Carla Antonelli: “Pedro Sánchez es un presidente superpotente”

La activista y senadora Carla Antonelli.

Incansable activista por la democracia, Carla Antonelli (Güímar, Tenerife, 1959) ha sido protagonista de leyes que cambiaron un país para siempre y ha logrado romper todos los techos de cristal de las mujeres trans. Estos días promociona un libro de memorias, titulado ‘La mujer volcán’ (Plaza y Janés) y escrito junto al politólogo Marcos Dosantos, con el que escarba en su pasado y repasa los hitos más importantes de una trayectoria vital plagada de lucha y superación. Porque mucho ha llovido desde que la actual senadora en las Cortes por Más Madrid –en 2022 anunció su baja como militante del PSOE, donde pasó 25 años, como protesta por la posición del partido respecto a la Ley Trans– abandonó su tierra natal para poder desarrollar su identidad de género en libertad. Hemos hablado con la activista, política y actriz canaria.

Cuenta en el libro que de pequeña sufrió el acoso de otros niños. ¿Encontraba algún tipo de consuelo en casa?

No, en ese aspecto concreto no, para nada, porque era algo que no verbalizaba en mi casa. De hecho, mi declaración de lo que realmente yo era fue sorpresiva para algunos. Mis padres eran conservadores, como la mayoría de los padres en las décadas de los 50 y 60. 

Ellos no entendían la razón de su bajo rendimiento académico.

Así es. Al principio, hasta cuarto grado o así, sacaba siempre muy buenas notas, pero de la noche a la mañana empecé a sacarlas muy malas. Comencé más o menos bien el bachillerato, pero luego empezó el declive. La motivación desapareció por ese sentimiento de acoso, por la incomprensión, por las preguntas no contestadas,…

Ya entonces tenía vocación de actriz.

Sí, sentía afición por la electrónica, el cine… Aquello fue una salida para mí. Al dejar los estudios, empecé a acudir al Conservatorio de Música y Arte Dramático [de Santa Cruz de Tenerife].

Al llegar a Las Palmas de Gran Canaria tuvo que ponerse a ejercer la prostitución para poder comer. ¿Pasó mucho miedo?

Bueno, aprendes a convivir con ello, porque era lo que había. No tiene nada que ver nuestra percepción actual con lo que realmente se vivía entonces, habiendo nacido en el entorno de una dictadura franquista como la nuestra. Claro que una pasa temor, momentos de miedo y otros de querer vivir la vida intensamente. Sentiría pánico si existiese la posibilidad de viajar atrás en el tiempo y la Carla de hoy, con todo lo que ya sabe y lo que conoce de la España actual, fuese trasladada a 1977. Entonces sí que sentiría desesperación.

Es vox populi que algunos de esos políticos que hoy ejercen de guardianes de la moral y abanderados de la LGTBIfobia han sido clientes asiduos de prostitutas trans. ¿Cree que se deberían dar sus nombres?

No, yo no estoy a favor de sacar del armario a nadie. Pero es verdad que este es un debate que siempre se ha dado en el colectivo. A veces te dan ganas de recurrir al outing [hacer pública la orientación sexual de una persona que quiere mantener ese dato en secreto], sobre todo cuando ves el cinismo de algunos. Hubo una época en este país en la que a las personas trans solo nos daban dos opciones: la prostitución o el espectáculo. Encima luego, cuando estabas trabajando en la esquina, algunos venían a señalar y estigmatizarte. Cuando se habla de abolir la prostitución, hace falta escuchar a todas las partes implicadas, más allá de que todos estemos en contra del proxenetismo, la trata de mujeres o cualquier sistema de prostitución forzada.

¿Le costó hacerse un hueco en el mundo del espectáculo?

La respuesta corta sería no. ¡No iban a ser todo desgracias! Físicamente, yo era una mujer muy potente. Después de tomarme las primeras hormonas, era sencillamente espectacular: con ojos verdes, una bonita forma de cuerpo y el pelo largo, a mitad de la espalda. Por ahí están las fotos de cuando actuaba en Benidorm en 1984, o de las películas que hice en esa época. Si tenías la suerte de contar con un buen aspecto físico, esas puertas se te abrían. Y al revés, esa otra gente que no tenía tan buen físico igual lo podía suplir con su arte. Como se suele decir, la suerte de la fea, la guapa la desea.

Ha dicho que su madre aprendió a hablar en neutro para no ofenderla. ¿Qué tipo de relación mantuvieron?

