¿Un nuevo ‘mundo’ similar a la Tierra en el Cinturón de Kuiper?
Una vez más, la investigación astronómica depara importantes novedades. Hace unas semanas saltaba la noticia. Un planeta con características similares a la Tierra podría domiciliarse en el Cinturón de Kuiper, el camino de asteroides y cuerpos helados que se extiende más allá de Neptuno. Así se asegura en una investigación publicada en la revista ‘The Astronomical Journal’, un título mensual auspiciado por la Universidad de Chicago, por cuenta de la American Astronomical Society.
Este descubrimiento se habría conseguido mediante la “observación indirecta”, una técnica consistente en el análisis del comportamiento de diversos cuerpos celestes –diferentes al objetivo requerido, que no se logra ver de forma evidente–, para hallar los resultados deseados.
Así, y de acuerdo con la investigación realizada por Patryk Sofía Lykawka y Takashi Ito, de la Universidad de Kindai (Osaka) y del Observatorio Astronómico Nacional de Japón, el movimiento “peculiar” de algunos objetos transneptunianos –aquellos que se ubican en los confines del Sistema Solar– se explica si se agrega un planeta más en sus proximidades. “La hipótesis indica que existen órbitas singulares de varios de estos elementos debido a la influencia de un cuerpo superior hasta ahora no descubierto”, explica el divulgador científico Jorge Garay. “En este sector se han hallado Objetos Transneptunianos –TNO, por sus siglas en inglés– que exhiben comportamientos peculiares”, confirma el divulgador Pablo Javier Piacente.
Por ejemplo, se distingue una gran población de cuerpos que se encuentran “desprendidos”, cuyas órbitas están más allá de la influencia gravitacional de Neptuno. Además, hay un número significativo de TNO con elipses muy inclinadas, junto con una población de “TNO extremos”, cuyos recorridos son extremadamente difíciles de explicar con los modelos actuales para la formación del Sistema Solar y del Cinturón de Kuiper. Basándose en estos análisis, Patryk Sofía Lykawka y Takashi Ito teorizaron que otro planeta, además de los cuatro gigantes –Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno–, debió haber influido en la formación de dicho anillo de asteroides.
A partir de estos indicios, los responsables de esta indagación han realizado diversas simulaciones computacionales de cómo podría ser dicho planeta. Tras completar cada recreación, combinada con el análisis teórico de las observaciones, “las poblaciones resultantes de TNO, después del lapso de 4,5 millones de años, se compararon con las recopiladas de contemplaciones modernas, para ver si alguno de los modelos explicaba las anomalías en el Cinturón de Kuiper”, subrayan Patryk Sofía Lykawka y Takashi Ito.
Los resultados alcanzados en este proceso son muy elocuentes. Han definido un cuerpo con una composición similar a la de la Tierra, aunque de entre 1.5 y tres masas superior. Incluso, se ha establecido que podría situarse a unas 250–500 Unidades Astronómicas –o distancia medida entre la Tierra y el Sol–, mientras que su órbita tendría una inclinación de 30 grados.
“Predecimos la existencia de un planeta similar al nuestro y de varios objetos transneptunianos en órbitas peculiares en el Sistema Solar Exterior –o zona más alejada del Sol, aunque dentro del área de influencia de nuestra estrella–, que pueden servir como firmas observables y comprobables de las perturbaciones del supuesto planeta”, afirma el artículo Is There an Earth-like Planet in the Distant Kuiper Belt?, publicado en The Astronomical Journal. Es el mismo texto donde se han condensado los resultados de la investigación realizada por los expertos de las instituciones japonesas.
De acuerdo con los resultados obtenidos por Patryk Sofía Lykawka y Takashi Ito, la supuesta órbita inclinada de este hipotético nuevo “mundo” podría explicar los “comportamientos extraños de los TNO, atribuidos a la presencia de un elemento más grande”, describe el divulgador científico Pablo Javier Piacente. “Determinamos que un cuerpo similar a la Tierra, ubicado en una órbita distante e inclinada, puede explicar tres propiedades fundamentales del Cinturón de Kuiper: una población prominente de TNO con órbitas más allá de la influencia gravitacional de Neptuno, una comunidad significativa de objetos de alta inclinación y la existencia de algunos elementos extremos con órbitas peculiares», aseguran los referidos científicos en su investigación.
