El cromañón habitó el centro peninsular antes de lo que se creía
La investigación científica continúa arrojando buenas noticias en España. Los nuevos avances tienen que ver con los primeros asentamientos del ‘Homo sapiens’ –hombre de cromañón– en la Península Ibérica. Hasta ahora, se pensaba que el centro peninsular se encontraba deshabitado durante los primeros milenios del Paleolítico Superior, un periodo que se extendió entre los años 40.000–30.000 antes del presente (AP) y los 12.000–10 000 AP. Sin embargo, un equipo internacional de arqueólogos ha publicado recientemente una investigación en la revista Science Advances, que ha revolucionado lo que se sabía en torno a la materia. Aseguran que en el Abrigo de La Malia –un yacimiento emplazado en Tamajón, al norte de Guadalajara– se han encontrado evidencias de ocupación de los Cromañones entre hace 36.000 y 31.000 años, mucho antes de lo que se pensaba.
“Este descubrimiento llena un vacío en el registro y desafía el modelo de poblamiento peninsular”, explican desde el grupo investigador. “El panorama en el centro ibérico contrastaba de forma radical con las regiones costeras, ya que no se había recuperado ni una sola evidencia de presencia humana desde que los neandertales migraran al litoral hace 42.000 años hasta los primeros registros del Paleolítico superior hace 27.000 años”. Por tanto, se consideraba que durante unos 15.000 años la zona fue un “lugar inhóspito e inhabitable” para las primeras poblaciones de Homo sapiens, que utilizaban la cultura Auriñaciense. Además, este periodo coincidió con un momento de una fuerte inestabilidad climática, caracterizada por rápidas oscilaciones que derivaron en un enfriamiento acusado.
“Se consideraba que las condiciones climáticas de la época aludida, unidas a la orografía del territorio del interior peninsular, habían supuesto una especie de barrera ecológica para las poblaciones auriñacienses”, explican los encargados de las excavaciones al norte de Guadalajara. No obstante, “durante los últimos años, nuevas prospecciones han desafiado esta hipótesis, proponiendo modelos alternativos de colonización del territorio”. Una búsqueda que ha dado sus frutos en el yacimiento de La Malia.
Se trata de un enclave descubierto en 2017; desde que comenzaran las excavaciones en 2018, se han recuperado numerosas evidencias de presencia humana, como herramientas líticas o restos de animales con marcas de corte producidos por cuchillos de piedra. “El análisis de los conjuntos líticos del nivel inferior y la datación directa de restos óseos con modificaciones antrópicas, han proporcionado una edad comprendida entre los 36.000 y los 31.000 años AP”, indican los implicados en las investigaciones. En cambio, el nivel superior ha arrojado una edad más moderna, comprendida entre los 27.000 y 25.000 años AP. “Esto sugiere repetidos asentamientos a lo largo del Paleolítico Superior”, añaden.
El hallazgo de este yacimiento no sólo ha llenado un vacío en el registro arqueológico de la región, sino que además ha permitido rastrear cómo fueron las condiciones de supervivencia en ese momento y lugar. “Los resultados obtenidos a partir del estudio de los sedimentos, la asociación de microvertebrados, el análisis paleobotánico a través los granos de polen y los carbones, y los estudios de los isótopos estables en fósiles de ungulados, coinciden en detectar un cambio en el clima”, relatan los arqueólogos. “Esta transformación vino marcada por una tendencia hacia condiciones más frías y áridas, que produjeron que los ambientes fuesen cada vez más abiertos. Es decir, con menos bosques, y con menor disponibilidad de agua”. Sin embargo, dicha mutación no parece que hubiera afectado a las estrategias de subsistencia de los humanos que ocuparon el abrigo rocoso de La Malia, ya que se observa “el mismo tipo de consumo de presas en ambos niveles”.
En cualquier caso, estos hallazgos han permitido revelar la capacidad de los pobladores humanos para colonizar regiones hasta ahora consideradas inhabitables, reabriendo así el debate sobre la dinámica poblacional del Paleolítico Superior en el suroeste de Europa. Algo que ha sido posible gracias al trabajo de un nutrido grupo de científicos de numerosas instituciones nacionales e internacionales, liderados por los investigadores Nohemi Sala y Adrián Pablos, adscritos al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos y a la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente.
“El yacimiento de La Malia representa la expansión de la frontera del conocimiento que teníamos hasta ahora del poblamiento del interior peninsular por parte de los primeros Homo sapiens”, explica Adrián Pablos, en declaraciones a El Asombrario. “La zona era consideraba tierra de nadie, o región vaciada. Sin embargo, y gracias a los recientes hallazgos, se comprueba que los auriñacienses eran capaces de poblar esta región, que antes del descubrimiento era considerada inhóspita y hostil”. El conocimiento que pueden legar estas excavaciones puede ser mucho mayor, por lo que los trabajos arqueológicos encuentran continuidad este mismo mes de septiembre.
La idea es recabar más datos que permitan ahondar en el conocimiento. Y, por qué no, “buscar evidencias más antiguas de ocupación humana”. Así, el equipo de investigadores le dará continuidad al estudio arqueológico emprendido en la década de 1990 en el área de la Cueva de los Torrejones, y a las posteriores y exitosas excavaciones practicadas desde 2017 en ese mismo escenario. “Nos hallamos en un lugar con mucho potencial”, valora Adrián Pablos.
La relevancia peninsular
Hay que tener en cuenta que la Península Ibérica es una región clave en evolución humana, por encontrarse en el extremo suroccidental del territorio europeo, que funcionó como refugio para las poblaciones paleolíticas. Este espacio contiene un rico registro arqueológico y cuenta con numerosos yacimientos correspondientes con los primeros milenios de ocupación de humanos modernos. Especialmente en la cornisa cantábrica, pero también con algunos registros en las costas atlántica y mediterránea.
La Humanidad investigada empleaba un tipo de tecnología lítica, encuadrada en el Paleolítico Superior, denominada Auriñaciense, que se desarrolló entre los 40.000 a los 30.000 años de antigüedad. “Uno de los periodos de la prehistoria más fascinantes fue el momento de transición entre la aparición de los neandertales y la colonización del territorio por parte de los primeros humanos modernos, que reciben el nombre técnico de Homo sapiens y conocidos coloquialmente como cromañones”, explican los científicos involucrados en la investigación.
“En algunas regiones de Eurasia se ha podido documentar la coexistencia en el tiempo y el espacio de estas dos poblaciones En cambio, en otros lugares, parece que hubo un hiato. Es decir, un periodo en el que ningún ser humano ocupó el territorio, una especie de tierra de nadie”. Los factores que determinaron ambos escenarios probablemente los marcaron la disponibilidad de recursos, condicionada por factores climáticos, y por la presencia de barreras geográficas, ecológicas o de cualquier otro tipo.
Los datos arrojados por los últimos hallazgos encontrados en el abrigo rocoso de La Malia –en Tamajón, Guadalajara– han permitido dar un paso de gigante en el conocimiento del pasado de la Humanidad. Gracias al trabajo del grupo de científicos liderados por los investigadores Nohemi Sala y Adrián Pablos, se ha conseguido arrojar un poco más de luz y resolver dudas en torno a la población paleolítica del centro peninsular.
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