‘¡Eres tan travesti!’: historia y reivindicación del arte del ‘trans’ 

Paco España en una fotografía promocional para la película ‘Gay Club’, 1981.

El investigador Anto Rodríguez publica ‘¡Eres tan travesti!’ (Egales), el resultado de una investigación intensa sobre la historia del transformismo en España. Charlamos con el autor de un libro que defiende que el drag es el arma para seguir construyéndonos como sociedad lejos de todo ese dolor y castración.

El drag cada vez se hace más visible en nuestra sociedad. Como bien cuenta el escritor e investigador Anto Rodríguez, el arte del transformismo se va abriendo camino y nos descubre sus potencias, su capacidad de acción, su compromiso, su riesgo. “Cada vez son más las artistas que se muestran abiertamente implicadas en asuntos políticos y sociales que tienen que ver con el colectivo, con otros colectivos minorizados, con asuntos urgentes para el mundo que desde el arte del drag logran entrar en el mainstream, en las fiestas, en la música, en la vida”, apunta en su libro ¡Eres tan travesti¡ (Egales), el resultado de una investigación intensa sobre la historia del transformismo en España.

“Las travestis nos enseñan día a día —noche a noche— que ser artistas del mundo del espectáculo implica estar abiertas a la realidad, a la actualización, a la revisión de los privilegios […]. El pacto de las travestis parece apuntar hacia un futuro capaz de transformar –de combatir– las fuerzas retrógradas que pretenden retener el avance de los derechos de las personas que han estado silenciadas por, como diría Manuela Trasobares, la voluntad de poder”.

Dice que ‘Eres tan travesti’ nace de su necesidad urgente por saber más cosas de nuestro pasado y de este arte que adora. ¿En qué se ha basado para escribir?

Eso ha sido lo más raro de todo, porque hay muy poca bibliografía publicada sobre el tema. Y libros académicos, aún menos. Me he basado sobre todo en ciertos materiales que he ido encontrando: canciones, imágenes…, en cosas con las que poder tejer un relato que fue quedando más o menos en el olvido. 

Ya en la introducción del libro asume que se trata de una historia sesgada.

Acceder a los testimonios y registros del travestismo es complicado, por muchas razones. No solo se trata de parte de la historia de nuestro colectivo, sino que se trata de la historia de la parte del colectivo que más discriminación ha sufrido. También digo que es sesgada, porque mi posición respecto a esta historia pretende ser crítica. Intento descubrir cuáles son las preguntas que nos podemos aplicar hoy en día a nosotros mismos para ver desde dónde vemos ese pasado.

¿Cuándo empieza el transformismo a considerarse un arte propio, independiente, como lo son la danza, la acrobacia o el canto?

En los últimos años del siglo XIX, cuando el arte frívolo empieza a cobrar más importancia. 

Tengo entendido que en la historia del transformismo en España el primer paso lo dio un italiano que volvió locas a las espectadoras e inspiró a las artistas que lo vieron actuar.

Sí, Leopoldo Fregoli. Tanto él como un francés conocido como Monsieur Bertin crearon dos escuelas que siguen prácticamente hasta hoy. La de Fregoli estaba basada en la rapidez con que se cambiaba de vestuario, era un arte transformista que va unido casi a la magia o a los espectáculos de entretenimiento visual. Y la de Bertin, que fue el primer imitador de estrellas, apostaba por el realismo y el cuidado de la estética, algo que llegaría hasta hoy, con las llamadas beauty queens.

Y como era de esperar, la polémica persiguió sus transformaciones.

Sí, no era fácil ser transformista entonces. Para empezar, estaba muy mal visto que los hombres actuaran en esa escena frívola. Y todavía estaba peor visto que hicieran cosas que no se suponían propias de los señores. Los señores podían cantar tangos, pero no aparecer con una falda.

Algunos de estos artistas transformistas, como Bertin, eran heterosexuales o bisexuales, en contra de la creencia popular.

Sí. En esa época había transformistas que vivían con sus esposas, incluso compartían escena con ellas. Muchas veces se suponía que estas relaciones eran matrimonios de tapadera o lavanda (parejas de lesbiana y gay). Podíamos encontrar todo tipo de realidades. Y lo mismo que pasaba con la orientación sexual ocurría con el tema de la identidad de género, pues también había personas que hoy llamaríamos no binarias, y que desde luego entonces no se llamaban así. Artistas como Flor de Otoño o Violeta la Burra ya estaban jugando con el género en aquel momento.

