La recuperación del atún rojo: el valor de no pescar al tuntún
En los años 90, las poblaciones de atún rojo se asomaron al abismo por una descontrolada sobrepesca. Al doblar los años 2000, una intensa campaña de las ONG caló entre el público, y Estados, pescadores y sociedad acordaron una estrategia que ha permitido que ahora hablemos de un ejemplo de recuperación de biodiversidad. ‘El Asombrario’ ha viajado a Tarifa (Cádiz) para conocer sobre el terreno (sobre las aguas) este caso de éxito, de la mano de MSC (entidad que a través de su certificación y sello promueve una pesca sostenible en los océanos) y la compañía JC Mackintosh, primera pesquería española de atún rojo que ha conseguido el distintivo MSC. Qué mejor que esta crónica en positivo, un ejemplo de SOStenibilidad, para celebrar hoy, 28 de septiembre, el Día Marítimo Mundial.
En los años 90 se llegaron a pescar 100.000 toneladas anuales de atún rojo, de las cuales en torno a la mitad eran ilegales. Totalmente al tuntún. Se lanzó la voz de alarma y esta vez cuajó en la sociedad y los poderes fácticos. Esta vez, sí. La ICCAT (Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico) se puso las pilas y en 2008 reforzó las medidas con el acuerdo de los Estados que la integran. Las drásticas reducciones de cuotas permitidas y la mayor vigilancia frente a la pesca ilegal dieron rápidamente sus frutos. En 2011 se impuso la cuota de pesca más baja: 12.900 toneladas. De ahí a 2014, las poblaciones de atunes experimentaron una rápida mejoría. Tanta que en 2015 la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) reclasificó el atún rojo, pasando de “En Peligro” a “Casi Amenazado”. En 2017, la ICCAT registra “ausencia de sobrepesca”. Y en 2021, la UICN vuelve a reclasificarlo, pasando de “Casi Amenazado” a “Preocupación Menor”.
Desde 2019 hasta hoy se pone en marcha un Plan de Gestión que estipula una cuota de 40.570 toneladas de capturas anuales (ni aquel desmadre de las 100.000, ni aquel otro bajonazo de las 12.900) para 2023, 2024 y 2025, y se establecen medidas como la prohibición de pescar ejemplares de menos de 30 kilos (estos grandes peces pueden llegar a superar los 3 metros y los 400 kilos). Todo esto nos lo cuenta Julio Agujetas, responsable de Pesquerías Mediterráneas en MSC España, que nos acompañó a mediados de mes a un grupo de periodistas a Tarifa. Y todos estos datos demuestran que, si hay voluntad y medidas, se quiere y se trabaja y gestiona bien, es posible. Que hay esperanza. Que no todo está perdido en la esquilmación de la naturaleza por parte del ser humano. Es uno de los mensajes principales que quiere lanzar MSC.
Lo subraya Alberto Martín, otro de los responsables de Pesquerías de esta organización en España: “Nuestra clave, nuestro objetivo, puede resumirse en: océanos saludables que sean fuente de riqueza para la gente”. Y nos explica: “Un tercio de los stocks marinos en el mundo está sobreexplotado. Dos tercios, no. Esto podría hacernos pensar que, bueno, ni tan mal. Pero lo que nos preocupa es la evolución. Porque las estadísticas nos muestran que entre 1974 y 2019, la sobrepesca se ha disparado. En los años 70 el porcentaje de sobreexplotación rondaba solo el 10%”.
Los pilares del trabajo de MSC pasan por garantizar la sostenibilidad de las poblaciones de las especies marinas que nos comemos, a la vez que se garantiza el mantenimiento general de la biodiversidad y los hábitats oceánicos, para asegurar a su vez que todo eso redunda en beneficios económicos y sociales para las poblaciones humanas. Actividades económicas saludables y sostenibles, vamos.
Mackintosh: del Ike Jime al Protón
Y para demostrarlo, como decíamos, sobre el terreno (sobre las aguas), nos ayudaron a conocer el trabajo de JC Mackintosh (es el nombre de su fundador y patrón, Juan Carlos; Mackintosh, de apellido; un admirable hombre emprendedor, de ascendencia escocesa, pero él más gaditano que el propio “atún de los vientos” que comercializa con ojo y tino, nada de al tuntún, como tantas veces se ha hecho). Esta empresa radicada en Tarifa ha sido la primera (y por ahora única) pesquería andaluza y la primera (y por ahora única) pesquería española de atún rojo en lograr la certificación MSC, ese sello azul con la silueta de un pez que, colocado en las etiquetas y envases de productos a la venta, orienta a los consumidores sobre lo verde/azul, la sostenibilidad, de lo que compran.
En Mackintosh (y el propio nombre, sin forzarlo, acompaña a proyectar esa imagen) lucen modernidad; son pioneros en muchas maneras de concebir las artes de la pesca y su comercialización. Desde su coqueta tienda (en rosa y azul, como toda la imagen de marca; que hay que echarle agallas para pintar de rosa algo tan enraizado en las duras tareas del mar) en una de las calles más comerciales de Tarifa hasta lo que ellos llaman sus “5 pasos JC Mackintosh”: “1 y 2. Pesca sin sufrimiento y Sacrificio Ike Jime, mediante una técnica importada de Japón que consiste en aturdirles e introducirles una varilla metálica desde la frente a lo largo de la médula para romperles el sistema nervioso y que así no sientan con dolor el trance de sus últimos momentos de vida. 3 y 4. Desangrado completo y eviscerado (en el propio barco, recién pescados). 5. Enfriamiento controlado; tanto que Juan Carlos acaba de traer de Japón una sofisticada máquina, llamada Protón, de congelación magnética, que consigue el proceso mediante microcristales de hielo que dañan muchísimo menos la estructura celular de la carne que el método habitual de congelado, para que el producto, esos lomos, morrillos, mormos y contramormos, lleguen al plato prácticamente intactos, como recién salidos del mar.
Y el ronqueo final, sin gota de sangre
Los periodistas asistimos boquiabiertos (y también algo mareados e impresionados) al ritual del Ike Jime (en el barquito pesquero en el que me monto, el María Inmaculada, pescamos esa soleada tarde de septiembre, con la técnica del cebo vivo, 22 atunes, y hay que reconocer que asistir 22 veces a la introducción de la varilla por la cabeza del animal que boquea puede llegar a herir sensibilidades), al innovador Protón recién llegado de Japón y aún no enchufado, y al ronqueo (despiece del pez sin que salte ni una gota de sangre; ya hemos contado que el desangrado y eviscerado completos se realizan en el propio barco; por cierto, que el término ronqueo viene del ruido que hace el cuchillo al rozar el espinazo) de un buen ejemplar en una parte de la tienda JC Mackintosh, un pulcrísimo espacio que parece una moderna salita de cine con sus cómodas butacas en pequeño anfiteatro (de hecho, organizan visitas turísticas con posterior degustación).
La conclusión que sacamos los periodistas de este viaje organizado con tino y ojo –nada de al tuntún– es que, con voluntad, trabajo, visión de futuro, acuerdos e inteligencia en la gestión, la biodiversidad puede mantenerse e incluso recuperarse. Y nos felicitamos por el buen estado de salud del atún rojo y sus pesquerías, gracias a esa conjunción de manos, que van desde los Estados a los consumidores que en el súper se acercan a comprar una lata o frasco del riquísimo atún rojo.
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