé en algún momento: ¿Pero de todo esto yo qué conocimiento extraigo? Porque tengo mucha información, sé hacer cosas muy complejas, pero yo qué aprendo para mí. Muchas veces la ciencia es así de fría. Suena bonito estudiar el cerebro, pero mi día a día es hacer números. Yo estaba en Londres y empecé a pensarlo de otra forma. ¿Cómo puedo extraer de aquí sabiduría? El conocimiento que me valga en mi vida personal. Cuando se lo contaba a la gente, veía que generaba interés y ahí empezó la divulgación.
¿Hay alguno de esos aprendizajes que te resultara totalmente transformador?
Sí, yo estaba en el doctorado, en Medicina, tendría 26 años, y me explican el secuestro amigdalino. La amígdala es una estructura del cerebro que es la más involucrada en las emociones, está en las partes profundas del cerebro, en el centro más o menos. Las estructuras que están en el centro tienen que respetar la jerarquía, hasta que llegas a la corteza, la parte más compleja, la parte consciente. La amígdala tiene que pasar por varias estructuras hasta llegar a la corteza. Pero en 1984 Joseph Ledoux, en la Universidad de Columbia en Nueva York, descubre que la amígdala tiene una carretera secundaria por la cual accede directamente a la corteza frontal, de tal forma que cuando te pones nervioso o te enfadas muchísimo se activa esa carretera, así que toda tu conducta está regulada por la actividad de la amígdala. El tiempo en el que estás sometido por la actividad de la amígdala se llama periodo refractario, tiempo durante el cual no procesas información que no esté de acuerdo con tu enfado, el cerebro la inhibe, no la veo ni la escucho. No te permite recordar cosas que están en contra de tu enfado. Si me enfado con mi pareja y me pongo muy nerviosa y entro en ese secuestro amigdalino, la amígdala en su activación con el hipocampo permitirá que sólo tenga acceso consciente a los recuerdos que dan razón a que mi pareja es tal o cual o hace esto o lo otro, no a las veces que no lo ha hecho o no ha sido así.
Es tremendo, se genera un diálogo interior inmenso, no puedo dejar de rumiar el problema y sólo proceso esa información. Para salirme de ahí requiere un acto de consciencia, un acto que puedes ir educando. Cuando escuché eso por primera vez, no entendía que no me lo hubieran explicado antes. Además, el secuestro amigdalino es especialmente importante en la adolescencia. Y recordé la cantidad de veces que yo había estado ahí. Saber que es un pozo en el que caemos, que esos pensamientos están muy sesgados, te permite muchas veces (no todas) darte cuenta, pararte a pensar: esto que me está pasando es un proceso natural, estoy sesgando la información, eso te hace separarte de tu estado y poder verlo. Cuando no lo sabes, te atrapa y te dejas llevar por ese secuestro.
Esa comprensión sobre cómo funcionan nuestros mecanismos internos, ¿cómo podría mejorar nuestras vidas si se enseñara desde edades tempranas?
Por ejemplo, en esa regulación de las emociones. Si con 13 o 14 años me hubiesen explicado eso, te permite reconocerte en esos sesgos, ponerte en otra posición, saber que tengo que ir entrenando para no caer en ese tipo de conducta, no creerme tanto todos mis pensamientos… Todo esto a mí me ha ayudado mucho. Conocernos y tener información de cómo somos puede hacer mucho bien. Me parece que el sistema educativo da la espalda al ser humano.
Sigue siendo la asignatura pendiente el “conócete a ti mismo”.
Y seguirá siéndolo toda la vida. El sistema educativo nos genera información, conocimiento, y eso es muy bueno, pero no puede ser que sepamos enviar un cohete a Marte y no sepamos gestionar un enfado. Si supiéramos las dos cosas, imagínate lo que haríamos… Marte se nos queda corto, creo yo. (Risas).
¿Y cuando empiezas a ajustar el foco en la meditación y empezar a investigar la neurociencia de esta práctica?
Llevaba muchos años estudiando Alzheimer y daño cerebral, y cuando tuve este replanteamiento con la ciencia y la necesidad de aprender más sobre mí, pensé: “Llevo muchos años estudiando cómo el cerebro cambia para degenerarse, para funcionar peor, ¿por qué no estudiar qué puede hacer el cerebro para estar mejor?”. Mecanismos de aprendizaje de la felicidad, crecimiento, favorecer el bienestar no era objeto de estudio, pero sí el estrés, la ansiedad…
Sabemos mucho de todo lo negativo y poco de las fortalezas del sistema humano. De cada 100 artículos científicos que se publican, sólo uno es sobre las bondades humanas, las fortalezas. Yo ya meditaba, me había ayudado, y me pareció que era un camino para guiar a nuestro cerebro para estar mejor. Incluso al proponer esto en la universidad la respuesta fue no. Conocí el Instituto Nirakara y de forma colaborativa empezamos el camino para poder estudiar cómo cambia el cuerpo y el cerebro en las personas que meditan de forma regular. Había estado ya en Estados Unidos investigando qué pasa en el cerebro de los monjes meditadores Zen. Apasionante, pero yo no voy a meditar cinco horas al día ni voy a vivir en un monasterio en las montañas, entonces me interesaba estudiar la meditación que hacemos de media hora o una hora al día, qué efectos tiene. Nos centramos en la investigación de meditadores moderados. Con el apoyo de otras universidades de otros países que ya investigan la neurociencia de la meditación desde hace mucho tiempo conseguimos que la Universidad Complutense nos facilitara poner en marcha una cátedra.
