Dulcinea, la mujer que mejor entiende a los jabalíes

Paola Calasanz, ‘Dulcinea’, rodeada de jabatos.

“Todo lo bueno es libre y salvaje”. Paola Calasanz, también conocida en redes como ‘Dulcinea’, es el claro y quizá escaso ejemplo de esa persona que sueña con dejarlo todo para ‘echarse al monte’, y no consiente que su intención fallezca en un saco roto. Un buen día de 2016, con el equipaje justo, emprendió la más iniciática y feliz de sus mudanzas. También la más osada. La montaña catalana, cerca de Manresa, la recibió con los brazos más o menos abiertos y, no sin esfuerzo, el tiempo acabó por darle la razón. Casi una década después ha cumplido su sueño. Se llama ‘Reserva Wild Forest’ y es un refugio para animales salvajes sin protección oficial. Es nuestra ‘influencer’ con miga de agosto.

Pero un momento. ¿Qué pintan las redes en todo esto? Poco y mucho. Paola se dedicaba al mundo audiovisual y le resultó bastante natural compartir la belleza de su entorno y el interés de sus tareas. Casi sin quererlo, un millón de personas empezaron a seguirla a través de YouTube. También a envidiarla y, por consiguiente, a buscar el modo de darle caza, por suerte para todos, sin conseguirlo. Hoy tiene 150 animales en estado de semilibertad y sigue entregada a su rescate y rehabilitación. No se considera ni influencer, ni youtuber ni instagramer, aunque las plataformas le ayudan a difundir lo que ha aprendido: Vivir en un mundo más conectado con la naturaleza sería vivir en un mundo mejor.  

Primero fueron las redes, después llegaron los animales. ¿Eras una persona proclive a tener muchas mascotas? 

En absoluto. Los animales me gustaban, pero digamos que de una forma normal. De niña no tuve mascotas, porque mis padres no me dejaban. Lo máximo que conseguí fue algunos gatos. Lo que me ocurrió después fue bastante inesperado. Algo así como una especie de llamada muy fuerte que me pedía un cambio de vida. Salir de la ciudad, instalarme en el campo, tener un huerto, vivir con animales…

¿Es muy difícil dar ese salto? Te dedicabas al audiovisual y estabas estudiando Psicología. 

Sí, estudié psicología, pero no acabé la carrera. Mi trabajo estaba más relacionado con el mundo audiovisual. Conseguí realizar ese cambio de vida que muchos desean, pero no se atreven a iniciar. Admito que para mí no fue difícil. Primero, porque tenía mi propia productora. Al ser autónoma y no depender de un trabajo presencial, irme a vivir al campo con la oficina en la mochila fue sencillo. Y segundo, me ayudó mi personalidad: no me cuesta nada dejar atrás las cosas.

Tienes una capacidad de adaptación importante. 

No sé si de adaptación, pero sí de hacer lo que quiero sin dudarlo apenas.

¿Esperabas un éxito en redes que tampoco buscabas desesperadamente?

Sucedió con bastante naturalidad. La gente empezó a seguirme, aunque yo compartía poco más que mi día a día. Mis trabajos, fotos y vídeos eran sobre temas de naturaleza, un tema que hace casi diez años no estaba tan de moda como ahora.

¿La naturaleza a la que te refieres tiene que ver con la España vaciada o es un entorno más salvaje?  

Cuando me mudé al campo, estuve en tres o cuatro casitas diferentes de alquiler hasta que conseguí asentarme. Ahora vivo en una finca propia, en un pueblo rural que llamaría típico. Sí, podría ser un poco España vaciada. Poca gente joven y muchos vecinos de toda la vida que se dedican a la agricultura y la ganadería.

¿Una finca propia? Eso quiere decir que te va muy bien.

Bueno, bueno, esto tiene historia. Yo monté un refugio de animales. Y cuando quisimos ampliar el espacio, hicimos una campaña de crowfunding a través de la Fundación Wild Forest. Con un crédito y los ahorros, conseguimos que el proyecto saliera adelante.

Ahí quería yo llegar. Al refugio de animales. ¿Cómo funciona? 

Esto empezó como un proyecto mío, que creció bastante y ahora tengo un equipo muy amplio, porque de otra forma sería imposible llevarlo. Más aún cuando lo compagino con mi vida de madre y escritora. En el Refugio mi papel es el de directora. Del trabajo duro de campo, alimentar, cuidar, limpiar y estar pendiente de los animales se ocupa todo el personal que trabaja aquí.