Ese es un tema que toco en profundidad por primera vez en el libro. Al principio me encomendó que fuera a un psiquiatra, pero luego ya lo dejó por imposible. También pasó una larga temporada preguntándome si tenía novia. Con los años, nuestra relación se fue normalizando. En eso tuvo mucho que ver mi visibilidad pública, esa época en la que empecé a salir en los medios. Cuando trabajaba en la serie El síndrome de Ulises, que se emitía en una cadena nacional, mucha gente la paraba por la calle y le decía: ‘He visto a su hija en televisión’. Ella pensaba que se referían a mi hermana. Recuerdo que una vez, durante una de esas comidas que hacíamos de extranjis en la isla, me preguntó: ‘¿Qué es lo que haces tú exactamente?’. A su manera, intentó explicarme que yo debía tener en cuenta que mucha gente me tendría en consideración, pero otra no. En ese momento le expliqué que yo no tenía por qué entender nada. ‘Mamá, yo no tengo por qué entender el odio, ni que alguien me rechace por ser quien soy’.

¿Siguió teniendo contacto con ella hasta el final?

Así es. Yo estaba en Madrid y ella en Tenerife. En la época final, la mayor atención se la prestaban mi hermana y otro hermano, pero colaboré en todo lo que hubo que colaborar. Mi madre estaba obsesionada con mi futuro, pues pensaba que yo era la hermana que más inseguridad económica podía tener, y de hecho no quería que yo aportara nada. Yo sabía que ella siempre me identificaba, pese a toda la medicación que tomaba. Aún con los ojos cerrados, preguntaba: ‘¿Tú estás ahorrando?’, algo que yo sabía que solo me podía preguntar a mí. Todavía vivía cuando me convertí en diputada, y a menudo me preguntaba por la duración de mi contrato. ‘Mi contrato es por cuatro años’, le respondía. También estaba viva cuando me hicieron aquel homenaje en mi pueblo natal en 2009.

El final de su etapa al frente del Área Transexual del PSOE coincide con su contratación para la serie que antes mencionaba.

Dejé mi cargo porque se dio la orden de decapitarme políticamente después de que anunciara mi intención de comenzar una huelga de hambre por los retrasos de mi partido en la aprobación de la Ley de Identidad de Género. Aquello fue un completo salto al abismo, donde prioricé totalmente mi derecho a ser. Ni me podía decepcionar a mí misma, ni tampoco podía decepcionar a todo ese conjunto de personas por las que ya estaba hablando. Como dije en su momento, prefería ir por la calle y poder mirar de frente a las personas de mi colectivo. Eso tuvo un precio, obviamente, pero es cierto que siempre aparecía en mi vida una especie de arcángel para recogerme y elevarme al cielo. Fue durante esa caída cuando me ofrecieron el papel para El síndrome de Ulises. La ley se aprobó en marzo de 2007, y esa misma primavera yo ya supe que iba a trabajar en la serie, aunque esperé a que el contrato estuviera firmado para contar algo al respecto.

De 1 a 10, ¿cuánto le ha ayudado en su labor política lo de saber actuar?

Bueno, todo suma, ¿no? Me ha servido a la hora de saber proyectar la voz cuando hablo, por ejemplo. También a nivel gestual, en el sentido de vivir y sentir realmente aquello que comunico mientras lo hago. Me expreso muchísimo con las manos, pero tus manos no pueden ser un molino de viento. Toda esa conciencia de mi expresión corporal se quedó instaurada en mí en aquella época.

¿Sigue considerando que Zapatero ha sido el mejor presidente de la democracia?

Sin duda alguna. A pesar de que hice lo que tenía que hacer, me quedó cierto cargo de conciencia por habérselo hecho a mi presidente Zapatero. Aunque luego él mismo reconoció públicamente que la ley de identidad de género debería haber salido antes que la del matrimonio igualitario. Casarse es un derecho que uno tiene, pero aún más importante es contar con un DNI acorde a lo que se es, tanto para el tema de la vivienda, como a la hora de viajar, hacer cualquier trámite… Fíjate que hasta soñé con cómo podría ser mi reencuentro con Zapatero cuando pasó todo aquello. Ese sueño se pudo plasmar el día en que estaba presentando un acto del partido y me tocó presentar a Zapatero. Fue un momento muy emotivo, y los dos nos pusimos a llorar. Cuando él subió al escenario, me dijo: ‘Me has emocionado’.