¿Por qué hay resistencias en el ámbito académico, científico, a la hora de abordar este tipo de prácticas milenarias? ¿Se ningunean?
Ahora ya menos, pero hay quien pensaba que metíamos la religión en la academia porque lo vinculan a lo esotérico, a lo espiritual, hay mucho desconocimiento y prejuicios. La meditación es una propiedad cognitiva del ser humano y tiene un interés psicológico espectacular.
¿Qué beneficios tiene, qué huella nos deja la meditación en nuestra salud?
Respecto a ese secuestro de la amígdala que comentábamos antes, cuando la amígdala está más gruesa anatómicamente de lo que tendría que estar, la hipertrofia de la amígdala está vinculada con el estrés crónico, cuando estamos con mucho agobio, ansiedad, se activa más fuerte. Es como un detector de alarmas. Tiene que detectar alarmas, claro, nos salva la vida; ahora bien, si ese detector se vuelve hipersensible y cada vez que pase algo estalla, se ha convertido en un inconveniente. La meditación ayuda a mantener la amígdala en su nivel, por lo tanto favorece la gestión emocional. A las ocho semanas de practicar meditación moderada esa amígdala se reduce y hay menos secuestros. Modera su actividad. En el día a día, lo noto porque el número de veces que estallo es menor, el tiempo que estás en ese enfado es más corto, pasas de reaccionar a responder. Lo notas en tu vida, en tus relaciones familiares.
¿Cómo es esa sincronicidad entre cerebros y corazones?
Esto aún se estudia poco, pero el día que se acepte va a cambiar mucho a nivel social. Impactamos en los demás. Yo lo veía en mi relación con mi hija. Hay vías de comunicación entre las personas, entre los cuerpos. Uno es el cerebro. Tú y yo estamos hablando y nuestros cerebros se están sincronizando. Si midiéramos las señales y los campos eléctricos de tu cerebro y el mío antes de encontrarnos y los medimos ahora, se ve eso, ahora están correlacionados. Esto sucede también a través de la pantalla, imagínate todo lo que se ve por la tele… La otra vía de comunicación es el sistema endocrino, las hormonas y el cortisol. Si estás con estrés, aunque no hables y no digas nada, se transmite a otras personas y les empieza a aumentar su nivel de cortisol. Se ha medido esto con trabajadores en una oficina donde no hay contacto ni comunicación. También al contrario, si estás con la oxitocina a tope, eso también se transmite y aumenta la probabilidad de incrementarla en otras personas.
Y la tercera vía es el corazón. Mi dinámica cardiaca y la tuya han cambiado ahora. Imagínate el impacto que suponemos para la sociedad cada ser humano. Todo se va transmitiendo, simplemente desde el cuerpo. Esto llevado más allá de las relaciones familiares, también al lugar que ocupan los profesores, los médicos… No sólo se transmite lo que se dice, es mucho más. Por eso también la importancia de la humanización de la medicina.
Lo potente de esto es la capacidad que tenemos para transformar las propias emociones, por eso la importancia de conocer cómo funcionamos internamente. Lo has contado en dos cuentos infantiles (‘Alicia y el cerebro maravilloso’ y ‘Alicia y la barriga maravillosa’). ¿Quién es la Coneja Cajal?
El nombre es un homenaje a uno de los grandes genios que hemos tenido en nuestra cultura. Ramón y Cajal descubre la arquitectura cerebral, que el cerebro está formado por neuronas y da nacimiento a la neurociencia. Él además lo pintaba, tiene láminas de cómo es el cerebro, la distribución de los nervios por el cuerpo, la médula… Son obras de arte, además de su importancia en cuanto al conocimiento científico.
El cuento, inspirado en Alicia en el País de las Maravillas, va relatando cómo esta Coneja Cajal permite ver el cuerpo por dentro y Alicia puede ver cómo es su cerebro, qué pasa cuando se enfada, cómo hacer para tranquilizarse, la respiración, qué pasa cuando come muchos dulces o golosinas, qué pasa en tu cerebro cuando insultas a otra persona, porque es imposible hacer daño a los demás sin hacerte daño a ti y el daño cerebral está por supuesto en quien es agredido, pero también en quien agrede.
¿Y ese mecanismo tan automático que es la respiración, qué pasa cuando lo hacemos de forma consciente?
