El año del relevo y la reaparición del ‘Homo antecessor’ en Atapuerca

El arqueólogo y paleontólogo Eudald Carbonell en la excavación de Atapuerca. Foto: Rosa M. Tristán.

Han pasado 30 años desde que la última nueva especie humana encontrada en Europa, el ‘Homo antecessor’ de Atapuerca, viera la luz por vez primera en la sierra burgalesa y no podía elegir mejor ocasión para hacerlo de nuevo que el año de la despedida de dos de los grandes artífices de este programa científico, el arqueólogo Eudald Carbonell y el paleontólogo José María Bermúdez de Castro.

Hace unos días, el equipo de la Gran Dolina hizo público que en la campaña de este año se han hallado una docena de fósiles de esa especie humana de hace unos 850.000 años que en 1994 apareció en una cata del yacimiento de la Gran Dolina (nivel TD6) de la Trinchera del Ferrocarril. El estrato Aurora, como fue bautizado en honor a quien encontró en una cata la primera pieza que desbarataría las teorías sobre la ocupación humana del continente, ha tardado tres décadas en ser visible en toda su extensión, 40 metros cuadrados que prometen para el año 2025 un espectacular botín fosilero.

De los fósiles hallados este verano, el más especial ha sido el diente incisivo de una mujer de 25 años que acabó enterrado en esa cueva, cuya entrada aún se busca al otro lado de la grieta que a comienzos del pasado siglo partió el monte en dos para poner una línea ferroviaria. Esa hembra se suma a la decena de individuos antecessor hallados hasta ahora. Alrededor, varios pedazos de cráneos y mandíbulas, de costillas y vértebras, incluso un pequeño hueso de una muñeca. “Todo se ha encontrado en la parte más superior del nivel TD6, así que debajo va a estar a tope; está claro que no era casualidad lo que encontramos hace décadas. Estos restos serán muy útiles para aprender sobre aquellos homínidos que vivieron en un extremo de Europa”, señala el paleontólogo Bermúdez de Castro.

Su entusiasmo no es muy distinto al de Carbonell, el primero de los tres codirectores que llegó a la sierra allá por 1977 para iniciar un proyecto que, a sus 71 años, también deja este 2024 en manos de una generación más joven. “Gran Dolina es un tesoro único en el mundo del que saldrán muchas cosas, pero no me da pena irme porque hay que dejar paso a quienes llevan en el equipo muchos años”, afirmaba hace unos días, mientras recorríamos, un año más, unos yacimientos entonces en plena efervescencia. Son 300 personas las que cada campaña acuden a trabajar en un emblemático lugar que crea escuela, dentro y fuera de España.

Durante esa visita, en TD6, el arqueólogo Andreu Ollé se afanaba en limpiar una zona llena de excrementos. “¡Esto es una letrina de hienas! Pero justo debajo sabemos que están los Homo antecessor”, nos adelantaba. “Hemos tardado muchos años en llegar, y había que hacerlo con cuidado; ahora las expectativas son buenas”, señalaba.

Un diente incisivo encontrado en la excavación de Atapuerca.

De los fósiles hallados este verano en la Gran Dolina, el más especial ha sido este diente incisivo de una mujer joven.

A un par de escasos metros, las también arqueólogas Marina Mosquera y Palmira Saladié iban guardando en bolsitas de plástico cada hueso, humano o animal, que se desenterraba. Bajos sus pies, también se trabajaba en un nivel inferior, TD4. Allí se encontraron hace años herramientas que se creían de una ocupación humana de hace casi un millón de años, pero ahora resulta que en un nivel inferior, TD3, es decir más viejo, también hubo vida en la caverna y pueden ser de entonces: hay fósiles de elefantes, rinocerontes, bisontes, osos, cánidos… La hipótesis que barajan es que fuera un agujero-trampa mortal en el que los animales caían y morían atrapados, como también cientos de miles de años más tarde sucedió en lo que hoy se llama el yacimiento de La Galería, un auténtico supermercado al que aquellos ancestros iban a pillar presas fácilmente.

Al otro lado de la Trinchera, y por segundo año, se ha trabajado en el yacimiento de El Penal en busca de la posible entrada a la cueva de la Gran Dolina, hoy separada del cuerpo principal a fuerza de la dinamita para poner las vías de un tren. María Martinón-Torres, su coordinadora, desde lo alto del andamio que cruza la brecha que separa ambos lugares, nos señalaba el borde del precipicio donde se cree que estaba el acceso. Este año han encontrado allí varias piedras talladas. “Las hipótesis es que estos niveles son del Pleistoceno Inferior, época del antecessor. Por el tipo de herramientas, con sílex, cuarcita, arenisca o cuarzo, podría ser TD6 a este lado. Habrá que entender su composición y datarlo, pero si es así estaríamos a la entrada, donde vivían los homínidos; podría ser una gran galería abierta con mucha luz, pero para saberlo habrá que excavar con un nuevo andamiaje”, señalaba la también directora del Centro Nacional de Evolución Humana.

