Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana: “Hay que ser positivos”
La Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) está en 2024 de aniversario. Este centro de investigación sobre biodiversidad, puntero a nivel internacional, que además contiene una instalación científica singular (la Reserva Biológica) en el corazón de un parque nacional, cumple 60 años en un momento crítico para el espacio en torno al cual se creó. Con sede en Sevilla, la ciencia que emana de este lugar, gracias a las 250 personas que trabajan hoy en sus instalaciones, y otras miles que han pasado en estas décadas, ha sido fundamental para que se creara ese parque nacional, si bien no ha podido evitar que una sobreexplotación agraria en el entorno, coincidente con un cambio climático cada año más visible, haya llevado al humedal a una situación extrema. Ahora, el cumplimiento real del reciente acuerdo entre las administraciones podría revertir su crisis. Política y economía han estado, y están, muy presentes en la zona. Lo sabe bien su director actual, el biólogo Eloy Revilla, que atiende esta entrevista recién llegado de Sudáfrica; es nuestro nuevo invitado en la serie de ‘ecolideres’ de ‘El Asombrario Recicla’.
¿Cómo resumiría la situación de Doñana ahora mismo?
Hoy (por el día de la conversación) es estupenda porque está lloviendo. Este invierno ha sido un poco mejor en precipitaciones y también a nivel político parece que hay buenas noticias. Vamos a ver cómo viene la primavera, si dura el agua para que haya reproducción de la fauna de la marisma. Pero no puede obviarse que partimos de un mal panorama, que hemos perdido una masa de vegetación importante y muchas de las lagunas y que han desaparecido especies. A día de hoy, estamos como hace seis meses, aunque llueva. Por ello insistimos en que lo importante es reducir el consumo de agua, mejorar la gobernanza y emprender actuaciones de restauración.
El pacto de Doñana del pasado noviembre entre gobierno central y la Junta de Andalucía, ¿va por buen camino?
Hay mucha complejidad en la gestión de los recursos naturales, lo que no solo afecta a lo que queremos proteger, que es el Parque Nacional de Doñana. Son muchas capas de legislación implicadas y por eso es tan importante la coordinación política entre todas las administraciones, que actúen en la misma dirección y que no se tomen medidas en unos sectores que luego tienen un efecto negativo en otros, y además son ilegales. Eso es lo que nos ha ocurrido durante muchos años. Vamos a dar un margen de esperanza. Estamos mejor que antes, sin duda. Por eso tenemos que felicitar a las partes por ese acuerdo.
Echando la vista atrás ¿qué ha hecho más daño a Doñana, el cambio climático o medidas que se han tomado, o no se han tomado, a nivel político?
Van de la mano. El cambio climático es el resultado de políticas o decisiones de gestión a nivel político que no se han querido tomar a múltiples escalas, desde la local a la internacional, y las consecuencias las estamos pagando nosotros. El aumento de temperaturas, la disminución de recursos disponibles, los cambios en la vegetación, el aumento de los costes de la producción de comida… Todo es parte del mismo problema. En Doñana hay normativas que no se han cumplido y España está condenada por ello en la UE porque emanan de directivas comunitarias. Eso ha tenido impacto en este entorno natural, que depende de lagunas temporales y permanentes. Pero también tiene consecuencias en la actividad socio-económica. Si se usa el agua por encima de su disponibilidad, ese sistema socio-económico va a colapsar; así que es mejor actuar antes y evitarlo.
Un reciente informe de Ecologistas en Acción revela el gran nivel de contaminación de los acuíferos en España. ¿También en Doñana el agua subterránea está contaminada?