¿Qué está pasando ahora mismo en el Refugio? Descríbeme lo que podría estar haciendo ahora mismo con los animales. 

Pues, son las 12 del mediodía, así que seguramente ya han acabado de alimentar a todos los habitantes y de realizar las limpiezas. Piensa que son especies viviendo en semilibertad, no estabulados. Andan por un bosque de 15 hectáreas; esto no es una granja. Aparte tenemos otras tres hectáreas para los jabalíes. Reserva Wild Forest es un centro de recuperación de animales salvajes, donde tratamos de reintroducirlos para que lleven una vida similar a la que habrían tenido de seguir siendo completamente libres. Cada día, después de la comida y el aseo, se emprenden otras tareas de mantenimiento, de arreglos y construcción. Aquí siempre hay cosas que hacer y las prioridades van cambiando. Puede haber rescates, emergencias, protocolos que cambian la rutina y ejemplares que necesitan una atención terapéutica especial por diversas patologías.

El censo del Refugio puede crecer cada día. ¿Cómo es el proceso de llegada de animales hasta allí? 

Nosotros nos dedicamos a recuperar animales salvajes no protegidos, porque de los protegidos ya se encarga la Administración. Dentro de estos animales no protegidos, están los cinegéticos, que son los que además de no tener ayudas, cuando se encuentran en apuros, se les sacrifica.

¿Cuál fue su primer huésped? ¿Cómo llegó?

Fue un corzo. Un vecino se había encontrado un corcino, una cría de corzo, dormida en la rueda de su tractor. Casi lo atropella. En principio se quedó con él, lo crió y, al enterarse de que yo estaba montando un refugio, me lo ofreció. Yo por aquel entonces no sabía que iba a tener animales salvajes; imagínate que andaba entre cabras, ovejas y gallinas. Decidí quedarme con él y, cuando empecé a investigar, supe que ese tipo de animales de caza estaban completamente desatendidos. De ahí nace la ONG, para ayudar a estas especies que son fundamentales para el ecosistema, aunque no estén en equilibrio. Por ejemplo el jabalí. Sí, hay muchísimos, y es importante conseguir que haya menos, Pero no dejan de ser indispensables para el medio ambiente.

Ahora que los citas, me vienen a la cabeza esas escenas de grupos de jabalíes merodeando por zonas urbanas en busca de comida. ¿Tiene remedio?  

El jabalí es un súper animal, se adapta a todo, come de todo, puede vivir a cualquier temperatura y, además, dos cosas: no tiene depredador natural, porque el humano se lo ha cargado, me refiero al oso, el lobo y el lince; y también hemos convertido muchas hectáreas de bosque, que es su hogar, en monocultivos que para ellos es como un bufet libre. Toda hembra, cuanto más come, más cría. Entonces se junta que se les da de comer, que no hay depredadores y que es un animal súper adaptable. Normal que haya tantos. Nos quejamos, pero el origen del problema está en nosotros. Es nuestra culpa.

¿Tu animal favorito?

(Risas). Pues el jabalí. Mira, sé que no son ni los más bonitos ni los más espectaculares. Te puedo hablar de bellezas como la de un ciervo ibérico o de un zorro, que también he criado muchos. Pero ver crecer a un jabalí es una experiencia única. Para mí los jabalíes son increíbles. Tan bien adaptados que, de repente, te olvidas de que es un jabalí. Podría ser un perro.

¿Y puedes comunicarte con ellos?

Sí, pero tampoco quiero humanizar al jabalí como a menudo se hace con los perros. Un jabalí no es una mascot; es un animal salvaje. Si tiene la desgracia de criarse con humanos, le irá peor que si vive en un espacio como este. Ojalá fueran libres. Es un animal muy dócil y muy fiel. Cuando yo entro en su hábitat, se me tumban alrededor para que les rasque la panza, exactamente igual que hacen mis perros. Algo impensable en un ciervo. La palabra que les define es simpáticos.

Ya sé que el número de seguidores no es lo que más te importa. (Llegó a tener un millón en YouTube). Pero, al final no te queda más remedio que atenderles. La gente quiere saber.

Acabo de volver a publicar en YouTube, que lo tenía bastante parado, y creo que tengo unos 700.000 seguidores. En Instagram (@dulcineastudios) no tantos, unos 111.000.

¿A qué se han debido esas idas y venidas?

