‘Informe Planeta Vivo’: quedan sólo 5 años para arreglar esto

Vista aérea de deforestación y un incendio provocado para plantar soja en la Amazonia. Foto: André Dib / WWF Brasil.

Por ISAAC VEGA / WWF ESPAÑA 

El ‘Informe Planeta Vivo’ (2024) de WWF, la mayor evaluación del estado del planeta, revela que en el último medio siglo la naturaleza ha sufrido una disminución catastrófica del 73 % en el tamaño promedio de las poblaciones de vertebrados examinadas. Una degradación sin precedentes y a un ritmo alarmante. Estamos más cerca del límite y jugando con fuego. Caminamos sobre un abismo por una cuerda floja, sin red de seguridad, y tenemos muy poco tiempo para situarnos en la senda sostenible antes de alcanzar el definitivo punto de no retorno. Los próximos cinco años serán cruciales para el futuro del planeta y de la humanidad. Urge cambiar el sentido de la tendencia y conservar en positivo. Sabemos cómo hacerlo, sigue leyendo y ¡Descúbrelo!

Esta es la 15 ª edición del Informe Planeta Vivo, que realizamos en colaboración con la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL) y este año incluye 265 especies y 3.015 poblaciones más que el anterior, realizado en 2022. Nuestra última evaluación analiza casi 35.000 tendencias poblacionales de 5.495 especies de vertebrados: anfibios, aves, peces, mamíferos y reptiles, estudiadas entre 1970 y 2020.

Los agujeros negros de la vida

Por regiones, los declives más acusados se han producido en América Latina y el Caribe (95%), África (76%) y en Asia y el Pacífico (60%). Mientras que la pérdida ha sido menos acusada en Europa y Asia Central (35%) y Norteamérica (39%). Esto ha podido ser debido en parte a que ya se habían degradado antes de 1970 y a que algunas especies europeas y norteamericanas están empezando a recuperarse gracias a nuestros esfuerzos de conservación, como la reintroducción de especies y la restauración de sus hábitats.

Las poblaciones de especies de agua dulce han sufrido las mayores disminuciones (85%), seguidas por las especies terrestres (69%) y las marinas (56%).

Si bien hemos registrado recuperaciones en algunas especies icónicas, como el bisonte europeo y el gorila de montaña, ha predominado el declive en poblaciones de especies clave, como los buitres, aves que prestan servicios esenciales al retirar cadáveres, reciclar nutrientes y reducir la transmisión de algunas enfermedades, y sus poblaciones llevan tres generaciones disminuyendo en África.

Un gorila de montaña fotografiado en Ruanda. Foto: Andy Rouse.

Un gorila de montaña fotografiado en Ruanda. Foto: Andy Rouse.

Veamos algunos ejemplos.

TORTUGA CAREY: Caída del 57% de nidos en 28 años en Isla Milman, al norte de la Gran Barrera de Coral (Australia), donde la población está en peligro crítico y podría extinguirse por pérdida de hábitat, cambio climático, capturas y quedar atrapadas en redes de pesca.

ELEFANTE AFRICANO DE SELVA: Descensos del 71% – 81%, entre 2004 y 2014, por caza furtiva y tráfico de marfil sobre la población del Parque Nacional de Minkébé, que está en peligro crítico. Pérdida muy grave, ya que casi la mitad de los elefantes de selva de África Central viven en Gabón.

PINGÜINO BARBIJO: Descenso del 94% entre 1980 y 2019 en 94 colonias de la Antártida, consecuencia de la pérdida del hielo marino por el cambio climático y sobrepesca de krill, una gamba cada vez más escasa que sufre con el calor y es la comida favorita de los pingüinos; que ahora pasan más tiempo buscando alimento y tienen menos éxito reproductivo.

BOTO y TUCUXI: Declive en 28 años de delfines del río Amazonas, el boto cayó 65% y el tucuxi 75% en la reserva de Mamirauá; quedan atrapados en redes, son cazados como cebo y sufren el impacto del cambio climático: más de 330 delfines murieron en 2023 en dos lagos por calor extremo y sequía.

SALMÓN CHINOOK: Descenso del 88% de su invernada en el río Sacramento (California, EE UU). Su ruta migratoria está bloqueada por presas que impiden llegar a las áreas de freza históricas: los huevos y los alevines necesitan agua fría y ahora solo pueden nadar en un tramo del río con menos agua y más caliente por el cambio climático.

