Del tecnofascista Elon Musk al biólogo insumiso Faustino Cordón
Pues sí, también yo he dejado X. Desde hace tiempo este negocio de tráfico de mensajes se había convertido en un lodazal, especialmente desde que lo comprase el tecnofascista Elon Musk. Su apoyo a otro plutócrata, Donald Trump, ha sido determinante para el triunfo del magnate delincuente y, ahora, el dueño de Tesla se dispone a cobrar la ayuda prestada. La estrategia de ambos es convertir el Estado en una prolongación de sus empresas. La estampida hacia otras plataformas, como BlueSky, no se ha hecho esperar.
Lo cierto es que no sé por qué nos hemos sorprendido tanto porque, desde el inicio, Musk, con una mente adolescente atrapada en un cuerpo viejo, dejó claras sus intenciones con X, también sus alianzas con la extrema derecha global. Nunca me acostumbré a esa letra, X, que no significa nada pero que lo dice todo y lo significa todo.
¿Hay que salirse o quedarse?, se preguntaba el filósofo Santiago Alba Rico en un artículo. “No lo sé. Pienso en voz alta. Si X es una casa, sin duda conviene mudarse a otra habitación más confortable y mejor caldeada donde sea posible mantener una conversación sosegada entre amigos; y donde sea posible razonar y polemizar sin insultos. Si X es un espacio público, entonces vale la pena también regresar a otros más tradicionales en los que sea posible diferenciar una información de una opinión de una postura ideológica de una mentira intencionada. Si X es un vicio, quizás conviene refugiarse en los más clásicos: el juego, el sexo, la bebida. Si X es un campo de batalla, entonces debemos ser conscientes de que vamos perdiendo.
Todo parece invitar, pues, a dejar ese recinto ponzoñoso. Ahora bien, quizás debamos ampliar el alcance de nuestra crítica para dirigirla al formato mismo de los intercambios digitales”.
Días después, el ex ministro Alberto Garzón también anunciaba en el mismo medio su intención de abandonar X. “Todo esto [cómo funciona el algoritmo] ya lo sabíamos. Lo que quizás estamos descubriendo ahora es hasta qué punto el algoritmo obedece a un interés político específico. Un multimillonario que de facto se ha presentado a las elecciones presidenciales de Estados Unidos es el excéntrico propietario de un sistema digital que ayuda a conformar la opinión pública y el estatus anímico de decenas de millones de personas en todo el mundo”.
Cada uno tiene su propia experiencia. Yo tenía pocos seguidores en X, creo que unos 4.000, si llegaba. La mayoría empezó a seguirme en los albores de Twitter en España. En poco tiempo superé los 3.000. Luego, supongo que por el control del algoritmo, el número de seguidores se estancó y mis publicaciones apenas tenían repercusión. Lo usaba poco y, si me mantuve, no fue por contrarrestar ningún mensaje de la ultraderecha (imposible si quien lo controla es su máximo epítome), sino por estar al tanto de lo que hacían o pensaban personas que me interesan.
El filósofo canadiense Marshall McLuhan nos enseñó que el medio es el mensaje y, dado que X es un lodazal ultra donde no existe un atisbo de respeto ni educación, ni por supuesto de tolerancia, ¿por qué abonar la cuenta de resultados de X? ¿Por qué justificar esa aparente desregulación que, como sabemos, solo beneficia a los intereses de Musk, igual que pretende hacer con las tímidas leyes norteamericanas que aún le suponen un problema para su expansión y control económico? Otro sabio de la teoría de la comunicación, Vicente Romano, escritor y profesor en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, nos enseñó en 1º de carrera que quien posee los medios de comunicación/información/producción tiene el poder y el control de la población. No hace falta ser marxista, como este ilustre profesor, para darse cuenta de esta evidencia, pero conviene insistir.
Traductor de Bertolt Brecht, aún recuerdo con cariño las conversaciones en el malogrado (no por él, sino por los asistentes) seminario de Periodismo y marxismo, que impartía en la Fundación de Investigaciones Marxistas, que en aquella época, finales de los 80, creo que estaba en la calle Alameda. Somos muchos los alumnos que aprendimos de él a mirar la profesión de una manera crítica e insumisa, como recordaba Pascual Serrano hace diez años, con motivo de su muerte.
Hace apenas un par de semanas coincidí con Elvira de Miguel, otra exalumna de Vicente Romano, en Reserva Natural, de Radio 5 / RNE, el programa sobre medioambiente más veterano de la radio, dirigido por Josefina Maestre. Cada trimestre, como una ave migratoria, acudo a Prado del Rey para recomendar algunos libros de naturaleza. No conocía en persona a Elvira, pero sí había oído hablar del libro que iba a presentar, Faustino Cordón. El biólogo insumiso, publicado por El Garaje Ediciones. El magisterio bondadoso y alegre de Vicente Romano nos había juntado. Fue él quien nos habló de Cordón, un bioquímico que, según contó de Miguel, la coautora de esta biografía, hubiera merecido el Premio Nobel de no haberse situado políticamente en el lado de los perdedores de la Guerra Civil. Aunque fuimos a cursos diferentes, ambos tuvimos que leer Cocinar hizo al hombre, un ensayo irreverente en el que el científico explica sus logros como bioquímico. Nos cuenta su teoría de la evolución, cómo la cocina propició el lenguaje y la cooperación. Y nos hizo humanos. Elvira de Miguel y Elena Cordón, hija del descubridor de los priones, narran con mucha sabiduría la vida de un hombre que supo sobreponerse a las situaciones más adversas, que formó parte de la España B, en palabras del profesor Francisco Javier Ordóñez. Un hombre capaz de buscar luz en la oscuridad, según el propio Ordóñez. Sin duda, alguien de quien tenemos que mucho que aprender para orientarnos en este mundo de tinieblas.
Comentarios
Por Del tecnofascista Elon Musk al biólogo i..., el 01 diciembre 2024
[…] Pues sí, también yo he dejado X.Desde hace tiempo este negocio de tráfico de mensajes se había convertido en un lodazal, especialmente desde que lo… […]