Eduardo Viñuales: “Lo peor es el turismo masivo e insostenible”

El naturalista y escritor Eduardo Viñuales.

Si hay alguien que se conoce “como la palma de la mano” la cordillera de los Pirineos es el periodista, escritor y naturalista aragonés Eduardo Viñuales. Podría decirse que es imposible visitar una casa rural u hotel en ese extenso territorio donde no haya uno de los libros que ha dedicado a lo largo de 20 fructíferos años a esas montañas, de las cumbres a los valles. La última de sus obras, ‘Cuaderno de montaña de las maravillas naturales de los Pirineos’ (Anaya Touring), es un tesoro en el que sus espectaculares fotos y los hermosos dibujos de Enrique de la Peña se entremezclan con mil historias sobre pirineistas históricos, vidas de gentes que habitan inesperados rincones, especies únicas de flora y fauna. Más que una guía de viajes, es el auténtico cuaderno-libro de un gran conocedor y amante de un entorno hoy amenazado con proyectos que tratan de “exprimir” su rentabilidad económica a costa de su belleza. Es nuestro invitado hoy a la última ‘entrevista circular’ de 2023.

¿Qué nos has querido contar con este nuevo libro?

Si hago historia, el primero que escribí en mi vida, hace 30 años, también fue con Anaya. Hice una eco-guía sobre el Pirineo aragonés y puedo decir que ahí comenzó mi periplo como divulgador naturalista. Hace dos años, me contactaron de nuevo y me dieron carta blanca para otro libro. Ya hay muchos sobre los Pirineos, pero casi todos por zonas o para ir en coche. Ahora he querido reflejar lo que es esa cordillera al completo, poniendo el acento en la naturaleza, sus plantas, sus paisajes geológicos, su fauna emblemática, las historias de los primeros pirineistas que fueron por allí y trabajaron para protegerlos y cuidarlos. Pero es un libro de viajes, así que también he incluido 45 rutas, sin fronteras, de Andorra al País Vasco y en la vertiente norte y sur.

En todas estas décadas ‘pisando’ los Pirineos, ¿cómo crees que han cambiado?

En gran parte aún hay pocas transformaciones, aunque es verdad que en general toda la naturaleza ya está domesticada; incluso el valle de Ordesa que hoy conocemos tenía bosques donde hay pastos, pero a partir de cierta cota de altura, con el frío, la presencia humana escasea. Lo peor es el turismo insostenible y masivo, como el de las estaciones de esquí o el de las urbanizaciones en los valles. En este libro hablo de lugares protegidos, pero también de otros que están amenazados, como en el macizo del Anayet, donde lo está Canal Roya, o la montaña Castanesa de Ribagorza, en riesgo por la ampliación de la estación de esquí de Cerler hacia Benasque. En Pirineos hay que poner en valor la naturaleza salvaje por sí misma.

Antes mencionabas algunas infraestructuras preocupantes ¿cuáles son hoy las peores amenazas para esta cordillera?

Desde luego, proyectos como el del Anayet de unir estaciones de esquí o la carretera en la que van a convertir una pista hacia Castanera para acceder a un remonte, pero también iniciativas de ocio como la que ofrece volar en helicóptero hasta los 2.900 metros de altitud para bajar en bicis de montaña. Se ha excluido la protección de espacios naturales pirenaicos por si había forma de poner en marcha este tipo de explotación económica. Otro problema es la masificación turística en pueblos que no tienen ninguna depuración de sus aguas residuales, que van directamente a los ríos de alta montaña. Además, está la moda de poner tirolinas, pasarelas, toboganes gigantes… Impera el rendimiento económico por encima del disfrute de la belleza de su naturaleza.

Y en general, ¿cuál crees que es el gran reto que tenemos que afrontar?

El deterioro ambiental. Ahora ponemos mucho el foco en el cambio climático, pero no tanto en los impactos que generan las energías renovables. En Aragón, en una investigación sobre 11 aerogeneradores de un parque eólico, han encontrado 500 animales muertos, entre grullas, águilas, búhos… No dudo que haya que eliminar combustibles fósiles, pero, como pajarero que soy, estoy viendo desaparecer especies de aves que veía de crío, y mariposas, muchos insectos.  Y no es sólo los eólicos, sino también los pesticidas, el abandono rural, el turismo. Todo se conjuga en contra del medio ambiente.

¿Crees que ha avanzado la conciencia ambiental en estas últimas décadas?

Hace 20 años, los que la teníamos éramos bichos raros y ya no, así que sí hemos avanzado, pero eso no ha mejorado el estado de la naturaleza. El ser humano es inteligente y tiene herramientas para cambiar la tendencia, pero hay muchos intereses económicos que lo impiden.

¿Qué te sugiere la economía circular?

Es un avance positivo, porque la participación de la población es fundamental en el cambio. Creo que hay que apoyar este tipo de proyectos para que cuajen. A los escépticos del reciclaje, les diría que tenemos que estar unidos para tener fuerza, con una visión positiva.

¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en tu día a día?

Son muchos pequeños gestos. Lo que más me preocupa es cómo salir del sistema consumista, así que siempre intento dar una segunda vida a cosas como la ropa y reciclar al máximo mis residuos. Y tengo una lucha con la obsolescencia programada: siempre intento arreglar mis aparatos y alargarles esa vida sin comprarlos nuevos.

¿Cómo ves el futuro?

Creo que serán necesarias más normas, como las que ahora me impiden entrar en el centro de algunas ciudades con mi vehículo privado. Todos dependemos del medio ambiente y el cambio climático está aquí, pero es nuestra supervivencia lo que está en juego, así que hay que poner límites obligatorios. Al principio habrá oposición, pero luego veremos que son positivos.

¿Cuál es el lugar al que más te gusta regresar?

Aunque sea un lugar que recibe unos 700.000 turistas al año, me encanta volver a Ordesa. Siempre me sorprende. Lo importante es no ir en verano, cuando está lleno de miles de visitantes, sino en otros meses que permiten una visita más sosegada, y luego perderse por rutas alejadas del ajetreo.

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Comentarios

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