BISONTE EUROPEO: Tras su extinción en estado salvaje en 1927, 6.800 bisontes viven libres en 10 países europeos, la mayoría en zonas protegidas. Su reaparición y recuperación, entre 1950 y 2020, fue posible gracias a la cría controlada, las reintroducciones y traslocaciones, y hoy está protegido en todo el continente.

GORILA DE MONTAÑA: Aumento del 3% anual entre 2010 y 2016. El gorila de montaña en los Virunga (Uganda, RD del Congo y Ruanda) es el único gran simio que se recupera, gracias a nuestras acciones de conservación en áreas protegidas (colaborando con comunidades locales que las rodean), la vigilancia frente a furtivos y las atenciones veterinarias.

Pescador en un pantanal dentro del Mato Grosso en Brasil. Foto: Henrique Seiko Arakaki.

Pescador en un pantanal dentro del Mato Grosso en Brasil. Foto: Henrique Seiko Arakaki.

Por qué es importante el IPV

El Informe Planeta Vivo (IPV) es un chequeo completo en el ambulatorio terrestre y marino que nos ayuda a comprender el estado de la salud del planeta, de las especies claves y de nuestro futuro. Vigila y evalúa cambios en las poblaciones estudiadas, convirtiéndolo en un magnífico sistema de alerta para el conjunto de la biodiversidad.

De esta forma, el descenso en las poblaciones de vida silvestre es un indicador temprano del creciente riesgo de extinción y de la posible pérdida de ecosistemas saludables. Cuando los hábitats silvestres y el mundo que nos rodea pierden resiliencia son más susceptibles a nuevas perturbaciones.

Como explica Kirsten Schuijt, directora general de WWF International, “las crisis interrelacionadas de pérdida de la naturaleza y cambio climático están llevando a la vida silvestre y a los ecosistemas más allá de sus límites, con peligrosos puntos de inflexión globales que amenazan con dañar los sistemas de soporte vital de la Tierra y desestabilizar las sociedades”.

Señales de alerta y puntos de inflexión global

Por consenso, la principal amenaza global es la degradación y pérdida de hábitats, debida sobre todo a la forma insostenible en que producimos alimentos. Le siguen la sobreexplotación de recursos, las especies invasoras y las enfermedades asociadas, el cambio climático (más acusado en América Latina y el Caribe) y la contaminación (sobre todo en Norteamérica y Asia y el Pacífico).

Este rosario de amenazas se traduce en una cada vez más intensa degradación y destrucción de la naturaleza con claras señales de riesgo. Cuando los impactos acumulativos alcanzan un cierto umbral, el cambio se autoperpetúa y genera cambios sustanciales, a menudo abruptos e irreversibles, que se convierten en un punto de inflexión. Así, por separado o combinadas, las presiones de degradación del hábitat, cambio en el uso de la tierra, sobreexplotación de recursos o el cambio climático están llevando al sistema más allá de un umbral crítico.

Por todo el planeta los científicos encuentran evidencias de que estamos muy cerca del límite. La acción humana está alterando el equilibrio natural que permite la vida que conocemos y nos acercamos a peligrosos puntos de inflexión global que son graves amenazas para la mayoría de las especies y para la humanidad; estos podrían dañar los sistemas de soporte vital de la Tierra y desestabilizar las sociedades en todo el mundo.

Alertas máximas como la extinción de la selva amazónica que podría acelerar el calentamiento global. El mayor pulmón verde del planeta es el hogar de más del 10% de la biodiversidad terrestre conocida y más de 47 millones de personas, y almacena entre 250.000 y 300.000 millones de toneladas de carbono. La deforestación y el cambio climático reducen las lluvias y, de seguir así, las condiciones podrían no ser aptas para mantener un bosque tropical; la Amazonía dejaría de ser un sumidero de carbono y se convertiría en una potente fuente de emisiones, haciendo inalcanzable el objetivo de 1,5 °C del Acuerdo de París.

Terribles avisos como la extinción de los arrecifes de coral debida a las olas de calor oceánicas impulsadas por el cambio climático que causan blanqueamiento coralino a gran escala y la muerte de los arrecifes; así, por ejemplo, la Gran Barrera de Coral de Australia ya ha sufrido siete episodios de blanqueamiento masivo. Su pérdida tendría gravísimas consecuencias para los 330 millones de personas que dependen de los arrecifes para protegerse contra oleajes y como fuente de alimentos y medio de vida.

Y puntos de inflexión globales con consecuencias inimaginables, como los deshielos del manto marino de la Antártida y del Polo Norte, que subirán el nivel de los mares; o cambios en la circulación oceánica que podrían provocar el colapso del giro subpolar, alterando drásticamente los patrones meteorológicos en vastas regiones del planeta, como Europa y Norteamérica.