Cuando empezamos a investigar la meditación y a medir el cerebro, el corazón, el estómago, intestino, tiroides y la respiración por ambas fosas, la presión del aire, empezamos a evaluar el proceso respiratorio, cómo respiramos, los ciclos respiratorios. Cuando observas la respiración en tus diferentes estados, si estás con nervios, con enfado o en calma, es fascinante porque la inmensa mayoría de la población respiramos fatal. No hemos terminado la inspiración y ya estamos con la espiración, respiramos más por la boca que por la nariz… Por primera vez en 2017 se publica en Science un artículo sobre la neuroanatomía de la respiración, qué zonas del cerebro están influenciadas por la respiración, son las zonas más involucradas en la memoria, la atención y las emociones. Si respiramos de otra forma, si aprendemos técnicas de respiración, esas zonas pueden empezar a trabajar mejor. ¿Puedo respirar de otra forma para mejorar mi atención? La respuesta la tenemos 7.000 años atrás.
Claro, porque que la ciencia occidental investigue actualmente cosas desde sus herramientas no quiere decir que desde otros saberes y otras culturas (y en otros lugares y tiempos) no se supiera ya eso.
Exactamente. La ciencia no siempre reconoce lo que han hecho otros antes, pero en este caso sí, en este artículo que se publica en Science se llama a estas vías anatómicas, las “vías ascendentes Pranayama”, en honor al conocimiento de la India sobre las técnicas de respiración. La ciencia es un camino de conocimiento muy enriquecedor, pero no es exclusiva, esto sería un peligro. Hay que hablar de la tolerancia entre saberes, de la convivencia, no de unificación.
¿Estamos en un plano muy mental, que sólo valora el conocimiento técnico o intelectual?
Sí, la información. Pero mira, igual prefiero no aprender tanto de matemáticas, de nombres de reyes, y me hubiera gustado que me hablaran más de esto, del ser, qué procesos internos emocionales tengo, técnicas de respiración, recursos para manejarnos mejor… Lo hubiera agradecido. Soy capaz de resolverte una ecuación muy rara, pero hasta los 20 años no me enteré de qué era el secuestro amigdalino y a los 40 me entero de que al enfadarnos se nos bloquea la fosa izquierda, y si intento abrirla y me relajo.
Cuando nació mi hija aprendí técnicas de respiración, el cansancio es duro, no duermes mucho, y estas técnicas para relajarme y conciliar el sueño me ayudaron mucho.
Háblanos de la influencia de los órganos en el cerebro, esta idea de integración…
La cuna de nuestra medicina occidental es la medicina egipcia y luego la griega, que consideraba el cuerpo como un todo, se le atribuían propiedades psicológicas a los órganos, se pensaba en tres ejes: cerebro, corazón y estómago. En el Renacimiento se cambia a una visión cerebrocentrista: el cerebro es el principal y el resto de los órganos sólo mantienen al cuerpo. Pero desde hace diez años estamos viviendo un momento espectacular. La base de la consciencia está en el organismo entero, no sólo en el cerebro. Volvemos a ver que son todos los órganos, que lo que pasa en el intestino influye en el estado de ánimo, en el aprendizaje, que el corazón está involucrado en la percepción, en la idea de identidad, que la respiración influye en la atención, en la emoción. El cerebro es el gran integrador, recibe información de todos los órganos y responde. Antes la visión era al revés: el cerebro dice a los otros órganos lo que tienen que hacer.
Compartías recientemente en tus redes sociales un artículo sobre la arquitectura del cerebro, que es similar a la del cosmos. Fascinante.
Sí, porque la materia cumple las leyes de la física. Nos basamos en la física clásica para estudiar la medicina, no ha llegado el momento de trasladar el bagaje de la cuántica a la medicina. La clásica estudia sobre todo el cosmos. Estamos hechos de los mismos átomos, las leyes se cumplen igual en un sitio o en otro. Como la morfología tiene sus estructuras, se cumplen igual en escala microscópica, en escala mesoscópica (que es donde estamos nosotros) y la macroscópica. Es la misma materia. Entender la organización del cosmos nos ayuda mucho a entender la organización del cuerpo. Empezamos hace años un proyecto con la Agencia Espacial Europea para estudiar la interacción ente los órganos como interacción planetaria. Conocer el mundo, la naturaleza, es conocernos. El artículo comparaba la organización de la red cósmica con la organización de la red cerebral. Nuestro cerebro está organizado como está organizado el cosmos, y esto es espectacular.
¿Cuanto más nos conocemos, mejor nos cuidamos?
Así es; cuanto más te observas, te conoces, meditas, aprendes a quererte, más te sale cuidarte bien, tratarte bien.
¿En qué aspectos nos tratamos mal?
Con la alimentación (productos procesados), violencia en los videojuegos, vida sedentaria, obsesión por el trabajo…
¿Cuál es el gran potencial que ves actualmente, qué puede convertirse en un detonante de la evolución humana?
Yo creo que estamos en un momento histórico único. Nunca antes tanta población ha tenido acceso a tanta información. Hoy todo el mundo tiene móvil y puede buscar un tipo de información u otra. Podemos transmitir mucho conocimiento y por primera vez se puede crear una gran masa crítica de población que quiera otras formas de vida, que se desarrolle más como persona, creciendo como ser humano. Esto va a ser un salto. Ya no va a ser un grupo pequeño de gente privilegiada. Por eso es necesario que cada vez más voces hablen por un desarrollo del humanismo.
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