No, la Tierra no será golpeada por ningún asteroide (por ahora)

Una imagen simulada del asteroide ‘2024 YR4’.
Esta es la historia de una no historia. Todo ‘un culebrón de invierno’. Tiene un nombre muy difícil de recordar, pero todo el mundo ha escuchado hablar de él. Nos referimos al ‘2024 YR4’, el asteroide descubierto el 27 de diciembre por el telescopio ATLAS, ubicado en Río Hurtado (Chile). El mismo que, de acuerdo a los cálculos realizados el 18 de febrero de 2025, llegó a sobrepasar el 3% de posibilidades de impacto contra nuestro planeta la próxima década. Una circunstancia que provocó enorme inquietud, aunque el riesgo –en cuestión de días– se ha desvanecido casi en su totalidad. Volvemos a estar a salvo. Los estudios realizados por uno de los telescopios del Observatorio Europeo Austral (ESO) han descartado un impacto terrestre. La probabilidad de colisión informada por el Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA) es –a día de hoy– del 0,001%. Un porcentaje despreciable. Así que por el momento la Tierra no será golpeada desde fuera; más bien, los peligrosos ‘meteoritos’ están sobre la superficie terrestre y visten pantalones.
Una opinión compartida por la NASA. La institución estadounidense confirmó que el 2024 YR4 no supondrá una “amenaza significativa” para la Tierra. “La probabilidad de impacto del asteroide ha caído al 0,004%”, confirman los especialistas norteamericanos, quienes incrementan las previsiones de sus colegas europeos, pero, aun así, inciden en que el peligro es ínfimo. “Se espera que pase al lado de la Tierra en 2032”, pero no supondrá un riesgo para nuestra supervivencia, según confirmó la agencia espacial estadounidense.
En un comunicado recogido por EFE, las últimas observaciones del bólido han permitido a los expertos del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS) de la NASA “calcular modelos más precisos de su trayectoria y comprobar que no tiene un potencial importante de impactar en la Tierra en el próximo siglo”. En cualquier caso, y “aunque este asteroide ya no presenta un riesgo de impacto para la Tierra, el 2024 YR4 dio una oportunidad incalculable para poner a prueba la ciencia de defensa planetaria y los procesos de notificación”.
El hallazgo supuso dar “el primer paso en las respuestas de defensa planetaria”. Se pidió a la totalidad de los telescopios disponibles que “recopilasen datos sobre el objeto, a la vez que se instaba a las agencias espaciales respaldadas por Naciones Unidas a planificar la mitigación de la amenaza de asteroides”, añaden los astrónomos. “Debido al gran tamaño del 2024 YR4 y a su previa probabilidad de impacto mayor al 1%, se le llegó a clasificar en el nivel 3 de la escala de Turín, lo que llevó a la Red Internacional de Alerta de Asteroides a emitir un aviso el 29 de enero de 2025”, repasan los científicos. Un anuncio que suponía que el objeto “merecía la atención de astrónomos y público en general”, según los expertos.
El papel de España
En este contexto, el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) ha sido uno de los referentes en las observaciones, a través de su grupo de Sistema Solar, liderado por Julia de León y Javier Licandro. “El IAC ha participado aportando datos y, además, León ha actuado como punto de contacto de la ESA en España para los Objetos Cercanos a la Tierra y para Defensa Planetaria, que son las técnicas de observación y acción destinadas a prevenir impactos de los referidos elementos en nuestro planeta”, explican desde la institución científica. El IAC “lleva varias semanas observando al 2024 YR4, lo que ha permitido obtener medidas muy precisas de su posición y mejorar la determinación de su órbita”.
Gracias al trabajo desarrollado en la entidad española, también se ha profundizado en la composición del asteroide, de la mano del desempeño de Julia de León. Esta especialista ha podido determinar que el objeto es una roca formada por silicatos y algo de metal. “Sabiendo la composición, podemos inferir el albedo –la cantidad de luz que refleja su superficie–, y mediante la medida de albedo estimamos su tamaño”, explica de León. Así, se supo que la talla de la roca estaría más cerca del rango inferior que del superior. Puede que no sea tan grande como se creía inicialmente. De hecho, tras medir su brillo, se considera que el 2024 YR4podría encontrarse entre los 40 y 60 metros. “No llega a los 100, porque, si los tuviera, sería mucho más oscuro”, confirman desde el IAC.
Por su parte, Javier Licandro recordaba que este es el segundo caso en el que, al observar un objeto y calcular su órbita, se determina que tiene una probabilidad mayor de un 1% de impactar en un futuro próximo. “El primero fue Apophis, descubierto en 2004, llegando al nivel 4 en la Escala de Turín. Pero, tras estudiarse con mayor precisión su órbita, se pudo determinar que pasará muy cerca de la Tierra en 2029, pero que no impactará”, explicaba Licandro.
El científico añadía que, en el caso actual, “el tamaño es más pequeño, pero al haber estado por encima de un 1% de posibilidades de llegada, se tuvo que entrar en un protocolo de seguimiento que se ha establecido para estudiarlo todo lo posible”. Sin embargo, ese primer miedo ya se ha superado. En cualquier caso, los astrónomos no quieren bajar la guardia. Solicitan continuar investigando al asteroide. “El IAC no ha dejado de hacer seguimiento de este objeto y se encuentra en contacto con el resto de organismos internacionales para contribuir a una mejor determinación de su órbita y posibilidad de impacto”, señalan desde el complejo científico canario.