Sí, eso ocurre en varias zonas asociadas a áreas de cultivo, con exceso de nitratos y fosfatos. Es un problema muy grave, porque este recurso deberíamos usarlo de forma sostenible a medio y largo plazo dado que es muy importante en periodos de sequía extrema. Es el único lugar del que podemos obtener agua en zonas de interior en esos momentos, pero no solo lo usamos por encima de su capacidad de recarga, además lo contaminamos. Un acuífero contaminado tarda varias generaciones en arreglarse, no es algo rápido, y no se puede estar llevando agua con cientos de camiones a las poblaciones afectadas durante muchos años. Al final, destruyes la comarca. Y este es un problema a nivel general en España. Estamos exportando carne de cerdo a China, pero el coste a medio plazo a nivel local y regional es tremendo.
Con toda esta sobreexplotación, ¿por qué tantas protestas de los agricultores?
La cuestión es que mezclan todo en el mismo cajón. El problema del sector primario es su industrialización, que afecta a los pequeños y medianos agricultores. Entre ellos, los hay que aspiran a esa industrialización mediante el monocultivo, especializándose, pero la realidad es que los pequeños se ven expulsados de ese mercado. Igual pasó en la Revolución Industrial con los artesanos, que desaparecieron, y pasa con el sector terciario, porque las pequeñas tiendas se cierran frente a la competencia de las grandes cadenas. Al final, quedarán grandes empresas productoras asociadas a capitales de inversión, que serán quienes produzcan la comida, con el riesgo que eso conlleva. Ahora discuten medidas que no tienen que ver unas con otras. Y da pena ver, porque si no atajas el problema real no lo puedes solucionar.
El regadío ha hecho mucho daño a Doñana y otros humedales. ¿Ve atisbos de cambios a mejor tras las evidencias de los impactos del cambio climático?
España es ya de los países europeos que más cultivos ecológicos produce y hay agricultura integrada y regenerativa, aunque debería ser más. No me cabe duda de que vamos a ir hacia ahí, porque el suelo solo es renovable a escalas de tiempo largas y lo estamos perdiendo a gran velocidad, lo que es casi tan grave como quedarse sin agua. Lo que pasa es que el cambio es lento, porque hay mucha inercia en un sector que trabaja con mucha incertidumbre. Las inversiones en agricultura son grandes en dinero, recursos y trabajo y con un riesgo elevado. Intentan reducirlo con regadío, pero el propio cambio climático nos va a obligar a cambiar lo que cultivamos y cómo lo hacemos. En el Bajo Guadalquivir ya se planta girasol en otoño, cuando antes se plantaba solo en primavera. Ya es cultivo de invierno. También se puso en regadío el olivar y se bajó mucho el coste del aceite. Eso hundió a los olivares de secano, porque su producto era más caro. Pero ahora se acaba el agua y las plantas en regadío son muy sensibles a su escasez, así que habría que volver al secano.
Hace 10 años, en el 50 aniversario, ya hablaba el director de este centro de investigación del reto del agua y la conservación. Y siguen siendo los temas.
Ahí estamos. Y también en la década de los 90 sabíamos qué podía pasar con el clima, aunque ahora es el momento en el que vemos las consecuencias más intensas. Por eso debemos intentar cambiar las cosas para que poco a poco mejore la situación de cara al futuro.
No podemos no hablar del lince, la especie que en estos últimos años se ha logrado salvar de lo que parecía una extinción gracias al trabajo científico.
Desde luego, la EBD ha trabajado con esta especie desde el principio. Primero, porque aquí se identificó el lince ibérico como una especie distinta a la boreal, a la que se adjudicaba; luego se profundizó en su conocimiento biológico, se identificó el colapso de su población en la década de 1980 y se trabajó en su recuperación. Ahora aún se sigue en ello, en relación con el manejo genético de las distintas poblaciones. Son trabajos científicos que han tenido un impacto muy positivo. Aún es pronto para decir si el lince ibérico está a salvo, porque queda trabajo por hacer, pero creo que se va a seguir expandiendo hacia el norte, por el centro peninsular, donde hay más conejos. De hecho, ya se está reintroduciendo en algunas zonas con medidas especiales, gracias a proyectos LIFE europeos, coordinados por la Junta de Andalucía. Son ejemplos de una buena coordinación entre administraciones, a nivel nacional y también con Portugal.
