Aida Verdes, por qué nos fijamos más en los osos que en las lombrices
La investigadora del Museo Nacional de Ciencias Naturales Aida Verdes nos abre los ojos sobre las desigualdades en los estudios sobre la biodiversidad y las especies amenazadas. Subraya que a menudo se insiste más en especies que nos producen ternura y empatía, como el oso panda, o porque son grandes, como los osos, o bonitas, como el lince y las águilas; en vez de aplicar criterios más científicos. Ella, que es doctora en Biología Evolutiva y está especializada en gusanos marinos venenosos, sabe de lo que habla y nos lo cuenta en nuestra nueva entrevista circular.
La palabra sesgo nos remite a condicionantes sociales que pueden conllevar prejuicios y estereotipos a discriminar o marginar. Nuestro sesgo cultural también influye en la atención científica que se da a miles de especies. Para la investigadora del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, Aida Verdes, “los motivos son difíciles de saber, lo que sí parece claro es que nuestro sesgo cultural influye en el esfuerzo que dedicamos a la investigación y conservación de unas especies frente a otras y, por consiguiente, conforman la toma de decisiones políticas y la asignación de fondos”.
“Esto origina un conocimiento desigual de la biodiversidad”, opina esta investigadora de gusanos marinos que utilizan el veneno para cazar a sus presas. Verdes ha participado en el estudio publicado en eLife en el cual los autores revelan los sesgos que pueden impedir nuestra capacidad para velar por algunas especies de nuestro planeta. El interés académico se midió por el número de publicaciones científicas que las mencionan, mientras que el interés social se evaluó a través de las visitas a las páginas de Wikipedia de cada especie investigada.
¿Qué problemas generan los sesgos culturales en la investigación?
El sesgo cultural y sociológico se manifiesta en el interés que se tiene por unas especies o por otras. Lo que influye en qué investigaciones se financian y cuáles no. Llegamos incluso a preferir una especie por lo colorida que sea o porque nos parezca bonita. En el estudio hemos analizado más de 3.000. Vimos cómo la elección de los estudios venía determinada por las características de los animales y las características que nosotros les otorgamos, como si son peligrosas o no para los humanos o si tienen algún valor económico.
De todas las especies, ¿cuáles llaman menos la atención de los científicos?
Hay distintos patrones y cualidades. Las especies más grandes y con distribuciones más amplias se estudian más porque resulta más fácil. En mi caso concreto, yo estudio venenos en animales. Sabemos mucho de serpientes, arañas, escorpiones, de los que se puede extraer veneno para analizarlo, pero poco de los que son muy diminutos al generar más dificultad. Y esto pasa en general en los estudios de la biodiversidad. Hay muchas especies que intervienen en la rama de la vida que desconocemos y que pueden ser organismos fundamentales en los ecosistemas. Por ejemplo, en los marinos, los hongos pelágicos son muy importantes en la columna de agua y desempeñan un papel muy importante en la degradación de la materia orgánica. Y, sin embargo, de los hongos marinos no se sabe mucho y los estudios están muy limitados. Pasa también con los artrópodos y con los insectos, uno de los grupos más numerosos. Muchas veces las familias que los componen se desconocen, incluso a nivel taxonómico.
¿Qué importa entonces, que sean útiles, que sean dañinos?
Que sean dañinos es uno de los elementos que más influye, como los mosquitos que transmiten la malaria u otros que también transmiten enfermedades. Su utilidad es otro de los motivos, como las plantas medicinales. También entra a formar parte la distancia o la cercanía evolutiva con el ser humano. Los animales que se parecen más a nosotros nos generan más empatía, más compasión. Otra característica que atrae la atención académica es de carácter estético, como el colorido, que sean grandes, que sean bonitos. También la singularidad de la especie. Pero dado que preservar la biodiversidad es una prioridad vital para la humanidad, deberíamos establecer criterios objetivos para asegurar que estudiamos por igual todos los grupos, en lugar de centrarnos exclusivamente en las ramas más atractivas del árbol de la vida.
Pero dentro de las especies amenazadas hay de todo, más agradables, menos atractivas…
Sí, claro, pero el interés popular hace que unas especies reciban en el mundo conservacionista más financiación que otras. Son para animales que generan ternura, como el oso panda, el lince, pero tal vez si le dices a la gente que la lombriz de tierra corre peligro, no se inmute; lo mismo pasa con las abejas, que son fundamentales para la agricultura y la polinización. Por eso el estudio pone de manifiesto que hay un favoritismo. Los científicos estamos interesados en todos, pero sin financiación no hay investigación. Como curiosidad te diré que el Ginkgo Biloba es una de las especies más estudiadas en estos momentos.
¿Qué problema ambiental es el que más te preocupa?
Por supuesto, el cambio climático, y me preocupa la falta de concienciación de la población y la falta de confianza en la ciencia. Me preocupa que no cale el mensaje de que el cambio climático es real. Hay que mostrar más las evidencias de este gran problema, del que el 99% de los científicos están avisando.+
¿Qué practicas medioambientales pones en marcha en tu día a día?
Sí, por supuesto intento reciclar y ser lo más sostenible posible. La basura es un problema. Intento reducir al máximo el consumo de plásticos. Yo trabajo con animales marinos, buceamos para recoger muestras y el plástico es un gran problema en el mar. Y no solo los plásticos grandes que vemos, sino los microplásticos que provienen de una infinidad de productos y todos acaban en el océano.
¿Eres optimista o pesimista ante los retos ambientales?
Yo soy optimista siempre. Observo que las nuevas generaciones se preocupan y tienen más interiorizado, por ejemplo, el tema del reciclaje. Pero hay que cambiar ciertas situaciones para poder ir a mejor.
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