“Lo usual es que, a medida que hagamos más observaciones y afinemos más su posición, la probabilidad de impacto disminuya”, explicaba Licandro en declaraciones a los medios. De hecho, ya habría ocurrido con otros casos similares, como el del Apophis. En el momento de ser descubiertos, “contaban con una mayor probabilidad e impacto en la que tuvieron tras más observaciones continuadas”.

El Gran Telescopio de Canarias ha sido uno de los protagonistas para desinflar el riesgo de colisión del asteroide con la Tierra.
Al principio, cundió la alarma
Sin embargo, a principios de año se expandió el pánico. Desde enero de 2025, los astrónomos han estado realizando un seguimiento del fenómeno, utilizando para ello telescopios en todo el mundo. Posteriormente, han analizado los datos obtenidos, para “mejorar nuestra comprensión del tamaño y la trayectoria del asteroide”, confirmaba la Agencia Espacial Europea. El 29 de enero, la ESA estimaba que la probabilidad de que el asteroide impactase contra la Tierra era del 1,2 %. Un porcentaje que se fue incrementando con el paso de los días. A inicios de febrero, esta posibilidad era del 2,3% –según la NASA– y del 2,2%, de acuerdo a lo determinado por la ESA. Unas previsiones que se expandieron hasta superar el 3%.
En consecuencia, y desde el mismo momento de su descripción, el 2024 YR4 centró el interés de la comunidad de astrofísicos del mundo entero. Y lo hizo no sólo por su trayectoria, que inicialmente podría encontrarse con la de la Tierra –el cuerpo es considerado como tipo Apolo, es decir, que cruza la órbita de nuestro mundo cada cuatro años–. También importó a los especialistas por su tamaño, lo que implicaba que, si colisionaba contra nuestro planeta, podría generar un gran impacto en la vida terrestre.
Incluso, algunos expertos, al conocer el caso del 2024 YR4, se remitieron a algunos fenómenos históricos, como el bólido de hierro y níquel que generó el Cráter Barringer –en el actual Estado norteamericano de Arizona– hace 50.000 años, o el suceso ocurrido en Tunguska –al norte de Rusia– en 1908, que devastó más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque y derribó 20 millones de árboles”, explicaban desde National Geographic. Este acontecimiento producido a inicios del siglo XX fue provocado por un meteoro de una treintena de metros de diámetro. Es decir, más pequeño que el asteroide descubierto a finales de 2024, por lo que, si el nuevo cuerpo chocase contra nuestro hogar, el destrozo sería mucho mayor.
Sobre todo, porque las previsiones de caída coinciden con regiones más pobladas que Siberia… “Las proyecciones iniciales indican que, en caso de impacto, el asteroide se precipitaría en un corredor de riesgo que atravesaba Sudamérica –Colombia y Venezuela–, el Atlántico y el África subsahariana, el mar Arábigo y el sur de Asia, con dirección a la India”, relataba David Rankin, ingeniero del Catalina Sky Survey de la NASA. Por ello, este cuerpo rocoso cumplió con “todos los criterios necesarios para activar los dos grupos de reacción ante asteroides aprobados por la ONU”. A saber: la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y el Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG).
No existió una única opción
Sin embargo, en los primeros modelos también se contemplaba otra posibilidad de impacto que, a simple vista, podría parecer más segura para el ser humano. Nos referimos a que el 2024 YR4 se precipitase sobre la Luna. Un choque contra nuestro satélite “liberaría una energía superior a la de 340 bombas de Hiroshima”, calculaba David Rankin, lo que permitiría ver la colisión desde nuestra posición. “Si bien un impacto lunar sería una rareza astronómica, en términos científicos ayudaría a entender mejor la dinámica de los impactos de asteroides en cuerpos sin atmósfera”, añaden los expertos en National Geographic.
Además, se ha de tener en cuenta que, anualmente, los investigadores describen unos 3.000 objetos cercanos a la Tierra. Una cifra que se incrementa si se atiende a las características del 2024 YR4. “Al tratarse de cuerpos oscuros y pequeños, su observación con telescopios se vuelve un desafío”, explica el periodista científico Sergio Parra. “Se estima que hay alrededor de 600.000 asteroides rocosos de dimensiones similares, pero solo un 2% han sido identificados”. Entre ellos, el 2024 YR4, que “ya no representa una amenaza inminente”.
De hecho, la órbita de este cuerpo alrededor del Sol es “alargada y excéntrica”. Y actualmente “se está alejando de la Tierra casi en línea recta, lo que dificulta determinar con precisión su órbita”, explican los científicos de la ESA. “En los próximos meses, el bólido comenzará a desaparecer de la vista de la Tierra”, hasta que vuelva a ser observable en 2028. “El próximo encuentro brindará a los investigadores la oportunidad de realizar observaciones adicionales y extender el arco de observación por cuatro años”, indican los especialistas. “Esto mejorará en gran medida los cálculos de su órbita, en preparación para su aproximación cercana el 22 de diciembre de 2032”.
Pero, de acuerdo a la opinión mayoritaria entre los expertos, ya no hay peligro de impacto. No habrá colisión ni en la Tierra ni en nuestro satélite. En apenas unos días se ha pasado de superar el 3% de probabilidad de choque a reducirse al 0,001%, según la ESA. Por tanto, nada que temer. Por ahora…
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