Otra gran sorpresa este año ha sido un trozo de cráneo de neandertal encontrado en la cueva Fantasma, llamada así porque colapsó. “Es el segundo fragmento que se encuentra allí de esta especie humana, además de muchas lascas. Además, en un sondeo que José María y yo hemos hecho esta campaña había restos de una hiena de hace un millón de años, lo que indica que en esta sierra había fauna entonces”, apunta Carbonell, que siempre ha apostado por este yacimiento junto a Bermúdez de Castro: “Ahí nos íbamos los dos a excavar de extranjis, hasta que Eudald encontró un bifaz. Desde 2016 se comenzó a limpiar y hoy está claro que había un cubil de hienas y una entrada en la que estaban los neandertales que acamparían por allí, un campamento que no puede excavarse ahora, pero se encontrará”, augura Carbonell.

Durante la visita, no llegamos hasta el yacimiento de El Mirador, que se encuentra en una zona alejada de la Trinchera, pero en el balance queda claro que quedaron atrás los años de sacar restos humanos de enterramientos del Neolítico, de hace 7.000 años, y del posterior Calcolítico. Ahora buscan niveles más antiguos. La novedad es que en julio se han encontrado rastros de pinturas rupestres, con pigmentos de color ocre, que serían las primeras de Atapuerca. El arqueólogo explica: “Están desdibujadas, porque el uso como redil para ovejas las ha deteriorado, pero con infrarrojos se han identificado. El objetivo es buscar a seis metros de profundidad una posible galería”.

La Sima de los Huesos, yacimiento donde trabaja Juan Luis Arsuaga, el único que no se jubila de momento, no ha dado grandes novedades este año. En este agujero de 14 metros de profundidad que acumula la mayor cantidad de fósiles humanos del mundo en un solo lugar, y con más de 400.000 años de antigüedad, han encontrado esta campaña algún resto humano más, aunque en un estado muy frágil, si bien todo augura que habrá más en el futuro. Desde que Carbonell y Antonio Rosas bajaron en 1983 y salieron con unos dientes humanos, ocho años después del hallazgo de una mandíbula por Trinidad Torres, esta sima no ha dejado de aportar grandes historias de la evolución de nuestra estirpe gracias a restos que hablan de sus capacidades para comunicarse, de la empatía, de violencia, de posibles rituales… y con un ADN que ha podido recuperarse pese a ser tan viejo.

Excavación de Atapuerca.

Excavación en Atapuerca, que este año da el relevo a una nueva generación de investigadores. Foto: Rosa M. Tristán.

Pero resulta que mucho antes también había homínidos en otra cueva cercana, la Sima del Elefante. Allí se encontró en 2022 la cara Pink, un humano que vivió hace en torno a 1,4 millones de años. Para Carbonell, “es de las piezas más importantes que hemos encontrado en Atapuerca, porque pone el debate sobre la presencia o no del Homo erectus en Europa; para mí es muy especial porque siempre aposté por trabajar en ese yacimiento donde sólo se encontraban restos de fauna, que parecía que no era importante y resultó tener la especie humana más antigua del continente”.

Este año no ha habido más restos de esa misteriosa especie sin nombre, aunque sí lascas que quizá son obra suya. “Es que tenemos muy poca información y es difícil aventurar algo”, interviene Bermúdez de Castro. Esta campaña, de Elefante sacaron, algunos enganchados con cuerdas para no caerse al excavar, muchos huesos de fauna que indican que había un clima húmedo y templado. Rosa Huguet, coordinadora de Elefante, decía desde el exterior del gran boquete que cruza la Trinchera que, seguramente, han llegado a la parte más baja. “Este año hemos quitado mucha capa negra orgánica, mucho sedimento, una tarea fundamental para entender la cavidad. Sí que había muchas tortugas de tierra, y habrá que estudiar por qué”, comentaba.

Imposible dejar Atapuerca sin pasar por el lugar donde ahora el equipo de Ignacio Martínez Mendizábal busca la entrada que da acceso a la Galería de las Estatuas desde el exterior. Allí han encontrado este año cuatro bifaces de hace 110.000 años, más  antiguos que los hallados en la galería interior.

Entre las personas que se ha propuesto que hereden la responsabilidad científica de dirigir el programa de Atapuerca que hace casi medio siglo inició Emiliano Aguirre y han continuado los tres codirectores, están Marina Mosquera, María Martinón-Torres, José Miguel Carretero e Ignacio Martínez. De momento, Arsuaga, que tiene 70 años, seguirá formando parte de un equipo multidisciplinar que ampliará su dirección con la salida de los dos codirectores más veteranos.

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