Rubén Ochandiano actualiza el Kostya de Chéjov con su propia vida
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Rubén Ochandiano escribe, dirige, produce e interpreta ‘Kostya (el hombre que quiso)’, en el Teatro del Barrio.
Resucita Kostya. Después de llevar más de un siglo ‘suicidado’, Rubén Ochandiano (Madrid, 1980) ha vuelto a la vida al protagonista de una de las obras de teatro más inspiradora del mundo de la dramaturgia a lo largo de la historia: ‘La Gaviota’, del dramaturgo ruso Antón Chéjov. Y lo hace en la obra ‘Kostya (el hombre que quiso)’, un monólogo que acaba de estrenar en el Teatro del Barrio de Madrid y que el polifacético Ochandiano ha escrito, producido, dirigido y que, además, protagoniza dando vida a un personaje que reconoce que es “fronterizo” entre el que imaginó su creador y su propia vida.
Ochandiano nos recupera a un Konstantine Gavrilovich más maduro, con 20 años más, pero que sigue siendo escritor y ante nosotros, y con nosotros, reflexiona y nos hace reflexionar sobre cuestiones que no han caducado, como es el dolor del desamor, la vocación, las relaciones complejas, en su caso con su madre, y también sobre el mismo funcionamiento del teatro y el arte.
No es la primera vez que La Gaviota aparece en la carrera de Ochandiano. Reconoce que a lo largo de su vida ha leído la obra “decenas de veces”, que la trabajó en clases de interpretación y la ha visto representada en diferentes escenarios por el mundo. En 2011 dirigió su propia versión de La Gaviota, pero le quedaba un asunto pendiente: recuperar a otro Kostya, el mismo que imaginó el médico y dramaturgo ruso, pero al que traslada sus inquietudes reales.
¿Por qué la vuelta a Chéjov y a esta obra?
Uno no elige las cosas o las personas de las que se enamora. Me toca el corazón y me provoca mucho placer leerla y uno escribe para que al menos un grupo de personas se sienta identificado. Chéjov cuenta muy bien el alma humana y refleja sentimientos y vivencias por las que seguimos pasando ahora, a pesar de que despierta prejuicios, que se le mira como un ladrillo, pero es un gran narrador del alma humana. La Gaviota toca todo lo que más me moviliza. De hecho, fue la primera obra que dirigí, entra en los pilares de mi existencia.
¿Y cuáles son esos pilares?
Habla mucho del teatro y del arte, que ojalá fueran los pilares del ser humano. Creo que es una obra que igual moviliza a quienes nos dedicamos a las artes, que toca el corazón de actrices y actores, pero en ella también está el amor, el envejecimiento, el paso del tiempo, la muerte, la vida.
¿Kostya es un personaje que has actualizado o es como el de Chéjov?
No es algo que me planteo al hacer un proyecto. Lo he hecho por mí mismo, pero no estamos solos en el mundo y, si toma mi corazón, lo hará con el de más personas. Cuanto más personal sea una obra, más implicará a quien la vea. Como espectador no me seducen piezas generalistas. Aquí he jugado a difuminar la frontera entre este Kostya y yo mismo. No lo he actualizado, sino que juego a que no quede claro donde empieza él y donde yo. Es un personaje que siempre he tenido cerca. Cuando me iniciaba en esta profesión, mis maestros me decían que me iba mucho, y aquí lo recupero porque tiene que ver con zonas en las que como actor puedo bucear.
¿Es complicado ser director, autor y protagonista?
Depende del equipo del que te rodeas. Este es muy personal y lo escribí porque lo quería actuar yo. Parte del dinero que conseguí gracias a un programa de televisión, lo que me ha permitido rechazar otros proyectos y centrarme en sacar adelante éste, en el que tantas ganas tenía.
¿Cuesta mucho levantar una obra de teatro?
Creo que sí, y es algo generalizado. Cuesta porque ya no existen las giras como antes. Hemos puesto en primer término que es una industria y se nos olvida que también tiene que ser arte. Ahora los teatros no están por la labor de producir montajes grandes, con muchos actores. Los privados no producen obras con más de cuatro actores que hagan taquilla, y los públicos, en muchas ocasiones, reparten la programación en una merienda de amigos en los despachos. Hoy es muy complicado que los directores de un teatro público te reciban para plantearles propuestas.
Y eso que eres un actor conocido y con un largo recorrido profesional, que has trabajado con Pedro Almodóvar, Alejandro G. Iñarritu, Juan José Campanella, Icíar Bollaín…
Creo que es algo habitual por lo que hablo con amigos y con colegas de mi generación con trayectorias envidiables. No sé bien de qué depende. La realidad es que, si no estás en esos grupúsculos, tienes muy difícil acceder.
¿Qué te gustaría que la gente se llevara al salir de ver ‘Kostya (el hombre que quiso)’?
Lo mínimo que pido cuando voy a un espectáculo o película es que te haga volar, que divierta y, sobre todo, que toque el corazón. Eso espero que le pase a la gente que venga al Teatro de Barrio esta semana. De momento, estamos muy contentos con la respuesta por lo que te llega de la gente.
¿Qué otros proyectos tienes en marcha?
El asunto es girar con este espectáculo y volver a Madrid más adelante de nuevo, pero aún no están determinados lugares y fechas. Por otro lado, tengo pendiente el estreno de cuatro películas este año de las que estoy me contento. El 21 de febrero, la primera es Daniela forever, una película de Nacho Vigalondo, rodada en Madrid, en inglés; otra será Ya no quedan junglas adonde regresar, dirigida por Luis Gabriel Beristáin; una película dominicana que se llama Zumeca y la mexicana La vida es.
¿Cómo ves el momento del cine español?
Creo que está viviendo un buen momento, pero no sé hasta qué punto las plataformas permiten que se diversifique el tipo de película que se realiza. Me da miedo la tendencia a querer conseguir solo la película palomitera de la semana. Es complicado tener financiación para proyectos con una mirada más humanista y menos comercial.
Por último, ¿qué podemos hacer para animar a la gente a ir al teatro?
Falta una mayor educación cultural, incorporar el teatro como opción realista de ocio, y para eso hace falta reconquistar espacios nuevos. En España no hay afición a ir al teatro. A menudo viajo a Londres porque tienen una cartelera espectacular y compruebo que va todo el mundo, que es una fuente de ingresos. Aquí nos hace falta renovar el tipo de lenguaje teatral que utilizamos. Hay que dar espacio a otro más vivo y contemporáneo, que interpele a la gente. Y necesitamos espacios públicos que no sean para los mismos de siempre, que abran la mirada a esos lenguajes teatrales nuevos. Con Kostya no he querido transgredir nada, pero sí llevar al teatro algo que a mí como espectador me haga gozar.
‘Kostya (el hombre que quiso)’, de Rubén Ochandiano, se representa en el Teatro del Barrio hasta este domingo, 16 de febrero.
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