¿En qué otras áreas fundamentales tenéis puesto el foco?
Tenemos cinco líneas investigación principales, en las que somos líderes a nivel internacional, y cada una con muchos proyectos. Los hay sobre interacciones entre plantas y animales, conservación de especies que viven en lugares muy difíciles y con condiciones cambiantes, estudios de cambio climático o sobre el efecto de enfermedades transmitidas por insectos (por ejemplo, la investigación del virus del Nilo Occidental y otros que están llegando). Además, no solo estamos en Andalucía. Trabajamos en otros sitios de España y por todo el mundo, con investigaciones sobre conectividad biológica a escala europea y en conservación de hábitats. Estamos en el Amazonas, en el Congo y hasta en la Antártida, de donde ha regresado ya un compañero que trabaja con pingüinos.
¿Cómo definiría el momento que se vive en la Estación Biológica?
Estamos en un momento de transición. Muchas de las personas que pusieron las bases de la investigación en este centro se están jubilando y estamos renovando líneas de investigación, incorporando a personas jóvenes que nos sirvan para dar los siguientes pasos en los próximos 20 o 30 años. Es un momento de ilusión, de comprobar cómo se renuevan las preguntas que nos hacemos los investigadores, que es parte de la experiencia científica. En conservación siempre hay que intentar ser positivo y contribuir a la sociedad de manera que pueda marcar una senda alternativa a lo que se está haciendo mal. Las noticias suelen destacar lo malo, pero también las hay buenas.
¿Cuál sería hoy una buena noticia sobre Doñana?
Como decía, que está lloviendo. Otra buena es que 60 años después seguimos ahí y también el humedal que es Doñana sigue ahí. No hay que olvidar que cuando la estación se creó, lo que se proyectaba era acabar con toda la zona de forma sistemática y planificada, con políticas de desarrollo agrícola, turístico y forestal. Afortunadamente, se consiguieron modificar poniendo de relieve su valor. Gracias a esa transferencia de la información científica a la sociedad, sigue existiendo.
Cuando no se toman las medidas que recomienda la ciencia, ¿cómo se siente?
Nunca nos hacen el caso suficiente. También es verdad que la ciencia hoy está muy especializada y nos cuesta tener una visión general más allá de nuestro ámbito o campo. Las decisiones deben tener en cuenta múltiples factores. Por eso la gestión política es complicada. Lo importante es que se tenga en cuenta toda la información disponible a la hora de ejecutar las políticas. La responsabilidad es suya y deben hacer el esfuerzo de tener una visión amplia. Estas realidades complejas pasan por que la sociedad esté formada e informada, pero es un reto a largo plazo. También ahí actuamos en múltiples capas, dando formación, organizando actividades de divulgación y difundiendo en la prensa, aunque ahora los medios requieren más notas de prensa que hacer un trabajo independiente. Creo que eso es un desastre. Es importante tener medios críticos, pero son sustituidos por un ruido que sale de unos sectores interesados.
Para terminar, un deseo para Doñana.
Uno poco factible es que llueva mucho y muchos años. También que se frene el cambio climático. Más real, desearía que se consolide el acuerdo marco por Doñana y tenga un recorrido a medio plazo en la comarca, tanto en la parte ambiental como social. Ojalá sirva de ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas, porque la situación de Doñana no es excepcional. Es habitual en otras zonas, aunque no tengan tanto valor ambiental. Si podemos mostrar una manera de salir de ese nudo gordiano, podría replicarse en otros lugares con poco agua y problemas ambientales importantes. Hemos hecho un esfuerzo muy grande en los últimos años en visibilizar los que hay aquí para que se intenten resolver. Y ser conscientes de que arreglarlos después sale siempre mucho más caro y es más complejo que hacer lo posible por actuar antes, por evitarlos.
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