Turiel: “Comencemos a decrecer para garantizar el futuro”

El divulgador científico y físico Antonio Turiel. Foto: Xavier Torres.

Urge ya adoptar un modelo de producción y consumo decrecentista, esta es la opinión que Antonio Turiel, doctor en Física Teórica, argumenta en su último libro, El futuro de Europa’ (Destino). “No podemos seguir en el engaño de un crecimiento infinito”. El autor aboga por repensar nuestro mundo industrial, reducir nuestra dependencia energética y no seguir por un camino que nos lleva a superar los límites planetarios que aceleran la crisis climática. Para corregir esta situación, según el autor, necesitamos nuevas teorías económicas que se adapten a los límites biofísicos del planeta. “Comencemos a decrecer para garantizar un futuro para Europa y el mundo. Nos va literalmente todo en ello”.

¿Hablar de crecimiento es hacerlo también del capitalismo? Los limites a este los pondrá el sentido común o los efectos devastadores que se irán produciendo. Afirma que si no se corrigen ciertas tendencias “nos va todo en ello”.

Los límites los está poniendo el planeta, ya que este es finito. Nos estamos encontrando que empiezan ya a disminuir la viabilidad de los recursos, que no es cuántos hay, sino a qué ritmo se pueden extraer. Si no somos capaces de tener sentido común, será el limite del planeta el que va a frenar nuestra economía.

¿Criticar el sistema capitalista se está convirtiendo en un tabú?

Se supone que tenemos libertad de expresión. Se dice que podemos hablar de todo de manera respetuosa y educada, pero cuando la crítica al capitalismo es un poco más profunda y argumentada se considera de mal tono y la gente te mira como un bicho raro. En estos momentos es un tabú, tiene algo de parecido a lo que pasaba con la religión. Hay un problema de fondo: al cuestionar el capitalismo porque es inviable, físicamente inviable, estás cuestionando las relaciones de poder, ya que vas al meollo del edificio social tal y como está construido hoy en día.

¿Por qué hay tanta disonancia, además de estos tabúes, entre lo que está ocurriendo, los eventos climáticos cada vez más virulentos, y la actitud de los ciudadanos de no querer verlos?

A nivel de ciudadanía hay cierto nivel de disonancia, pero es más importante la que hay en los poderes públicos y económicos. Al ciudadano lo que le pasa es que recibe mensajes contradictorios entre la gravedad de un problema y la publicidad. Siempre cuento la anécdota que después de lo que yo estaba contando en una entrevista televisiva lo siguiente fue la publicidad de un coche que es el paradigma del consumismo. ¿Qué es lo que no tiene sentido para el ciudadano?: que al contrastar su cotidianidad todo le parece una exageración. Para ser consistente con la gravedad del asunto, la gente debería estar recibiendo una información veraz.

Cómo debemos entender entonces una buena transición energética. Usted es crítico con lo solar y con lo eólico, tal y como se están utilizando ahora.

La transición energética debe ser ante todo funcional, no un modelo que está proponiendo que puede sustituir todo. Así que primero que funcione, y lo segundo que sea una transición justa, que se garantice un bienestar razonable a todas las personas y que se satisfaga en primer lugar las necesidades de las personas. Y este no es el modelo actual. Satisface a los poderes e importa muy poco si la gente tiene que pagar mucho o poco por la luz o la energía.

La palabra ‘justa’ se deja siempre al final.

También en el nombre de un Ministerio.

Para usted las energías renovables son un burdo intento de solucionar problemas más profundos.

El modelo de renovables actual lo defendemos como si fuera el único, y no lo es. Creo que el que está funcionando es el modelo: tú dame los Fondos Next Generation, yo instalo lo que sea y, si luego se queda ahí tirado, pues no pasa nada. Si somos el país de los aeropuertos sin aviones, ¿por qué no el de parques eólicos o fotovoltaicos sin utilización? Es la burbuja del ladrillo 3.0. El hidrógeno verde no es una fuente de energía, sino una forma de almacenar energía con una pérdida considerable; además, es una molécula de difícil manejo. ¿Por qué no se explica todo esto; por qué se rehúye el debate técnico? El mal de España es construir infraestructuras para que no se utilicen. Y es peligroso, porque la transición energética sí la necesitamos.

