La gran expo de la mujer que nos cambió la forma de ver cine, Agnès Varda
La exposición ‘Agnès Varda. Fotografiar, filmar, reciclar’ en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), que puede visitarse hasta el 8 de diciembre, constituye un exhaustivo recorrido por la vida, obra y vivencias de una de las pocas mujeres directoras de su generación. Creadora libre, comprometida con su entorno político y social, fue una figura clave -y prolífica- de la Nouvelle Vague. Curiosa, libre y vital, es recordada en esta muestra no solo como cineasta, sino como una creadora total: fotógrafa, videoartista, ensayista visual y narradora de lo cotidiano
Agnès Varda (Bruselas, 1928 – París, 2019) fue una de las pocas mujeres directoras de su generación capaz de consolidar una carrera de largo recorrido. Precursora de la Nouvelle Vague, rompió normas y clichés y fue una mujer resiliente durante toda su existencia. Filmó más de 40 películas, entre largometrajes y cortometrajes, entre la ficción y el documental, y trabajó tanto en el cine analógico como en el digital. La exposición es una adaptación ampliada de la muestra Viva Varda!, concebida y producida por la Cinémathèque francaise de París en colaboración con Ciné-Tamaris y la contribución de Rosalie Varda y Mathieu Demy. Está comisariada por la curadora especializada en cine Florence Tissot, con la dirección artística de la hija de Varda, Rosalie Varda, y el asesoramiento local de la crítica cinematográfica lmma Merino.
En el CCCB, además de los materiales de la muestra original, se incluyen cuatro instalaciones creadas por la artista, salas de proyección para ver íntegramente cortometrajes fundamentales de su filmografía y un reportaje fotográfico inédito de su viaje a Cataluña en 1955 y como creadores influenciadas por su obra (de Isaki Lacuesta a Mercedes Álvarez).
La muestra se ha estructurado en diferentes secciones que permiten al visitante sumergirse en el universo multifacético de Varda, desde sus primeras incursiones en la fotografía hasta sus últimas obras cinematográficas y videoartísticas. Se presenta en cinco grandes bloques temáticos que reflejan las distintas facetas de su carrera: una sobre su relación con las imágenes, otra sobre la invención de su estilo, una dedicada a “sus familias”, a su compromiso social, y concluye con un epílogo en el que se destaca “su espíritu libre, feminista y alegre”.
El recorrido se inicia con su trabajo como documentalista, y destaca su capacidad para captar la esencia tanto de las personas como de los lugares que filmaba. En esta etapa crea el neologismo cinécriture (o cinescritura) para describir el trabajo de la dirección cinematográfica de autor, donde el cineasta participa en todo el proceso de creación de la película:
“El desglose del guión, los movimientos, los puntos de vista, el ritmo del rodaje y del montaje, se piensan y se sienten como las elecciones que hace un escritor: frases más o menos densas, tipos de palabras, frecuencia de adverbios, párrafos, paréntesis …, todo ello para dar continuidad al relato, para forzarlo, etc. En escritura, lo llamamos estilo. Y, en cine, el estilo es la cinescritura”. (Varda par Agnès, 1994).
Desde su juventud, Agnès Varda eligió un estilo de vida y relaciones fuera de los estereotipos tradicionales, tanto en lo sentimental como en lo profesional. Fundó su propia productora, Ciné-Tamaris, lo que le permitió mantener su independencia artística. Estuvo rodeada de influyentes personalidades del arte y el cine, y mantuvo relaciones estrechas con figuras como Jacques Demy, su esposo, y Valentine Schlegel, su compañera sentimental en su juventud. Su vida familiar y profesional se entrelazó constantemente, reflejándose en su cine, donde integró a sus hijos –y a otros niños–, y exploró sus orígenes griegos. Siempre interesada en el arte contemporáneo, exploró nuevas formas de expresión en instalaciones, videoinstalaciones y pequeñas maquetas realizadas a partir del reciclaje de copias en 35 mm de sus películas, buscando generar nuevas sensaciones en los espectadores.
Sus viajes la llevaron a ser testigo y cronista de movimientos sociales y cambios políticos en diversas partes del mundo, desde la revolución cubana, la china de Mao Tse-tung o el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Se exponen en versión íntegra cortos como Salut Les Cubains (1963), Black Panthers (1968), y una selección de fotografías de China tomadas en 1957, durante un periodo de intensa transformación del país cuyas consecuencias no acabaron de convencer a la creadora. Todas ellas representan la cotidianeidad de sus habitantes, y reflejan espacios desaparecidos del gigante asiático.
Si en su obra cinematográfica de las décadas de 1960 y 1970 refleja la efervescencia política de la época, en los 80 se acerca hacia los marginados descartando cualquier visión estereotipada, tal como ocurre en Sans toi ni loi (Sin techo ni ley, 1985). Les Glaneurs et la Glaneuse (Los espigadores y la espigadora), 2000), se centra de lleno en abordar la marginalidad, la pobreza, la resiliencia ancestral que se enquista en una sociedad de supuestamente bienestar.
En su última etapa, Varda continuó explorando la vida de las personas comunes, manteniendo siempre una mirada cercana y renovando constantemente su enfoque estético. Películas como Visages Villages (Caras y lugares, 2017), realizada junto al joven artista urbano JR, sigue transmitiendo ganas de captar las historias de la gente común en un recorrido a través de pequeñas localidades francesas. Entre charlas y yuxtaposición de la experimentación técnica y narrativa de ambos, la deriva de ambos creadores refleja sus ganas de descubrir y analizarse a uno mismo a través de las relaciones humanas.
Agnès Varda fue una feminista comprometida, utilizando su cine para cuestionar y redefinir la representación de las mujeres. En películas como L’une chante, l’autre pas (Una canta, la otra no,1977) y Le Bonheur (La felicidad, 1965), exploró los estereotipos de género y los roles de las mujeres en la sociedad, desafiando las convenciones patriarcales con su singular estilo narrativo. Su feminismo también se reflejó en su independencia económica y en su rechazo a las imágenes tradicionales, planteando en su lugar una mirada más activa y consciente que indaga en otros aspectos como son el deseo y la identidad femenina.
La muestra es una invitación a reflexionar sobre cómo miramos el mundo. Varda nos enseña a valorar lo que a menudo pasa desapercibido: un gesto cotidiano, un objeto olvidado, un animal (frecuentemente uno de sus gatos), un rostro anónimo. Su cine y sus instalaciones nos invitan a desacelerar, a mirar con detenimiento, a redescubrir la poesía en lo cotidiano.
Agnès Varda. Fotografiar, filmar, reciclar no es solo una retrospectiva, es un homenaje a una mujer que cambió la forma en que vemos el cine y el arte. Constituye una excelente oportunidad para acercarse a la obra de una artista cuyo legado es relevante y pertinente. Para los amantes del cine, del arte y de la vida misma, la muestra constituye una experiencia imprescindible, un encuentro con una mirada única y excepcional que tardó en recibir todos los grandes galardones: desde la Palma de Oro y el Oscar –ambos honoríficos–, pasando por el César al Oso de Oro.
El CCCB abre en paralelo el Laboratorio Varda, un espacio de acceso gratuito para adentrarse en el imaginario de la autora o descubrir sus elementos clave.
Coincidiendo con la exposición, la Filmoteca de Catalunya programa el ciclo “Agnès Varda Essencial” hasta finales de este mes de septiembre.
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