El fotógrafo que luchó contra el fascismo y dignificó a los obreros
“A menudo me preguntan cómo empecé en la fotografía. Yo tenía entonces 12 o 13 años, y me di cuenta de que la cámara podía convertirse en mi propio medio, mi lenguaje personal para decirle a la gente lo que sentía por la vida, lo que descubría, sufría o me producía una inmensa alegría”. Quien expresa este pensamiento es Louis Stettner, a quien, dentro de las actividades de PhotoEspaña 2023, la Fundación Mapfre le dedica una gran retrospectiva en Madrid, en la que se recoge obra no sólo de sus dos ciudades (Nueva York 1922-París 2016), sino también de otros entornos como Ibiza, Grecia o Portugal, así como su constante empeño en dignificar la imagen de los obreros y luchar contra el fascismo.
En 1956 retrató a Tony y Pepe, pescadores de la isla ibicenca con encuadres que resaltan su fuerza, vitalidad y dignidad, puro neorrealismo. También caminó por las calles de Málaga y Torremolinos. Pero, a pesar de esta vinculación, es un fotógrafo poco conocido en España.
Su fotografía es, ante todo, social, con un gran compromiso político del que no renegó nunca. Ante una pregunta realizada a su comisaria Sally
Martin Katz sobre por qué no había tenido más reconocimiento, contestó que Stettner “fue marxista, y lo fue hasta el final de su vida, por eso se sentía muy cómodo en París. Rechazaba el sistema de museos y galerías. Durante el macartismo perdió su puesto de trabajo, ya que se negó a cooperar. Su filosofía era entregar las fotografías al pueblo. El rédito económico, a pesar lógicamente de exponer, quedaba en un segundo plano”.
Tal vez su experiencia como fotógrafo en la Segunda Guerra Mundial imprimió un carácter centrado en la denuncia social y la confianza en el ser humano. Esta retrospectiva, organizada de forma cronológica, abarca multitud de temas a los que enfocó su cámara en blanco y negro. Sin embargo, la exposición termina en una explosión del color en una obra casi desconocida hasta ahora.
A Stettner le gustaba decir de sí mismo: “Soy el fotógrafo desconocido más conocido del mundo”. Para él, y según su credo, la fotografía le permitía “explorar y celebrar la condición humana y el mundo que nos rodea, la naturaleza y el hombre unidos, encontrar significado en el sufrimiento y en todo lo que es profundo, bello y alimenta el alma”.
Para Martin Katz, “la búsqueda de la belleza y la humanidad que encuentra en los seres humanos, con los que empatiza, se revela a través de su cámara con una gran generosidad de espíritu”. Este espíritu y legado se puede contemplar ahora en Madrid a través de 190 fotografías, que abarcan desde 1936 hasta su muerte.
Después de la guerra volvió a unirse a la Photo League a la que ya había pertenecido. Ya en Nueva York, sus fotografías se llenan de escenas tomadas en la calle, soldados, personas en una esquina, hombres y mujeres leyendo, captados en su rutina diaria, una geografía humana al terminar la jornada laboral que capta con su Rolleiflex, sobre todo en su gran y fascinante serie del metro en 1946.
La fotografía callejera no siempre ha sido valorada. Pero encuadre y momento oportuno permiten a Sttetner reflejar el entorno social.
“Trabajé en la vie quotidienne, con sus alegrías y sus inconvenientes rutinarios. La vida cotidiana, lo que ocurría en el momento a nuestro alrededor, eso era lo que más contaba. Tenía 21 años y la guerra me había enseñado que la vida era algo precioso”.
En 1947 se traslada a París para estudiar cine. Estancia que prolongó cinco años, compartiendo nuevas influencias y nuevas amistades como
Brassaï. Ahí, hombres y mujeres también son capturados en sus rutinas. Sus fotografías de la postguerra en París muestran a veces una ciudad vacía esperando a renacer de la ocupación nazi. Muchas de estas fotografías están realizadas al amanecer.
