‘España Atroz’: viaje por la simbología franquista que sigue en pie
El fotógrafo y documentalista navarro Clemente Bernad, especializado en temáticas sociales y políticas, con especial atención a la memoria histórica, acaba de publicar ‘Alfabeto de lo Atroz’ (Alkibla Editorial, con fotografías de ImProbables), un recorrido por 27 restos de la simbología franquista que siguen humillando el pasado, el presente y el futuro de España. Dice en la contraportada: “La presencia de todos estos monumentos, topónimos, mausoleos, escudos, placas y condecoraciones muestra el déficit democrático de un país que no sabe o no quiere desprenderse del fascismo”. Hoy se cumplen 49 años de la muerte del dictador, y los tambores con ecos franquistas vuelven a resonar preocupantemente cerca.
El viaje por esta España Atroz pasa por el Valle de los Caídos, el monumento a la Batalla del Ebro en Tortosa, la calle del general Millán Astray en Madrid, la Pirámide de los Italianos en el Valle de Valdebezana (Burgos) y el monumento “a su excelencia el jefe del Estado” en Santa Cruz de Tenerife. Ahí siguen como monumentos a la ignominia. Hemos elegido junto a Clemente Bernad seis ejemplos vergonzosos, con textos extraídos de las páginas de Alfabeto de lo Atroz.
MONUMENTO A LA COLUMNA SAGARDÍA. Cilleruelo de Bricia, Burgos, 1940.
En 1937, al mando de la Columna Sagardía y posteriormente de la 62ª División del Cuerpo de Ejército de Navarra, dirigió una brutal represión contra la población civil allá por donde pasó, ya fuera en Santander, Aragón, Madrid o Cataluña. Incluso se le conoce como “El Carnicero de Pallars”, por los crímenes cometidos en esa comarca catalana.
Antes de terminar la guerra, Sagardía fue ascendido por Franco a general. Tras la misma, fue nombrado inspector general de la nueva Policía Armada, y formó parte de la comitiva que visitó la Alemania nazi en septiembre de 1940, recibiendo a Heinrich Himmler en la visita que realizó a España un mes más tarde.
Sagardía y sus soldados cometieron incontables crímenes contra la humanidad por donde pasaron. Sin embargo, en 1940 se construyó en el puerto de Carrales un imponente monumento de hormigón y mármol en homenaje por su participación en la ofensiva del Norte y en la toma de Santander.
MONUMENTO A EMILIO MOLA. Alcocero, Burgos, 1939.
El sanguinario general Mola –conocido como el Director, por ser el verdadero planificador del golpe de Estado contra la II República– se mató el 3 de junio de 1937 en un accidente de aviación en Alcocero, Burgos. Se especuló mucho sobre las circunstancias del accidente y si pudo ser provocado de alguna forma por el propio Franco. Los indicios abundan. Lo cierto es que media hora después del accidente, el diario que escribía Mola desapareció de su despacho sin dejar rastro alguno. No se llegó a elaborar ningún informe oficial sobre el accidente, ni sobre los restos del avión siniestrado.
En el lugar del accidente se levantó un monolito de 22 metros de altura con el escudo franquista y la inscripción MOLA, utilizando como mano de obra esclava a prisioneros políticos del campo de concentración de Miranda de Ebro. A pesar de su altura, el monumento no se ve prácticamente desde ningún lugar, lo que se atribuye directamente a la voluntad de Franco de invisibilizar a Mola.
ÁNGEL DE LA VICTORIA. Valdepeñas, Ciudad Real, 1964.
El régimen franquista consideró que el 25 aniversario del fin de la guerra era el momento perfecto para redoblar la propaganda y exaltar la figura del dictador como artífice del nuevo Estado, lo que llamaron “25 años de paz”. Por eso se proyectó, entre otros, la colocación de un monumento en el cerro de las Aguzaderas, en Valdepeñas (Ciudad Real), un lugar perfectamente visible desde la carretera nacional Madrid-Cádiz, actualmente la autovía A-4. No fue una elección casual: las tropas franquistas no pudieron cruzar La Mancha hasta que cayó Madrid, así que levantando ese gigantesco ángel armado y amenazador se quiso recordar a lxs manchegxs que la sombra vigilante del fascismo siempre estaría sobre ellxs.
