Lo mejor de la mejor Carmen Martín Gaite en 240 páginas
‘Páginas escogidas’ ofrece el que es para mí, y hasta ahora, el más acertado homenaje a la gran Carmen Martín Gaite (1995-2000). Una selección de los textos más representativos de su extensa obra que abarca decenas de libros con novelas, ensayos, relatos, poesías. Lo resume así la editorial que ha publicado tan excelente trabajo, Siruela: El poder de la palabra femenina para explorar nuevos territorios, la relación entre la narración, el amor y la mentira, los conflictos intergeneracionales “y la esencia fundamentalmente narrativa de nuestro proyecto vital”. Completamente imprescindible.
Sumergirse en la literatura de Carmen Martín Gaite es siempre un viaje inolvidable. Esa tendencia suya a amalgamar la más extrema modernidad con su arraigo provinciano hace de su universo literario un páramo extenso y ecléctico en el que sentarse a ver pasar la vida de todos los personajes que ha inventado. Leer una sola palabra escrita por Gaite es acceder siempre a la más certera causalidad. Carmen ha inventado mucho, pero también ha reflejado como nadie lo cotidiano, lo que todos vemos, lo que todos compartimos cuando, al abrir los ojos nos entregamos a la vida. Gaite es un animal literario, pero también político, eminentemente político y justo.
Léase su Macanaz, historia de un empapelamiento: “Macanaz era capaz de contagiarme su pasión, de hacerme compartir la indignación que sentía: no se había secado su protesta después de dos siglos y medio. Macanaz es un muerto que no tiene buitre”. O Usos amorosos de la posguerra española. Un aviso: ha muerto Ignacio Aldecoa o la comprometida El cuarto de atrás para corroborar lo que digo, algo en lo que sus estudiosos hacen poco hincapié epatados por el brillo y las consecuencias de su literatura con mayúsculas y que, sin embargo, pone por primera vez de manifiesto el excepcional volumen editado y prologado por José Teruel, Páginas escogidas.
Se trata de un acercamiento más exhaustivo que nunca a la gran escritora salmantina. En un atinado prólogo, el profesor Teruel nos adentra en algunos de esos vericuetos propios de la obra de Carmiña, con el corazón siempre a caballo entre la fantasía y la realidad. Tan cerca de Virginia Woolf, de Lewis Carroll o de Santa Teresa de Jesús, tan testamentaria como libertadora.
Teruel no ha dejado sin hollar aquellos textos que confirman la dualidad de Martín Gaite, ese deseo de que la cotidianidad sirva de biografía, pero también de bote salvavidas para quien la atesora. Carmen conoce bien la catástrofe que irrumpe en la vida de alguien cuando esa cotidianidad se rompe y hace añicos lo vivido. Obras como Retahílas, Lo raro es vivir o La reina de las nieves dan buena cuenta de esa dicotomía que tanto enriqueció su trabajo.
Qué fácil es beber de su imaginación, que fácil alimentarse con sus realidades, siempre bañadas por la sensatez y abrazadas por la palabra justa. Carmen fue magistral en su narrativa e igualmente magistral en sus ensayos. Ella no hacía distingos entre ambos, y les otorgaba esa poesía de quien sabe mirar, de quien comprende que dentro del cuerpo de las nubes hay un refugio, pero también ese abanico de presagios que hielan la sangre. Gaite es una descomunal cronista, a la altura de Truman Capote o de Dorothy Parker, de lo real y de lo inventado; y esa bicefalia es lo que sin duda le ha otorgado la perdurabilidad incontestable que tiene su obra.
Hoy, al repasar el discurso que leyó durante la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, toma el lector conciencia de la modernidad inclasificable de su discurso, la clarividencia de un discurso social que hoy sigue deslumbrando. Gaite es la reina de la premonición en poemas como Todo es un cuento roto en Nueva York da cuenta del garrafal desorden del mundo. De la descomposición integral de una sociedad que sigue caminando sobre la podrida espalda del poder.
Teruel hace un repaso minucioso y magistral por el corazón de sus grandes novelas. Hilvana con esmerado acierto el latido de cada una de ellas hasta confirmar que todo confluye de esa forma exacta en que un río renuncia a su libertad para alimentar la rotundidad del mar.
La memoria de Gaite es una ventana abierta. El eco en el que encontrar la propia voz. Leer a Gaite es reconocerse, es ahuyentar las sombras y creer en que la palabra sobrevivir es más que un incómodo interludio.
Tiene un afán de servicio emocional inabarcable y da cuenta de ello en esta riquísima miscelánea que forma Páginas escogidas. Una suerte de ruleta de la fortuna para quien ama y atesora la brillante naturaleza de su obra literaria.
Poesía, ensayo y narrativa escritas desde la generosidad absoluta. Hay que ser muy valiente para verter la oralidad en su obra de la forma en que lo hace Carmen Martín Gaite. Gaite hace dialogar a sus personajes de esa forma mágica en que las marionetas dialogan con los movimientos de quienes manejan sus vidas. Hay una perseverante ansia de alquimia en cada diálogo que idea, ya sea consigo misma, con el paisaje o entre sus personajes, riquísimos alter egos de una mujer ligada a una transgresión alejada del estrambote o del malditismo:
“Qué puesta de sol más maravillosa había, el cielo malva y helado como si se hubiera vestido de fiesta”.
“Empiezo a tener sueño, pero no me quiero volver a la cama, aunque la verdad no sé para qué estoy escribiendo, ni para quién ni para cuándo”.
“Y miro a esta señora y es Mariana León y nos despertamos a buen recaudo del futuro, dos amigas del Instituto riéndose a carcajadas sobre una alfombra primaveral, saboreando la complicidad de haber faltado a clase, mientras se comen un bocadillo y hablan de lo tontos que son los chicos”.
El lenguaje de Martin Gaite es pluridireccional, una rosa de los vientos con una novedosa ideología, con un deseo intrínseco de no habituarse a lo establecido.
Sus palabras componen el esqueleto de una red irrompible, de un cordón halagüeño sobre el que atreverse a caminar, así como camina el funambulista en busca de la vida que su hazaña podría arrebatarle.
La sencillez de su palabra, su espontánea filosofía, son un rayo deslumbrante que, 25 años después de su muerte, atraviesa la mirada de quien lee como atraviesa el corazón de la diana la flecha que contra ella impacta.
La literatura de Carmen Martín Gaite es un veneno que revitaliza y vivifica a quien lo degusta. Y Páginas escogidas lo demuestra con creces al ofrecer el que es para mí, y hasta ahora, el más acertado homenaje que la larga ausencia de una escritora ha auspiciado.
Completamente imprescindible.
‘Páginas escogidas’. Carmen Martín Gaite. Edición y prólogo de José Teruel. Editorial Siruela. 240 páginas.
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