El investigador Anto Rodríguez, autor del libro 'Eres tan travesti'.

El investigador Anto Rodríguez, autor del libro ‘¡Eres tan travesti!’.

¿Cómo practicaban su arte las transformistas españolas de principios del siglo XX?

Había muchísimas escuelas. Pasa lo mismo hoy en día, pues cada travesti propone una forma de entender su arte muy diferente. Las herederas de Fregoli seguían haciendo aquellos cambios rápidos de vestuario, y las herederas de Bertin hacían imitaciones de las estrellas de la época. Otras, como Edmond de Bries, se preocupaban mucho de la estética y el cuidado de los vestuarios que lucían sobre el escenario. También había otras que se dedicaban más a monólogos humorísticos o hacían flamenco. Como te digo, existía un gran abanico de posibilidades.

Con el estallido de la Guerra Civil, estando en su momento de plenitud, el transformismo fue radicalmente eliminado del país. ¿Cómo lo encajaron sus artistas?

Cuando se va avecinando la Guerra, empiezan a recomendarles que abandonen las actuaciones que están haciendo y que, si quieren seguir actuando, lo hagan cantando sus coplas y cuplés con pantalones en vez de falda. Las que cantaban bien, como era el caso de Mirco, pudieron seguir con su carrera ejerciendo de cancioneros, pero esas otras que hacían más humor o que se dedicaban a la estética tuvieron que abandonar sus carrera, volver a sus profesiones anteriores…

De alguna forma, los cancioneros plantearon una manera de supervivencia del arte travesti en aquella España franquista en la que el transformismo estaba prohibido.

Algo así, aunque tampoco creo que lo hicieran de forma consciente. Al final, los cancioneros se dedicaban a cantar un repertorio que solo cantaban las mujeres, interpretaban letras con dobles sentidos y lucían una estética que no encontramos en otros cantantes masculinos de la época.

Algunos artistas consagrados y queridos, como Miguel de Molina, tuvieron que exiliarse en países del otro lado del océano para sobrevivir y trabajar.

Sí, Miguel de Molina huyó de España cuando el fascismo empezó a perseguir sus actuaciones y acabó teniendo mucho éxito en México y Argentina. De esos otros artistas que se quedaron aquí, algunos siguieron triunfando hasta que, en cierto momento de sus carreras, desaparecieron. La de los cancioneros es una historia apasionante y que se debería seguir estudiando.

Más de uno puede pensar que los locales en los que los transformistas actuaban eran tugurios ocultos en los que había que entrar con contraseña, cuando en realidad se trataba de lugares de ocio en los que actuaban en ocasiones grandes figuras como Lola Flores o Carmen Sevilla.

Sí. Respecto a eso de los tugurios ocultos, es cierto que hubo una determinada época en la que estaba menos permitido que esos artistas actuaran en locales que estuvieran a la vista. Y también dependía de la zona, puesto que la opresión se dio de forma muy irregular a lo largo de toda la geografía española. Efectivamente, las travestis actuaban en locales a los que asistía mucho público, aunque aquello estuviera prohibido y, de vez en cuando, hubiera alguna redada que hacía que acabaran detenidas y encarceladas. Algunas grandes solían ir a verlas actuar, incluso convivían con ellas. Es conocida la historia de Sara Montiel pagando la fianza para que algunas de esas transformistas detenidas pudieran ser liberadas. O la historia de La Esmeralda de Sevilla, que empezó su carrera haciendo de escudera y ayudante de Marifé de Triana.

Hubo que esperar a que el Caudillo estuviera a punto de estirar la pata para que se inauguraran aquí locales célebres abiertamente de ambiente. ¿Fue el caso más reconocido de estos garitos el del Gay Club?

No sé si podríamos llamarlos de ambiente, mucha gente cuestiona este término porque el público que acudía a ellos no era un público exclusivamente LGTBI. Antes de que se abriera en Madrid el Gay Club ya existieron locales de mucho prestigio en las llamadas zonas de turismo rosa: Sitges, Benidorm, Torremolinos… Lo que sí es cierto es que el Gay Club y la sala Barcelona de Noche establecieron un puente de intercambio de artistas, contando con los transformistas más importantes del país. Uno de ellos era Paco España, que se podría decir que fue el transformista más visible de la transición, pues actuaba, salía en televisión, rodó películas e hizo teatro. Empezó en el Gay Club como maestro de ceremonias, aunque luego le pasó el testigo a Pierrot, y siguió actuando hasta que ya era mayor.