Realismo humanista
Enraizado en dos mundos, se negó a limitarse a un estilo, un tema o un género concreto, explica Martin Katz. “La lucha contra el fascismo me dejó una fe en el ser humano que nunca me ha abandonado”. También expresó que le fue difícil evaluar lo que había sido como fotógrafo tomar imágenes de las batallas. “Lo que sí sé es que viví y luché junto a mis compatriotas –pescadores, obreros industriales, tenderos– con los que apenas me había rozado en Times Square”.
A pesar de sus firmes ideas socialistas, no quiso imponer a su obra una concepción doctrinaria de la relación entre el capital y el trabajo, pero dejó escrito que “la desigualdad que el capitalismo producía en Estados Unidos era una fuente de indignación y de angustia”.
De vuelta a Nueva York, de 1952 a 1969, retrata nuevamente a personas en sus momentos “privados” en los trenes o realizando diversas tareas en soledad. También completó toda una serie de fotografías por Greenwich Village para reflejar los cambios culturales que comenzaban a manifestarse con la llamada generación Beat.
Las décadas se suceden en la exposición y también su compromiso plasmado en las fotografías que hizo de los trabajadores en los años 70. Comprometido con el proletariado durante esos años, intensificó su activismo y fue visitando fábricas por Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Unión Soviética para fotografiar a los trabajadores. “No le interesaba la función que desempeñaban, pero sí quería dignificar a esas personas, ya fuera en una imprenta, en una fundición o en un cadena de montaje. Lo importante es lo que nos transmite su rostro”, escribe Martin Katz. Los trabajadores de Stettner parecen fuertes y orgullosos, pero, como declaró uno de ellos en su serie Workers: “Nadie sabe que estamos vivos”.
En 1979 Stettner seguía retratando a obreros manuales, cuando la mirada ya se iba al ocio y el consumo y, como dice el escritor David Campany,
“esto era un acto de resistencia y también de homenaje a aquellos que producen todo lo que nos rodea”. Las caras expresivas de los protagonistas se reflejan en las fotografías tomadas durante las manifestaciones de protesta habituales en esa década, bien por la guerra del Vietnam, la discriminación racial o las huelgas de los sindicatos.
Fotógrafo escritor
Expresó Stettner: “Para mí, la fotografía, la escultura y la pintura son inseparables y todas desempeñan un papel esencial en mi concepción de la vida”. Además de fotógrafo, fue escultor, pintor, dramaturgo, poeta y editor de revistas. Le gustaba leer y escribir. Leía a Platón en una tienda de campaña en Nueva Guinea. Leía constantemente a su venerado Walt Withman desde que con 13 años supo del autor. “Llevo conmigo sus Hojas de hierba en la bolsa de mi cámara cuando hago fotografía en la calle y lo saco casi en cualquier sitio, cuando me paro a tomar un café o me siento en un banco”. La inspiración que le provocaba Withman le acompañó también toda su vida.
Los últimos 20 años del siglo pasado, a pesar de estar instalado en París, Stettner regresó continuamente a su ciudad natal. Fue un período donde captar a los sintecho del Bowery, barrio por el que paseaba constantemente. A pesar de esta elección, también celebró la serenidad en obras tomadas en Montmartre, Jardín de Luxemburgo o Times Square. “Nunca insistiré lo suficiente en la importancia de que el fotógrafo participe apasionadamente en las luchas de su tiempo. Como creo que afirmó Oliver Wendel Holmes: ‘No puede decirse que haya vivido quien permanece ajeno a las luchas de su generación”.
La exposición de Mapfre termina con una sorprendente sección dedicada al color de Nueva York durante la primera década del siglo XXI, en la que Stettner junta los edificios de cristal con hombres parados, bostezando o durmiendo, casi siempre en soledad, imágenes que evocan lo anodino de la gran ciudad.
También son sorprendentes las seis fotos de Los Alpilles, donde trabajó desde 2013 hasta 2016 para fotografiar el espacio natural en ese rincón montañoso de la Provenza. Los árboles, y otra vez el blanco y negro, nos devuelven a una intimidad que nos reconforta con la naturaleza y la humanidad para terminar una exposición que hay que ver y admirar.
‘Louis Stettner’. PhotoEspaña 2023. Fundación Mapfre. Madrid. Hasta el 27 de agosto.
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