Los bosques, protagonistas en la Feria del Libro de Madrid

Maraa Grotto, en la isla de Tahiti Nui. © Jose Fuste Raga/Corbis

“Somos como somos porque fuimos bosque en el pasado”, aseguraba el escritor y naturalista Joaquín Araújo en la presentación de la exposición urbana de la que, un año más, es el comisario y que en esta edición se titula ‘Bosques, nuestros aliados contra el cambio climático’, dentro de la Feria del Libro de Madrid. En total, casi medio centenar de imágenes en las que se nos muestra la belleza de esas agrupaciones de árboles que estamos perdiendo a nivel global y local, imágenes que no eluden la mención de los impactos.

“Emboscado” de vocación, en un masivo recorrido inaugural por la muestra,  Araújo fue desgranando el porqué de cada una de las imágenes que han sido seleccionadas en lo que es, en realidad, un viaje por el planeta Tierra. Su objetivo, dejar, al menos, una pequeña huella en la conciencia de las decenas de miles de personas que visitarán estos días la Feria en El Retiro, que termina el próximo domingo, si bien la muestra se mantendrá cuando termine, hasta el próximo 1 de julio.

Esta feria cultural, rodeada de árboles, es desde luego un gran escenario para recordar que hace 12.000 años el 70% de este mundo que habitamos estaba cubierto de árboles, en tiempos anteriores a que el ser humano comenzara a cultivar y pastorear la tierra. Hoy se calcula que nos quedan tres billones de ejemplares, pero somos 8.000 millones de personas y, como recordaba el naturalista, sólo el pasado año perdimos 17.000 millones en incendios que llevaría mucho tiempo recuperar, si es que realmente fuera la meta compartida. “Ellos nos dan su mejor regalo, que es la sombra”, decía, para añadir una metáfora que lleva mucho más allá su trascendencia: “Los bosques son el tratamiento necesario contra el cambio climático, escanciadores de salud física y psicológica y, sin embargo, estamos quemando nuestro hospital general”.

Pese a que sólo en España el pasado verano ardieron 300.000 hectáreas forestales, y casi todas en fuegos provocados, el naturalista hacía hincapié en que “todos preferimos el frescor del verde a la ceniza de un árbol muerto” y quizá de ahí, como explicaba, la palabra buscar provenga en  su origen etimológico de la palabra bosque, ese lugar en el que nuestros ancestros habitaban hace seis millones de años y que no ha dejado de proporcionarnos regalos, término que Araújo prefiere a recursos, en forma de alimentos, oxígeno para respirar, fijación de metales pesados, biodiversidad o humus que enriquece los suelos. “Sólo por contaminación del aire mueren al año siete millones de personas en el mundo. Pero no olvidemos que cada árbol influye en su entorno y más aún cada bosque. Solo por su función termorreguladora del clima global, la Amazonía debería ser un lugar sagrado, porque no hay tecnología humana que pueda suplirla”, argumentaba ante una espectacular foto del gran río.

Reserva Biológica de Muniellos, Asturias. Fotografía de José B. Ruiz / Cordon Press.

Por el contrario, la ciencia nos cuenta que no vamos por ese camino: en las dos primeras décadas de este siglo ese gran bosque primario perdió el 9% de su extensión, el equivalente al territorio de Francia, y los últimos estudios, publicados este mismo año en Science, nos dicen que más de un tercio de la selva amazónica que nos queda ya está degradada por incendios, sequías y la acción humana, que tiene tanto que ver en el cambio climático. Son zonas de frontera con lo que ya no existe, que se van ampliando.

Algunas de las imágenes seleccionadas para la exposición nos hablan de la multiplicidad de vida en los entornos boscosos. Nos recuerdan que de los 500 millones de especies diferentes que se calcula que ha habido en la Tierra desde que fue posible la vida –sin contar las que no se conocen–, la mitad han vivido entre árboles. “Aún hoy”, mencionaba Araújo, “lo hacen entre 35 y 100 millones de especies distintas, aunque no se sabe exactamente cuántas son porque algunas ni se conocen”. Otras de las elegidas nos descubren el importante papel protagonista que estas selvas tienen para el ciclo global del agua dulce, dado que cada ejemplar de estas selvas puede generar hasta 300 litros al día, lo que definía como “una lluvia hacia arriba”.

También hay fotografías espectaculares que nos trasladan a la gran variedad de bosques que tenemos en la Tierra –los caducifolios templados, los boreales, la taiga, los tropicales secos, los mediterráneos…– entre los que destacaba uno que es el que habita Araújo: las dehesas. “Tenemos cinco millones de hectáreas de dehesa en España, el único lugar donde la cultura humana y la naturaleza empatan, han logrado hacer comunidad”. Casi ya al final del recorrido, con los ojos llenos de verde, algunas más nos ponen delante esas carreteras que cruzan zonas tropicales para sacar sus recursos –madera, minerales y piensos para la carne que consumimos– y también, de nuevo, el fuego y quienes luchan contra él arriesgando su vida, un homenaje a los bomberos forestales.

En el capítulo de las soluciones, mención especial tuvieron en esta inauguración quienes batallan por sacar adelante proyectos de reforestación a lo grande, como el Cinturón Verde africano al sur del Sahel (si bien aún están por ver los resultados, dado que las últimas noticias hablan de poco éxito por los conflictos en la zona y la falta de fondos) o la iniciativa de China en el desierto de Gobi. También se recordaron las investigaciones genéticas que ayudan a conocer las especies que mejor pueden sobrevivir en la actual situación en cada zona, porque la adaptación al cambio climático es ya inevitable.

“Pero la solución principal pasa también por la austeridad, por el decrecimiento, porque de nada sirve lo anterior si seguimos comiendo hamburguesas sin freno o cambiamos los coches actuales por el mismo número de eléctricos”, insistía Araújo, quien a lo largo de su vida ya ha plantado 25.000 árboles.

La exposición Bosques, nuestros aliados contra el cambio climático está patrocinada por Lunwerg Editores y cuenta con el apoyo de la Fundación Axa. 

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