‘Vagamundos’, el festival que pone en valor lo rural y lo no masificado

Javier Selva es el impulsor y creador del festival de cine Vagamundos.

Hace ya tres años que en un rincón del Pirineo aragonés, en la comarca de Ribagorza, echó a andar un festival de cine que reúne un cóctel de peculiaridades que lo hacen único: tiene como sede un centenario molino en un entorno donde reina la naturaleza, reúne a personajes (cineastas, artistas, científicos, escritores o aventureros) en torno a una pantalla hinchable, no deja más huella que los recuerdos compartidos y es el empeño personal de uno de esos emprendedores que no se rinden ante las adversidades de la vida. Se trata del sociólogo, viajero, productor y ahora también agricultor Javier Selva, un madrileño montañero que decidió trasladar su historia vital a un terreno que no le era ajeno. Este año, del 8 al 11 de agosto, por su Vagamundos Festival, en el Molino Centenera de La Puebla de Fantova, pasarán invitados como el científico Fernando Valladares, la guionista Flora González (‘El Salto’, ´Las chicas del cable’, ‘Nacho´) y el escritor y periodista Eduardo Viñuales.

¿Cómo acaba un empresario de Madrid en esta zona perdida de Aragón sembrando tomates y cultura?

Pues ya llevo 18 años. Toda mi vida fui alpinista y Pirineos era mi espacio natural favorito. Quería pasar más tiempo aquí, así que busqué y encontré el Molino Centenera, que era una ruina con mucho encanto. No funcionaba la turbina, pero había sido un lugar de referencia en la comarca cuando allí se molían los cereales y era horno de pan. Primero planeé un proyecto puntero de alta tecnología desde la montaña. Me dedicaba a proyectos de realidad aumentada, 3D, programas de alerta de incendios que aún funcionan…, pero llegó la crisis de 2010 y no pudo ser. Tras dos años de impass, decidí empezar de nuevo con algo más sostenible y cooperativo. El molino era un acicate, así que lancé un crowdfunding que salió adelante gracias a muchos amigos para restaurar el molino. Y aquí estamos.

¿Por qué un festival de cine rural de viajes y aventura?

Tengo la sensación de que en este país la cultura se concentra en las ciudades y el campo se deja para la actividad más física, pero no tiene por qué ser así. El mundo rural necesita más iniciativas culturales, y no solo con decenas de miles de personas. Opté por unir mis conocimiento sobre producción y el mundo audiovisual con mi pasión viajera y aventurera. El Molino Centenera es un espacio fantástico, así que hace tres años me lancé a organizarlo reuniendo a invitados de primera fila con grandes películas, nuevas y clásicas, que dan lugar a interesantes coloquios.

Esta cita de agosto será la tercera de Vagamundos, gracias a mucho esfuerzo personal y económico ¿Qué es lo más positivo que destacarías?

Hace 18 años la zona donde estamos estaba muy abandonada. De hecho, en la Puebla de Fantova, en cuya escuela ponemos el ciclo de cortometrajes, ya no queda ni un niño. Me llena de satisfacción que casi un millar de personas vengan cada año a disfrutar de los tres días (cuatro este año) de Vagamundos. La gente de aquí nos dice que no parece el mismo sitio. Es prueba de que puede transformar el territorio con una iniciativa cultural sin dejar huella y restaurando, poner una comarca en el mapa sin industrias extractivas o macrogranjas. Por aquí ya han pasado el cineasta Gerardo Olivares, el geógrafo Pedro Nicolás, el artista sonoro Carlos de Hita, etcétera. Esto es una iniciativa privada, que cuesta sacar adelante, pero ahí seguimos. Esperemos que aumente el apoyo a estos proyectos.

Al estar en un entorno natural, ¿qué medidas ambientales tenéis en cuenta?

Todas las posibles. Cuando acaba, nadie diría que ahí ha habido un festival. No queda absolutamente nada que lo recuerde. Para empezar, nuestra energía es 100% limpia, fotovoltaica y de la turbina del molino. La pantalla de seis metros cuadros que instalamos es hinchable, así que durante el día desaparece. Por supuesto, tenemos recogida selectiva de basura, que llevo en mi coche a los contenedores porque nadie los recoge. Los vehículos se dejan en una zona de una antigua cantera, vigilada por voluntarios para que esté organizada. Y nuestra filosofía es no crecer mucho más. En este país cuesta que se entiendan las iniciativas pequeñas, gusta más lo grande, pero Vagamundos Festival no quiere eso. Forma parte del proceso de decrecimiento que yo mismo inicié a nivel personal. Se trata de poner en valor lo pequeño, lo no masificado. Eso permite una convivencia que lo hace atractivo.

Cuéntanos algo de la programación de este año.

El festival va madurando. Este año vendrán el científico Fernando Valladares para hablarnos de la recivilización y su pasión por las montañas, el escritor Eduardo Viñuales, con el que haremos una ruta por la zona y la guionista Flora González Villanueva, que nos contará secretos de la película El Salto. También estarán los artífices del proyecto Cinecicleta en África para contarnos su aventura y tendremos un concierto de Blanca Altable en colaboración con el Festival SoNna de Huesca. De momento, contamos con el patrocinio de algunas empresas locales que colaboran, que se lo agradecemos mucho.

¿Qué se te viene a la cabeza cuando escuchas hablar de sostenibilidad?

Vagamundos Festival. Creo que pocas iniciativas similares generan menos impacto ambiental que este evento y, a la vez, dejan huella cultural. Aquí todo lo que se utiliza puede decirse que es economía circular porque se reutiliza lo más posible. Ya hemos reparado una turbina que tiene un siglo de historia y estaba abandonada. Soy de los que creen que es absurdo hacer nuevas urbanizaciones en los pueblos cuando hay tantas construcciones de piedra que se pueden restaurar, como este molino. Eso es lo más sostenible.

En general ¿crees que la conciencia ambiental va en aumento?

No puedo decir que estemos peor. Cuando nací aún se usaba sin control el DDT, que es muy tóxico. Creo que ha aumentado la sensibilidad con estos temas y es evidente que hay más normativas adecuadas. Ahora bien, no sé el tiempo que tardaremos en que ese mensaje cale en todas las personas y cada individuo se tome en serio el cuidado de la naturaleza. En cuanto al mundo rural, como sociólogo veo que cuando se acabe la generación del baby boom de los 60, va a ser aún más difícil recuperar estas zonas ya muy despobladas.

¿Cuál crees que el principal reto ambiental que tenemos delante?

La sustitución de una energía contaminante por otras fuentes renovables. No veo claro ese cambio. En 40 años, la humanidad puede estar viviendo la agonía tras un periodo de prosperidad que se estudiará como ahora hacemos con el Neolítico. El petróleo democratizó la energía, pero ahora las renovables conllevan otros problemas, como la necesidad de minerales como el litio que precisan la baterías para acumularlas. Me temo que va a ser difícil dar marcha atrás: tras enseñar una tarta a la gente, luego quitársela…

¿Qué destacarías de tus prácticas ambientales cotidianas?

Para empezar, aquí utilizo energía limpia 100%. También el agua viene de un manantial y la filtro. Para calentarla para las duchas, uso una bomba solar. Por supuesto, se recicla todo y se consume lo más local posible. Mi trabajo habitual también lo es. Cuando no estoy organizando el festival, mi actividad es la producción de una especie de tomates rosas de montaña de la marca Que te quiero verde…, que he querido recuperar. Tengo certificado ecológico, algo que tampoco es fácil mantener, porque es costoso.

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