Habla de intereses creados y discursos dominantes. ¿Dónde debe establecerse un debate más sano?

En primer lugar, decir que yo soy físico, que no se olvide, y es un poco triste que esté metido en este fregado, pero lo he elegido por un compromiso con mis hijos, al estar preocupado por el futuro que van a tener. Se pierde mucho tiempo discutiendo tonterías, que si el hidrógeno verde, que si el coche eléctrico, que son cosas que tienen su nicho y su escala. En el debate tenemos que hablar de cosas que sean técnicamente viables y, a partir de ahí, podemos discutir cuál es el modelo que más nos gusta. Porque si no es así, van a faltar cosas, habrá problemas de abastecimiento, problemas para hacer las cosas cotidianas y, en un momento, una posible ruptura social o un colapso. Debe haber debate de ideas, no solo de gestión. Ahora el de ideas está prácticamente ausente, pero es necesario que vuelva. ¿Se quiere una sociedad en la que todo esté regido por mecanismos de mercado o una que garantice un mínimo suficiente para todo el mundo? 

Para decrecer hay que buscar soluciones tecnológicas. En su libro habla de tecnologías humildes. ¿Esto es posible?

El termino no es mío. Pero claro que es posible con ciertas tecnologías satisfacer las necesidades y algo más que ellas. Con tecnologías más sencillas se pueden cubrir lo que es necesario. Pero si tú quieres un crecimiento de todo, de materiales, de energía y de consumo, a lo loco, pues esto no se puede. Ni son suficientes para cubrir la avaricia de unos pocos.

El divulgador científico y físico Antonio Turiel. Foto: Xavier Torres-Bacchetta

¿Qué hacemos con el gigantismo industrial que tenemos ahora?

Es un problema muy difícil por muchos motivos, entre otras cosas por el empleo que genera. Por ello hay que hablar de cómo nos reconvertimos ante una posible escasez de materiales y energía. Por ejemplo, el turismo; la gente se gasta el dinero en turismo cuando le sobra, pero si empieza alguna crisis económica, como estamos viendo en Alemania, si se entra en zonas de incertidumbre, lógicamente no se van a ir de vacaciones a Marbella. El problema vendrá si no es algo pasajero, si es estructural. Tal vez haya situaciones que no sean como la Covid, que en dos años se acabó. Así que deberíamos ya estar planificando el futuro.

¿Si algo ha hecho en los últimos tiempos es advertir que estamos superando la mayoría de los límites del planeta?

Sí, es un trabajo realizado por científicos de Estocolmo; esto se une a los problemas de la corriente atlántica y los efectos no lineales del cambio climático, que pueden ser dramáticos. En el caso de los límites planetarios, de los 9 ya hemos sobrepasado 6; solo sobrepasar uno más de ellos, ya puede poner en peligro la sobrevivencia humana. Si continuamos así, sobrepasaremos dos más. El único que hemos gestionado bien ha sido el problema del ozono.

Ante estas afirmaciones les califican de alarmistas.

En el momento que haces un discurso contra los intereses del gran capital, uno es un alarmista y un exagerado. Yo soy científico, observo y hablo con muchos compañeros míos que trabajan en temas ambientales y están psicológicamente tocados. Se está viendo un proceso de degradación acelerado. Esto modifica los ecosistemas, las corrientes, las pesquerías, se erosiona el terreno. Ante las críticas, están los datos. Seremos la primera generación que no se intente salvar porque no le salía a cuenta. Hay que actuar con lo que sabemos, somos adultos.

Además, “si se acaban las estaciones”, nos quedamos sin agricultura.

Este es uno de lo problemas más gordos que hay. En Inglaterra ya se están encontrando problemas para cultivar alguna verdura o fruta, porque llueve cuando no tiene que hacerlo y no llueve cuando debería; esto hace que no coincidan el clima con el ciclo vegetativo de las plantas. Un clima más caótico hará más difícil la siembra de alimentos.

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