“Los resultados apoyan la existencia de un mundo aún por descubrir en el Sistema Solar Exterior y también predicen la sucesión de nuevas poblaciones de TNO”, aseveran los científicos impulsores de este hipotético descubrimiento. Además, si se confirma el citado hallazgo, también se distinguirían implicaciones teóricas. “Tendríamos que refinar la definición de este tipo de cuerpos, ya que la existencia de un elemento similar a la Tierra situado mucho más allá de Neptuno pertenecería probablemente a una nueva clase de planetas”, afirmó Lykawka. Finalmente, y en este mismo contexto, “nuestras teorías del Sistema Solar y de la formación planetaria también necesitarían revisión”.
Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Desde la Universidad de Kindai y el Observatorio Astronómico Nacional de Japón sólo han dado el primer paso para obtener la confirmación del noveno mundo de nuestro Sistema Solar, pero se debe continuar investigando. Según las afirmaciones de Lykawka, futuros estudios astronómicos podrían detectar definitivamente este planeta en menos de una década. Además, “en el proceso se descubrirían muchos nuevos TNO extremos, lo que proporcionaría información valiosa sobre la región transneptuniana”, explican estos científicos. “Aunque todavía no hay certeza de que exista este planeta, los astrónomos ya saben qué hacer para averiguar más sobre el referido cuerpo celeste, y ello se basa en un profundo conocimiento del Cinturón de Kuiper”.
Un cinturón más allá de Neptuno
Dicha área se define como un anillo conformado por cuerpos congelados que rodea el Sistema Solar. Se calcula que el Cinturón de Kuiper tiene su límite máximo a medio centenar de Unidades Astronómicas –o 50 veces la distancia media que hay entre la Tierra y el Sol–. Asimismo, esta realidad posee una masa 200 veces mayor que el camino de asteroides situado entre Júpiter y Marte. Por tanto, y aunque ambas realidades son muy similares, Kuiper es mucho mayor.
Los componentes del cinturón analizado podrían proceder de un planeta del Sistema Solar Superior, que se destruyó en el periodo temprano del vecindario estelar. Plutón y su satélite Caronte son los objetos más grandes hasta ahora detectados en la región de escombros helados, que muestran –como el resto de objetos que integran el camino de Kuiper– una gran estabilidad. E incluso se distinguen por sus movimientos predecibles.
La confirmación del “disco de cuerpos congelados” aludido se produjo recientemente, hace poco más de tres decenios. Sin embargo, lleva el nombre del científico Gerard Kuiper, quien, en 1951, conjeturó con la idea de un anillo de elementos helados más allá de Neptuno, cuando se formó nuestro sistema planetario. En ese momento, este científico intentaba explicar el origen de los cometas con órbitas reducidas, aunque sus investigaciones nunca permitieron probar su teoría. No fue hasta 1992 cuando se descubrió del primero elemento integrado en el Cinturón de Kuiper. Se trató del “planeta menor” Albión.
Desde entonces, se han encontrado diversos “mundos enanos” y otros cuerpos de talla semejante, como Eris, Makemake y Haumea. Incluso, desde 2006, Plutón se considera el miembro más grande y masivo del enclave, tras ser degradado en su consideración cósmica. Tras más de seis lustros de pesquisas centradas en este emplazamiento, los componentes que se incluyen en el mismo se cuentan por centenares. Y, de acuerdo con los nuevos avances científicos, dicho emplazamiento puede acoger al noveno mundo del Sistema Solar, un extremo que la astrofísica ya está intentando confirmar.
A pesar de ello, “sigue siendo una región poco explorada y comprendida”, concluye Jorge Garay. Por tanto, la ratificación de la existencia de este nuevo planeta es muy posible. Sólo hay que continuar apostando por el avance de la investigación astronómica, para que, así, la sapiencia científica tenga la oportunidad de continuar su desarrollo. Algo de lo que fue consciente incluso el mismo Martin Lutero, cuando dijo aquello de: “La astronomía es la más antigua de las ciencias y la fuente de vastos conocimientos”.
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