Delfín rosado del Amazonas. Foto: Doc White.

Delfín rosado del Amazonas. Foto: Doc White.

Soluciones para asegurar el futuro

No estamos alcanzando los objetivos mundiales que las naciones se han fijado para asegurar un futuro próspero y sostenible: como detener y revertir la pérdida de biodiversidad según el Convenio sobre Diversidad Biológica (CBD), limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C (Acuerdo de París) y erradicar la pobreza y garantizar el bienestar humano (Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS).

El informe destaca la urgencia de cumplir para 2030 con los objetivos mundiales sobre naturaleza, clima y desarrollo sostenible. Y para alcanzarlos presenta cuatro grandes focos de cambios necesarios: transformar la conservación y los sistemas de energía, la producción de alimentos y las finanzas de manera justa e inclusiva.

Hay que mejorar la conservación de la naturaleza: A pesar de los numerosos esfuerzos y buenas intenciones, no conseguimos los avances necesarios para lograr una conservación en positivo. Lo bueno es que conocemos el camino correcto y sabemos cómo hacerlo. Para ello, tenemos que aumentar el número y extensión de las áreas protegidas (hoy solo cubren el 16% de la superficie terrestre y el 8% de los océanos) y conectarlas, invirtiendo en una gestión eficaz y en una restauración que respete los derechos de las comunidades locales y los pueblos indígenas. Y así lograr lo acordado en el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal para 2030: proteger el 30% de las tierras, aguas y mares, y restaurar el 30% de las áreas degradadas.

Es urgente transformar el sistema alimentario. La producción de alimentos es una de las principales causas del declive: utiliza el 40% de la tierra habitable, usa el 70% del agua y es responsable de más de una cuarta parte de emisiones de gases invernadero. Hay que producir comida para todas las personas sin destruir la biodiversidad, reduciendo la pérdida y el desperdicio de alimentos, sin agotar ni contaminar los recursos hídricos y sin cambiar el clima que sostiene la vida que conocemos.

No menos acuciante es cambiar el modelo energético por otro más sostenible. La forma en que producimos y consumimos energía es el principal causante del cambio climático. Debemos abandonar los combustibles fósiles y priorizar el uso de las múltiples energías limpias disponibles. Hay que electrificar los vehículos ligeros para minimizar la contaminación atmosférica y volver más respirable el aire de nuestras ciudades. En los próximos 5 años hay que triplicar la energía renovable, duplicar la eficiencia energética y hacer una transición verde y justa para todas las personas.

Por último y sin mayor dilación, es necesario redirigir las finanzas lejos de actividades dañinas. Hay que transformar el sistema financiero para que los bancos inviertan en negocios verdes que protejan la naturaleza, el clima y el desarrollo sostenible; el 55% del PIB global (unos 52 billones de euros) depende de la naturaleza y sus servicios, pero el sistema económico actual no lo tiene en cuenta.

Mujeres venden pescado en el mercado de Langgur en Indonesia.

Mujeres venden pescado en el mercado de Langgur en Indonesia.

Nuestro futuro ya está aquí, ¡cuidémoslo!

La advertencia es clara: vivimos un momento crucial para el futuro de la humanidad y de la vida en La Tierra, tal y como la conocemos. “Aunque la situación es desesperada, aún no hemos llegado al punto de no retorno. Las decisiones y acciones tomadas en los próximos 5 años serán cruciales para el futuro de la vida en la Tierra”, cuenta Kirsten Schuijt. “El poder y la oportunidad están en nuestras manos para cambiar la trayectoria. Podemos restaurar nuestro planeta vivo si actuamos ahora”, concluye la directora general de WWF Internacional.

Afortunadamente, no todo está perdido; aún hay esperanza y podemos restaurar las heridas de nuestro planeta vivo si actuamos ahora. Y eso es responsabilidad de todas y todos: personas, gobiernos, empresas, organizaciones y sociedad civil debemos trabajar unidos y en la misma dirección solidaria, haciendo realidad los acuerdos globales comprometidos y exigiendo responsabilidades a quienes no los cumplan.

No hay Planeta B, solo tenemos uno, que sigue vivo y es hogar para más de 10 millones de especies, incluida la nuestra, y quizá solo tengamos una oportunidad para salvarlo y disfrutarlo. ¡Con tu ayuda lo lograremos!

Aquí el Informe ‘Planeta Vivo’ de WWF:

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