Visitamos la exposición más cursi de la temporada
Los repollos con lazo. Tensar el dedo meñique cuando te acercas a los labios una taza de porcelana, a ser posible decorada con ramilletes de florecillas rosas. Los vestidos de ciertas puestas de largo. El traje de novia de Lady Di. Los tapetes de croché. La bailarina giratoria de las cajas de música que al abrirse dejan oír unas notas muy agudas. Los lazos en la ropa interior (y la exterior). Los pasteles de merengue. Celebrar el 14 de febrero. Arrodillarse para pedir matrimonio. El amor romántico. Las casas sobredecoradas de los nuevos ricos. Los asnos pequeños, peludos, suaves… La cursilería es inherente a la vida cotidiana, pero basta con asomarse a su verdadera historia para admitir que se nos va la mano al despreciar todo aquello que parece remilgado. Lo cursi contiene rasgos éticos y estéticos que en su momento supusieron toda una revolución social y cultural. Pasen y lean. Y vean esta exposición en Centro Centro, en Madrid.
El término cursi aparece en la lengua española a comienzos del siglo XIX y se asocia a la ruptura con ciertas normas de clase.
¿Alguna vez imaginaron que lo cursi podía ser un poquito revolucionario? Seguramente no.
¿Siguen sin estar convencidos?
Bienvenidos al más rico significado de la palabra cursi. ‘Elogio de lo cursi’ es una exposición organizada para sorprender a quienes pensábamos que lo afectado era ordinario, chabacano, insignificante y hasta profundamente hortera.
Más de 100 objetos decorativos, muebles, libros, obras de arte, fotografías, fotonovelas, comics, postales y diseños publicitarios que podrían proceder de un abigarrado bazar de baratijas. Nada más lejos de la realidad. Su comisario, Sergio Rubira, ha recorrido museos tan importantes como el de Historia de Madrid, Museo de Arte Contemporáneo, Museo del Romanticismo, Museo de Artes Decorativas, entre otros, demostrando la relación de lo cursi con genios de la intelectualidad como Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Jacinto Benavente, Ramón Gómez de la Serna Enrique Tierno Galván y obras contemporáneas de nombres tan underground como los muralistas y pintores Costus o el dibujante Nazario.
¿Qué dice el diccionario de la palabra cursi? Para empezar, es un adjetivo. Para seguir, lo relaciona con “una persona que pretende ser elegante y refinada sin conseguirlo”; “dicho de una cosa que, con apariencia de elegancia o delicadeza, es pretenciosa y de mal gusto”.
Charlamos con Sergio Rubira, responsable de la muestra.
¿Por qué lo cursi nos parece tan terrible?
Porque siempre se ha asociado con el mal gusto y el quiero y no puedo del siglo XIX. Me ha interesado mucho retomar el término para analizarlo como un concepto estético y también una forma de vivir.
Hay dos teorías sobre el origen de la palabra. Una asegura que cursi viene de cursiva. Otra se refiere a las Hermanas Sicur, unas gaditanas pretenciosas que queriendo parecer francesas copiaban modas y modales parisinos con pésimo resultado. La gente les gritaba: Sicur, Sicur, Sicur… ¿Cuál de las dos es más creíble?
Me inclino por la que relaciona cursi con cursiva, aunque la otra historia sea mucho más bonita por ese tono de leyenda. Pensemos en una época en la que no todo el mundo sabía leer o escribir. Los aprendices imitaban la letra cursiva tan difícil de conseguir con todos esos floreos. Por eso a la gente que la dibujaba mal se les llamaba cursis.
¿Cursi es todo aquello excesivamente recargado?
No necesariamente, pero sí sería lo sobre-decorado o pretencioso relacionado con el desclasamiento. Los conservadores lo critican porque ven en lo cursi una amenaza por parte de la cultura de masas. Los liberales también se ponen nerviosos por la posible ruptura de las normas.
¿Puede lo cursi ser perverso, contener cierta maldad?
Sí. Ramón Gómez de la Serna escribió un Ensayo sobre lo cursi, que separa lo bueno y lo malo del estilo. La peor cara de lo cursi son precisamente las barbaridades estéticas que contiene.
Los ángeles son remilgados. Excepto el Ángel Caído, claro. Los perritos voladores, los gatitos con mucho lazo azul. Lo diminutivo es cursi.
Benito Pérez Galdos, en Miau, compara a las protagonistas con gatitos de porcelana. El abuso del diminutivo denota cierto infantilismo. Pero la felicidad, sin ir más lejos, puede ser muy cursi.
¿Es cursi lo ‘kitsch’? ¿Y lo hortera?
Lo kitsch es de origen alemán y está asociado a la producción industrial, mientras que lo cursi es exclusivo. El término hortera es tremendamente clasista, pero sí guarda cierta relación. Lo cursi es pretencioso y lo hortera directamente de mal gusto. Sin aspirar a más.
A día de hoy, ¿puede lo cursi convertirse en moderno?
Podría recuperarse desde otro punto de vista, no solo en el sentido más peyorativo. Tendríamos que ser capaces de analizarlo desde otro lugar.
Usted lo ha hecho preparando esta exposición.
A mí lo que me interesa es analizar la cultura de un periodo concreto, siglo XIX y parte del XX a través de lo cursi, pero sin entrar en el desprecio. Como dijo Juan Ramón Jiménez, “lo cursi nos protege del vacío de la vida y de la muerte. Nada malo nos puede pasar ahí”. Para el Nobel de Literatura, lo cursi era una auténtica zona de confort. Ramón Gómez de la Serna tachó de cursi su obra Platero y yo (1914) y hubo una gran bronca entre ambos escritores. Sin embargo, De la Serna, al que dedicamos gran parte de la exposición, era uno de los grandes defensores de lo cursi.
¿Tiene género lo cursi?
Se asocia con lo femenino y a la vez se le consiente mucho más a la mujer que al hombre. La cursilería atenta contra la hombría mientras que potencia cierta feminidad. Luego hay otro asunto, y es que a las jovencitas cursis se les juzgaba mucho moralmente por salirse de los moldes establecidos en su clase social. Las niñas cursis, como tantos personajes literarios, al tener que consumir mucho con escasos recursos, caían a menudo en la prostitución.
¿Qué hay de la literatura asociada al público femenino? La exposición contiene libros de Corín Tellado, una escritora con títulos no del todo inocentes. ‘Ardiente Sacrificio’, ‘Prometida a la fuerza’, ‘La amante de mi amigo’, ‘La mujer de hielo’…
En la llamada literatura para mujeres hay ciertas jerarquías y la propia Corín Tellado intentó colocarse en el lugar reservado a la gran literatura, si es que podemos hablar de letras grandes y pequeñas. Lo suyo fue un fenómeno. Hay novelas de Corín Tellado que están muy bien escritas y lo que no podemos negar es su contribución al fervor por la lectura en la mujer.
‘Elogio de lo cursi’. En Centro Centro hasta el 8 de octubre. Planta 4. Entrada gratuita.
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