Yo arranqué mi proyecto, el refugio, bajo un prisma muy animalista y promoviendo mucho el veganismo. Los animalistas, cuando nos apasionamos, tenemos un discurso muy radical. Eso se ha ido suavizando con los años porque, al final, cuando vives la naturaleza, te das cuenta de que las cosas no son como creías cuando lo soñabas desde la ciudad. Dejé de defender el veganismo de esa forma. Como utopía me sigue pareciendo algo maravilloso, pero no es tan fácil como nos lo venden en las redes sociales. Vivir sin dañar a los animales es difícil, por no decir imposible. Cultivar manzanas, por ejemplo, ya les perjudica. Pero esto la gente no lo ve.

¿Un simple y saludable manzano?  

Así es. Podrías tener que utilizar algún herbicida o pesticida. Simplemente cavando un hoyo en el suelo, has matado a un montón de microorganismos, y de insectos. Todo tiene impacto en la naturaleza. Hasta una simple maceta.

No ha de ser fácil que esto se entienda. ¿Has sufrido odio?

Muchísimo. Por un lado, de los propios animalistas, que se sintieron defraudados cuando suavicé mi discurso. Por otro, de muchas personas que me atacaron cuando lancé la campaña de crowfunding para ampliar mi proyecto. Me han llamado estafadora. Han dicho que exploto a los animales para lucrarme. Así que he optado por no promover ningún estilo de vida, seguir escribiendo, y vivir simplemente como me gusta. Las redes son de una exigencia desmedida. No te permiten evolucionar. Si empiezas diciendo que te gusta mucho el color rojo, tienes que morir vestida de rojo. He peleado tanto, incluso legalmente, que ahora mismo prefiero vivir en paz a demostrar que tengo razón.

En uno de tus tatuajes leo: “que fluya lo cursi”…

Es de una canción que me gusta mucho y define bastante mi personalidad. Siempre he pensado que el amor es el motor que mueve el mundo. Cuando la gente se enamora, deja de fastidiar. La felicidad te hace ser mejor persona y hasta te ves más guapa. (Risas).  Entonces, que fluya lo cursi.

Eso tiene mucho que ver con tu faceta de escritora de novela romántica.

Sí, es mi género. He publicado 10 libros, quizás sean 11. También un poemario y un texto infantil. Todas mis novelas encierran un aprendizaje. Me explico: no es una historia de amor sin más. El escenario es siempre la naturaleza y me sirve para transmitir cosas que he vivido y, sobre todo, que he aprendido. El primer libro está muy relacionado con los animales, el segundo con el océano, el tercero más con la caza furtiva. Todos incluyen alguna enseñanza de la naturaleza, con una historia de amor. El último, que salió en primavera, se titula Tú y yo en las raíces del tiempo.

¿Los animales se enamoran?

No, no creo que se enamoren. Lo que hacen es crear vínculos muy potentes de fraternidad. Lo ves cuando juntas a madres y sus crías, o añades animales huérfanos a una camada. Luego, el tema emotivo-sexual es puro instinto.

¿Te consideras una jipi 3.0, una jipi del siglo XXI? 

Tengo una tía que siempre me dice: “Tú eres una jipi de corbata”, como diciendo que me gusta la naturaleza, pero con ciertas comodidades. Pues sí, obviamente, aunque con mi punto de rebelión un poco revolucionario.

¿Sigues a alguien en redes? 

Intento no consumirlas demasiado. Me gusta seguir a personas que viven como yo. A documentalistas de fauna y de paisaje. Pero no soy nada mitómana. Endiosar a alguien no trae nada bueno, lo digo por experiencia.

¿Avanza lo suficiente en España nuestra conciencia ecológica? 

Yo creo que en España hay muy poca cultura que destaque la importancia de la naturaleza. Lo urbano siempre es como más guay, frente al rural. Si te fijas en la ficción,  el feo, el gordo o el torpe siempre es alguien que va con un rebaño. Se identifica el campo con lo paleto, mientras que lo selecto está en las ciudades. Mi mundo es muy diferente al urbano, pero tiene unos valores culturales espectaculares. El problema es el desconocimiento. Nadie ama ni protege lo que no conoce. Por eso en la reserva intentamos que los niños se acerquen a la naturaleza. Cualquier pequeño que conozca el bosque y sus habitantes, lo amará y llegará el día en que quiera protegerlo. Es lo que hago con mi propio hijo.

Le estás procurando una infancia fantástica…

Sí, sí. Aunque puede que a los 18 años quiera irse a la ciudad. (Risas).

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