Pese a todo, era un peligro tener abierta una sala con números de destape y transformismo en los estertores del régimen. ¿Cómo buscaban las artistas la manera de burlar la mirada crítica de los censores?

Había muchos trucos, como llevar un pantalón debajo de la falda o tener a mano una toalla untada en aceite para poder quitarte rápidamente el maquillaje si aparecía en el local un censor o un policía. También se supone que había una bombilla roja en los camerinos de muchos locales que se encendía pulsando un botón que había en la barra o la taquilla. Cuando alguien veía que se acercaba un policía o un censor, apretaba ese botón para que el artista de turno supiera que entonces debía desmontarse por completo a la velocidad de la luz.

El transformismo del que hemos hablado hasta ahora está relacionado con la cultura del entretenimiento. Sin embargo, con el paso del tiempo el arte empezó a considerarse de manera pública una herramienta para generar conocimiento, crítica y política.

Sí. Figuras como Nazario y Ocaña fueron muy importantes para entender que las artes del entretenimiento también pueden proponer lecturas críticas y políticas del mundo. Sin olvidarse de toda esa parte entretenida del transformismo, ellos propusieron movimientos rompedores y un diálogo de esas artes del entretenimiento con otras menos populares como la performance.

¿Cómo cree que habría vivido alguien como Ocaña la vinculación del Orgullo estatal con las empresas privadas, eso que el activista Shangay Lily bautizó como ‘gaypitalismo’?

Creo que lo habría vivido como muchas artistas lo viven hoy en día: con muchísimo dolor. De hecho, ya en aquel momento se encontraban con cosas del estilo y cuestionaban en las calles ese capitalismo devorador que precisamente pretendía la normalización. Todas estas artistas lo habrían vivido con mucha necesidad de cambio y de usar su arte como un arma política con la que cambiar este sistema que todo lo devora. Esto es una idealización total, pero no creo que Ocaña se hubiera dejado devorar. (Risas).

Da la sensación de que, después de conseguir el matrimonio en 2005, el  ‘gaypitalismo’ parecía haber engullido las fuerzas del colectivo por continuar luchando.

Eso parece, en término general. Pero también hubo artistas como Ploma 2 que fueron muy críticas con esto. Con la aprobación del matrimonio igualitario se ve muy claramente la evolución de toda esta corriente normalizadora y política. En las primeras manifestaciones del Orgullo veíamos a gente reivindicando una abolición del matrimonio, y más adelante nos encontramos con la llegada a ese punto de tranquilidad de muchos porque resulta que se nos permite casarnos, cuando resulta que nuestra lucha no va solo de eso.

Volviendo al tema del arte, en los años 90 se produjo en España algo que llamaron ‘el giro drag’. ¿En qué consistió exactamente?

Hubo muchos factores que contribuyeron a que esa explosión del drag cambiara para siempre la manera de hacer transformismo en España. ¿Y en qué consistió ese cambio? En cuestiones más superficiales, podríamos mencionar el cambio del tacón por la plataforma o el de los roles binarios del género, que pasan a mezclarse con juegos más cibernéticos, monstruosos… También podemos hablar de una manera de hacer transformismo en cuanto a los locales, que hasta ese momento habían invitado a unos espectáculos en los que la travesti podía hablar con sus espectadores, y ahora eran discotecas en las que la música funcionaba como principal herramienta de entretenimiento. A partir de esto, los playbacks comienzan a coger mucha importancia en los espectáculos, y ahí tenemos el ejemplo de grupos como Diabéticas Aceleradas, famosas por los largos playbacks de canciones y textos que llevan a cabo en sus actuaciones.

Gracias a RuPaul, el drag ha dado el salto al mainstream, aunque muchos lo consideran todavía como un arte de segunda. ¿Estará algún día lo suficientemente valorado?

Existen muchos factores que dificultan eso. Para empezar, porque se trata de un arte muy hermanado con el colectivo. Además hablamos de un arte escénico del entretenimiento, por lo que tiene todas las papeletas para que la discriminación siga operando sobre él. Ojalá algún día estuviera lo suficientemente valorado, claro. Deseo y veo necesario que sea reconocido como un arte pleno, sobre todo, para que el trabajo de todas estas artistas sea reconocido, pagado y cuidado como corresponde.

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