Del Estado genocida de Israel a las reflexiones de Natalia Ginzburg

La escritora Natalia Ginzburg.

“Mes tras mes, Israel ha tratado a la población palestina de Gaza como un grupo infrahumano que no merece derechos humanos ni dignidad, demostrando así su intención de causar su destrucción física. Nuestras fulminantes conclusiones deben servir de llamada de atención a la comunidad internacional: lo que está ocurriendo es genocidio. Hay que ponerle fin ya”. Partimos de las conclusiones del informe de Amnistía Internacional sobre el comportamiento del Estado terrorista de Israel en Palestina y nos detenemos en el área de descanso que nos ofrece la lectura/relectura de Natalia Ginzburg y su ‘Léxico familiar’, una de las obras más relevantes de la literatura europea de la segunda mitad del siglo XX, y los versos del poeta palestino Mahmud Darwish (1941/2008). Sí, reivindiquemos siempre que podamos la cultura e identidad del pueblo palestino.  

Después de 14 meses de investigación, de recabar pruebas sobre el terreno, Amnistía Internacional concluye que Israel ha cometido un genocidio en Gaza y pide a los tribunales penales internacionales y a Naciones Unidas que tomen las medidas oportunas. Pide también que Israel detenga este crimen colectivo contra los palestinos. Todos sabemos que Israel es un Estado terrorista y no lo hará. Gracias a su amigo americano y el doble rasero occidental, se ríe de Naciones Unidas, de las leyes internacionales y de los derechos humanos. Pero igualmente me parece muy importante recordárselo, aunque Netanyahu se ría en su cara.

El informe documenta cómo, durante la ofensiva militar que lanzó tras los mortales ataques liderados por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, Israel ha venido sumiendo a la población palestina de Gaza en un infierno de destrucción sin ningún pudor, continuamente y con absoluta impunidad. Demuestra que Israel ha llevado a cabo actos prohibidos por la Convención sobre el Genocidio, con la intención específica de destruir a la población palestina de Gaza. “Entre ellos figuran: matanza de miembros de la población palestina de Gaza, lesión grave a su integridad física o mental y sometimiento intencional de ella a condiciones de existencia que habrían de acarrear su destrucción física. Mes tras mes, Israel ha tratado a la población palestina de Gaza como un grupo infrahumano que no merece derechos humanos ni dignidad, demostrando así su intención de causar su destrucción física”, explicó Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, durante la presentación de la investigación. “Nuestras fulminantes conclusiones deben servir de llamada de atención a la comunidad internacional: lo que está ocurriendo es genocidio. Hay que ponerle fin ya”, dijo.

Leo el informe de Amnistía Internacional y, tal vez porque ando estos días sumergido en la lectura/relectura de Natalia Ginzburg, recuerdo un pasaje de Léxico familiar, una de las obras más relevantes de la literatura europea de la segunda mitad del siglo XX. En este libro autobiográfico que Ginzburg pide que se lea como una novela de no ficción, la autora italiana recuerda la posición de su primer marido, Leone Ginzburg, respecto al sionismo. Acosado por la policía fascista (de hecho murió en la cárcel, tras haber sido torturado, cuando los nazis ocuparon Italia), Ginzburg tuvo la oportunidad de escapar, igual que Natalia, pero prefirió quedarse y resistir. Miembro de un partido equivalente a la Izquierda Republicana de Azaña, a Leone no le seducía la emigración a Palestina. De hecho, la consideraba un error, como al propio sionismo, pues este movimiento no dejaba de tener un componente nacionalista y excluyente. Su sueño era que los judíos pudieran vivir como ciudadanos libres en cualquier Estado. El Holocausto y la mala conciencia europea están detrás de la decisión de dividir Palestina en dos Estados. Un error que, como sabemos, ha generado un inmenso sufrimiento. De hecho, hay quienes, como Luz Gómez, experta en el mundo árabe, siguen defendiendo la necesidad a día de hoy de que haya un solo Estado en el que convivan judíos y árabes. Esta reconocida arabista es también la traductora y editora de ¿Por qué has dejado solo al caballo? y Estado de sitio, dos de las obras fundamentales del poeta palestino Mahmud Darwish, publicadas por Cátedra.

Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso

y las fauces del tiempo,

junto a huertos de sombras arrancadas,

hacemos lo que hacen los prisioneros,

lo que hacen los desempleados:

alimentamos la esperanza”.

Así comienza Estado de sitio, un poema demoledor, más vivo que nunca, más necesario que nunca, pues necesitamos un poco de luz ante tanto horror, una vela en las tinieblas.

¿Sirven para algo las palabras?

Creo que sí, aunque quizás haya que buscar otro lenguaje. Lo tuvieron claro muchos escritores después del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, la citada Natalia Ginzburg. “Era necesario volver a escoger las palabras, a escrutarlas para sentir si eran falsas o auténticas, si tenían verdaderas raíces en nosotros o si tenían tan solo las efímeras raíces de la ilusión general. Era, pues, necesario, si uno escribía, volver a asumir el propio oficio que había olvidado en la general borrachera”, narra en Léxico familiar, en una traducción de Mercedes Corral para la editorial Lumen. Esta obra se adelantó a su tiempo en muchos sentidos. Coloca la voz de las mujeres en un primer plano. Además, Ginzburg tiene la virtud de hablar de los grandes acontecimientos (la guerra, el auge del fascismo, el patriarcado, la rebeldía, la escritura…) como si no les diera importancia, pero dándosela toda. No lo había visto antes en ningún otro autor. Esa capacidad para mezclar lo cotidiano, lo familiar, con los hechos históricos que cambian nuestras vidas.

Precisamente, quien quiera adentrarse en esta autora inmensa, tan actual, le recomiendo la lectura de Audazmente tímida. La vida de Natalia Ginzburg, de Maja Pflug, publicado por Siglo XXI. Es un libro ideal para introducirse en la obra de la autora italiana, narrado como si fuera una novela, en la que la biógrafa y traductora alemana narra los principales acontecimientos en la vida de Ginzburg. Aunque sus intereses fueron muchos, también su compromiso político desde la izquierda, Ginzburg se consideró ante todo una escritora. La escritura era lo que la mantenía en pie, aunque hubiera épocas en las que no pudiera sentarse a crear, sobre todo durante la guerra. Lo habría hecho aunque su obra no hubiera sido reconocida nunca. “Es imprescindible escribir y pensar con el corazón y con el cuerpo, no con la cabeza y con el pensamiento”, aseguraba. Conocerla es adentrarse en uno de los momentos más brillantes de la cultura europea de mediados de siglo. Fue amiga y compañera de trabajo de Cesare Pavese en la editorial Einaudi. Más tarde, de Italo Calvino o Elsa Morante. Su vida corre paralela a los grandes personajes de la política de izquierda en los años de la guerra y la posguerra, aunque las reuniones del PCI la aburrían soberanamente. Ginzburg y Calvino solían enviarse los manuscritos antes de su publicación. Cuando la autora de Las palabras de la noche le envió una copia a su amigo en la que le pedía su opinión, este le respondió con una carta entusiasta y cariñosa: “Querida Natalia, me gusta muchísimo. Es la novela más hermosa que has escrito”.

Queremos tanto a Natalia.

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