Tres libros de jardines que te pueden cambiar rutinas (y la vida)
‘El huerto perpetuo’, de Rosa Barasoain y Fernando López. ‘El Oasis. Historias y curiosidades de un pequeño jardín biodiverso’, de Simon Hureau. ‘El Pasatiempo y otros jardines (extra)ordinarios’, de Ignacio Somovilla. Hoy Pilar Sampietro nos recomienda tres libros sobre jardines que puede que te animen a un cambio definitivo en tu vida que te traiga maravillosos momentos compartidos.
Cuando comencé a interesarme por los jardines, yo vivía en la ciudad. Mi mirada se perdía a lo alto, buscando en las terrazas de los edificios por si asomaba una brizna verde. Tenía déficit de naturaleza e imaginaba pequeños paraísos cultivados en la intimidad y fuera de la vista de vecinos y transeúntes.
La literatura me ayudó en esa imaginación plantera; igual que cuando viajas con la lectura, leer sobre experiencias hortícolas fue para mí un bálsamo y alimento entre el hormigón urbano. Llevaba tiempo soñando con la vida idílica que John Seymour describe en El Horticultor Autosuficiente y en La Vida en el Campo; sus dos libros unidos siguen siendo mi biblia particular.
Y un día, en ese sueño de libros y plantas, llegó a mis manos un ejemplar de La Fertilidad de la Tierra, esa editorial que ha dedicado su existencia a publicar las prácticas jardineras de nuestra geografía y un poco más allá. Se llamaba Plantas que curan plantas, un mundo se abrió ante mis ojos: cultivar y fertilizar la tierra con la ayuda y propiedades de las mismas plantas sería el objetivo que perseguiría el día que tuviera dos palmos de tierra para cuidar. Los mismos fundadores de la editorial, Rosa Barasoain y Fernando López, se atreven ahora a explicar en un libro sus vivencias con plantas perennes, las que se comen y las que no, en su nueva edición, El Huerto Perpetuo. Pasas las páginas y un mundo de posibilidades te acercan a recolectar tus propias verduras, año tras año, sin tanto esfuerzo por plantar y replantar, a la vez que haces posible un jardín duradero y vivo en todas las estaciones del año.
Ajardinar el huerto y hacer comestible el jardín, la meta de cualquiera que en estos tiempos de cemento y hormigón desee algo de vida natural en su entorno. Ese fue también el sueño de Simon Hureau cuando se mudó con su familia a la nueva casa, con un trozo de césped rodeado de setos lóbregos y árboles cansados.
Simon, que es dibujante de cómics, decidió explicar sus intentos de transformación hortelana y jardinera en la novela gráfica El Oasis. Historias y curiosidades de un pequeño jardín biodiverso, ahora editado en castellano por Errata Naturae. El mismo Gilles Clèment, autor del prólogo, advierte que el libro de Simon es una lección vital. Y no le falta razón, porque se trata de un in crescendo maravilloso del retorno de mariposas, agua, reptiles de todo tipo y hasta algún corzo despistado a ese trozo de tierra maltrecho cerca de las vías del tren. Las noticias sobre el colapso de la biodiversidad, la extinción de especies, la desaparición de la fauna salvaje, el desajuste climático fueron el clic necesario para que en los siguientes diez años Simon creara ese particular Oasis que ahora ha dibujado y narrado.
Si comenzaba explicando mis paseos asilvestrados de ciudad es porque los compartía con mi amigo y colega de libros Ignacio Somovilla. Él, que acaba de montar una editorial especializada en jardines, Encyclopaedia Botánica, se estrena publicando El Pasatiempo y otros jardines (extra)ordinarios, un viaje a unos cuantos “jardines bizarros”, esos que nos apasionan por su marcada originalidad que le da la persona que los ha hecho realidad.
Ignacio menciona de paso el ejemplo de la caseta de vigilantes de una obra en Poble Nou, en Barcelona, ante la que nos maravillamos por la delicadeza de las plantas que cultivaban y mimaban con un cariño que nadie imaginaría en gente equipada con artilugios para la defensa. Los describimos en nuestro primer libro conjunto, El Jardín Escondido (Pol.len edit.), escondido y efímero porque la caseta con sus flores ya no existe.
Con los libros he podido visitar y componer en mi libre imaginación jardines comestibles lejanos y necesarios como el que Derek Jarman fue creando mientras le consumía el sida. O los huertos cultivados en palacios en ruinas de Kabul y ocupados ahora por ciudadanos como Mohamed Kabir, que ha conseguido crear un vergel de exuberante color lleno de tagetes, rosas y otras especies locales. Se trata de jardines singulares, diferentes, necesarios, que tanto Ignacio como yo siempre hemos admirado.
Un libro te empuja, te hace reaccionar, te ayuda a despertar ese instinto creativo de do it yourself, y hasta puede que te anime a un cambio definitivo en tu vida que solo te traiga maravillosos momentos compartidos y además sea para siempre. Cualquiera de los que te propongo son buenos para ello, porque ya sabes que leer te da alas.
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