¿Y qué opinión le merece Pedro Sánchez como presidente?

Pedro Sánchez es un presidente superpotente, y por mi parte tiene toda la admiración del mundo. Habremos podido tener diferencias, por las cosas del destino o por las circunstancias, pero desde el momento en el que se convirtió en el líder del PSOE, jamás puse una piedra en el camino. Esto lo digo porque, desgraciadamente, sí hay otra gente que, en cuanto no sale elegido el suyo, se dedica a entorpecer. A mí me latía que iba a seguir al frente de la presidencia del Gobierno. Y además creo que su gesto va a servir para que se produzca un cambio de paradigma en el ámbito de esta política del esperpento y del ‘todo vale’. No puede ser que ciertos poderes intenten reventar aquello que las urnas han decidido. Resulta esperpéntico que el CGPJ lleve cinco años secuestrado por el PP, pero todos sabemos que, por mucho que algunos digan lo contrario, en la Justicia hay personas que también tienen ideología.

Muchos piensan que el problema no es Pedro Sánchez, sino que la derecha española no reconoce la legitimidad de su Gobierno porque considera que el poder es suyo por derecho.

Es que llaman ‘cruenta dictadura’ al Gobierno de PSOE y Sumar y, sin embargo, no consideran que el franquismo fuese una dictadura, un estado genocida y terrorista. El otro día en el Senado lo dije claramente: ‘Ustedes no solo no condenan la dictadura franquista, sino que la están blanqueando al derogar las leyes de memoria histórica’. ¡Hombre, por favor!

¿Ve algún agujero en la nueva ley trans?

Yo no veo agujeros. Lo que veo es una clara intencionalidad de tumbar la ley por parte de ciertos sectores anti-trans que han estado indicando lo que había que hacer o no hacer, diciendo por ahí que la gente se va a beneficiar de no sé cuántos derechos… Ahora de pronto están todas preocupadas por la infancia o por cómo afectan a nuestra salud las hormonas que tomamos, cuando llevamos automedicándonos desde el principio de los tiempos y nunca les hemos importado. Lo hacen ahora porque es ahora cuando existe una ley con la que se nos reconoce. Solo quieren cercenar nuestros derechos y aprobar leyes restrictivas que judicializan y patologizan la transexualidad. Lo único que hay que hacer es procurar que el peso de la ley caiga sobre todas esas personas que cometan fraude de ley. No puede ser que un señor militar y separado tenga el descaro de comentar públicamente que se ha cambiado de sexo para poder visitar a su hija, a la que siendo hombre no podía ver. Si todas las leyes en las que se dan casos de fraude de ley se tuvieran que derogar, no quedaría ninguna. Pasaba igual con la ley contra la violencia de género, que es una ley muy buena a pesar de que exista un 0,01% de denuncias falsas [según datos de la Fiscalía]. Si solo se hubiesen tenido en cuenta las pocas denuncias falsas que se han presentado, también se habría tenido que derogar, ¿no? ¿Qué hacemos entonces? ¿Lo prohibimos todo? Precisamente ha sido ese pequeño grupo de feministas trans-excluyentes, esas que fueron mintiendo al decir cosas como que la ley perjudica al resto de las mujeres, el que ha marcado el camino y ha animado a esos defraudadores a actuar así. Es un acto de maldad totalmente premeditado.

Sospecho que, pese al fango y la violencia que a veces recibe, a usted le sigue compensando esto de la política.

A mí sí. Hay momentos delicados, como el de este tema de la ley trans, que a mí me costó mi militancia en el PSOE. Pese a eso, lo volvería a hacer una y mil veces. Mi trabajo es gratificante. Ahí están la Ley de Identidad de Género de 2007, la del matrimonio igualitario, el poder dar visibilidad al caso de los niños robados, todas esas leyes que Ayuso ha derogado pero que nosotros volveremos a rescatar… Para lo que una no está a veces preparada es para las cosas que pasan a nivel interno dentro de su partido. Para lo externo estás siempre superpreparada. Aunque es verdad que estamos llegando a un momento complicado, y que no todo vale en política. No puede ser que se dé total naturalidad a las ‘fake news’. Debería regularse esto, se deberían dar sentencias ejemplares. También es increíble que no exista ninguna sentencia contra esos defraudadores de ley que mencionaba antes Si no hay consecuencias legales para todos ellos, la gente pensará que todo el monte es orégano.

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