Se encargó el monumento a Juan de Ávalos, el escultor insignia de la dictadura franquista, que ya había realizado otros encargos como la estatuaria del Valle de los Caídos. Se inauguró en 1964 y el rostro del ángel no era otro que el del propio Franco.
El 18 de julio de 1976 el monumento sufrió un atentado con explosivos y del ángel sólo quedó el armazón reducido a un amasijo de hierros retorcidos. Así está ahora.
ARCO DE LA VICTORIA. Madrid, 1956.
Los romanos construían arcos de triunfo para celebrar las victorias militares, para recibir a los combatientes y para homenajear a los generales victoriosos. Es justamente el caso del Arco de la Victoria, construido justamente en el lugar donde se libró la batalla de la Ciudad Universitaria. Por eso figura la inscripción en latín ARMIS HIC VICTRICIBVS (“A los ejércitos aquí victoriosos”), que fueron los ejércitos de Franco, Hitler y Mussolini.
El Arco de la Victoria es un monumento fascista que ultraja día tras día un lugar de memoria: el lugar donde miles de personas combatieron el fascismo durante 28 meses. Por eso lo construyó Franco precisamente ahí, para decirles a lxs madrileñxs y a toda la sociedad que esa fue su manera de pisotear la memoria del antifascismo: es un lugar de humillación.
No nos merecemos esa agresión constante. Es curioso que ningún Gobierno tras la muerte del dictador se haya sentido interpelado por ese arco que irradia fascismo y que está apenas a 800 metros del Palacio de la Moncloa.
NAVARRA A SUS MUERTOS EN LA CRUZADA. Pamplona/Iruñea (Navarra), 1942.
Desde que Mola se mató en junio de 1937, los carlistas quisieron levantar un monumento en su honor. El proyecto de levantar un obelisco en la Plaza del Castillo les pareció demasiado laico, así que se empeñaron en construir un gran templo católico votivo con una enorme cúpula, que terminó siendo el segundo monumento de exaltación fascista más grande del Estado tras el Valle de los Caídos, pero en este caso ubicado en pleno centro urbano de Pamplona/Iruñea. Los arquitectos fueron José Yárnoz y Víctor Eusa, este último miembro de la sanguinaria Junta Central Carlista de Guerra de Navarra.
Franco lo visitó en 1952, y en 1961 fueron enterrados en él los genocidas Mola y Sanjurjo, junto con varios golpistas navarros. En 1998 el arzobispado lo donó al Ayuntamiento, pero se reservó el usufructo de la cripta, que es donde la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz continúa celebrando sus inconcebibles misas mensuales en honor de los golpistas. En 2016 se exhumaron sin luz ni taquígrafos los restos de los enterrados, pero tanto la cripta como el resto del monumento siguen impertérritos, sin que en ningún momento se hayan retirado los sepulcros, las inscripciones, las placas o las pinturas exaltadoras del golpe de Estado que decoran la cúpula.
SAN LEONARDO DE YAGÜE. San Leonardo, Soria, 1952.
Hasta 1952, San Leonardo, en la provincia de Soria, se llamaba simplemente San Leonardo. Pero tras el fallecimiento del general golpista, falangista y filonazi Juan Yagüe, natural de la localidad, no se les ocurrió mejor idea que cambiar el nombre del pueblo por San Leonardo de Yagüe. Y así sigue.
Yagüe fue un auténtico criminal que tiene a sus espaldas el asesinato de miles de personas. Estuvo al mando de la columna que ocupó Extremadura y fue el responsable directo de la masacre de Badajoz, en la que sus fuerzas asesinaron a más de 4.000 civiles, por lo que se le conoció como “el carnicero de Badajoz”. En una entrevista que concedió a John T. Whitaker, del New York Herald Tribune respondió así a una pregunta sobre lo ocurrido: “Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar a 4.000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”.
El 1 de octubre de 1937 dijo en un discurso: “Y al que resista, ya sabéis lo que tenéis que hacer: a la cárcel o al paredón, lo mismo da”.. “Elecciones no volverá a haber jamás”.
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